En
esta última entrada veremos la figura de Carmen de Icaza, en este caso una
escritora de ideología conservadora y falangista.
María
Carmen de Icaza y de León, VIII baronesa de Claret (1899-1979) fue hija de Francisco
A. de Icaza, diplomático y poeta mexicano, y de Beatriz de León, joven granadina
de una familia de bien.
La
pareja se conoce en Madrid, donde se casan y tienen seis hijos: Beatriz, que
muere en la infancia, Carmen, Anita, Luz, Francisco y Sonsoles (esta última, marquesa de Llanzol, formó parte de uno de
los mayores cotilleos del franquismo por su relación extramatrimonial con Ramón
Serrano Suñer, cuñado y mano derecha de Franco. La serie “Lo que escondían sus
ojos”, de la que ya hemos hablado en clase, se centra en esta pareja).
En la casa familiar, Francisco A.
de Icaza organizaba tertulias literarias, gracias a las cuales Carmen conoce
desde muy pequeña a Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío o José Ortega y Gasset
entre otros, lo que hará que despierte en ella el amor por las letras.
Más
adelante, Francisco A. de Icaza es nombrado ministro plenipotenciario en
Berlín, por lo que Carmen vive sus años de juventud en la Corte del Kaiser,
donde recibe una gran educación humanística (llega a conocer cuatro lenguas
modernas, griego y latín). Debido también al trabajo de su padre, la familia
viaja por diversos países de Europa y América, que luego estarán presentes en
las novelas de Carmen de Icaza.
Cuando
su padre muere en 1925, dejando una viuda y cuatro hijos, Carmen se ve obligada
a buscar un trabajo con el que mantener a la familia, ya que algunos problemas
hacen que la pensión del padre no llegue desde México. Carmen se presenta ante
el director de El Sol, un conocido diario
progresista del momento, con la intención de que la contraten como colaboradora.
El director le da una oportunidad y, a los tres meses, entra a formar parte del
equipo de redacción. Carmen será la encargada de redactar la sección titulada “La
mujer, el niño y el hogar”, escrita anteriormente por Isabel Oyarzábal y María
Luz Morales, y donde va a hablar de moda, recetas, la educación infantil, etc.
También
trabajará en otros periódicos como Ya,
ABC o Blanco y Negro, todos ellos conservadores.
A
los veintinueve años se casa con su novio Pedro Montojo Sureda y, al año siguiente,
nace su única hija, Paloma. La pequeña sufre una infancia llena de enfermedades
que llevan a que Carmen se quede en casa dedicada exclusivamente al cuidado de
su hija. En sus ratos libres, escribe su más conocida novela: Cristina Guzmán, profesora de idiomas.
Con
la llegada de la guerra, Carmen de Icaza funda en Valladolid, junto con Mercedes
Sanz-Bachiller, la fundación de Auxilio Social, organización de socorro
humanitario del bando de los sublevados. Su hija, Paloma, narra en el prólogo a
Cristina Guzmán, profesora de idiomas
que: “el recuerdo más emocionante de su vida es su entrada en Madrid a finales
de marzo de 1939, al frente de los convoyes de alimentos destinados a una
población famélica”[1]
Carmen
forma parte también de la Asamblea Suprema de la Cruz Roja Española y es la
Secretaria de la Dirección General de Propaganda. Durante estos años continúa
con su labor periodística y comienza a escribir más novelas tras el rotundo
éxito de su primera obra[2]. Así,
escribe ¡Quién sabe...! (1939), Soñar la vida (1941), Vestida de tul (1942), El tiempo vuelve (1945), La fuente enterrada (1947), Yo, la Reina (1950), Las horas contadas (1953) y, finalmente,
La casa de enfrente (1960). A partir
de entonces, delicada de salud y de vista, abandona la escritura y se centra en
su familia hasta su muerte en 1979.
