«Escribir
es conversar»
Esta concepción de la escritura como diálogo
es muy importante para comprender a la
autora y también se le podría dar la vuelta, diciendo que muchas frases de la
autora en entrevistas son literatura. Y es que la primera entrevista que vi, me
intrigó tanto o más que la primera novela que leí de la autora, Entre
visillos. Y es en esta obra en la que me quiero centrar para profundizar
más en Carmen Martín Gaite.
Este diálogo literario está íntimamente ligado a
las relaciones personales y nuestra autora es una de las que más se interesa en
la amistad, entre sexos distintos y entre el mismo género.
Uno de los temas más importantes de la novela
escrita por mujeres en la posguerra es la amistad entre mujeres. Para explicarlo,
me remito a Nada (1944), de Carmen Laforet, en el que encontramos a Andrea, la “chica rara”
que Carmen Martín Gaite define como «Una chica que no desea ni busca novio,
reservada, aficionada más a leer que a labores domésticas, y que constituye el contra-mito
de la “chica casadera” tradicional». “Chica rara” es también Nati en Entre
visillos (1957), por ejemplo, y también lo fueron las autoras de
estas obras.
En Nada, Andrea encuentra en Ena una persona
que la entiende y que le cambia la vida con la proposición de trabajar en
Madrid. Se está configurando un nuevo tipo de mujer que no tiene por qué estar
destinada al matrimonio y sí es capaz de conservar una gran amistad con una
mujer.
En Nubosidad variable (1992) también encontramos una
amistad entre Sofía y Mariana, que, a través de las cartas, siguen estando
comunicadas y unidas. En estas cartas se nos descubre un mundo de continuas
referencias literarias, gracias a que las dos amigas comparten la lectura de
Emily Brönte, Bécquer, Carmen de Icaza, Faulkner, Poe o Pessoa, entre otros.
En cuanto a
la amistad entre mujer y hombre, Carmen Martín Gaite, en Entre visillos,
nos propone unos arquetipos femeninos y masculinos diferentes a los propuestos
por la ideología dominante del nacional-catolicismo, muchos aún vigentes en la
sociedad actual.
Como
bien explica Cajade Frías, la novela se escribe y se ambienta en la España
franquista de la segunda posguerra. En este momento, aunque en 1955 se produjo un
cierto aperturismo, tras la entrada en la ONU, sigue habiendo mucha diferencia
respecto a los países europeos, democratizados la mayoría después de la Segunda
Guerra Mundial. Es un periodo de pobreza, dolor y problemas económicos. A lo
que se le suma, el rencor entre vencedores y vencidos, la tristeza del exilio,
los muertos y los desaparecidos. El gobierno franquista estableció la moral del
nacional-catolicismo: ideas fascistas de la Falange y conservadurismo
tradicional, donde la mujer debía convertirse en el “ángel del hogar”, sometida
al hombre. En la década de los 50, comienzan las protestas organizadas contra el
Régimen.
Estos
arquetipos de “ángel del hogar”, “madre sacrificada” y “esposa abnegada” del
nacionalcatolicismo chocan con las “chicas raras” como Natalia o Elvira, en Entre visillos, que encuentran paralelamente “chicos raros” como Pablo (Entre visillos) o David (Ritmo lento).
Y es a través de estos personajes que la autora establece la crítica
contra las normas imperantes, creando nuevas posibilidades de identidad.
Es por ello que estas obras tienen un valor
testimonial y antropológico de la vida burguesa de provincia de la época. Al
leer, en los cincuenta, Entre visillos, muchas mujeres no se vieron
identificadas, pero, más tarde, se asombrarían al ver, con perspectiva, su vida
narrada en una serie en los setenta:
Esta novela plasma muy bien, casi sin
yo darme cuenta, porque lo tenía muy reciente, toda la vida de las chicas
casaderas provincianas de esos momentos. Hasta tal punto, que creo que es una
novela que tiene ahora mucho más valor de testimonio que entonces lo tuvo. Hace
unos años que la pusieron por televisión[1]
[en 1973] [...] me contaban que había muchas señoras que estaban pegadas a la
televisión esperando a que se contara el capítulo siguiente, porque claro, se
estaba contando su vida. Señoras que tuvieron cincuenta años en el año 1973,
que hubieran sido jóvenes cuando yo, todo eso les decía mucho, mucho más que
cuando yo publiqué la novela, que como todavía eran jóvenes, no veían tanto el
reflejo ni los cambios. Es decir [...] es sobre todo el valor testimonial que
tiene hoy día.
Los
protagonistas de Entre visillos son
Pablo, Tali y Elvira. En cuanto a Pablo Klein, me gustaría destacar que como “extranjero”
es quien desata la acción en la novela. Él había vivido allí de pequeño pero
ahora tiene otra perspectiva puesto que ha vivido en París, Berlín e Italia, y
su punto de vista choca con el de los provincianos. Natalia (Tali) es huérfana
de madre y va a empezar su último curso, donde tendrá de profesor a Pablo. Su
padre y su tía la presionan para que no se ilusione demasiado con los estudios[2].
