INTRODUCCIÓN:
El
título de esta entrada se debe a que las tres mujeres que vamos a estudiar,
María Teresa León, Concha Méndez y Ernestina de Champourcín, tuvieron eso en
común, ser la esposa de un poeta (Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre y Juan
José Domenchina respectivamente), y parece ser que es por lo único que se las
recuerda.
Es
en la Generación del 27, a la que las tres pertenecen, donde surge el primer
grupo de escritoras importantes. Mujeres liberales que lucharon por unos derechos
que hasta entonces se les habían negado.
"No
sé nada de mujeres... no trato sino con hombres... las escritoras son escritores...
no tienen sexo. Yo creo que ya hemos sobrepasado el feminismo y que eso no
interesa ante los grandes problemas de la hora, que son problemas de la humanidad...
Yo vivo entre compañeros y camaradas... No hay separación ni diferencia entre nosotros...
Y lo mismo pasa con todas las mujeres y con todos los hombres... Viven juntos y
trabajan juntos por el mañana... No siento solidaridad de sexo, de inteligencia
sí."[1]
La
llegada de la Guerra Civil va a truncar todas sus esperanzas. Estas escritoras
son anteriores a las generaciones literarias que surgen en la posguerra, pero
también ellas sufrieron sus consecuencias. Las tres se vieron obligadas al
exilio y más tarde al olvido del público y de la crítica.
Empezaremos
hablando de María Teresa León, una mujer que escribió teatro, novela, cuento, ensayo,
guiones cinematográficos y mucho más, y vivió dedicada a quienes amaba y a todo
aquello en lo que creía. Aunque a veces las biografías pueden resultar
aburridas, no es así en el caso de María Teresa. Su vida y su obra se mezclan,
ya que muchas de sus obras son biográficas o tienen parte de biográficas y, su
propia vida, tiene mucho de novela.
De izquierda a derecha: Federico García Lorca, María Teresa León y Rafael Alberti
VIDA Y OBRA:
María
Teresa León Goyri nace en Logroño en 1903, pero su familia, de clase social
medio-alta, se traslada inmediatamente a Madrid, donde pasa sus primeros años.
En
su libro Memoria de la melancolía,
novela autobiográfica, se refiere a sí misma durante la infancia en tercera
persona, y no en primera, como hará luego. María Teresa refleja con esto que
todavía no se había encontrado a sí misma en esa etapa de su vida. Fue una niña
sin libertad, que vivió ya una especie de primer exilio durante su niñez debido
a los continuos traslados a los que les obligaba la carrera militar de su
padre:
“Desde
niña, desde muy pequeña la habían zarandeado bien con aquel padre militar que
se cansaba de todo y pedía un nuevo destino y estaba contento unos años y luego
languidecía y se iba agriando. Niña de militar inadaptada siempre, no niña de
provincia ni de ciudad pequeña con catedral y obispado y segunda enseñanza…;
con amigas de paso y primaveras acercándose cada año a la niña, colorándola,
obligándola a crecer y a estirarse.”[2]
Como
vemos, su infancia no fue del todo feliz. Además de este peregrinaje continuo,
asistió a un colegio de monjas de educación convencional y rígida donde tuvo
varios problemas (por leer “libros prohibidos” y otras razones parecidas). Pero
también vivió momentos buenos en este periodo madrileño. En sus memorias
recuerda con cariño sobre todo el tiempo que pasaba con su tía María Goyti (primera
mujer española en obtener un doctorado en Filosofía y Letras), hermana de su
madre, y su marido Ramón Menéndez Pidal. La influencia de sus tíos va a ser grande
en María Teresa, y también la de su prima Jimena, a través de la cual conoce la
pedagogía de la Institución Libre de Enseñanza.
Hacia
1918 o 1919 la familia se traslada a Burgos, nuevo destino del padre militar. Allí
pasa su adolescencia y primera juventud y conoce al que será su primer marido:
Gonzalo de Sebastián.
El
1 de noviembre de 1920, recién cumplidos los 17 años, se casa en Barcelona con
Gonzalo de Sebastián Alfaro, diez años mayor que ella. El 11 de noviembre, diez
días después, nace su primer hijo, Gonzalo, pero, desde el primer momento, el
matrimonio es infeliz. Él regresa a Burgos y ella se queda en Barcelona, a
donde destinan a su padre en 1921.
