viernes, 12 de mayo de 2017

Las mujeres de los poetas II: Concha Méndez

                         ¿Qué misión hemos venido
                           en esta vida a cumplir?
                          Por bien que nos haya ido,
                          es muy difícil vivir.

                               Concha Méndez, de libro inédito Con el alma en vilo

INTRODUCCIÓN

En la entrada anterior vimos el caso de María Teresa León, en esta hablaremos sobre Concha Méndez, otra de las grandes olvidadas. Dramaturga, editora, impresora, autora de un guión de cine y, sobre todo, poeta. A pesar de esto, no apareció en la Antología de Gerardo Diego sobre los poetas del 27; ni en la primera edición, de 1932, ni en la segunda, de 1934, en la que sí se incluyó a Ernestina de Champourcín y Josefina de la Torre.

Quizá esto se podría justificar alegando que los mejores poemas de la autora son de fecha posterior. Lo que no se puede justificar es el olvido actual en el que esta grandísima poeta se encuentra y que se debe, no solo al exilio de 1939, sino también a su condición de mujer. Muchos autores masculinos sufrieron el exilio, pero a su vuelta fueron recuperados y valorados como se merecen, ¿por qué no es así en el caso de las mujeres? Sus libro autobiográfico Concha Méndez: memorias habladas, memorias armadas (1990), que fue escrito por su nieta, Paloma Ulacia Altolaguirre, a partir de varias cintas grabadas con historias narradas por su abuela, no está en ninguna de las bibliotecas de Logroño, ni tampoco en Amazon o Casa del Libro. En la Biblioteca de la Universidad de La Rioja hay un libro de poemas suyos, pero yo he sido la primera persona en cogerlo prestado, para hacer este trabajo.

En un principio, cuando estudiábamos la Generación del 27 en Bachillerato, por ejemplo, y no aparecía ninguna escritora femenina (o como mucho se las nombraba de pasada), yo me cree la idea de que esto sería porque la calidad de sus textos no estaba a la altura de la de los escritores hombres. La sorpresa ha sido al descubrir que sí que lo están, a pesar de que el nivel es muy alto.

Es una pena que las generaciones de jóvenes actuales nos estamos perdiendo todos estos sobresalientes poemas de escritoras femeninas, en especial nosotros, que estudiamos Filología Hispánica. Veamos, por tanto, un poco de la vida y obra de Concha Méndez.

VIDA Y OBRA

Concepción Méndez nace en  Madrid en 1898 en el seno de una familia acomodada y conservadora que va a tratar por todos los medios de frenar las ansias de libertad de Concha. Tan solo asistió a la escuela, no le permitieron realizar estudios superiores ni tampoco le dejaban leer libros. El ambiente en el que la escritora pasó sus primeros años de vida se refleja muy bien en una de las anécdotas que ella misma cuenta en el documental “Las sinsombrero”[1]. Un hombre amigo de su padre fue a visitarlos y preguntó a sus diez hermanos, todos chicos, qué querían ser de mayores. Concha, aunque el hombre ni la había mirado, se adelantó y contestó que ella iba a ser capitán de barco. El hombre la miró con desprecio y le dijo “las niñas no son nada”.