Todas
sus novelas, aunque de argumentos muy distintos, tienen algo en común, que son
novelas rosas de evasión. No reflejan los horrores de la calle, sino mundos opulentos
y exóticos. Sin embargo, a pesar de esta aparente hipocresía, las novelas de la
autora fueron leídas en toda España con fervor. Carmen de Icaza, aunque hoy día
no sea muy conocida, fue una de las autoras más populares del franquismo. En
1945, el Gremio de Libreros la nombró la novelista más leída del año, y su
novela Cristina Guzmán, profesora de
idiomas fue traducida a varios idiomas y llevada al cine en dos ocasiones.
Esto
demuestra que gran parte del público, al parecer, estaba ávido de este tipo de
literatura que le permitía olvidarse del dolor diario durante un rato a través
de las aventuras magníficas que vivían las protagonistas. Y creo que es
entendible que, aunque quizá a nosotros ahora nos resulte más interesante la
obra comprometida de los autores republicanos, en ese momento, lo último que
quisiese alguien fuese seguir viviendo las penurias del día a día a través de
las páginas de los libros.
Lo
que ocurre con Icaza, al igual que con muchos escritores adeptos al Régimen, es
que, a pesar del éxito que consiguió entre el público de su época, la crítica
posterior no siempre le ha dirigido reseñas favorables y, hoy en día, poca
gente habrá leído alguna de sus novelas.
Algo
que me ha llamado mucho la atención es cómo depende el veredicto que se le da a
su obra en función de quién sea el juez (como siempre ocurre con la Guerra
Civil, que tiene versiones muy distintas). Su hija, Paloma Montojo, una de las
mayores estudiosas de la obra de Carmen de Icaza, es quien escribe el prólogo a
la edición de Castalia de Cristina Guzmán,
profesora de idiomas (dedicada precisamente a Paloma). Como no podía ser de
otra manera, todo son palabras buenas para hablar de la vida y obra de su madre,
pero, además, tal vez sabiendo que las buenas palabras que una hija diga de su
madre no valen mucho, incluye numerosas opiniones de críticos del momento que
alaban el talento de Carmen de Icaza. Por ejemplo, Federico Carlos Sainz de
Robles:
“El indiscutible talento de Carmen
de Icaza su notable vocación literaria dentro del género narrativo, la han
salvado felizmente para las letras españolas, de quedar catalogada entre las
incontables escritoras simplemente para grandes masas, y reclamar un lugar
destacad entre las escasas novelistas dignas de quedar incorporadas al censo de
los mejores novelistas de hoy.”[3]
Cristóbal
de Castro escribe en el diario Madrid:
“Carmen
de Icaza se doctora en Soñar la vida
en las nuevas humanidades. La novela honda de análisis y ligera de amenidad,
ornada de ironía y elegancia “motorizada” de interés, opulenta de feminidad,
situará a Carmen de Icaza en los primeros planos de los grandes éxitos.”[4]
E
incluso el propio Camilo José Cela le dedica estas ensalzadoras palabras: “Carmen
de Icaza tiene un control exacto sobre los resortes del arte de novelar. Y
posee un idioma fluido y oportuno, que hace de la lectura de sus páginas un
verdadero placer.”[5]
Carmen
Martín Gaite se une a sus partidarios y en Usos
amorosos de la postguerra española (1987) y El cuarto de atrás (1978) hace referencia a Carmen de Icaza como la
escritora de novela rosa más leída del momento y superior al resto en el
sentido de que, en algunos momentos, dejaba ver atisbos de modernidad. Martín Gaite
le critica que estos atisbos nunca llegaran a mayores, pero, aun así, afirma
que a ella le encantaban las novelas rosas, en especial las de Icaza.
