viernes, 19 de mayo de 2017

Carmen de Icaza



En esta última entrada veremos la figura de Carmen de Icaza, en este caso una escritora de ideología conservadora y falangista.

María Carmen de Icaza y de León, VIII baronesa de Claret (1899-1979) fue hija de Francisco A. de Icaza, diplomático y poeta mexicano, y de Beatriz de León, joven granadina de una familia de bien.

La pareja se conoce en Madrid, donde se casan y tienen seis hijos: Beatriz, que muere en la infancia, Carmen, Anita, Luz, Francisco y Sonsoles (esta última, marquesa de Llanzol, formó parte de uno de los mayores cotilleos del franquismo por su relación extramatrimonial con Ramón Serrano Suñer, cuñado y mano derecha de Franco. La serie “Lo que escondían sus ojos”, de la que ya hemos hablado en clase, se centra en esta pareja).

En la casa familiar, Francisco A. de Icaza organizaba tertulias literarias, gracias a las cuales Carmen conoce desde muy pequeña a Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío o José Ortega y Gasset entre otros, lo que hará que despierte en ella el amor por las letras.

Más adelante, Francisco A. de Icaza es nombrado ministro plenipotenciario en Berlín, por lo que Carmen vive sus años de juventud en la Corte del Kaiser, donde recibe una gran educación humanística (llega a conocer cuatro lenguas modernas, griego y latín). Debido también al trabajo de su padre, la familia viaja por diversos países de Europa y América, que luego estarán presentes en las novelas de Carmen de Icaza.

Cuando su padre muere en 1925, dejando una viuda y cuatro hijos, Carmen se ve obligada a buscar un trabajo con el que mantener a la familia, ya que algunos problemas hacen que la pensión del padre no llegue desde México. Carmen se presenta ante el director de El Sol, un conocido diario progresista del momento, con la intención de que la contraten como colaboradora. El director le da una oportunidad y, a los tres meses, entra a formar parte del equipo de redacción. Carmen será la encargada de redactar la sección titulada “La mujer, el niño y el hogar”, escrita anteriormente por Isabel Oyarzábal y María Luz Morales, y donde va a hablar de moda, recetas, la educación infantil, etc.

También trabajará en otros periódicos como Ya, ABC o Blanco y Negro, todos ellos conservadores.  

A los veintinueve años se casa con su novio Pedro Montojo Sureda y, al año siguiente, nace su única hija, Paloma. La pequeña sufre una infancia llena de enfermedades que llevan a que Carmen se quede en casa dedicada exclusivamente al cuidado de su hija. En sus ratos libres, escribe su más conocida novela: Cristina Guzmán, profesora de idiomas.  

Con la llegada de la guerra, Carmen de Icaza funda en Valladolid, junto con Mercedes Sanz-Bachiller, la fundación de Auxilio Social, organización de socorro humanitario del bando de los sublevados. Su hija, Paloma, narra en el prólogo a Cristina Guzmán, profesora de idiomas que: “el recuerdo más emocionante de su vida es su entrada en Madrid a finales de marzo de 1939, al frente de los convoyes de alimentos destinados a una población famélica”[1]

Carmen forma parte también de la Asamblea Suprema de la Cruz Roja Española y es la Secretaria de la Dirección General de Propaganda. Durante estos años continúa con su labor periodística y comienza a escribir más novelas tras el rotundo éxito de su primera obra[2]. Así, escribe ¡Quién sabe...! (1939), Soñar la vida (1941), Vestida de tul (1942), El tiempo vuelve (1945), La fuente enterrada (1947), Yo, la Reina (1950), Las horas contadas (1953) y, finalmente, La casa de enfrente (1960). A partir de entonces, delicada de salud y de vista, abandona la escritura y se centra en su familia hasta su muerte en 1979.

Todas sus novelas, aunque de argumentos muy distintos, tienen algo en común, que son novelas rosas de evasión. No reflejan los horrores de la calle, sino mundos opulentos y exóticos. Sin embargo, a pesar de esta aparente hipocresía, las novelas de la autora fueron leídas en toda España con fervor. Carmen de Icaza, aunque hoy día no sea muy conocida, fue una de las autoras más populares del franquismo. En 1945, el Gremio de Libreros la nombró la novelista más leída del año, y su novela Cristina Guzmán, profesora de idiomas fue traducida a varios idiomas y llevada al cine en dos ocasiones.

Esto demuestra que gran parte del público, al parecer, estaba ávido de este tipo de literatura que le permitía olvidarse del dolor diario durante un rato a través de las aventuras magníficas que vivían las protagonistas. Y creo que es entendible que, aunque quizá a nosotros ahora nos resulte más interesante la obra comprometida de los autores republicanos, en ese momento, lo último que quisiese alguien fuese seguir viviendo las penurias del día a día a través de las páginas de los libros.