Para su familia, todo a lo que Concha podía aspirar era a buscarse un marido al que dedicarse en cuerpo y alma y con el que tener muchos hijos. La única manera de escapar de este ámbito familiar tradicional y represivo era viajando. “Viajar era viajar, pero era también liberarme de mi medio ambiente, que no me dejaba crear un mundo propio, propicio para la poesía”[2]. Pero viajar, escapar, tampoco le va a ser fácil.
“Era el momento de escaparme de mi casa rumbo a Suecia. Estando en San Sebastián, una tarde preparé mi maleta. Al salir, por esas cosas que tienen que pasar, me sorprendió mi madre. Entonces le dije: «Me voy a Estocolmo». «Esto es el colmo» -respondió-. Y yo me decía: «Esto es un poema». Cogí la maleta y salí corriendo a la calle; mi madre, a gritos, empezó a llamar a la policía; apareció uno y me acusó a él. Total: decidí no volver a casa y pedí un juez. Entonces me depositaron en un hotel sin dejarme salir; ahí me quedé tres días. Como había un piano, me agarraba de él, tocando marchas fúnebres: acentuaba los does y los alargaba. Mi padre volvió de Madrid para buscarme y me prometió que, si volvía a casa, arreglaría las cosas para que pudiera viajar; me prometió muchas cosas, que nunca cumplió.”[3]
Finalmente en 1929 consigue huir de su familia y viaja, sola (un escándalo en aquel momento), primero a Londres, donde pasa unos seis meses trabajando como traductora y profesora de español, y luego a Buenos Aires, donde permanece algo más de un año y entra en contacto con varios intelectuales españoles y argentinos. Estando en Buenos Aires, en 1930, publica su tercer libro de poemas, Canciones de mar y tierra (en el título ya vemos la influencia de Lorca y Alberti, de quienes era amiga). En Madrid había publicado anteriormente Surtidor (1928) e Inquietudes (1926) para gran disgusto de sus padres, que veían la profesión de “poetisa” como una ofensa al buen nombre de la familia.

Estos tres primeros libros no son de tanta calidad como la obra posterior de la poeta, lo cual es lógico, más sin tenemos en cuenta que había sido autodidacta y sus conocimientos sobre la técnica poética eran limitados o inexistentes.

Al igual que la mayoría de los poetas, comienza siguiendo la moda el momento, en este caso el vanguardismo -sus versos están llenos de aviones, coches, velocidad…-, y será en la madurez cuando encuentre su estilo propio. Además, el vanguardismo es una manera de romper con la sociedad tradicional predominante y mostrarse como mujer moderna, dinámica y rompedora. Como afirma Juan María Calles Moreno:
“Son poemas que la sitúan en el eje de la vanguardia y de la modernidad poética española de aquellos años. Su poesía reacciona contra el intimismo sentimental romántico, contra su dramática y ya canónica «desarmonía del alma», y construye el poema desde el foco de un yo intrasubjetivo que se manifiesta como «manifestación polifónica de la pura subjetividad». Méndez simboliza la imagen emergente de la mujer moderna urbana –también reconocible en figuras como la flapper o la garçonne–, que asume la ciudad como espacio privilegiado de la modernidad y como espacio artístico que se escribe y desde donde se escribe.”[4]
A modo de ejemplo sirve el poema “Ser”, de Surtidor:

Ser.
Fábrica de ideas.
Fábrica de sensaciones.
¡Revolución de todos
los motores!

Ser y ser.
Energía continua.
Dinamismo.
Evolución.

Así siempre.
Y cerca de los astros.

¡Ser!

Vuelve a Madrid en 1931 y abandona la estética vanguardista para siempre. Quizá por la llegada de la II República, que cambia el concepto del quehacer literario, pero, sobre todo, porque es entonces cuando conoce por mediación de García Lorca a Manuel Altolaguirre, poeta y editor malagueño del que se enamora y con el que se casará el 5 de junio del año siguiente, siendo testigos García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén y Cernuda. Este gran cambio en su vida supone un gran cambio también en su poesía, siempre muy biográfica, reflejo de su experiencia vital.

El matrimonio viaja a Londres, donde editan la revista 1616, en la que aparecen escritos españoles e ingleses. Vuelven a Madrid y crean la imprenta “La Verónica” en una habitación del hotel Aragón. Aquí editan la revista Héroe, en la que colaboran Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno, Pedro Salinas y Jorge Guillén, entre otros.

En 1932 Concha Méndez publica Vida a vida, colección de poemas editada por ella y Altolaguirre en su pequeña imprenta. El tema principal del libro es el amor, pero no solo como sentimiento perfecto de unión con el otro: también hay poemas de reflexión angustiosa sobre la propia identidad, la relación con los demás y otros temas filosóficos que dejan  claro que Concha Méndez no es una chica burguesa más, preocupada por la ropa y los bailes, como la gran mayoría.

