En este breve
estudio de la figura y la obra de Antonio Buero Vallejo hemos podido tratar la
que es, probablemente, su obra más reconocida (Historia de una escalera), así como otro de sus éxitos: En la ardiente oscuridad. En esta
entrada, en cambio, apoyándonos en un artículo de César Besó Portalés titulado
“La señal que se espera: un fracaso
de Antonio Buero Vallejo”, ofrecemos una visión distinta que contrasta con lo
anteriormente expuesto sobre el autor. Trataremos, esta vez, la que es
considerada con diferencia su peor obra, con el fin de aportar una visión más
global de la producción del autor y de mostrar también los que han sido
considerados sus errores.
Antes de pasar a
comentar en sí la obra, haremos un breve resumen de su argumento.
Enrique ha
invitado a Luis, un compositor célebre, a pasar el verano en Galicia,
concretamente en su pazo. Luis fue el antiguo novio de Susana, la que ahora es
la mujer de Enrique, y desea averiguar si aún existe amor entre ellos. Además,
ha construido un arpa eólica porque cree que si el arpa toca por sí sola una
melodía que él ha olvidado, podrá reanudar su trabajo como compositor. En el
pazo se encuentran, a su vez, Julián (un huésped amigo de Enrique que necesita
distraerse tras el abandono de su mujer) y dos criados, Bernardo y Roseta, que
esperan que su sobrino dé señales de vida tras haber emigrado hace muchos años.
Todos ellos, salvo Enrique esperan día a día esa señal, creyendo que así se
resolverán sus problemas. Enrique, muerto de celos porque cree que aún existe
amor entre Susana y Luis, decide echar a su amigo al día siguiente. Pero esa
noche suena la melodía olvidada por Luis en el arpa y este vuelve a componer.
Julián, por su parte, recibe una carta de su esposa en la que le manifiesta su
deseo de reconciliación, y otra carta llega para los criados con la noticia de
que su sobrino ha fallecido. Todos creen que se debe a un milagro, pero ha sido
Susana la que, desesperada y habiendo pensado en el suicidio, decide tocar la
melodía que Luis le compuso cuando aún eran novios. Aunque la música fuera
tocada por Susana, y las cartas enviadas por personas, todos atribuyen esas
señales a algo sobrenatural, como si fuese una armonía misteriosa que ha
llegado en forma de música. Todos se despiden amistosamente y contentos,
habiendo encontrado una solución a sus problemas.
En el artículo
mencionado, César Besó expone su voluntad de defender los posibles aciertos de
la gran condenada obra de Buero Vallejo: La
señal que se espera, la cual según el autor del artículo merece ser
revalorizada para poder estudiar de forma acertada el universo del autor.
Por supuesto, en
él se exponen también los argumentos de la crítica por los cuales ha sido
considerada un fracaso en la producción literaria del autor. Besó señala que la
obra, estrenada en Madrid en 1952, ya había sido cubierta de críticas negativas
incluso antes de ser estrenada. Así, el propio censor de la misma la había
calificado previamente de un valor literario “insignificante” y un valor
teatral “de muy escaso interés”.
A lo largo del
artículo se remarca el hecho de que el fallo de la obra residía en el tercer
acto de la misma. Los dos primeros actos fueron muy aplaudidos en su estreno,
pero con el tercer acto el público se sintió decepcionado. No solo se
dirigieron críticas sobre el contenido, sino también sobre la estructura de la
obra, que resultaba ser muy desajustada entre los dos primeros actos -escritos
con gran habilidad, y que consiguieron acumular tensión en las situaciones
planteadas, así como alcanzar el momento de clímax en su final- y el tercero. Esto
se debía a que, a raíz de las numerosas críticas recibidas, Buero decidió
cambiar apresuradamente el final del tercer acto. Y probablemente fuese ahí
donde tuvo lugar su error.
César Besó nos
presenta entonces una muestra de la variedad de críticas que recibió La señal que se espera, y en conjunto,
podemos hacernos a la idea de qué puntos pudieron ser los causantes de este fracaso.
Algunos de los críticos citados en el artículo, como Gonzalo Torrente
Ballester, Eduardo Haro Tecglen, Gabriel García Espina o Rafael Vázquez Zamora,
coinciden esencialmente en ese mismo hecho: el tercer acto constituye un error.
Las modificaciones de Buero resultaron restarle calidad a la obra. Sumado a
esto, en contraste con los dos primeros actos, el desenlace ofrece soluciones
poco verosímiles y no termina de funcionar.
La crítica
resaltó también que la presencia del plano sobrenatural, quiso ser tan bien
explicada mediante la razón, que la obra pecaba de exceso de lógica: se anulaba
a sí misma. En este sentido, se condena también que el autor haya intentado
explicarlo absolutamente todo, introduciendo escenas inacabables con diálogos
largos, estáticos, carentes de acción, que impacientan hasta la exasperación al
espectador. Además de esto, y por si fuera poco, el profesor Iglesias Feijoo
indicaba que el autor presentaba en la obra intervenciones sobrecargadas que
impedían que se mostraran creíbles.
En el artículo,
César Besó nos plantea, a su vez, la postura de Buero ante la crítica. Se dice
que esta fue bien encajada, hasta el punto de que el propio autor reconoció
abiertamente su error en el tratamiento de la obra, así como que era su obra
menos interesante, disculpándose incluso el propio día del estreno. Con el paso
del tiempo Buero dejó de molestarse en defender su obra, repitiendo que era la
más débil que había creado.
En la segunda y
última parte del artículo, Besó nos expone en contraste con lo anterior los
juicios positivos sobre la obra en cuestión, destacando la postura de Julio
Mathías, defensor de la indiscutible calidad literaria y simbólica de la obra,
así como la de Patricia W. O’Connor, quien observa en la obra un atractivo
moderno por el tratamiento de lo esotérico.
Se pone en
relieve, a su vez, cómo la obra ha sido la única en la que Buero ha ofrecido un
final enteramente feliz. Acusado de ser siempre un amargado a quien “le dolía
el estómago”, Buero subrayó siempre con interés -como bien sabemos a raíz de
entradas anteriores-, que su objetivo siempre fue la reflexión del espectador
ante lo ofrecido, y que una catástrofe final no implicaba, como tal, un
desenlace pesimista o negativo de los hechos. Justificó su error en el
tratamiento de la comedia, aunque mantuvo que constituía un acierto el
presentar una tragedia con final feliz, algo que para él no resultaba en
absoluto paradójico.
Por último,
César Besó Portalés se centra en remarcar los que, bajo su criterio, son los auténticos
aciertos de la obra, defendiendo los motivos por los que ha de ser tenida en
cuenta por los estudiosos del teatro de Buero Vallejo. Reconoce que, pese al
tratamiento poco convincente del problema de la fe, el tema de la verdad está
muy bien trazado y resuelto, probablemente por ser, como ya sabemos, uno de los
grandes temas fundamentales de la obra general de Buero Vallejo.
Remarca, como
conclusión, que pese a ser poco apreciada en el momento de su estreno, no
resulta lógico marginar una obra que comparte con el resto el mensaje
fundamental del autor: la búsqueda de la verdad. Y añade además que, atendiendo
al desenlace excepcionalmente optimista, La
señal que se espera es la obra de Buero en la que mejor ha podido
transmitir un sentimiento o un mensaje de esperanza.
Bibliografía
utilizada:
BESÓ PORTALÉS, C. (2007) La
señal que se espera: un fracaso de Antonio Buero Vallejo. Espéculo: Revista
de Estudios Literarios, Nº 36, en: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero36/lasenal.html
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