Los
censores (obvio) se sentían encantados con estas novelas, ya que, como bien
explica Lucía Montejo Gurruchaga en su artículo “Discurso de autora: género y
censura en la narrativa española de postguerra”:
“en
la novela canónica rosa […] la mujer debía depender del hombre. Si trabajaba
fuera del hogar, se debía a que no tenía otra alternativa. […] Basaba su
existencia en sólidos principios morales y religiosos. Virtudes como la
abnegación, la humildad, la generosidad, la honestidad, la fortaleza,
difundidas al alimón por la Iglesia Católica y las instituciones franquistas,
eran cualidades femeninas que auguraban un camino seguro hacia el matrimonio
feliz e indisoluble, porque procuraban a la mujer la dependencia del varón, la
pasividad sexual y el espíritu de sacrificio.”[6]
Es
decir, que estas novelas presentaban a la mujer falangista ideal. El veredicto
del censor que debía revisar Soñar la
vida fue el siguiente:
“Ideología
dentro de las normas del Movimiento. Novela recomendable por su excepcional
mérito literario y la percepción psicológica que acusa en la autora grandes
cualidades de observación además de un estilo pulcro y sobrio.”[7]
Pero
los críticos y estudiosos de hoy en día suelen ser bastante más duros con la
obra de Carmen de Icaza. Lina Rodríguez Cacho, por ejemplo, en su manual tan
solo la nombra en una cita a pie de página como ejemplo de escritora falangista
contraria a la imagen de mujer propuesta por Carmen Laforet en Nada.
Alicia
G. Andreu explica al comienzo de su artículo “Literatura popular española
fascista: discurso de la nación” cuál es la intención del estudio:
“Lo
que intentamos hacer aquí es una exploración de la narrativa falangista de
estas obras, con el fin de poner de manifiesto cómo, bajo los artificios de una
literatura aparentemente frívola y moralizante, y de unas protagonistas
virtuosas y felices, se esconde una retórica altamente agresiva.”[8]
Andreu
analiza la novela ¡Quién sabe!, en la
que la protagonista, una espía falangista, debe infiltrarse en el territorio de
los enemigos, responsables de la muerte de su padre y de su hermano, para
conseguir los secretos que beneficien a la España nacionalista. Andreu hace
notar la crudeza con la que Icaza se refiere a “los rojos”: “banda de asesinos”,
“los asesinos” con “rostros patibularios de quemadores de iglesias”; y, por
otro lado, cómo ensalza la España nacionalista: “la España rebelde y mística”, “de
banderas y de himnos”, “Una, Grande y Libre”.
Por
lo tanto, ¿qué es cierto? ¿Que fue una mujer maravillosa que entró en Madrid en
1939 con el ansia de dar de comer a todos los niños hambrientos que encontrase
a su camino, o que fue una mujer falangista que, una vez terminada la guerra, en
vez de perdonar, siguió sintiendo nada más que odio por el bando vencido?
Como
ya hemos dicho, cada uno cuenta su versión. Mientras que Jo Labanyi en “La
apropiación estratégica de la entrega femenina: identificaciones transgenéricas
en la obra de algunas militantes falangistas femeninas” habla de cómo Icaza,
mientras fue Secretaria Nacional de Auxilio Social, visitó la Alemania nazi y
la Italia fascista, donde tuvo una audiencia con Mussolini, su hija Paloma en
el prólogo a Cristina Guzmán…
prefiere omitir estos datos y escribe simplemente:“En representación de la obra
social en España toma parte en congresos mundiales en el extranjero, dando a
conocer con conferencias la labor llevada a cabo por nuestro país en este
terreno.”[9]
Varios
estudios sobre la autora se centran precisamente en la dicotomía que parece
existir en ella y en su obra. En una novela como ¡Quién sabe!, toda una exaltación al fascismo, algunos críticos han
encontrado un matiz de innovación merecedor de elogio en el hecho de que la
protagonista se haga pasar por hombre, como ocurre en otra novela de la autora.