En este libro percibimos que la autora ya ha mejorado su estilo. Sigue utilizando principalmente el octosílabo y la rima asonante, pero ya no los usa de manera mecánica y machacona, como en los primeros poemarios, que resultaban algo artificiales. Aquí la lírica es sencilla pero auténtica, y, tal apunta James Valender: “logra captar algo del misterio y la incertidumbre de la experiencia humana”[5].

La influencia de Calderón parece clara, y continuamente aparecen en los poemas palabras como “sueño”, “vida” o “sombra”. En el poema “¿Dónde?”, por ejemplo: “¿Dónde estuve yo antes/ de esta vida?/ ¿Qué sueño/ fue anterior a este sueño?”. En “Recuerdo de sombras”: “Dices que en estas sombras/ vives en mi recuerdo, /y son las mismas sombras/ que están en mí viviendo.” O en “Insomnio”: “¡Qué angustiosa cárcel ésta/ de hierro por todas partes,/ con las ventanas al mundo,/ a las sombras, a la nada!”.

En mayo de 1936 publica en Madrid Niño y Sombras, el cual surge de nuevo de una experiencia conmovedora, aunque esta vez no para bien, como fue el conocer a Altolaguirre, sino para mal: sufre un aborto de su primer hijo en 1933, hecho que marca a la escritora y que aparece en muchos de los poemas de este nuevo libro. Se trata por tanto de un poemario lleno de tristeza. Al tema del hijo perdido se suma el tema de las sombras, que aparece de nuevo, y refleja la confusión que la autora siente ante la incomprensión del mundo y de sí misma. Predomina el pesimismo, pero en algunos poemas se vislumbra un rayo de esperanza (en marzo de 1935 nace su hija Paloma) y de voluntad de seguir luchando, pese a las adversidades que se le presenten. Por ejemplo, el poema 23:

Fuerzas ocultas me sostienen,
un apoyo invisible en cada brazo.
No creáis que estas fuerzas
son para mí un descanso.
Yo soy la vida en lucha
de cada hora y de cada paso.
Yo soy la fuerza de mí misma,
la antena receptora del milagro.
Yo soy la vida sin remedio.
Mi muerte no será sino un colapso;
porque después de muerta seguiré viviendo,
nadie sabe hasta dónde ni hasta cuándo.

Dos meses después de la publicación de Niño y sombras, estalla la guerra civil. El matrimonio debe abandonar su vivienda en Madrid, que será bombardeada durante la guerra perdiéndose así todos los textos, suyos y de otros autores, que guardaban en la imprenta, a excepción de los que Concha Méndez se llevó consigo antes de partir.

 La poeta había apoyado a la República desde el comienzo pero, la preocupación por el bienestar de su hija, la lleva a abandonar España. Pasa gran parte de la guerra en el extranjero (Inglaterra, Francia y Bélgica) mientras que Altolaguirre se queda luchando. En 1938 la escritora no aguanta más la separación y viaja a Barcelona, donde se reencuentra con su marido.

Durante estos años no escribe mucho. En noviembre de 1937 colabora en la revista Hora de España con los poemas “Esta tarde” y “España” en los que muestra sus sentimientos sobre la contienda:

En 1938 vuelve a colaborar en la revista con estos dos poemas:

