miércoles, 10 de mayo de 2017

Comentario del artículo "La señal que se espera: un fracaso de Antonio Buero Vallejo", de César Besó Portalés


En este breve estudio de la figura y la obra de Antonio Buero Vallejo hemos podido tratar la que es, probablemente, su obra más reconocida (Historia de una escalera), así como otro de sus éxitos: En la ardiente oscuridad. En esta entrada, en cambio, apoyándonos en un artículo de César Besó Portalés titulado “La señal que se espera: un fracaso de Antonio Buero Vallejo”, ofrecemos una visión distinta que contrasta con lo anteriormente expuesto sobre el autor. Trataremos, esta vez, la que es considerada con diferencia su peor obra, con el fin de aportar una visión más global de la producción del autor y de mostrar también los que han sido considerados sus errores.


Antes de pasar a comentar en sí la obra, haremos un breve resumen de su argumento.

Enrique ha invitado a Luis, un compositor célebre, a pasar el verano en Galicia, concretamente en su pazo. Luis fue el antiguo novio de Susana, la que ahora es la mujer de Enrique, y desea averiguar si aún existe amor entre ellos. Además, ha construido un arpa eólica porque cree que si el arpa toca por sí sola una melodía que él ha olvidado, podrá reanudar su trabajo como compositor. En el pazo se encuentran, a su vez, Julián (un huésped amigo de Enrique que necesita distraerse tras el abandono de su mujer) y dos criados, Bernardo y Roseta, que esperan que su sobrino dé señales de vida tras haber emigrado hace muchos años. Todos ellos, salvo Enrique esperan día a día esa señal, creyendo que así se resolverán sus problemas. Enrique, muerto de celos porque cree que aún existe amor entre Susana y Luis, decide echar a su amigo al día siguiente. Pero esa noche suena la melodía olvidada por Luis en el arpa y este vuelve a componer. Julián, por su parte, recibe una carta de su esposa en la que le manifiesta su deseo de reconciliación, y otra carta llega para los criados con la noticia de que su sobrino ha fallecido. Todos creen que se debe a un milagro, pero ha sido Susana la que, desesperada y habiendo pensado en el suicidio, decide tocar la melodía que Luis le compuso cuando aún eran novios. Aunque la música fuera tocada por Susana, y las cartas enviadas por personas, todos atribuyen esas señales a algo sobrenatural, como si fuese una armonía misteriosa que ha llegado en forma de música. Todos se despiden amistosamente y contentos, habiendo encontrado una solución a sus problemas.


En el artículo mencionado, César Besó expone su voluntad de defender los posibles aciertos de la gran condenada obra de Buero Vallejo: La señal que se espera, la cual según el autor del artículo merece ser revalorizada para poder estudiar de forma acertada el universo del autor.
Por supuesto, en él se exponen también los argumentos de la crítica por los cuales ha sido considerada un fracaso en la producción literaria del autor. Besó señala que la obra, estrenada en Madrid en 1952, ya había sido cubierta de críticas negativas incluso antes de ser estrenada. Así, el propio censor de la misma la había calificado previamente de un valor literario “insignificante” y un valor teatral “de muy escaso interés”.
A lo largo del artículo se remarca el hecho de que el fallo de la obra residía en el tercer acto de la misma. Los dos primeros actos fueron muy aplaudidos en su estreno, pero con el tercer acto el público se sintió decepcionado. No solo se dirigieron críticas sobre el contenido, sino también sobre la estructura de la obra, que resultaba ser muy desajustada entre los dos primeros actos -escritos con gran habilidad, y que consiguieron acumular tensión en las situaciones planteadas, así como alcanzar el momento de clímax en su final- y el tercero. Esto se debía a que, a raíz de las numerosas críticas recibidas, Buero decidió cambiar apresuradamente el final del tercer acto. Y probablemente fuese ahí donde tuvo lugar su error.


César Besó nos presenta entonces una muestra de la variedad de críticas que recibió La señal que se espera, y en conjunto, podemos hacernos a la idea de qué puntos pudieron ser los causantes de este fracaso. Algunos de los críticos citados en el artículo, como Gonzalo Torrente Ballester, Eduardo Haro Tecglen, Gabriel García Espina o Rafael Vázquez Zamora, coinciden esencialmente en ese mismo hecho: el tercer acto constituye un error. Las modificaciones de Buero resultaron restarle calidad a la obra. Sumado a esto, en contraste con los dos primeros actos, el desenlace ofrece soluciones poco verosímiles y no termina de funcionar.
La crítica resaltó también que la presencia del plano sobrenatural, quiso ser tan bien explicada mediante la razón, que la obra pecaba de exceso de lógica: se anulaba a sí misma. En este sentido, se condena también que el autor haya intentado explicarlo absolutamente todo, introduciendo escenas inacabables con diálogos largos, estáticos, carentes de acción, que impacientan hasta la exasperación al espectador. Además de esto, y por si fuera poco, el profesor Iglesias Feijoo indicaba que el autor presentaba en la obra intervenciones sobrecargadas que impedían que se mostraran creíbles.

En el artículo, César Besó nos plantea, a su vez, la postura de Buero ante la crítica. Se dice que esta fue bien encajada, hasta el punto de que el propio autor reconoció abiertamente su error en el tratamiento de la obra, así como que era su obra menos interesante, disculpándose incluso el propio día del estreno. Con el paso del tiempo Buero dejó de molestarse en defender su obra, repitiendo que era la más débil que había creado.


En la segunda y última parte del artículo, Besó nos expone en contraste con lo anterior los juicios positivos sobre la obra en cuestión, destacando la postura de Julio Mathías, defensor de la indiscutible calidad literaria y simbólica de la obra, así como la de Patricia W. O’Connor, quien observa en la obra un atractivo moderno por el tratamiento de lo esotérico.
Se pone en relieve, a su vez, cómo la obra ha sido la única en la que Buero ha ofrecido un final enteramente feliz. Acusado de ser siempre un amargado a quien “le dolía el estómago”, Buero subrayó siempre con interés -como bien sabemos a raíz de entradas anteriores-, que su objetivo siempre fue la reflexión del espectador ante lo ofrecido, y que una catástrofe final no implicaba, como tal, un desenlace pesimista o negativo de los hechos. Justificó su error en el tratamiento de la comedia, aunque mantuvo que constituía un acierto el presentar una tragedia con final feliz, algo que para él no resultaba en absoluto paradójico.

Por último, César Besó Portalés se centra en remarcar los que, bajo su criterio, son los auténticos aciertos de la obra, defendiendo los motivos por los que ha de ser tenida en cuenta por los estudiosos del teatro de Buero Vallejo. Reconoce que, pese al tratamiento poco convincente del problema de la fe, el tema de la verdad está muy bien trazado y resuelto, probablemente por ser, como ya sabemos, uno de los grandes temas fundamentales de la obra general de Buero Vallejo.
Remarca, como conclusión, que pese a ser poco apreciada en el momento de su estreno, no resulta lógico marginar una obra que comparte con el resto el mensaje fundamental del autor: la búsqueda de la verdad. Y añade además que, atendiendo al desenlace excepcionalmente optimista, La señal que se espera es la obra de Buero en la que mejor ha podido transmitir un sentimiento o un mensaje de esperanza.







Bibliografía utilizada:


BESÓ PORTALÉS, C. (2007) La señal que se espera: un fracaso de Antonio Buero Vallejo. Espéculo: Revista de Estudios Literarios, Nº 36, en: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero36/lasenal.html

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