Como hemos podido observar a
través de las distintas entradas realizadas sobre la figura del dramaturgo
Antonio Buero Vallejo, se trata sin duda de una de las figuras más relevantes
del teatro español. Autor de la importantísima Historia de una escalera, Buero recurría a numerosos recursos que
conseguían hacer característico su teatro, principalmente a través de la
denuncia social y el retrato realista de la sociedad, unido a la utilización de
símbolos que permitieran hacer más estrecho el vínculo entre el espectador y
aquello que el autor buscaba ponerle de frente.
En este repaso hemos aprendido a
reconocer estos recursos, las características generales y comunes en su teatro
y aquello que se esconde detrás de algunos de los símbolos más utilizados por
el dramaturgo.
Hombre polifacético, amante de la
pintura y brillante comunicador a través del arte, Buero buscó cambiar su
sociedad llevando al escenario esa voz callada -que nunca ha de apagarse- a la
que hacemos referencia en el título de nuestro blog, y pretendió tomarla de la
realidad más pura y auténtica para que se hiciera oír, para que pudiera tener
cabida en los escenarios, y por tanto, para que pudiera seguir siendo escuchada
a través del tiempo en obras imperecederas.
Ético, sensible y “realista”, se
esforzó siempre por afrontar la realidad de cara, y por hacernos crecer con su
mensaje. Sin duda un hombre que merece la pena estudiar y comprender, no solo
por la calidad de sus obras -que aún emocionan-, sino también por la increíble
personalidad que desprendía, y que mostraba a un artista verdaderamente
auténtico y comprometido con su realidad.
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