En estos dos últimos poemas vemos que no se hacen referencias directas a España ni a la Guerra Civil. Tal ocurre con otros poetas, esto llevó a que Concha Méndez fuese criticada en ocasiones por esta supuesta falta de compromiso político en sus textos. Pero debemos entender que, no es que la poeta se desentienda de la situación, sino que la amplía a una situación universal. Es decir, Concha no se queja solamente de la guerra civil española, sino de todas las guerras y de toda la maldad del hombre. Citando a Valender:
“Al igual que muchos otros poetas e intelectuales, Concha Méndez está muy sensible a la precaria situación que vive en ese momento la República; pero más que la situación política, lo que le preocupa es el temple moral y vital de los individuos que conforman la sociedad, su miedo, su frialdad.[…] lo que hace falta para salvar a la sociedad no es tanto una reorganización política, como una transformación del individuo a través el amor.”[8]
Lo que le preocupa es la naturaleza humana, el egoísmo, la falta de generosidad y de amor… todo lo que lleva a las guerras, y siente desengaño ante la vida humana en general, no solo ante la España de ese momento. En sus memorias critica los “paseos” que realizaban ambos bandos. Se muestra crítica con la violencia en abstracto, sin importar cuál sea su origen.

En 1939 Altolaguirre y Concha Méndez huyen a América con su hija. Pasan cuatro años en La Habana, donde montan otra imprenta, también llamada “La Verónica”. Allí editan Lluvias enlazadas (1939) poemario de Concha con poemas de libros anteriores y otros inéditos. En estos nuevos textos la poeta continúa preguntándose sobre el sentido de la vida: “A veces me pregunto: ¿por qué habré venido/ a este laberinto de soledades,/ del que nunca salgo por más que me esfuerzo,/ encontrando sombras… sin hallar a nadie?...”, y hace hincapié en la soledad que siente ante un mundo hipócrita y cruel. Cabe destacar este poema, escrito en Bruselas en 1937:

Quisiera tener varias sonrisas de recambio
y un basto repertorio de modos de expresarme.
O bien con la palabra, o bien con la manera,
buscar el hábil gesto que pudiera escudarme…

Y al igual que en el gesto, buscar en la mentira
diferentes disfraces, bien vestir en engaño;
y poder, sin conciencia, ir haciendo a las gentes,
con sutil maniobra, la caricia del daño.

Yo quisiera ¡y no puedo! ser como los otros,
los que pueblan el mundo y se llaman humanos:
siempre el beso en el labio, ocultando los hechos
y al final… el lavarse tan tranquilos las manos.

En 1943 se trasladan a México. Allí Concha publica Poemas. Sombras y sueños (1944) -de nuevo un título muy significativo-, donde reúne poemas escritos durante los siete años que han transcurrido desde que abandonaron España (1937-1944).

En este poemario están algunos de los mejores textos de la autora. Esta madurez literaria viene dada por una serie de dolorosas experiencias. El exilio ya de por sí es triste y, si de joven solo pensaba en viajar lejos, ahora se lamenta por la patria perdida. A esto se suma el fin de su matrimonio, ya que Altolaguirre la deja, y, sobre todo, la muerte de su madre, a la que dedica un largo y conmovedor poema. Aunque de joven nunca llegó a entenderse con su madre, la muerte de esta le hace ver las cosas de otra manera y le deja un vacío irreparable -al  igual que le ocurre a María Teresa León-.

El libro está lleno de poemas muy angustiosos pero, a pesar de todo, Concha no llega a perder la esperanza y escribe varios poemas que muestran esta fuerza interior por sobrevivir:

No quiero descansar un solo instante.
Quiero vértigo ser a todas horas,
que ya vendrá después el largo sueño,
el reposar de piedra entre la sombra.

Quiero ser, renacer, mientras que aliente,
crear y recrear y recrearme,
y dejar una estela de mi vida
que no pueda acabarse con mi sangre.

Muchas veces habla en sus memorias del exilio como una experiencia enriquecedora, una manera de viajar y conocer otras personas y costumbres. En sus poemas, en cambio, vemos que también fueron años de gran tristeza y añoranza. Es normal. No todo es blanco o negro, seguramente en el exilio viviría experiencias agradables: hizo amigos, pudo conocer nuevos lugares… Como cualquier ser humano, Concha sintió durante estos años alegría y pena de manera entrelazada. Aunque la vida no se lo puso especialmente fácil, ella se adaptó, renació y su vida continuó.

