Se
da comienzo a esta etapa con la novela La
colmena (1951), de Camilo José Cela, y su fin se establece con la publicación
de Tiempo de silencio (1962), de Luis
Martín Santos.
David
K. Erzberger explica las características comunes que se encuentran alrededor de
este tipo de novela y hace una introducción general:
Tanto el propósito del
realismo social como su diseño narrativo arraigan en un pequeño pero importante
grupo de supuestos literarios: la convicción de que la realidad objetiva existe
y es traducible mediante un discurso narrativo; la coincidencia entre el signo
y su referente; la creencia en la capacidad de la narración para representar la
autenticidad total de la vida; el compromiso social según el cual escribir
equivale a actuar y, de ahí, la posibilidad de transformar la sociedad si el
escritor revela sus injusticias al público lector. Cada una de estas suposiciones
sugiere una relación directa e íntima entre la realidad y el discurso
novelístico y pone énfasis en el momento histórico actual como base de lo que
el novelista puede observar y conocer en el fluir temporal de la vida. Al mismo
tiempo, estas ideas se conforman al importante principio según el cual el
significado literario es expresado o reflejado por la narrativa más bien que
producido por ella. Para muchos críticos, entonces, el realismo social ha
adquirido el valor de una crónica de la realidad, de un receptáculo que
registra la historia de un momento determinado en la España de posguerra.
Erzberger,
D. (1989). La novela de realismo social
de la posguerra: historia hecha de ficción. University of Connecticut:
Cervantes Virtual. http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/10/aih_10_2_096.pdf
[Acceso 8 Mayo 2017], pág. 1835.
La colmena, de Camilo José Cela, es, como he
dicho anteriormente, con la obra con la que se inicia el realismo social. En
ella encontramos <<“un trozo de vida narrado paso a paso, sin reticencias,
sin extrañas tragedias, sin caridad, exactamente como la vida discurre” (Cela
en “Nota a la primera edición”)>>[1]. Se cuenta, pues, la vida
de unos personajes que, durante la posguerra española, tratan de subsistir. De
esta manera, a lo largo de la narración nos relata el racionamiento de comida
durante este momento histórico, debido a la escasez de comida que estaba
teniendo lugar. Dichos personajes, como todo ser humano, se dejan llevar por los
instintos básicos, llegando incluso a afirmar Cela: <<la naturaleza y la tradición del hombre,
como la cultura y la tradición de la hiena o de la hormiga, pudieran orientarse
sobre una rosa de tres solos vientos: comer, reproducirse y destruirse. La
cultura y la tradición no son jamás ideologías y sí, siempre, instintivas.
(Nota de la tercera edición de La colmena
de 1957)>>[2].
Es importante esta novela porque va a servir posteriormente de modelo para las
descripciones de la angustia y el desamparo de los personajes. Además, es la obra
precursora en tratar el amor durante la posguerra, englobando junto a este al
machismo y puritanismo. Para concluir, otra de las innovaciones que incorpora
es el ser capaz de reproducir en sus páginas las conductas de sus personajes, haciendo
hincapié en el lenguaje gestual o la enunciación de las palabras.
Esta
novela influenció en otras muchas, las cuales tomaron también como lugar de la
acción la ciudad. Entre ellas, podemos citar:
-
La
noria (1952), Luis Romero.
-
Esta
oscura desbandada (1952), Antonio de Zunzunegui.
-
Las
buenas intenciones (1954), Max Aub.
-
Mi
idolatrado hijo Sisi (1953), Miguel Delibes.
Dentro
de este género del realismo social, podemos encontrar otras subclases:
-
Neorrealismo y objetivismo.
-
Realismo intimista.
-
Realismo crítico.
-
Realismo testimonial.
NEOREALISMO Y OBJETIVISMO
Miguel Delibes. Destaca su obra El camino. En ella, describe la
personalidad infantil en el contexto de un pueblo, elogiando la vida campestre.
Ignacio Aldecoa. Quiere escribir una
trilogía en la que se hable sobre la vida de tres grupos sociales: guardias
civiles, gitanos y toreros. Escribe dos de estas novelas: El fulgor y la sangre (1954), en la que expone los pensamientos y
sentimientos de las mujeres de los guardias civiles tras el fallecimiento de
uno de ellos; y Con el viento solano (1956), en la que relata la huida de un gitano
después de haber matado a un guardia y al que le persigue el sufrimiento de su
madre y novia. Intenta redactar una segunda trilogía en la que se habla sobre
los trabajadores del mar, pero vuelve a escribir otra vez tan solo dos de los
volúmenes: Gran Sol (1957) y Parte de una historia (1967).