Lo que ocurre con Icaza, al igual que con muchos escritores adeptos al Régimen, es que, a pesar del éxito que consiguió entre el público de su época, la crítica posterior no siempre le ha dirigido reseñas favorables y, hoy en día, poca gente habrá leído alguna de sus novelas.  

Algo que me ha llamado mucho la atención es cómo depende el veredicto que se le da a su obra en función de quién sea el juez (como siempre ocurre con la Guerra Civil, que tiene versiones muy distintas). Su hija, Paloma Montojo, una de las mayores estudiosas de la obra de Carmen de Icaza, es quien escribe el prólogo a la edición de Castalia de Cristina Guzmán, profesora de idiomas (dedicada precisamente a Paloma). Como no podía ser de otra manera, todo son palabras buenas para hablar de la vida y obra de su madre, pero, además, tal vez sabiendo que las buenas palabras que una hija diga de su madre no valen mucho, incluye numerosas opiniones de críticos del momento que alaban el talento de Carmen de Icaza. Por ejemplo, Federico Carlos Sainz de Robles:
El indiscutible talento de Carmen de Icaza su notable vocación literaria dentro del género narrativo, la han salvado felizmente para las letras españolas, de quedar catalogada entre las incontables escritoras simplemente para grandes masas, y reclamar un lugar destacad entre las escasas novelistas dignas de quedar incorporadas al censo de los mejores novelistas de hoy.”[3]
Cristóbal de Castro escribe en el diario Madrid:
“Carmen de Icaza se doctora en Soñar la vida en las nuevas humanidades. La novela honda de análisis y ligera de amenidad, ornada de ironía y elegancia “motorizada” de interés, opulenta de feminidad, situará a Carmen de Icaza en los primeros planos de los grandes éxitos.”[4]
E incluso el propio Camilo José Cela le dedica estas ensalzadoras palabras: “Carmen de Icaza tiene un control exacto sobre los resortes del arte de novelar. Y posee un idioma fluido y oportuno, que hace de la lectura de sus páginas un verdadero placer.”[5]

Carmen Martín Gaite se une a sus partidarios y en Usos amorosos de la postguerra española (1987) y El cuarto de atrás (1978) hace referencia a Carmen de Icaza como la escritora de novela rosa más leída del momento y superior al resto en el sentido de que, en algunos momentos, dejaba ver atisbos de modernidad. Martín Gaite le critica que estos atisbos nunca llegaran a mayores, pero, aun así, afirma que a ella le encantaban las novelas rosas, en especial las de Icaza.

Los censores (obvio) se sentían encantados con estas novelas, ya que, como bien explica Lucía Montejo Gurruchaga en su artículo “Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de postguerra”:
“en la novela canónica rosa […] la mujer debía depender del hombre. Si trabajaba fuera del hogar, se debía a que no tenía otra alternativa. […] Basaba su existencia en sólidos principios morales y religiosos. Virtudes como la abnegación, la humildad, la generosidad, la honestidad, la fortaleza, difundidas al alimón por la Iglesia Católica y las instituciones franquistas, eran cualidades femeninas que auguraban un camino seguro hacia el matrimonio feliz e indisoluble, porque procuraban a la mujer la dependencia del varón, la pasividad sexual y el espíritu de sacrificio.”[6]

Es decir, que estas novelas presentaban a la mujer falangista ideal. El veredicto del censor que debía revisar Soñar la vida fue el siguiente:
“Ideología dentro de las normas del Movimiento. Novela recomendable por su excepcional mérito literario y la percepción psicológica que acusa en la autora grandes cualidades de observación además de un estilo pulcro y sobrio.”[7]

Pero los críticos y estudiosos de hoy en día suelen ser bastante más duros con la obra de Carmen de Icaza. Lina Rodríguez Cacho, por ejemplo, en su manual tan solo la nombra en una cita a pie de página como ejemplo de escritora falangista contraria a la imagen de mujer propuesta por Carmen Laforet en Nada.

Alicia G. Andreu explica al comienzo de su artículo “Literatura popular española fascista: discurso de la nación” cuál es la intención del estudio:
“Lo que intentamos hacer aquí es una exploración de la narrativa falangista de estas obras, con el fin de poner de manifiesto cómo, bajo los artificios de una literatura aparentemente frívola y moralizante, y de unas protagonistas virtuosas y felices, se esconde una retórica altamente agresiva.”[8]
Andreu analiza la novela ¡Quién sabe!, en la que la protagonista, una espía falangista, debe infiltrarse en el territorio de los enemigos, responsables de la muerte de su padre y de su hermano, para conseguir los secretos que beneficien a la España nacionalista. Andreu hace notar la crudeza con la que Icaza se refiere a “los rojos”: “banda de asesinos”, “los asesinos” con “rostros patibularios de quemadores de iglesias”; y, por otro lado, cómo ensalza la España nacionalista: “la España rebelde y mística”, “de banderas y de himnos”, “Una, Grande y Libre”.

