INTRODUCCIÓN
Antes
de entrar a analizar el texto me gustaría hacer un breve preámbulo sobre su
autora. Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-2000) es una de las escritoras
españolas más importante del s. XX. Durante su infancia no fue a ningún
colegio, sino que recibió clases de profesores particulares y de su padre, de
ideología liberal, quien no quería que Carmen fuese educada en instituciones
religiosas.
Realizó
sus estudios de secundaria en el Instituto Femenino de Salamanca, ya que el comienzo
de la Guerra Civil le impidió acudir a Madrid al Instituto Escuela. En 1943 inicia
sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, donde conoce
a Ignacio Aldecoa, con quien entabla una gran amistad. Tras terminar sus
estudios y tras pasar una etapa en Francia con una beca de ampliación de
estudios, va a Madrid, donde Aldecoa le presenta a algunos de los componentes
de la Generación del 50, dentro de la cual podemos incluir a la propia Martín
Gaite.
Su
primera novela fue El balnerario
(1955), por la que recibió el Premio Café Gijón. En 1957, Entre visillos le valió el Premio Nadal. El cuarto de atrás (1978) es una de sus obras más conocidas, y por
ella obtuvo el Premio Nacional de Literatura de 1978, convirtiéndose así en la
primera mujer en conseguirlo.
Su
producción no se limita a la novela, sino que también ha escrito teatro,
ensayo, poesía, guiones televisivos y, por supuesto, cuentos, como muchos de
sus compañeros de generación. En el prólogo a Cuentos completos (1978), donde aparece el relato que vamos a
comentar junto a dieciséis más, Martín Gaite hace la siguiente reflexión:
“Aprendimos a
escribir ensayando un género que tenía entidad por sí mismo, que a muchos nos
marcó para siempre y que requería, antes que otras pretensiones, una mirada
atenta y unos oídos finos para incorporar las conversaciones y escenas de
nuestro entorno y registrarlas.”[1]
Como
ya comentamos en clase, podríamos decir que los años de postguerra son la edad
de plata de la cuentística española. Estos escritores de la Generación del 50
siguen la estela de Galdós, Azorín o Clarín y logran crear relatos que, en unas
pocas páginas, muestran de manera brillante la realidad del momento histórico
en el que tuvieron que vivir. Un claro ejemplo de esto es “La tata”.
ANÁLISIS DEL CUENTO
El
texto comienza con un diálogo entre una tata y los dos niños a los que cuida.
Es la hora de cenar y la niña no quiere comer nada. Tras los esfuerzos en balde
de la tata porque la pequeña coma, manda a los dos hermanos a la cama, pero
tampoco quieren. El niño pregunta por la caja que le enseñó el otro día, luego
los dos se asoman a la ventana para escuchar la música de la casa de abajo. Ven
a otro niño amigo suyo en una ventana del edificio de enfrente. De repente,
oyen el ascensor que para en su rellano y suena el timbre. La tata tiene miedo.
Abren la puerta y es la portera con su hija, que ha hecho ese día la primera
comunión. La portera pregunta por la señorita, a la que venía a visitar para
que viese a su hija vestida de comunión con la esperanza de que les diese algo
de dinero. Pero la señorita no está. La tata le cuenta cómo por la mañana le ha
echado la bronca. La causa es que ha llegado tarde de la compra porque se ha
encontrado a un señor muerto en un banco de la calle. Además, iba con el niño,
y esto es lo que más ha enfadado a la señora. Mientras las dos mujeres hablan
los niños comen bombones y la hija de la portera se mancha el vestido. Su madre
le recrimina con mucha crudeza y se van. Dentro de la casa se arma bronca
porque el niño quería irse con la niña. Finalmente, la tata consigue que la
niña se duerma y se mete a la cama con el niño. Este le pide que le cuente un
cuento y ella le habla sobre su pueblo y sobre una vez en que vio a un lobo con
su hermano. Suena el teléfono y la tata va a responder. Es la señorita, que
llama para preguntar cómo está todo y si ha llamado alguien. Ella está con su
marido cenando fuera. La tata intenta decirle que ha venido la portera pero ya
le ha colgado. Se dirige al balcón, donde está un rato observando el exterior.