En
1924 muere su padre y María Teresa vuelve a Burgos con su marido. Aunque ella
ya no quiere a Gonzalo, el obispo de Burgos le recomienda que vuelva a unirse a
él. En 1925 nace su segundo hijo, cuando María Teresa cuenta con 22 años.
En
1928 viajan a Argentina, donde él tenía intereses comerciales. Allí María
Teresa desarrolla una intensa vida social y literaria, dando diferentes
conferencias y frecuentando los círculos de intelectuales. La brecha en el matrimonio
es ya irreparable y deciden separarse, por lo que los hijos quedan bajo la
custodia del padre. Esto supone un mazazo terrible para la escritora.
Desde
1924 colabora en el Diario de Burgos,
donde publica sus primeros cuentos y artículos, muchos bajo el seudónimo Isabel
Inghirami. En estos artículos trata temas como la condición de la mujer,
siempre con reivindicaciones muy feministas.
En
1928 publica su primer libro: Cuentos
para soñar, recopilación de cuentos que escribe para sus hijos.
En
1929 se traslada a Madrid buscando dar un giro a su vida y centrarse en su
vocación de escritora. Allí se integra en el Lyceum Club, donde conoce a varias
mujeres de la Generación del 27 como Concha Méndez o Ernestina de Champourcín.
Conoce
a Alberti, su gran amor, del que no se separará nunca más. Ambos dedican en sus
biografías (Memoria de la melancolía
y La arboleda perdida) hermosas
palabras a este repentino amor que surgió entre los dos y les cambió la vida.
En
1930 publica La Bella del mar amor.
Cuentos castellanos, donde refleja su conocimiento de la tradición
literaria medieval (por influencia de sus tíos) y su preocupación por los
problemas femeninos.
Con
la proclamación de la II República en 1931, María Teresa entra en las Misiones
pedagógicas y en la Barraca de Federico García Lorca. La República es para ella
una alegría, ya que está a favor de que los intelectuales tomen el poder. A
partir de este momento su compromiso político será total.
Estos
son los mejores años de su vida, llenos de actividad cultural política y
literaria, además de muchos viajes. En 1932 viaja junto a Alberti a la Unión
Soviética gracias a una beca de la Junta de Ampliación de Estudios para conocer
el teatro soviético. También visitan Alemania y Holanda, donde participan en
diferentes congresos.
En
1933 consigue el divorcio de su marido por sentencia del Juzgado de Burgos del
24 de julio. El 5 de octubre se casa con Alberti e instalan su residencia en
Madrid. Ese mismo año fundan la revista Octubre.
Órgano de los Escritores y Artistas Revolucionarios, en la que van a
publicar grandes intelectuales de la época. En el nº 3 de la revista publica Huelga en el puerto, su primera obra
teatro. Se trata de un teatro muy político, como podemos ver ya en el título.
También
publica la obra de teatro La libertad en
el tejado en sucesivos números de El
Heraldo de Madrid. Esta obra está en la línea del Auto Sacramental de los
años 30 (Miguel Hernández, Max Aub) y une también con los autos calderonianos
del Siglo de Oro, dejando claro una vez más que la tradición clásica española
está muy presente en ella, como en muchos intelectuales del momento.
En
1934 edita Rosa-Fría, patinadora de la
luna, nueve cuentos vanguardistas reflejo de la moda literaria que
triunfaba en España por entonces. Las influencias surrealistas son claras en
estos cuentos, todo un ejercicio de estilo. A modo de ejemplo sirve este
microrrelato:
“-Toc, toc.
-¿Quién me molesta tan temprano?
-¡Múúúú! Soy yo.
Y entró por la ventana la vaca que los astros
tienen de recadera, azulina, con doce manchas rojas y unos cuernos chiquitos y
dorados. Una vaca que conoce todos los balcones y sabe por dónde tiene que
entrar.”[3]
Ese
año regresan a la URSS para asistir a un congreso. Estando allí se enteran en
octubre de la revolución de los mineros en Asturias. Intentan regresar a España
pero no les permiten entrar en el país y deben de quedarse en París.
En
1935 emprenden un viaje como emisarios del Socorro Rojo Internacional. Recorren
varios países americanos: EEUU, Cuba, México, Centroamérica… para explicar los
sucesos de la revolución en Asturias, ganarse el apoyo de los intelectuales de
los diferentes países y recaudar dinero para las familias de los mineros
asturianos.
En
1935 publica en México Cuentos de la
España actual, diez cuentos de fuerte contenido social y revolucionario.
