jueves, 18 de mayo de 2017

«Escribir es conversar» (Carmen Martín Gaite)





«Escribir es conversar»

Esta concepción de la escritura como diálogo es muy importante para comprender a la autora y también se le podría dar la vuelta, diciendo que muchas frases de la autora en entrevistas son literatura. Y es que la primera entrevista que vi, me intrigó tanto o más que la primera novela que leí de la autora, Entre visillos. Y es en esta obra en la que me quiero centrar para profundizar más en Carmen Martín Gaite.

Este diálogo literario está íntimamente ligado a las relaciones personales y nuestra autora es una de las que más se interesa en la amistad, entre sexos distintos y entre el mismo género.
Uno de los temas más importantes de la novela escrita por mujeres en la posguerra es la amistad entre mujeres. Para explicarlo, me remito a Nada (1944), de Carmen Laforet, en el que encontramos a Andrea, la “chica rara” que Carmen Martín Gaite define como «Una chica que no desea ni busca novio, reservada, aficionada más a leer que a labores domésticas, y que constituye el contra-mito de la “chica casadera” tradicional». “Chica rara” es también Nati en Entre visillos (1957), por ejemplo, y también lo fueron las autoras de estas obras.




En Nada, Andrea encuentra en Ena una persona que la entiende y que le cambia la vida con la proposición de trabajar en Madrid. Se está configurando un nuevo tipo de mujer que no tiene por qué estar destinada al matrimonio y sí es capaz de conservar una gran amistad con una mujer.

En Nubosidad variable (1992) también encontramos una amistad entre Sofía y Mariana, que, a través de las cartas, siguen estando comunicadas y unidas. En estas cartas se nos descubre un mundo de continuas referencias literarias, gracias a que las dos amigas comparten la lectura de Emily Brönte, Bécquer, Carmen de Icaza, Faulkner, Poe o Pessoa, entre otros.

En cuanto a la amistad entre mujer y hombre, Carmen Martín Gaite, en Entre visillos, nos propone unos arquetipos femeninos y masculinos diferentes a los propuestos por la ideología dominante del nacional-catolicismo, muchos aún vigentes en la sociedad actual.

Como bien explica Cajade Frías, la novela se escribe y se ambienta en la España franquista de la segunda posguerra. En este momento, aunque en 1955 se produjo un cierto aperturismo, tras la entrada en la ONU, sigue habiendo mucha diferencia respecto a los países europeos, democratizados la mayoría después de la Segunda Guerra Mundial. Es un periodo de pobreza, dolor y problemas económicos. A lo que se le suma, el rencor entre vencedores y vencidos, la tristeza del exilio, los muertos y los desaparecidos. El gobierno franquista estableció la moral del nacional-catolicismo: ideas fascistas de la Falange y conservadurismo tradicional, donde la mujer debía convertirse en el “ángel del hogar”, sometida al hombre. En la década de los 50, comienzan las protestas organizadas contra el Régimen.

Estos arquetipos de “ángel del hogar”, “madre sacrificada” y “esposa abnegada” del nacionalcatolicismo chocan con las “chicas raras” como Natalia o Elvira, en Entre visillos, que encuentran paralelamente “chicos raros” como Pablo (Entre visillos) o David (Ritmo lento).  Y es a través de estos personajes que la autora establece la crítica contra las normas imperantes, creando nuevas posibilidades de identidad.

Es por ello que estas obras tienen un valor testimonial y antropológico de la vida burguesa de provincia de la época. Al leer, en los cincuenta, Entre visillos, muchas mujeres no se vieron identificadas, pero, más tarde, se asombrarían al ver, con perspectiva, su vida narrada en una serie en los setenta:

Esta novela plasma muy bien, casi sin yo darme cuenta, porque lo tenía muy reciente, toda la vida de las chicas casaderas provincianas de esos momentos. Hasta tal punto, que creo que es una novela que tiene ahora mucho más valor de testimonio que entonces lo tuvo. Hace unos años que la pusieron por televisión[1] [en 1973] [...] me contaban que había muchas señoras que estaban pegadas a la televisión esperando a que se contara el capítulo siguiente, porque claro, se estaba contando su vida. Señoras que tuvieron cincuenta años en el año 1973, que hubieran sido jóvenes cuando yo, todo eso les decía mucho, mucho más que cuando yo publiqué la novela, que como todavía eran jóvenes, no veían tanto el reflejo ni los cambios. Es decir [...] es sobre todo el valor testimonial que tiene hoy día.

Los protagonistas de Entre visillos son Pablo, Tali y Elvira. En cuanto a Pablo Klein, me gustaría destacar que como “extranjero” es quien desata la acción en la novela. Él había vivido allí de pequeño pero ahora tiene otra perspectiva puesto que ha vivido en París, Berlín e Italia, y su punto de vista choca con el de los provincianos. Natalia (Tali) es huérfana de madre y va a empezar su último curso, donde tendrá de profesor a Pablo. Su padre y su tía la presionan para que no se ilusione demasiado con los estudios[2]. Por último, Elvira es la hija del director del Instituto donde va a trabajar Pablo, y está de luto porque acaba de fallecer su padre.

