Antes
de entrar de lleno en el análisis del cuento,
debemos contextualizar a la autora. Podemos encuadrar a Rosa Chacel
dentro
de las
tendencias vanguardistas, surgidas en la década de los años treinta
del
siglo XX, a
causa, principalmente, del rechazo de todas las ideas conservadoras
del siglo XIX.
Desde muy joven, se vinculó a las tertulias y conferencias que se celebraban en los cafés madrileños, como el Ateneo, mediante las que conoció a numerosos intelectuales como José Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna o Miguel Unamuno.
En el año 1922, Rosa Chacel se marcha a Italia y entra en contacto con el vanguardismo europeo. Cinco años más tarde, regresa a España y comienza a colaborar con la Revista Occidente (dirigida por Ortega y Gasset). Además, publica su primera novela Estación, ida y vuelta en el año 1930 y comienza a escribir Teresa, que no fue publicada hasta año 1941 en Buenos Aires por el estallido de la Guerra Civil.
Durante la primera parte de esta contienda, trabajó de enfermera y tomó parte en numerosos manifiestos y convocatorias de izquierdas. Tras un largo período de viajes por España, Francia, Suiza, de nuevo España y París, en 1939 Rosa Chacel se exilió a Brasil, con un breve periodo de tiempo en Buenos Aires. Es en este momento cuando la escritora vallisoletana compone su libro de relatos titulado Sobre el piélago (1951), donde se recoge su cuento “Fueron testigos”, que analizaremos a continuación.
En el año 1959 consigue una beca en Nueva York. Allí, Rosa Chacel entabla relación con la escritora Victoria Kent y descubre el Nouveau roman. En el año 1960, publica La sinrazón (1960).
Su vuelta a España tuvo idas y venidas, pero en el año 1977, Rosa Chacel se instala definitivamente en Madrid. De la mano de la democracia, llega una etapa muy prolífica para nuestra autora en la que publica numerosos textos, al tiempo que se reeditan de muchas de sus obras. No obstante, a causa de sus largos y prolongados exilios, Rosa Chacel permaneció durante muchos años en el olvido. En este sentido, su reconocimiento literario llegó en plena vejez; en 1987 le concedieron el premio de las Letras Españolas, en 1989 recibió el título “Honoris Causa” por la Universidad de Valladolid, y cuatro años después se le otorgó la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes.
Desde muy joven, se vinculó a las tertulias y conferencias que se celebraban en los cafés madrileños, como el Ateneo, mediante las que conoció a numerosos intelectuales como José Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna o Miguel Unamuno.
En el año 1922, Rosa Chacel se marcha a Italia y entra en contacto con el vanguardismo europeo. Cinco años más tarde, regresa a España y comienza a colaborar con la Revista Occidente (dirigida por Ortega y Gasset). Además, publica su primera novela Estación, ida y vuelta en el año 1930 y comienza a escribir Teresa, que no fue publicada hasta año 1941 en Buenos Aires por el estallido de la Guerra Civil.
Durante la primera parte de esta contienda, trabajó de enfermera y tomó parte en numerosos manifiestos y convocatorias de izquierdas. Tras un largo período de viajes por España, Francia, Suiza, de nuevo España y París, en 1939 Rosa Chacel se exilió a Brasil, con un breve periodo de tiempo en Buenos Aires. Es en este momento cuando la escritora vallisoletana compone su libro de relatos titulado Sobre el piélago (1951), donde se recoge su cuento “Fueron testigos”, que analizaremos a continuación.
En el año 1959 consigue una beca en Nueva York. Allí, Rosa Chacel entabla relación con la escritora Victoria Kent y descubre el Nouveau roman. En el año 1960, publica La sinrazón (1960).
Su vuelta a España tuvo idas y venidas, pero en el año 1977, Rosa Chacel se instala definitivamente en Madrid. De la mano de la democracia, llega una etapa muy prolífica para nuestra autora en la que publica numerosos textos, al tiempo que se reeditan de muchas de sus obras. No obstante, a causa de sus largos y prolongados exilios, Rosa Chacel permaneció durante muchos años en el olvido. En este sentido, su reconocimiento literario llegó en plena vejez; en 1987 le concedieron el premio de las Letras Españolas, en 1989 recibió el título “Honoris Causa” por la Universidad de Valladolid, y cuatro años después se le otorgó la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes.
Ya
entrando en el comentario del cuento, me gustaría recordar brevemente el
argumento. La trama
arranca
en una calle cualquiera en la que un joven
se desploma.
Unos
obreros al ver la cara de terror de un
muchacho que acudió a auxiliar al
joven,
se
acercaron y comprobaron que éste
se
agitaba.
Uno
de los testigos, que
consiguió liberarse de la terrible
fascinación
que creaba lo acontecido,
acudió
al almacén más cercano para llamar a una ambulancia. Los
trabajadores de
la nave,
ante
la inteligibilidad de
las palabras del testigo,
acudieron
también
a ver qué ocurría.