Por lo tanto, ¿qué es cierto? ¿Que fue una mujer maravillosa que entró en Madrid en 1939 con el ansia de dar de comer a todos los niños hambrientos que encontrase a su camino, o que fue una mujer falangista que, una vez terminada la guerra, en vez de perdonar, siguió sintiendo nada más que odio por el bando vencido?   

Como ya hemos dicho, cada uno cuenta su versión. Mientras que Jo Labanyi en “La apropiación estratégica de la entrega femenina: identificaciones transgenéricas en la obra de algunas militantes falangistas femeninas” habla de cómo Icaza, mientras fue Secretaria Nacional de Auxilio Social, visitó la Alemania nazi y la Italia fascista, donde tuvo una audiencia con Mussolini, su hija Paloma en el prólogo a Cristina Guzmán… prefiere omitir estos datos y escribe simplemente:“En representación de la obra social en España toma parte en congresos mundiales en el extranjero, dando a conocer con conferencias la labor llevada a cabo por nuestro país en este terreno.”[9]

Varios estudios sobre la autora se centran precisamente en la dicotomía que parece existir en ella y en su obra. En una novela como ¡Quién sabe!, toda una exaltación al fascismo, algunos críticos han encontrado un matiz de innovación merecedor de elogio en el hecho de que la protagonista se haga pasar por hombre, como ocurre en otra novela de la autora.

Coincidiendo con Martín Gaite, algunos estudiosos han elogiado estos atisbos de mujer moderna, que no se encontraban en las novelas rosas de otras escritoras. Yo, personalmente, creo que es más lo malo que lo bueno. En mi opinión -y ni siquiera me he leído una obra suya, solo fragmentos y artículos sobre las obras, por lo que no cuenta mucho-, Icaza no escribe literatura “en mayúsculas”. Al margen de estar de acuerdo o no con la ideología que refleja, lo que ella escribe son best-sellers, y por eso nadie lee sus obras hoy, al igual que nadie leerá en 50 años los best-sellers que se escriben en la actualidad. Su mayor éxito, por ejemplo, Cristina Guzmán…, no creo que sea literatura “en mayúsculas” en el sentido de que no es un libro que le pueda “cambiar la vida” al lector, que le haga replantearse cosas, que le conmueva profundamente -como sí puede ocurrir con Memorias de la melancolía u otros libros de los autores republicanos, desde mi punto de vista-.

Veamos el argumento de la novela resumido en palabras de Beatriz Caamaño Alegre:
“Cristina Guzmán es una viuda de veintiocho años que vive con su criada Balbina y su hijo Bubi, de cuatro. Para ganarse la vida (se supone que la sirvienta sigue en su puesto por cariño y lealtad y no por dinero), la protagonista da clases particulares de idiomas a los chicos del barrio. Un día, un rico empresario americano, llamado Prynce-Valmore, le ofrece dinero a cambio de que se haga pasar por su nuera, a la cual le une un gran parecido. Fifí, la esposa disoluta y sin principios de su hijo Joe, ha abandonado al muchacho, un joven enfermizo que se encuentra al borde de la locura ante esta situación. Cristina acepta la propuesta de Prynce y se va con él a París, fingiendo ser su nuera. Cuida del hijo enfermo y se enamora del padre, que la corresponde. Fifí aparece súbitamente produciendo un impacto emocional tan fuerte en su marido que le provoca la muerte. Se revela entonces que una y otra mujer son hermanas, aunque de distinta madre, y que Cristina es una aristócrata venida a menos. Ella y Prynce se separan porque el fallecimiento de Joe hace inapropiada la relación a los ojos del millonario. No obstante, algún tiempo después, éste cambia de opinión, se presenta en la casa de su amada y le propone matrimonio en un típico final feliz.”[10]
Lo que nos narra el libro es un cuento de hadas, con su final feliz y su príncipe (Prynce) al rescate de la princesa. Una historia de enredo al más puro estilo siglo XVIII: hermanas separadas, descendencia noble desconocida… literatura de evasión. Pero lo malo es el modelo de mujer que propone. En un momento dado de la novela, Cristina reflexiona lo siguiente: “¡Feminismo! ¡No; ella no era feminista! Naturalmente había que poner a la mujer en condiciones de que supiera ganarse el pan nuestro de cada día; pero de ahí a poetizar el asunto, ¡no, y mil veces no! No era fácil la vida para una mujer sola.”[11] El mensaje es muy parecido al que difundía la Sección Femenina, de la cual Icaza era seguidora. La mujer debe abnegarse a todo, dedicarse en exclusiva a las necesidades de su marido, trabajar si era necesario, como lo era en aquel momento, pero siempre con ese sentimiento de sacrificio, inferioridad y dependencia.