Luego vuelve a entrar dentro, cena, baja la basura, apaga el gas y se mete en
la cama.
Al
leer este resumen puede dar la sensación de que se trata de un texto aburridísimo,
pero nada más lejos de la realidad. En eso consiste la grandeza de Martín
Gaite, que consigue describir una escena rutinaria y, en principio, tediosa y
hacer, sin embargo, que el lector disfrute de su lectura.
Aunque
no se dice expresamente, conociendo a la autora y su obra podemos interpretar
que la acción está situada en los años de la postguerra española. El tiempo que
transcurre son unas pocas horas de una noche cualquiera. Al comienzo, la tata
dice que son ya más de las nueve. Pasadas las diez consigue meter a los niños a
la cama. Después cena y recoge las cosas, por lo que entendemos que se acuesta
aproximadamente sobre media noche. En el diálogo entre la tata y la portera se
nos relatan los acontecimientos que han ocurrido ese mismo día por la mañana.
En
cuanto al espacio, toda la acción ocurre dentro de las cuatro paredes del piso en
el que viven, excepto cuando la tata sale al balcón.
Los
personajes principales son la tata, Asunción, los dos niños, Luis Alberto y
Cristina, la portera y su hija Loli. La señorita de la casa no aparece
físicamente, pero sí en una conversación telefónica. El señorito, Pablo, no se
pone al teléfono, es su mujer quien retrasmite a la tata la pregunta que este
hace. Otros personajes secundarios son Paquito, un niño que vive en el edificio
de enfrente, su tata, Leo, y el joven que Asunción observa desde su balcón en un
balcón de enfrente.
En
el cuento se intercalan el diálogo en estilo directo entre los personajes con
los párrafos narrativos y descriptivos en los que interviene un narrador
omnisciente y heterodiegético que relata la escena en pasado (usa sobre todo el
pretérito imperfecto y el pretérito perfecto simple).
Los
diálogos están muy bien escritos, son muy verídicos. Para conseguir crear esta
sensación de naturalidad Martín Gaite introduce en el habla de la tata y de la
portera laísmo (“no la toques el traje”, “se fue por contestarla”) y lenguaje
popular (“qué artes de mesa”, “lo dice tan fresca”); un lenguaje muy expresivo,
en general, con frases cortas para dar velocidad. Cuando hablan los niños se
imita el lenguaje infantil, con sus palabras y expresiones características. Además,
cuando habla la niña pequeña se reproducen gráficamente las palabras tal cual
las diría un niño de esa edad.
Todo
esto hace que parezca una situación de verdad. En algunos momentos los diálogos
son muy divertidos (sobre todo al comienzo, cuando la tata intenta que la niña
cene). Otros momentos me han parecido tiernos y me he sentido identificada
porque eran cosas que yo también hacía de pequeña (como cuando Luis Alberto le
dice que no se vaya de la habitación porque sabe que, si se va, no va a volver
más). Pero otros momentos eran de mucha crudeza, quizá el momento que más
cuando Loli se mancha y su madre le insulta repetidas veces sin compasión,
amenazándola con pegarle en la cara.
En
cuanto a los fragmentos en los que interviene el narrador, Carmen Martín Gaite
utiliza aquí un lenguaje muy poético, lleno de metáforas y comparaciones hermosas
y a la vez significativas. Por ejemplo: “la siguiente cucharada fue rechazada
en el aire de un manotazo, y cayó a regar una fila de cerillas que estaban como
soldaditos muertos sobre el hule de cuadros, su caja al lado rota y magullada”,
“y al decirlo ella y pasar los ojos por encima del hule mal colocado, todo lo
que había encima, la caja, las cerillas, regueros de leche y de azúcar,
cucharitas manchadas, un frasco de jarabe y su tapón, el osito patas arriba con
un ojo fuera, una horquilla caída del pelo de la tata, parecían despojos de
batalla”, “el traqueteo del ascensor, que reptaba pegado a la pared, como un
encapuchado”. Podemos ver que estas imágenes son bastante oscuras (“soldaditos
muertos”, “rota y magullada”, “despojos de batalla”, “encapuchado”) y ayudan a
dar al texto un aire de pesimismo.