Coincidiendo
con Martín Gaite, algunos estudiosos han elogiado estos atisbos de mujer
moderna, que no se encontraban en las novelas rosas de otras escritoras. Yo,
personalmente, creo que es más lo malo que lo bueno. En mi opinión -y ni
siquiera me he leído una obra suya, solo fragmentos y artículos sobre las obras,
por lo que no cuenta mucho-, Icaza no escribe literatura “en mayúsculas”. Al
margen de estar de acuerdo o no con la ideología que refleja, lo que ella
escribe son best-sellers, y por eso nadie
lee sus obras hoy, al igual que nadie leerá en 50 años los best-sellers que se escriben en la actualidad. Su mayor éxito, por
ejemplo, Cristina Guzmán…, no creo
que sea literatura “en mayúsculas” en el sentido de que no es un libro que le
pueda “cambiar la vida” al lector, que le haga replantearse cosas, que le
conmueva profundamente -como sí puede ocurrir con Memorias de la melancolía u otros libros de los autores
republicanos, desde mi punto de vista-.
Veamos
el argumento de la novela resumido en palabras de Beatriz Caamaño Alegre:
“Cristina
Guzmán es una viuda de veintiocho años que vive con su criada Balbina y su hijo
Bubi, de cuatro. Para ganarse la vida (se supone que la sirvienta sigue en su puesto
por cariño y lealtad y no por dinero), la protagonista da clases particulares
de idiomas a los chicos del barrio. Un día, un rico empresario americano,
llamado Prynce-Valmore, le ofrece dinero a cambio de que se haga pasar por su
nuera, a la cual le une un gran parecido. Fifí, la esposa disoluta y sin
principios de su hijo Joe, ha abandonado al muchacho, un joven enfermizo que se
encuentra al borde de la locura ante esta situación. Cristina acepta la propuesta
de Prynce y se va con él a París, fingiendo ser su nuera. Cuida del hijo
enfermo y se enamora del padre, que la corresponde. Fifí aparece súbitamente
produciendo un impacto emocional tan fuerte en su marido que le provoca la
muerte. Se revela entonces que una y otra mujer son hermanas, aunque de
distinta madre, y que Cristina es una aristócrata venida a menos. Ella y Prynce
se separan porque el fallecimiento de Joe hace inapropiada la relación a los
ojos del millonario. No obstante, algún tiempo después, éste cambia de opinión,
se presenta en la casa de su amada y le propone matrimonio en un típico final
feliz.”[10]
Lo
que nos narra el libro es un cuento de hadas, con su final feliz y su príncipe
(Prynce) al rescate de la princesa. Una historia de enredo al más puro estilo
siglo XVIII: hermanas separadas, descendencia noble desconocida… literatura de
evasión. Pero lo malo es el modelo de mujer que propone. En un momento dado de
la novela, Cristina reflexiona lo siguiente: “¡Feminismo! ¡No; ella no era
feminista! Naturalmente había que poner a la mujer en condiciones de que
supiera ganarse el pan nuestro de cada día; pero de ahí a poetizar el asunto,
¡no, y mil veces no! No era fácil la vida para una mujer sola.”[11]
El mensaje es muy parecido al que difundía la Sección Femenina, de la cual
Icaza era seguidora. La mujer debe abnegarse a todo, dedicarse en exclusiva a
las necesidades de su marido, trabajar si era necesario, como lo era en aquel
momento, pero siempre con ese sentimiento de sacrificio, inferioridad y
dependencia.
La
narradora en otro punto de la novela afirma lo siguiente: “¡Dios mío, haber
nacido mujer..., delicada, sensible..., frágil... y tener que hacerse la
fuerte..., la valiente..., la resuelta...”[12]
¿Por
qué la mujer tiene que ser débil? Las mujeres liberales del momento dan muestra
de que eso no es así. Mientras ellas luchaban porque los derechos que con tanto
esfuerzo se habían conseguido durante la II República no se volviesen a
suprimir, estas otras mujeres conservadoras parecen ser quienes más trataban de
eliminarlos para volver a las viejas costumbres. Resulta triste que sean las
propias mujeres las que apoyen el patriarcado y el machismo.