A partir de 1944 comienza a retirase de la vida pública y se retrae a la tranquilidad de su casa en México. Durante 30 años no publica ningún libro, aunque sigue escribiendo. En 1979 publica en Madrid Vida o río y en 1981 en México Entre el soñar y el vivir, dos colecciones de poemas. Vida o río incluía una reedición de Vida a vida. Entre el soñar y el vivir reunía poemas ya publicados junto con otros nuevos. Se trata e ambos casos de poemas muy filosóficos, donde la poeta continúa preguntándose y reflexionando sobre la vida. “La curiosidad de la poeta abarca casi todo, desde los problemas de la actualidad (las guerras, la miseria, la enajenación, la contaminación del ambiente) hasta los misterios eternos de la vida (el tiempo, el amor y la muerte).[9]
Concha Méndez muere en diciembre de 1986 dejando, entre otros trabajos inéditos, un último libro de poemas titulado Con el alma en vilo.

CONCLUSIÓN:

Me parece curioso que, una vez terminada la dictadura, Concha Méndez decidiese permanecer en México, donde murió. Regresó a España en tres ocasiones para visitar a su familia, pero no se quedó, aunque podía. Creo que esto refleja la sensación de la autora, en el final de su vida, de no pertenecer a ninguna parte. En su poema “Antes”, de Entre el soñar y el vivir, contrasta sus años de juventud y de vejez:
Antes, quería tener
los párpados bien abiertos;
todo lo quería ver.

Hoy los cierro y la mirada
se va al fondo de mi ser,
en donde tengo guardados
los recuerdos de mi ayer.

Dejé correr por el mundo
sobre el centro de un ciclón,
por las horas reposadas
sobre el muelle de un sillón,
sin nadie que me acompañe
sola con mi corazón,,,

Ya no le interesa viajar, ni el lugar donde se encuentre, quiere retraerse a su interior, analizar lo que ha sido su vida e intentar entenderla. Esta actitud parece de acabamiento. Ella misma afirma que sufrió una fuerte depresión en estos años en México y sintió el deseo de dejarse morir, tan ajeno a ella. Pero triunfó la esperanza, y la escritura. Ingresó en un hospital psiquiátrico y ahí descubrió que escribir la unía a la vida, la poesía era su vida. “Cuando apareció en las librerías la Antología poética que me publicó Joaquín Mortiz y me trajeron al sanatorio las reseñas, comprendí que mi vida estaba llena de estímulos y me dieron ganas de vivir.”[10]

Hay una palabra que se repite a lo largo de toda su obra: “sueño”. Concha Méndez tuvo que vivir mucho en los sueños, porque la realidad era una pesadilla. Si se quitaba el sombrero en la calle era visto como una desvergüenza, si fumaba en un restaurante la gente se echaba las manos a la cabeza, si decía que quería ser capitán de barco, un hombre le decía que no podía ser nada. Pero ella no se resignó a las normas injustas de aquella sociedad. “Vine para algo más que para pasar como sombra/ dentro de mí una luz quiere salir afuera”, afirma en su poema “No vengas”, de Entre el soñar y el vivir. Esa luz fue su poesía, una estela que perdura, como ella quería, más allá de su vida.  

Pero la escritora no lo tuvo fácil para conseguir ser alguien. Desde su nacimiento estaba destinada a no ser nada, una cosa. En una entrevista en la que le preguntaron sobre el feminismo dijo lo siguiente:
“¿La opinión mía sobre el feminismo? Empezaré por decirle que yo no sé si soy feminista o no. Toda idea que encierre un sentido colectivo me repugna moralmente. Yo soy: individualidad, personalidad. Ahora bien, en cuestión de derechos también pido la igualdad ante la ley. O lo que es lo mismo: pasar de calidad de cosa a calidad de persona, que es lo menos que se puede pedir en esta época.”[11]
Por el hecho de ser mujer, fue educada para no hacer, no preguntar y no pensar. Pero Concha, junto con las demás mujeres de la Generación del 27, decidió romper con este sinsentido y redefinir el papel de la mujer. Ella quería saber, entender el mundo y a los otros, y a ello se dedicó durante toda su vida, a través de la poesía.