Los
diálogos en sí ya nos dejan una sensación de desesperanza. Un señor ha muerto
en la calle, pero se cuenta como si fuese el día a día. Asunción está
conmocionada por el asunto, pero la portera no tanto, solo le interesa como
cotilleo del barrio. A la señorita, mientras no lo vean ni ella ni sus hijos,
lo que pase le da igual.
Pero
no es la muerte lo más deprimente del cuento, sino la vida. Una vida dedicada a
rezar avemarías y a encontrar un buen marido (“ahora ya lo que hace falta es
que la vea usted bien casada”), una vida de violencia y miedo, despojos de una
guerra.
No
solo se critica a la clase alta, representada por la señorita y el señorito que
solo piensan en salir a cenar y bailar y parecen no preocuparse demasiado por
sus hijos (“pues nada, que llore, lo deja usted”), sino también a la clase
baja, representada por la portera, que trata igual de mal o peor a su hija. La
violencia verbal que utiliza es total (“pelma”, “idiota”, “le hinchaba la
cara”, “no te quiero ni mirar, te mataba”, “qué asco de críos”…), y son reflejo
de la sociedad del momento, regida por el castigo y el miedo.
La
propia tata vive hundida en el miedo. Cada vez que el ascensor se para en su
rellano piensa que es algún hombre que viene a hacerles algo malo. Cuando suena
el teléfono también se asusta, sobre todo al estar a oscuras. Enciende la luz,
pero “todavía daba más miedo con la luz.” El miedo es constante y no hay
escapatoria de él.
En
realidad, sí que parece haber escapatoria. La ventana. La ventana en el sentido
simbólico que le da Martín Gaite en todas sus obras. Como bien explica Iñaki
Torre Fica:
“La ventana se
dibuja en toda su obra como símbolo de lo fronterizo, limítrofe entre el
espacio cerrado y el abierto […] En palabras de la propia Gaite, la ventana es
el punto de referencia de que dispone [la mujer] para soñar desde dentro el
mundo que bulle fuera (dejándose mecer por los ensueños y las meditaciones que
puede acarrearle la tregua en las tareas domésticas, que tantas veces siente
como agobiantes o insatisfactorias), es el puente tendido entre las orillas de
lo conocido y lo desconocido, la única brecha por donde puede echar a volar sus
ojos, en busca de otra luz y otros perfiles que no sean los del interior, que
contrasten con éstos.”[2]
En
este cuento vemos esa simbología de la ventana. Ella sale al balcón a observar
la calle y lo que ocurre en otros balcones, a imaginarse lo que hacen esas
gentes e intentar evadirse un poco de su rutina. Además, las ventanas están
presentes a lo largo de todo el cuento. Los niños se suben al taburete para
poder asomarse a la ventana, desde donde ven a otro niño pegado a otra ventana.
Cuando la tata reza el avemaría: “se puso a rezarla mirando para arriba, a un
cuadrito del cielo con algunas estrellas, como un techo sobre las otras luces
bruscas de las ventanas”. Y, en el último párrafo del cuento: “Cuando se metió
en su cuarto y se empezó a desnudar, habían remitido los ruidos del patio y
muchas ventanas ya no tenían luz. Unas sábanas tendidas de parte a parte se
movían un poco en lo oscuro, como fantasmas.”
Las
palabras luz y oscuridad también aparecen bastante en las intervenciones del
narrador. Es como una especie de rutina, siempre igual: primero, las luces de
las ventanas encendidas, luego, se apagan y todos se van a dormir y, al día
siguiente, lo mismo de nuevo. Pero, lo último que aparece en el texto, lo que
permanece, es la oscuridad y, sobre ella, esas sábanas a modo de puente hacia
otro sitio. ¿Son un símbolo de esperanza, las sábanas blancas de una
escapatoria posible, o son un símbolo de pesimismo al ser fantasmas? No lo sé,
pero a mí el cuento me deja un regusto bastante negativo.