Jesús Fernández Santos. Su narrativa
<<se acoge a la tradición realista española, trascendiendo el reflejo de
la realidad inmediata, reelaborándola artísticamente para darle entidad
literaria, siempre desde un punto de vista propio […]>>[3]. Dentro de su producción,
los escritos que pertenecen al realismo social son aquellos que se acotan entre
Los bravos (1954) y Laberintos (1964). Las obras de este
periodo se caracterizan porque el contexto llega coaccionar a los sus
protagonistas. Concretamente, Los bravos
cuenta la historia de los habitantes de un pueblo que se ven presionados por el
caciquismo.
Rafael Sánchez Ferlosio. Su obra El Jarama (1956) está considerada como
un hito dentro del objetivismo. En ella, el narrador tan solo interviene para
describir el paisaje que rodea a los personajes. Es una novela en la que el
argumento es nulo, simplemente los personajes se dedican a tener conversaciones
entre ellos. A través de estas conversaciones, el autor quiere que el lector se
dé cuenta de la frivolidad que existía entre los jóvenes pertenecientes a la
clase media, su mediocre mentalidad y la falta de inquietudes.
REALISMO INTIMISTA
Carmen Martín Gaite. <<Entre visillos (1958) “tiene algo de documento
sociológico en lo que concierne a su estudio de un grupo de jóvenes de la clase
media y de la estructura socioeconómica de la sociedad en la que viven inmersos”;
pero en novelas posteriores “la colectividad y los problemas peculiares de la
España de la posguerra dejan paso al individuo y a las angustias de la vida
contemporánea” [Glenn, en Novelistas,
34]>>[4].
En Entre visillos, su autora refleja
la nimiedad de las mujeres características de la época, modelo contrario al de
su protagonista.
Ana María Matute. En sus obras se refleja
el pesimismo y la crítica, especialmente hacia la temática social. <<Le
interesa sobre todo profundizar en “los dilemas de la personalidad humana,
sumergida en las circunstancias de la interacción cotidiana; “lo suyo […] es
perderse en los entresijos de la personalidad del individuo” [G. Gullón, pról.
Matute: Pm, págs. 1X-X]>>[5].
REALISMO CRÍTICO
Juan Goytisolo. Dentro de su trilogía El mañana efímero, las obras que la
componen <<coinciden en mostrarnos
el sombrío panorama de “esa España inferior que ora y embiste” de la que habla
el poeta sevillano>>[6]. Dicha trilogía se compone
de El circo (1957), en la que se
expone la vida en un pueblo y, en particular, la de un pintor; Fiestas (1958), realiza un denuncia
social en defensa de las clases desfavorecidas; La resaca (1958), relata la miseria en la que viven sus personajes
en un suburbio.
Luis
Goytisolo. Las afueras (1958) es su
primera novela y se encuadra dentro de este subgénero. Abarca un conjunto de
siete relatos que tienen en común la descripción de los cambios sociales,
económicos e ideológicos que estaban ocurriendo en Barcelona y sus alrededores
unos años después de la guerra civil.
REALISMO TESTIMONIAL
Ángel María de Lera. En su novela Los olvidados (1957), propone el tema
del chabolismo que se estaba dando en esos momentos. Es con su obra Los clarines del miedo (1958) con la que
salta a la fama. Describe el ambiente festivo en un pueblo que produce una
celebración taurina.
Antonio Rabinad. Su obra Los contactos furtivos (1956) expone el
ambiente de represión y desilusión que sus personajes viven durante los años de
la posguerra. En El niño asombrado (1967) el autor cuenta su propia infancia y
adolescencia durante los años de la guerra y la posguerra. Asimismo, en A veces, a esto hora (1965) se narran
las duras condiciones de vida en uno de los suburbios barceloneses.
A
través de este pequeño estudio de la novela social, podemos apreciar que fue
una tendencia literaria muy productiva durante esta década. Incluso, algunos de
los autores siguen escribiendo con este estilo años después. Ha llegado a ser
tan fructífera que dentro de este género han aparecido otros cuatro subgéneros.
En esta entrada tan solo se destacan algunos de los autores, pero se pueden
citar otros muchos escritores más y más obras, en las que se quiere reflejar el
día a día durante esta década, ya sea el de las clases medias como el de las
clases desfavorecidas.
BIBLIOGRAFÍA
Rodríguez
Cacho, L. (2009). Manual de historia de la literatura española.
Madrid: Castalia.
Pedraza
Jiménez, F. y Rodríguez Cáceres, M. (2000). Manual
de literatura española XIII. Posguerra: narradores. Tafalla (Navarra):
Cénlit, Ediciones S.L.
Erzberger,
D. (1989). La novela de realismo social
de la posguerra: historia hecha de ficción. University of Connecticut:
Cervantes Virtual. http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/10/aih_10_2_096.pdf
[Acceso 8 Mayo 2017].
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