Me dijeron: “¡Partes sola
y sola habrás de volver!”
Me dieron por equipaje
una vida en quien creer.

Cierto que no me engañaron,
mas me hubieron de decir
en dónde está la línea
entre el soñar y el vivir.

Que en descubrir el secreto
se me está yendo la vida,
y me encuentro tras los años
en el punto de partida.
Entre el soñar y el vivir (1981)



Para terminar os dejo dos poemas de Concha Méndez, “Ni me entiendo ni me entienden” y “Para que yo me sienta desterrada”, recitados por María Alonso y por mí. Espero que os gusten.











BIOGRAFÍA:

SOLER SASERA, E., “Las voces antiguas: la Guerra Civil española en algunas memorias y autobiografías del exilio literario de 1939”, en Olivar: revista de literatura y cultura españolas, nº. 8, 2006. Disponible en línea en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2384196&orden=342055&info=link (fecha de consulta: 09/05/17)
OLMEDO, I., “La autobiografía como reinvención: Concha Méndez, poeta”, en Revista de filología de la Universidad de La Laguna, nº 28, 2010. Disponible en línea en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3284443.pdf (fecha de consulta: 09/05/17)
CALLES MORENO, J. M., “Concha Méndez, la seducción de una escritora en la modernidad literaria”, en  Dossiers feministes, nº 18, 2014. Disponible en línea en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4941634.pdf (fecha de consulta: 09/05/17)
BARRERA LÓPEZ, B., “Personificación e iconografía de la «mujer moderna». Sus protagonistas de principios del siglo XX en España”, en Trocadero: Revista de historia moderna y contemporanea, nº 26, 2014. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4969035&orden=1&info=link (fecha de consulta: 09/05/17)
MÉNDEZ, C., Poemas (1926-1986), Madrid: Hiperión, 1995.
RODRÍGUEZ CACHO, L., Manual de historia de la literatura española, Madrid: Castalia, 2009.





[1] Documental de los Imprescindibles de RTVE muy recomendable, en el que se habla de las mujeres olvidadas de la Generación del 27 y aparecen fragmentos de las cintas grabadas por Paloma Ulacia en las que Concha Méndez cuenta anécdotas de su vida. Disponible en: http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-sin-sombrero/3318136/
[2] Concha Méndez. Citado a través de CALLES MORENO, J. M., “Concha Méndez, la seducción de una escritora en la modernidad literaria”, en  Dossiers feministes, nº 18, 2014, pág. 155.
[3] Íbid, pág. 154.
[4] Íbid, pág. 160.
[5] VALENDER, J., “Introducción”, en  MÉNDEZ, C., Poemas (1926-1986), Madrid: Hiperión, 1995, pág. 18.
[6] Hora de España, nº XI (noviembre de 1937), pág. 48. Consultado a través de la Hemeroteca Digital. Disponible en línea en: http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0004516921&search=&lang=es (fecha de consulta: 12/05/2017)
[7] Hora de España, nº XIX (julio de 1938), pág. 34. Consultado a través de la Hemeroteca Digital. Disponible en línea en: http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0004521906&search=&lang=es (fecha de consulta: 12/05/2017)
[8] VALENDER, J., “Introducción”, en  MÉNDEZ, C., Poemas (1926-1986), Madrid: Hiperión, 1995, pág. 23.
[9] Íbid, pág. 30.
[10] Citado a través de OLMEDO, I., “La autobiografía como reinvención: Concha Méndez, poeta”, en Revista de filología de la Universidad de La Laguna, nº 28, 2010, pág. 224.
[11] Íbid, pág. 231.

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