La narradora en otro punto de la novela afirma lo siguiente: “¡Dios mío, haber nacido mujer..., delicada, sensible..., frágil... y tener que hacerse la fuerte..., la valiente..., la resuelta...”[12]

¿Por qué la mujer tiene que ser débil? Las mujeres liberales del momento dan muestra de que eso no es así. Mientras ellas luchaban porque los derechos que con tanto esfuerzo se habían conseguido durante la II República no se volviesen a suprimir, estas otras mujeres conservadoras parecen ser quienes más trataban de eliminarlos para volver a las viejas costumbres. Resulta triste que sean las propias mujeres las que apoyen el patriarcado y el machismo.


BIBLIOGRAFÍA:

ANDREU, A. G., “Literatura popular española fascista: discurso de la nación”, en Actas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Madrid 6-11 de julio de 1998, vol. 4, 2000. Disponible en: http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/13/aih_13_4_005.pdf (fecha de consulta: 17/05/17)
CAAMAÑO ALEGRE, B., "«La vida sonríe a quien le sonríe»: Cristina Guzmán como modelo de feminidad falangista”, en Bulletin of Spanish Studies: Hispanic Studies and Research on Spain, Portugal and Latin America, Vol. 85, nº 4, 2008. Disponible en: http://www.tandfonline.com/doi/pdf/10.1080/14753820802207903 (fecha de consulta: 17/05/17)
DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991.
FRAGERO GUERRA, C., “Auxilio Social en "La casa de enfrente" (1960) de Carmen de Icaza”, Tejuelo: Didáctica de la Lengua y la Literatura. Educación, nº. 20, 2014. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5302038.pdf  (fecha de consulta: 17/05/17)
LABANYI, L., “La apropiación estratégica de la entrega femenina: identificaciones transgenéricas en la obra de algunas militantes falangistas femeninas”, en IC Revista Científica de Información y Comunicación, nº. 6, 2009. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3641958&orden=293839&info=link (fecha de consulta: 17/05/17)
MONTEJO GURRUCHAGA, L., “Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de postguerra”, en Voz y letra: Revista de literatura, vol. 17, nº 2, 2006.
MONTOJO, P., “Introducción”, en DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 7-34.
NÚÑEZ PUENTE, S., “Novela rosa y cultura popular: Carmen de Icaza y Concha Linares Becerra”, en Sincronía, nº. 1, 2007. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2492462&orden=143754&info=link (fecha de consulta: 17/05/17)
RODRÍGUEZ CACHO, L., Manual de historia de la literatura española, Madrid: Castalia, 2009.
 SERVÉN DÍEZ, M. C., “Mujeres y prensa: la página femenina de El Sol (1917-1936)”, en I Congreso Internacional de Comunicación y Género. Libro de Actas, Facultad de Comunicación, Universidad de Sevilla, 2012. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5379587&orden=1&info=link (fecha de consulta: 17/05/17)






[1] MONTOJO, P., “Introducción”, en DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 13.
[2] Su segunda, en realidad, ya que con dieciséis años había escrito la novela rosa La boda del duque Kurt, que sería publicada como folletín en El Sol mientras trabajó allí..
[3] Citado a través de MONTOJO, P., “Introducción”, en DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 15.
[4] Íbid, pág. 19.
[5] Íbid, pág 20.
[6] MONTEJO GURRUCHAGA, L., “Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de postguerra”, en Voz y letra: Revista de literatura, vol. 17, nº 2, 2006.
[7] Citado a través de MONTEJO GURRUCHAGA, L., “Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de postguerra”, en Voz y letra: Revista de literatura, vol. 17, nº 2, 2006.
[8] ANDREU, A. G., “Literatura popular española fascista: discurso de la nación”, en Actas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Madrid 6-11 de julio de 1998, vol. 4, 2000, pág. 46.
[9] MONTOJO, P., “Introducción”, en DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 14.
[10] CAAMAÑO ALEGRE, B., "«La vida sonríe a quien le sonríe»: Cristina Guzmán como modelo de feminidad falangista”, en Bulletin of Spanish Studies: Hispanic Studies and Research on Spain, Portugal and Latin America, Vol. 85, nº 4, 2008, pág. 425.
[11] Citado a través de CAAMAÑO ALEGRE, B., "«La vida sonríe a quien le sonríe»: Cristina Guzmán como modelo de feminidad falangista”, en Bulletin of Spanish Studies: Hispanic Studies and Research on Spain, Portugal and Latin America, Vol. 85, nº 4, 2008, pág. 428.
[12] Íbid, 438.

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