BIBLIOGRAFÍA:
ANDREU, A. G., “Literatura popular española
fascista: discurso de la nación”, en Actas
del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Madrid 6-11 de
julio de 1998, vol. 4, 2000. Disponible en: http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/13/aih_13_4_005.pdf
(fecha de consulta: 17/05/17)
CAAMAÑO ALEGRE, B., "«La vida sonríe a quien le
sonríe»: Cristina Guzmán como modelo de feminidad falangista”, en Bulletin of Spanish Studies: Hispanic
Studies and Research on Spain, Portugal and Latin America, Vol. 85, nº 4,
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(fecha de consulta: 17/05/17)
DE ICAZA, C., Cristina
Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991.
FRAGERO GUERRA, C., “Auxilio Social en "La casa
de enfrente" (1960) de Carmen de Icaza”, Tejuelo: Didáctica de la Lengua y la Literatura. Educación, nº. 20,
2014. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5302038.pdf (fecha de consulta: 17/05/17)
LABANYI, L., “La apropiación estratégica de la
entrega femenina: identificaciones transgenéricas en la obra de algunas
militantes falangistas femeninas”, en IC
Revista Científica de Información y Comunicación, nº. 6, 2009. Disponible
en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3641958&orden=293839&info=link
(fecha de consulta: 17/05/17)
MONTEJO GURRUCHAGA, L., “Discurso de autora: género y
censura en la narrativa española de postguerra”, en Voz y letra: Revista de literatura, vol. 17, nº 2, 2006.
MONTOJO, P., “Introducción”, en DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas,
Madrid: Castalia, 1991, pág. 7-34.
NÚÑEZ PUENTE, S., “Novela rosa y cultura popular:
Carmen de Icaza y Concha Linares Becerra”, en Sincronía, nº. 1, 2007. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2492462&orden=143754&info=link
(fecha de consulta: 17/05/17)
RODRÍGUEZ CACHO, L., Manual de historia de
la literatura española, Madrid: Castalia, 2009.
SERVÉN DÍEZ,
M. C., “Mujeres y prensa: la página femenina de El Sol (1917-1936)”, en I
Congreso Internacional de Comunicación y Género. Libro de Actas, Facultad
de Comunicación, Universidad de Sevilla, 2012. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5379587&orden=1&info=link
(fecha de consulta: 17/05/17)
[1] MONTOJO, P., “Introducción”, en
DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora
de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 13.
[2] Su segunda, en
realidad, ya que con dieciséis años había escrito la novela rosa La boda del
duque Kurt, que sería publicada como folletín en El Sol mientras trabajó allí..
[3] Citado a través de MONTOJO, P.,
“Introducción”, en DE ICAZA, C., Cristina
Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 15.
[4] Íbid, pág. 19.
[5] Íbid, pág 20.
[6] MONTEJO GURRUCHAGA, L., “Discurso
de autora: género y censura en la narrativa española de postguerra”, en Voz y letra: Revista de literatura, vol.
17, nº 2, 2006.
[7] Citado a través
de MONTEJO GURRUCHAGA, L., “Discurso de autora: género y censura en la
narrativa española de postguerra”, en Voz
y letra: Revista de literatura, vol. 17, nº 2, 2006.
[8] ANDREU, A. G., “Literatura
popular española fascista: discurso de la nación”, en Actas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas,
Madrid 6-11 de julio de 1998, vol. 4, 2000, pág. 46.
[9] MONTOJO, P., “Introducción”, en
DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora
de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 14.
[10] CAAMAÑO ALEGRE,
B., "«La vida sonríe a quien le sonríe»: Cristina Guzmán como modelo de
feminidad falangista”, en Bulletin of
Spanish Studies: Hispanic Studies and Research on Spain, Portugal and Latin
America, Vol. 85, nº 4, 2008, pág. 425.
[11] Citado a través
de CAAMAÑO ALEGRE, B., "«La vida sonríe a quien le sonríe»: Cristina
Guzmán como modelo de feminidad falangista”, en Bulletin of Spanish Studies: Hispanic Studies and Research on Spain,
Portugal and Latin America, Vol. 85, nº 4, 2008, pág. 428.
[12] Íbid, 438.
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