Sus personajes son marginados, proletarios, seres débiles, mujeres y niños, todas
las víctimas inocentes a las que María Teresa dará voz a lo largo de toda su
obra.
En
1936 estalla la guerra mientras estaban unos días de vacaciones en Ibiza y
deben de esconderse en el monte varios días. Ambos cuentan en Memoria de la melancolía y La arboleda perdida esta aventura de
toques románticos pero angustiosa. Con la ayuda de payeses, pescadores y
contrabandistas ibicencos consiguen salir de la isla y vuelven a Madrid, donde
pasan toda la guerra combatiendo a favor de La República.
María
Teresa fue nombrada secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas, en la
que participaron grandes escritores (españoles, hispanoamericanos,
norteamericanos…). Además, participó en la Junta de Conservación y Protección
del Tesoro Artístico Nacional, que trasladó las obras del Museo del Prado de
Toledo y del Escorial a lugares seguros de los bombardeos, como luego contará
en el ensayo La historia tiene la palabra,
otro de sus libros memorialistas, publicado en 1944.
Formó
parte, junto con Alberti y otros intelectuales, de la dirección de la revista El Mono Azul (Hoja semanal de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la
defensa de la cultura), publicación de finalidad claramente revolucionaria.
Asimismo, colaboró en la revista Nueva
cultura, también comprometida en la lucha contra el fascismo, y en Nuestro cinema. En Nueva cultura publicó Romancero
de la Guerra civil, con versos que recitaban ella y Alberti a los
milicianos en los frentes de batalla.
La
actividad teatral de María Teresa durante la guerra es continua: como actriz,
directora de escena, autora, escenógrafa… Funda Nueva Escena, la sección teatral de la Alianza de Escritores Antifascistas
y dirige el Teatro de Arte y Propaganda, instalado en el Teatro de la Zarzuela,
en Madrid, desde donde estrenará obras significativas como Los títeres de cachiporra de Lorca o la adaptación de Alberti de El cerco de Numancia de Cervantes. Casi
todas las obras, símbolos de la libertad, fueron dirigidas y adaptadas por
ella.
Pero
María Teresa no se limita a quedarse en Madrid. En 1938 dirige la actividad de
las Guerrillas del Teatro, cuyo objetivo era llevar a las trincheras los
clásicos del teatro español. Solo en ese año hubo 119 representaciones. De esta
actividad surgirá luego su novela Juego
limpio, mezcla de realidad y ficción donde refleja la alegría que estas
representaciones proporcionaban a los soldados en medio del clima de horror
predominante.
La
derrota de 1939 hace que se vean obligados a exiliarse. Resisten en Madrid
hasta el final de la guerra y, en febrero de 1939, huyen a Alicante. El 6 de marzo
escapan con otros republicanos en una avioneta roja a Orán y de ahí a Marsella.
Después
van a París, donde se instalan en un apartamento con Neruda, cónsul de Chile en
París, su mujer y Picasso. En 1940 las autoridades francesas los echan de
Francia y embarcan desde Marsella hacia Río de la Plata con pasajes conseguidos
por Neruda.
Viven
24 años en Argentina, hasta 1963. Allí nace en 1941 su hija Aitana, que recibe
el nombre de la sierra alicantina que fue lo último de España que vieron desde
el avión al huir hacia Orán. El nacimiento de Aitana es un respiro de alegría
para el matrimonio entre las dificultades en las que se encuentran.
Es
en Argentina durante los años 50 y 60 donde María Teresa escribe algunas de sus
obras más importantes: Juego limpio (1959),
a la que ya nos referimos, Morirás lejos
(1942), colección de
cuentos, Las peregrinaciones de Teresa (1950),
nueve cuentos en los que toma su nombre como símbolo de todas las mujeres en
situaciones desfavorables, y Fábulas del tiempo
amargo (1962), cinco de sus mejores cuentos sobre el destierro.
Participa
en programas de radio y en revistas culturales y se integra rápidamente en los
circuitos culturales de Argentina, llenos de exiliados españoles.
Con
sus colaboraciones y lo que publicaban iban sobreviviendo, aunque en la
correspondencia entre ambos que se conserva se puede ver los apuros económicos
que sufrieron.
En
1944 publica, como ya dijimos, La
historia tiene palabra. Noticia sobre el salvamento del tesoro artístico, donde
habla sobre las peripecias que vivieron para salvar las obras de arte.
Durante
estos años su producción cinematográfica es enorme: adapta obras de teatro para
películas, escribe guiones cinematográficos, realiza un cortometraje junto a
Alberti en el que pone la voz, etc.
