Las novelas del
obrero y el empleado.
En esta entrada,
me propongo definir y caracterizar al grupo de novelas sociales que incluiremos
en el epígrafe de obras sobre el obrero y el empleado. Antes de empezar,
conviene advertir que muchas novelas sobre el campo tratan sobre el empleado,
en tanto que los campesinos laboran para un terrateniente. Pero las novelas de
las que hablamos aquí, son por lo general más urbanas y suelen tratar (aunque
algunas se ocupen de campesinos) de trabajos más o menos ajenos a lo netamente
rural. Por ejemplo, La mina, de
Armando López Salinas, transcurre en un pueblo andaluz, donde se está
construyendo una presa. Allí, los campesinos son contratados, porque suponen
una mano de obra barata a la que no hay que hacerle seguros ni contratos. Sin
embargo, lo que se describe en la novela no son trabajos del campesinado en sus
campos, sino los abusos y carencias que sufren por parte de sus jefes. Como
asegura Santos Sanz Villanueva, las novelas sociales en general y las que
analizamos más concretamente, «reflejan las posibilidades y contradicciones que
entraña el resurgimiento, el progreso.»
Las novelas sobre
obreros y empleados presentan una crítica a las condiciones, angustias y
frustraciones de los trabajadores (desde mineros a oficinistas), que viven
alienados por un trabajo que no les hace sentir realizados y explotados por un
patrón que no respeta sus derechos. Sirva como ejemplo, para ilustrar la falta
de realización que reflejan estas novelas, el caso de Funcionario público, de Dolores Medio. En la novela, se retrata a
un funcionario de telecomunicaciones insatisfecho con su vida rutinaria, que
encuentra una aventura para salir de la vacuidad en la que se halla, cuando se
topa en la calle con un diario y se dedica a encontrar a la persona a la que
pertenece.
Hemos visto en
apartados anteriores que algunas novelas sociales presentaban la perspectiva
del rico y del pobre. Sin embargo, estas novelas se caracterizan por exponer
exclusivamente el punto de vista del obrero. De hecho, muchas obras están dedicadas a un
trabajador. La mina, de Armando López
Salinas, está dedicada a un amigo suyo que fue minero.
Otro rasgo de
estas obras consiste en la poetización y el lirismo con los que se embellecen
las duras realidades obreras. Se poetizan los asuntos, ofreciendo de un modo
lírico una situación social que, en principio, no constituirían tema poético y
mucho menos lírico. Estas novelas no presentan, necesariamente, finales
derrotistas. Se muestran más bien optimistas y como afirma Santos Sanz
Villanueva, estas obras «practican una especie de épica del trabajo».
En cualquier caso,
lo dicho en el párrafo anterior no implica que las narraciones sean menos
testimoniales (aunque solo el empleado exponga su crítica y las narraciones
también están repletas de diálogo).
Entre las obras
más destacadas de esta clase de novelas, destacan: Funcionario público, de Dolores Medio (1956), Central eléctrica, de Jesús López Pacheco (1958), La criba, de Daniel Sueiro (1961), Año tras año, y La mina, de Armando
López Salinas (1960 y 1962), El Sol no
sale para todos, de Juan José Rodero (1966)) y La huelga, de Mauro Muñiz (1968).
Bibliografía:
Ø Gil Casado, Pablo, La
novela social española (1942-1975), Barcelona, ed. Seix Barral, 1968.
Ø Sanz Villanueva, Santos, Historia de la novela social española (1920-1971), Barcelona, ed.
Seix Barral, 1968, (1973).
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