Esta
chica no tiene escapatoria. Venida desde el pueblo a la gran ciudad (Madrid
quizá, por el laísmo) para intentar ganarse la vida, tiene un futuro ya determinado.
Rezar, encontrar un marido como objetivo principal, trabajar en la casa de los
señoritos de sol a sol… No sabemos su edad, pero imaginamos que ronda los
dieciocho años. Para su jefa es una cosa más que una persona, ni siquiera se
acuerda de su nombre. Una criada más, como la anterior. Una chica de pueblo
más, inocente, pero víctima del momento, al igual que Luis Alberto, Cristina,
Paquito o Loli.
CONCLUSIÓN
En
conclusión, se trata de un cuento de crítica social. La autora realiza una
denuncia a la rutina vacía del momento y a la ideología violenta y
ultraconservadora que subyace debajo.
El
relato es casi un documental. El lector tiene la sensación de estar puesto en la
lente de una cámara con la que se graba todo lo que sucede en la casa, y por
ello el cuento recuerda a los de los autores realistas. No hay nada de ficción en “La tata”, como sí ocurre en
otros relatos de la autora.
En
“El balneario” o “La mujer de cera”, recogidos también en la antología Cuentos completos, los personajes
consiguen huir de la realidad, aunque sea momentáneamente, a través del sueño. En
Caperucita en Manhattan, la
protagonista escapa, utilizando una palabra mágica, por un pasadizo que la
lleva a la Libertad.
Los
protagonistas de este cuento quedan expuestos ante la cruda realidad sin manera
de evadirse. Asunción observa un rato el exterior desde el balcón, sin embargo
en seguida vuelve adentro para continuar con sus labores. Los niños tampoco
pueden asomarse al exterior. Paquito pega la cara a la ventana para hacer chiquilladas,
pero la mano de la tata lo quita violentamente.
Cuando
salen a la calle, estos niños se encuentran con señores que mueren de repente
en los bancos y, como dice la señorita, pierden la inocencia. Estos niños son
todos los españoles que nacieron en torno a 1920, entre ellos los escritores de
la Generación del 50 y Carmen Martín Gaite, que refleja en este cuento cómo les
robaron la infancia.
BIBLIOGRAFÍA
COELHO DA SILVA, A., “A contística de Carmen Martín
Gaite como alternativa ao discurso franquista”, Puerto Alegre: Universidad
Federal de Río Grande del Sur, 2007, pág. 108-112. Disponible en línea en: http://www.educadores.diaadia.pr.gov.br/arquivos/File/2010/artigos_teses/LinguaEspanhola/Teses/4silva_aline.pdf
(fecha de consulta: 01/05/17)
LLANOS DE LOS REYES, M., “La evocación, el sueño y
la rutina, tres motivos fundamentales en el universo cuentístico de Carmen Martín
Gaite”, Espéculo,
Revista de Estudios Literarios,
nº21 (2002). Disponible en línea en: https://dialnet.unirioja.es/ejemplar/51628
(fecha de consulta: 01/05/17)
MARTÍN GAITE, C., Cuentos completos, Madrid: Alianza, 1981.
RODRÍGUEZ CACHO, L., Manual de historia de
la literatura española, Madrid:
Castalia, 2009, pág. 444-446.
TORRE FICA, R.,
RUANO, J., “«La mujer ventanera» en la
poesía de Carmen Martín Gaite”, Espéculo,
Revista de Estudios Literarios, nº19 (2001-2002). Disponible en línea en:
https://dialnet.unirioja.es/ejemplar/55891 (fecha de consulta: 01/05/17)
*Para saber más sobre la obra de
Carmen Martín Gaite os recomiendo ojear esta tesis doctoral de María Coronada
Carrillo Romero: http://biblioteca.unex.es/tesis/978-84-7723-890-4.pdf
[2]TORRE FICA, I., “«La mujer ventanera» en la poesía de Carmen Martín
Gaite”, Espéculo, Revista de Estudios
Literarios, nº19 (2001-2002). Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/ejemplar/55891
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