En
1952 su hijo mayor, Gonzalo de Sebastián, un médico de 32 años, llega a Buenos
Aires, lo que supone una gran alegría para María Teresa.
En
1954 publica Don Rodrigo Díaz de Vivar,
el Cid Campeador, biografía del héroe burgalés, donde queda clara de nuevo
la gran influencia que en ella tuvo su tío Menéndez Pidal.
En
1955 el matrimonio realiza varios viajes por Europa, sobre todo por Europa del
Este, por su militancia en el Partido Comunista: Polonia, Rusia,
Checoslovaquia… En 1957 viajan con su hija Aitana a China para estudiar los
cambios sociales tras la revolución, de ahí surge Sonríe china (1958), con poemas de ambos e ilustraciones de
Alberti.
En
1958 publica Nuestro hogar de cada día.
Breviario para la mujer de su casa, libro de gran éxito en Argentina. Se trata
de una renovación de los manuales para mujeres decimonónicos. En él, María
Teresa recoge consejos para el hogar, recetas gastronómicas y trucos de belleza,
pero también biografías de grandes mujeres, poemas y fragmentos literarios de
diversos autores, reflexiones filosóficas y textos, en general, a favor de una
mujer cultivada e independiente.
La
calidad literaria sobresale en todas sus obras. Me parece reseñable de Nuestro hogar de cada día. Breviario para la
mujer de su casa, este fragmento en el que reflexiona desde su postura de
madre:
“¡Cuando
sea grande!, dice tu niña y tú, en vez de verla esplendorosa, miras dentro de
sus ojos tus trabajos pasados; las enfermedades, las lecciones, los llantos,
los exámenes, las rabias infantiles… Pero ella ve, mirando a lo lejos: la
libertad de acción, los viajes, el amor, el triunfo. Déjala, madre, y dale la
mano y paséate tontamente, juvenilmente, con ella por el campo del sueño.”[4]
Estas son en cambio sus
palabras desde la perspectiva de hija en Memoria
de la melancolía:
“¿Por
qué soñaste tanto conmigo, madre? Sentí que me considerabas tu fracaso. ¡Adiós
ilusión de una hija perfecta! En un momento yo tuve que elegir entre tú y el
mundo, y elegí el mundo. […] Yo no sé si supe alejarme de ti sin lastimarte,
llamada por el reclamo de la sangre hacia los orígenes, hacia el misterioso
corazón central. Seguramente fui dura contigo al dejarte, igual que lo son los
pájaros cuando se alejan al volar solos o los peces al nadar por su cuenta o
los hombres al enamorarse. Pero esta mañana…
¡Si
tú supieras, madre! Esta mañana al abrir un cajón, entre guantes descalabrados
y recuerdos marchitos, encontré un retrato tuyo. Hasta hoy no he sabido
mirarlo. No, no había mirado nunca el paso de la vida sobre ti, tus
vacilaciones, tus trabajos, tus angustias, tus inquietudes… Hay un leve polvo
sobre tu cara, el que levanta la existencia al vivirla, suavemente gris.
¡Cuánto te quise de pronto! Eras mía, únicamente mi madre. No te parecías a
ninguna, pertenecías a ese claro milagro de la existencia del hombre: yo era tu
carne.
Y
sentí como si me llamases para transmitirme tus poderes. La voz tuya, tan
admirable, me anunciaba que yo iba a ser como tú, nada más que como tú. Besé tu
imagen y me senté a quererte.”[5]
Con tan solo estos dos
fragmentos, queda clara la ternura y la comprensión que María Teresa sentía por
los demás.
En
1959 publica Juego limpio, a la que
ya hicimos referencia, testimonio de las Guerrillas del Teatro.
En
la primavera de 1960 realizan viajes por Venezuela, Colombia, Perú y Cuba. Ese
mismo año publica Doña Jimena Díaz de
Vivar, gran señora de todos los deberes, que completa la biografía escrita
sobre Don Rodrigo pero desde la perspectiva de su mujer.
Con
la llegada del peronismo deben abandonar América en 1963, y se ven obligados
así a “exiliarse de su exilio”, lo que hace que la nostalgia sea doble. Se instalan
en Roma, donde tanto María Teresa como Alberti crean su obra de madurez, los
textos de mayor calidad. Es aquí donde María Teresa escribe Memoria de la melancolía, que finaliza
en 1968, biografía en la que rememora su vida en un intento de ordenarla y
entenderla a través de los recuerdos.