Gran parte de la novela transcurre en el Casino, lugar de encuentro de chicas y chicos, en el que la “chica bien” tiene que “darse a vale” y no parecer una “fresca”. A Tali no le gusta el Casino y prefiere la naturaleza.

El prototipo de “chica casadera” es Gertru, la amiga de Nati, ingenua, bella e inexperta. Los hombres distinguen mujer para el casamiento y mujer para una noche. Además, los hombres no están obligados a ser fieles, solo las mujeres lo están (doble moral del nacionalcatolicismo). De hecho se llamaba “Casas de la tolerancia” a los prostíbulos frecuentados por hombres.

Otro tema frecuente en la época, que en mi opinión continúa en la actualidad, es el de los padres de familias burguesas que mandan a sus hijos a colegios privados religiosos, porque en los institutos hay mucha “mezcla”.  Elvira y Natalia han sido una excepción pero en la familia de Natalia se preocupan por su amistad con Alicia que es una niña pobre.

Por otro lado, Elvira, pocos días después de conocer a Pablo, le manda una carta llena de sentimientos especiales hacia él. Pablo no sabe qué responder y hace como que no la ha recibido. Vemos que no es el típico héroe seguro de sí mismo y que por el contrario no sabe cómo afrontar la situación.

Aun así Pablo será el confidente de Elvira, Nati y Rosa (la animadora del casino). Las tres han encontrado un hombre con el que pueden hablar y que guardará sus secretos.

Más adelante, Elvira discute con Pablo y están un tiempo sin verse. Hasta que el destino hace que se encuentren y ocurre la siguiente escena que es una de las más impactantes e interesantes pero por desgracia pertenece al final de la obra:


Después de esta riña, Pablo decide que es mejor no verla más.

Creo que el final que esperaba era el feliz desenlace de amor entre Elvira y Pablo. Pero este desenlace es el que me ha dejado unos cuantos días reflexionando y me ha enseñado mucho. Porque creo que todos hemos vivido alguna vez una situación similar. Muchas veces no somos capaces de decir lo que sentimos y necesitamos del alcohol o de algún otro empujón para soltarlo. Al igual que, aunque nos cueste reconocerlo, todos hemos huido de situaciones para evitar mayores conflictos o por miedo a arriesgarnos o miedo a cambio vital.

Pablo decide marcharse de aquel lugar que le agobia, y al igual que Andrea en Nada, no siente ningún apego ni le da pena irse. En la estación se encuentra con Nati (que está despidiendo a su hermana) y una vez más le anima a que estudie y luche por sus sueños.

CONCLUSIONES:

Escribir es conversar y conversar es construir. A través de estas conversaciones se va construyendo la novela de aprendizaje y el ejemplo más claro es Tali, que evoluciona de principio a fin y se convierte en una persona adulta y nueva. Pablo ha sido en parte el desencadenante de este cambio, y ella llora cuando se va, como dice Marina Mayoral «diciendo adiós entre lágrimas a su primer amor». Y cabría recalcar que este amor no es más que una relación sincera de amistad que se ha visto favorecida por el libre intercambio de opiniones entre una mujer y un hombre.


BIBLIOGRAFÍA

-CAJADE FRÍAS, S. (2010): Arquetipos femeninos y masculinos en la novela Entre visillos de Carmen Martín Gaite. Un análisis desde la etnoliteratura. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Vol. LXV, 2

-CIPLIJAUSKAITÉ, B. (1996): La novela femenina contemporánea (1970-1985). Hacia una tipología de la narración en primera persona, Barcelona, Anthropos

-MARTÍN GAITE, C. (1997): Entre visillos; comentado por Marina Mayoral, Barcelona, Destino

-SERVÉN, C. (1998): La amistad entre mujeres en la narrativa femenina: Carmen Martín Gaite (1992) y Marina Mayoral (1994), DICENDA. Cuadernos de Filología Hispánica, 16, Servicio de Publicaciones. UCM. Madrid





[1] Serie en la que actuaba incluso Carmen Martín Gaite
[2] Salvo excepciones, como Carmen Martín Gaite, a las chicas no se les animaba a estudiar y menos a estudios superiores. Una frase común en las madres era: “Mujer que sabe latín no tiene buen fin”. Existía el miedo a que la mujer estudiosa fuera menos femenina y atractiva. Pero las más adelantadas conocían la importancia del saber. «Hasta para coser un botón viene bien estudiar», contestaba la madre de Carmen Martín Gaite a sus amigas cuando hablaban del estudio de su hija.


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