Cuando
llegan,
descubren que el hombre se ha convertido en una masa sin contornos,
que
va pasando, poco
a poco,
de ser algo sólido a algo líquido, hasta que acaba filtrándose
por las juntas de las losas y los poros de las piedras. Sin embargo,
antes de que la masa líquida
se hubiera
volatilizado
completamente, llegó la ambulancia. Las
personas que habían rodeado al hombre y
visto lo ocurrido
no eran capaces de articular palabra. Cuando
desapareció el último resto, los testigos se disiparon. Aquellos
que llegaron los últimos, comenzaron
a dar fe de algo que no habían presenciado, los que habían
presenciado la evolución desde el principio al fin se sentían
liberados y no querían creer lo que habían visto. Otros trataban de
buscarle una explicación racional a lo ocurrido. Todos
lograron
volver
a sus vidas, excepto
el
hombre que pudo desatarse
de su miedo y creer desde el principio lo que sus ojos estaban
viendo, pues
entró
en un estado de locura.
Como
hemos dicho, Rosa Chacel
escribió este
relato durante
su periodo de vida en Buenos Aires a principios de los años
cincuenta. Este
cuento representa un buen
ejemplo de lo fantástico en el siglo XX, pues
asistimos atónitos a la metamorfosis de un joven que poco
a poco se va
desintegrando hasta que
desaparece por la
alcantarilla.
En
este sentido, encontramos en el texto muchas características propias
del realismo mágico que triunfaba a mediados del siglo XX en
Hispanoamérica. En
el relato, la autora nos muestra un acontecimiento extraño e irreal
– la desintegración de un hombre – como algo ordinario y común.
Además, consigue transmitirnos emociones mediante la presentación de un hecho fantástico como algo verosímil, es decir, la narración de la misteriosa transformación del joven se hace de una forma realista y desde un punto de vista objetivo, ante la firme convicción del receptor de que algo así no puede suceder. Esto despierta sentimientos encontrados cuando el receptor se pone en la situación de cualquiera de las personas que están presenciando la escena.
Además, consigue transmitirnos emociones mediante la presentación de un hecho fantástico como algo verosímil, es decir, la narración de la misteriosa transformación del joven se hace de una forma realista y desde un punto de vista objetivo, ante la firme convicción del receptor de que algo así no puede suceder. Esto despierta sentimientos encontrados cuando el receptor se pone en la situación de cualquiera de las personas que están presenciando la escena.
Lo
sensorial aparece con recurrencia durante todo el desarrollo del
cuento como medio de percibir la realidad. Podemos sentir con nuestros propios sentidos, gracias a una descripción brillante, la
disolución del cuerpo del joven.
El
espacio en el que tiene lugar la historia es una calle de un barrio
obrero, pues se habla de “máquinas”, “obreros”,
“demolición”. Esta ubicación de la trama en los niveles más
duros de la pobreza y la marginación social es también una
característica propia del realismo mágico.
Además,
es fundamental destacar la determinación del personaje, como tal,
que se desploma en la plaza, pues tiene la capacidad de dirigir el
relato sin actuar, es decir, sus capacidad se recogen en las propias
letras de la novela.
Otra
característica propia de las obras escritas siguiendo la estética
del realismo mágico es el no ofrecer explicación al suceso
sobrenatural ocurrido. En este caso, no se nos explican las causas,
ni los antecedentes del hecho de que un joven se vuelva una masa
amorfa y desaparezca.
Además,
el papel del narrador muestra aquello que resulta totalmente irreal
como algo natural. Esto lo vemos en el cuento a través de una
narración “objetiva” de algo que resulta, cuanto menos, extraño e impactante.
Los
personajes no son conscientes de la dimensión trascendente de la
existencia del ser humano, pues, habiendo presenciado un suceso como el que se nos
relata, todos los testigos son capaces de volver con su vida normal, sin hacerse preguntas de ningún tipo.
Sin embargo, el único testigo que toma conciencia de esta dimensión
de la vida, se introduce en un estado de locura.
Como
hemos comprobado a través de la lectura de este relato, Rosa
Chacel compone una
literatura caracterizada por la profundidad y
originalidad de sus
textos, todo ello, a
través de un lenguaje cuidado, pero comprensible. En este cuento, la
autora ha logrado
descubrirme de una forma
directa y clara las características de la tendencia en la que se
adscribe este relato: el realismo mágico. Además, me ha impulsado a
reflexionar sobre la trascendencia del ser humano, y las reflexiones
que le determinan.
Para terminar, pongo a disposición de aquel que quiera conocer más y mejor la completa (y para mí desconocida) obra de Rosa Chacel una entrevista que se le hace en el programa A fondo en el año 1976.
https://www.youtube.com/watch?v=-qehlbLREYQ
Para terminar, pongo a disposición de aquel que quiera conocer más y mejor la completa (y para mí desconocida) obra de Rosa Chacel una entrevista que se le hace en el programa A fondo en el año 1976.
https://www.youtube.com/watch?v=-qehlbLREYQ
Bibliografía:
– Rodríguez-Fischer
Ana, (Ana Rodríguez Fernández, Geboren) Introducción.
En Chacel, Rosa, Barrio
de Maravillas,
Editorial Castalia, 1993
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