Vuelven
finalmente a España en 1977 con la llegada de la democracia, pero María Teresa
ni siquiera pudo disfrutar de este anhelado regreso tras tantos años de
destierro, porque el Alzheimer -también lo padecieron su madre y su abuela-,
que ya la acechaba desde Roma, le había borrado la memoria.
Ingresa
en 1984 en una clínica geriátrica cerca de Madrid. Muere el 13 de diciembre de
1988. Sobre su lápida, está escrito un verso del poema de Alberti “Retornos del
amor en las arenas”: “Esta mañana, amor, tenemos veinte años”.
“Somos
el producto de lo que los otros han irradiado de sí o perdido, pero creemos que
somos nosotros. ¡Qué equivocados vamos hacia la muerte! Yo siento que me hice
del roce de tanta gente: de la monjita, de la amiga de buen gusto, del tío
abuelo casi emparedado, del chico de los pájaros, del beso, de la caricia, del
insulto, del amigo que nos insinuó, del que nos empujó, del que nos advirtió,
del que callando apretó los dientes y sentimos aún la mordedura… Todos, todos.
Somos lo que nos han hecho, lentamente, al correr de tantos años. Cuando
estamos definitivamente seguros de ser nosotros, nos morimos. ¡Qué lección de
humildad!”[6]
CONCLUSIÓN:
Como
hemos podido ver, en la obra de María Teresa se mezcla lo individual y lo colectivo.
A través de sus libros la conocemos a ella, pero también la intrahistoria de la
España del s. XX, sobre todo la historia de aquellos que no tuvieron voz ni
voto en ella, los marginados, los desfavorecidos. María Teresa fue una mujer de
un tremendo humanismo y una escritora de grandísima calidad. Es triste pensar en
la vida que le tocó vivir. Exiliada de España, exiliada de Argentina y exiliada
en sí misma a causa del Alzheimer. Toda su vida intentando no olvidar para al
final olvidarlo todo. ¡Qué lección de humildad!, como diría ella, y que destino
más cruel. Lo último que merece es que nosotros también la olvidemos.
Los
fragmentos que he leído de Memoria de la
melancolía me han parecido de lo mejor que he podido leer hasta ahora sobre
la posguerra. Me gustaría citarlos todos, porque todos reflejan una humanidad e
inteligencia que muy pocas personas poseen. Como no es posible, termino con
este fragmento, que me resultó especialmente conmovedor:
“Estoy siempre
yendo hacia aquellos pasos dados por allá durante tantos años, mientras me voy
envejeciendo, emblanqueciendo, retirándome como quien se va de la escena
después de cumplido su papel. Ha sido el destino de los españoles desterrados.
Cada cual se está marchando por un escotillón diferente. Alguien nos dice:
“Basta, basta”, y nos vamos. Es un cuento terrible éste de la emigración
española. Cosa de llorar, de gritar. Los vamos dejando en todos los
cementerios. Aunque hemos querido ser alegres, demostrar quiénes éramos,
crecernos, algo nos cercana los pies, las manos y nos deja como espectadores de
nuestra propia pena. Un día seremos una leyenda más. Nos inventarán hechos
fabulosos. Puede que los niños comenten las historias de los españoles que no
se dejaron convencer. Se han escrito miles de páginas sobre nuestro sí y
nuestro no, afirmándonos o negándonos. Están los libros que escribió la
comprensión y los que dictó el odio. Da un poco de paz a nuestras almas el
pensar que hizo hablar tanto la guerra española. Pero ¿y nuestro destierro?
¿Quién ha comentado nuestro destierro? Aseguran que el español es un ser
aclimatable fácilmente. ¿Fácilmente? Dirían otra cosa si hubieran entrado en el
pozo de nuestra angustia. Con qué rudeza nos han separado de lo que más
queríamos. Tú allá y yo aquí… No me llegan tus cartas. Escríbeme. ¿Y los niños?
Me dices que los del pueblo no te saludan porque yo… Bueno, mándalos a la m…
Estoy bien. Puede que empiece a trabajar. Nos socorren. ¡Somos tantos! De
aquello del campo de concentración prefiero no decirte nada, para qué… Ahora
estoy tranquilo. No, limosna no he pedido… pero casi. Cuídate. ¿Me recordaba
mamá antes de morirse? Sí, estoy muy lejos, en América. Estamos bien, aunque se
ha muerto el niño… No puedo dormir sin ti, amor. ¿Hasta cuándo durará este
martirio? Nos han quitado la casa porque dicen que somos rojos. A tu hermano le
han echado veinte años de cárcel. No te aflijas, dicen que puede haber algún
indulto. La madre se empeñó en ir al penal… y se murió de frío en la puerta.
