jueves, 18 de mayo de 2017

Las novelas del obrero y el empleado.




Las novelas del obrero y el empleado.

En esta entrada, me propongo definir y caracterizar al grupo de novelas sociales que incluiremos en el epígrafe de obras sobre el obrero y el empleado. Antes de empezar, conviene advertir que muchas novelas sobre el campo tratan sobre el empleado, en tanto que los campesinos laboran para un terrateniente. Pero las novelas de las que hablamos aquí, son por lo general más urbanas y suelen tratar (aunque algunas se ocupen de campesinos) de trabajos más o menos ajenos a lo netamente rural. Por ejemplo, La mina, de Armando López Salinas, transcurre en un pueblo andaluz, donde se está construyendo una presa. Allí, los campesinos son contratados, porque suponen una mano de obra barata a la que no hay que hacerle seguros ni contratos. Sin embargo, lo que se describe en la novela no son trabajos del campesinado en sus campos, sino los abusos y carencias que sufren por parte de sus jefes. Como asegura Santos Sanz Villanueva, las novelas sociales en general y las que analizamos más concretamente, «reflejan las posibilidades y contradicciones que entraña el resurgimiento, el progreso.»
Las novelas sobre obreros y empleados presentan una crítica a las condiciones, angustias y frustraciones de los trabajadores (desde mineros a oficinistas), que viven alienados por un trabajo que no les hace sentir realizados y explotados por un patrón que no respeta sus derechos. Sirva como ejemplo, para ilustrar la falta de realización que reflejan estas novelas, el caso de Funcionario público, de Dolores Medio. En la novela, se retrata a un funcionario de telecomunicaciones insatisfecho con su vida rutinaria, que encuentra una aventura para salir de la vacuidad en la que se halla, cuando se topa en la calle con un diario y se dedica a encontrar a la persona a la que pertenece.
Hemos visto en apartados anteriores que algunas novelas sociales presentaban la perspectiva del rico y del pobre. Sin embargo, estas novelas se caracterizan por exponer exclusivamente el punto de vista del obrero.  De hecho, muchas obras están dedicadas a un trabajador. La mina, de Armando López Salinas, está dedicada a un amigo suyo que fue minero.
Otro rasgo de estas obras consiste en la poetización y el lirismo con los que se embellecen las duras realidades obreras. Se poetizan los asuntos, ofreciendo de un modo lírico una situación social que, en principio, no constituirían tema poético y mucho menos lírico. Estas novelas no presentan, necesariamente, finales derrotistas. Se muestran más bien optimistas y como afirma Santos Sanz Villanueva, estas obras «practican una especie de épica del trabajo».
En cualquier caso, lo dicho en el párrafo anterior no implica que las narraciones sean menos testimoniales (aunque solo el empleado exponga su crítica y las narraciones también están repletas de diálogo).
Entre las obras más destacadas de esta clase de novelas, destacan: Funcionario público, de Dolores Medio (1956), Central eléctrica, de Jesús López Pacheco (1958), La criba, de Daniel Sueiro (1961), Año tras año, y La mina, de Armando López Salinas (1960 y 1962), El Sol no sale para todos, de Juan José Rodero (1966)) y La huelga, de Mauro Muñiz (1968).

Bibliografía:
Ø  Gil Casado, Pablo, La novela social española (1942-1975), Barcelona, ed. Seix Barral, 1968.
Ø  Sanz Villanueva, Santos, Historia de la novela social española (1920-1971), Barcelona, ed. Seix Barral, 1968, (1973).



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