Por último, Elvira es la hija del director del Instituto donde va a trabajar
Pablo, y está de luto porque acaba de fallecer su padre.
Gran
parte de la novela transcurre en el Casino, lugar de encuentro de chicas y
chicos, en el que la “chica bien” tiene que “darse a vale” y no parecer una
“fresca”. A Tali no le gusta el Casino y prefiere la naturaleza.
El
prototipo de “chica casadera” es Gertru, la amiga de Nati, ingenua, bella e
inexperta. Los hombres distinguen mujer para el casamiento y mujer para una
noche. Además, los hombres no están obligados a ser fieles, solo las mujeres lo
están (doble moral del nacionalcatolicismo). De hecho se llamaba “Casas de la
tolerancia” a los prostíbulos frecuentados por hombres.
Otro
tema frecuente en la época, que en mi opinión continúa en la actualidad, es el
de los padres de familias burguesas que mandan a sus hijos a colegios privados
religiosos, porque en los institutos hay mucha “mezcla”. Elvira y Natalia han sido una excepción pero
en la familia de Natalia se preocupan por su amistad con Alicia que es una niña
pobre.
Por
otro lado, Elvira, pocos días después de conocer a Pablo, le manda una carta
llena de sentimientos especiales hacia él. Pablo no sabe qué responder y hace
como que no la ha recibido. Vemos que no es el típico héroe seguro de sí mismo
y que por el contrario no sabe cómo afrontar la situación.
Aun
así Pablo será el confidente de Elvira, Nati y Rosa (la animadora del casino). Las tres han encontrado un hombre con el que pueden hablar y que guardará sus
secretos.
Más adelante, Elvira discute con Pablo y están un tiempo sin verse. Hasta que el destino hace que se encuentren y ocurre la siguiente escena que es una de las más impactantes e interesantes pero por desgracia pertenece al final de la obra:
Después
de esta riña, Pablo decide que es mejor no verla más.
Creo
que el final que esperaba era el feliz desenlace de amor entre Elvira y Pablo. Pero
este desenlace es el que me ha dejado unos cuantos días reflexionando y me ha
enseñado mucho. Porque creo que todos hemos vivido alguna vez una situación similar.
Muchas veces no somos capaces de decir lo que sentimos y necesitamos del
alcohol o de algún otro empujón para soltarlo. Al igual que, aunque nos cueste
reconocerlo, todos hemos huido de situaciones para evitar mayores conflictos o
por miedo a arriesgarnos o miedo a cambio vital.
Pablo
decide marcharse de aquel lugar que le agobia, y al igual que Andrea en Nada, no siente ningún apego ni le da
pena irse. En la estación se encuentra con Nati (que está despidiendo a su
hermana) y una vez más le anima a que estudie y luche por sus sueños.
CONCLUSIONES:
Escribir
es conversar y conversar es construir. A través de estas conversaciones se va
construyendo la novela de aprendizaje y el ejemplo más claro es Tali, que
evoluciona de principio a fin y se
convierte en una persona adulta y nueva. Pablo ha sido en parte el
desencadenante de este cambio, y ella llora cuando se va, como dice Marina
Mayoral «diciendo adiós entre lágrimas a su primer amor». Y cabría recalcar que
este amor no es más que una relación sincera de amistad que se ha visto
favorecida por el libre intercambio de opiniones entre una mujer y un hombre.
BIBLIOGRAFÍA
-CAJADE
FRÍAS, S. (2010): Arquetipos femeninos y masculinos en la novela Entre
visillos de Carmen Martín Gaite. Un análisis desde la etnoliteratura.
Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Vol. LXV, 2
-CIPLIJAUSKAITÉ, B.
(1996): La novela femenina contemporánea
(1970-1985). Hacia una tipología de la narración en primera persona,
Barcelona, Anthropos
-MARTÍN
GAITE, C. (1997): Entre visillos;
comentado por Marina Mayoral, Barcelona, Destino
-SERVÉN,
C. (1998): La amistad entre mujeres en la narrativa femenina: Carmen Martín
Gaite (1992) y Marina Mayoral (1994), DICENDA. Cuadernos de Filología
Hispánica, 16, Servicio de Publicaciones. UCM. Madrid
[1] Serie en la que actuaba incluso
Carmen Martín Gaite
[2] Salvo excepciones, como Carmen
Martín Gaite, a las chicas no se les animaba a estudiar y menos a estudios
superiores. Una frase común en las madres era: “Mujer que sabe latín no tiene
buen fin”. Existía el miedo a que la mujer estudiosa fuera menos femenina y
atractiva. Pero las más adelantadas conocían la importancia del saber. «Hasta
para coser un botón viene bien estudiar», contestaba la madre de Carmen Martín
Gaite a sus amigas cuando hablaban del estudio de su hija.
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