Crecen los niños, un poco delgaditos, pero crecen. Te llevan esta carta unos
amigos, ellos te contarán. No sé escribir, ya lo sabes. Yo pongo la firma. Y
firmaban María y Antonia y Angustias y Carmen y Dolores.”
María Teresa León
BIBLIOGRAFÍA:
DA COSTA SILVA, G. A.,
“Las memorias de María Teresa León en el exilio argentino”, en MACCIUCI, R
(dir.), Memoria del II Congreso
Internacional de Literatura y Cultura Españolas Contemporáneas, La Plata:
Universidad Nacional de La Plata, 2001. Disponible en línea en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.2806/ev.2806.pdf
(fecha de consulta: 06/05/17)
EUN-HEE, S., “Dos
perspectivas autobiográficas: Rafael Alberti y María Teresa León”, en Espéculo: Revista de Estudios Literarios,
nº. 31 (2005). Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1310869&orden=54352&info=link
(fecha de consulta: 06/05/17)
LEÓN GOYRI, M. T., Las peregrinaciones de Teresa, Logroño:
Instituto de Estudios Riojanos, 2009, págs. 1-95.
LEÓN
GOYRI, M. T., Memoria de la melancolía,
Barcelona: Galaxia Gutenberg, 1999.
MERLO, P., “Memorias
transatlánticas de la Guerra Civil Española”, en Letral: revista electrónica de Estudios Transatlánticos, Vol. 4,
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(fecha de consulta: 06/05/17)
RODRÍGUEZ
CACHO, L., Manual
de historia de la literatura española,
Madrid: Castalia, 2009.
SALIM GRAU, S.,
“Memoria de un olvido: textos desconocidos de María Teresa León”, en MARISCAL,
B., y MIAJA, M. T. (coords.), Actas del
XV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas "Las dos orillas
", Monterrey, México del 19 al 24 de julio de 2004, México: Fondo de
Cultura Económica, 2007, págs. 523-534. Disponible en línea en: http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/15/aih_15_3_041.pdf
(fecha de consulta: 06/05/17)
* Aquí podéis escuchar un podcast de la sección “Mujeres malditas”, de Radio 5, en el que
diferentes familiares de María Teresa, ente ellos Alberti, nos hablan sobre la
vida de esta gran mujer.
*Fotografías obtenidas de: http://www.vozpopuli.com/marabilias/cultura/Cultura-Literatura-Poesia-Guerra_Civil-Espana-Rafael_Alberti-Maria_Teresa_Leon_0_648835119.html
https://poetassigloveintiuno.blogspot.com.es/2015/07/maria-teresa-leon-goyri-16462.html
[1]
María Teresa León en una entrevista en febrero de 1936. Citado a través de
SALIM GRAU, S., “Memoria de un olvido: textos desconocidos de María Teresa
León”, en MARISCAL, B., y MIAJA, M. T. (coords.), Actas del XV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas
"Las dos orillas ", Monterrey, México del 19 al 24 de julio de 2004,
México: Fondo de Cultura Económica, 2007. Disponible en línea en:
http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/15/aih_15_3_041.pdf (fecha de
consulta: 06/05/17)
[2] LEÓN
GOYRI, M. T., Memoria de la melancolía,
Barcelona: Galaxia Gutenberg, 1999, pág. 17.
[3]Citado a través de FERRÁNDEZ COBO, A., “«Rosa-Fría, patinadora de
la Luna», María Teresa León”, en el blog La
formación del Lector Literario. Máster UA 2011-2012. Disponible en http://formacionlectorliterario2011.blogspot.com.es/2011/11/rosa-fria-patinadora-de-la-luna-maria.html
(fecha de consulta 07/05/2017)
[4] Citado a través de LEÓN GOYRI,
M. T., Las peregrinaciones de Teresa,
Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 2009, págs. 44-45.
[5] LEÓN
GOYRI, M. T., Memoria de la melancolía,
Barcelona: Galaxia Gutenberg, 1999, pág. 125.
[6] LEÓN
GOYRI, M. T., Memoria de la melancolía,
Barcelona: Galaxia Gutenberg, 1999, pág. 72.
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