martes, 16 de mayo de 2017

Las mujeres de los poetas III: Ernestina de Champourcín



Tras haber estudiado a María Teresa León y a Concha Méndez, nos centraremos en esta entrada en Ernestina de Champourcín. Ernestina es, junto con Josefina de la Torre, la única mujer en la Antología (en su segunda edición) de Gerardo Diego sobre la Generación del 27 como ya dije. El hecho de haber aparecido en esta famosa antología hace que esta escritora sea más conocida que las otras dos que ya hemos visto. Sin embargo, el tono místico de parte de su poesía le ha hecho recibir en ocasiones críticas negativas. A continuación, veremos brevemente su vida y obra para intentar acercarnos un poco a esta gran poeta y traductora[1] y ver si estas críticas están fundamentadas.

Ernestina Michels de Champourcin y Morán de Loredo nace en Vitoria en 1905 en el seno de una familia aristocrática, como ya nos deja entrever su nombre. Su padre,  Antonio Michels de Champourcin, barón de Champourcin, provenía de la Provenza francesa. Su madre, Ernestina Morán de Loredo Castellanos, nació en Montevideo y era hija de un militar de descendencia asturiana.

El elevado estatus familiar permite a Ernestina una educación de bastante nivel (para ser mujer en aquel momento). Es educada por institutrices francesas e inglesas, gracias a las cuales aprende desde pequeña estas dos lenguas, además del español.

Cuando Ernestina tiene diez años la familia se traslada a Madrid, donde ella estudia en el Colegio del Sagrado Corazón y cursa los estudios de Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros. Sus deseos de asistir a la universidad se ven truncados, en cambio, por las ideas de su padre, que no consideraba esto propio de una señorita.

El ambiente culto familiar y su amor por la literatura hacen que lea los grandes clásicos de la literatura universal desde muy pequeña, creciendo de la mano de Verlaine, Víctor Hugo, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Valle-Inclán o Juan Ramón Jimenez (su favorito) entre muchos otros.

Desde muy pequeña escribe poemas en francés, que luego ella misma destruye insatisfecha con su calidad. Con 21 años publica en Madrid su primer libro: En silencio (1926), y después Ahora (1928), La voz en el viento (1931) y Cántico inútil (1936), cuatro libros con los que se coloca en una posición puntera dentro del panorama poético español del momento.

Jose Angel Ascunce, estudioso de la poesía de Ernestina, ha clasificado su obra en tres etapas:
1º.- La poesía del amor humano (1905-1936)
2º.- La poesía del amor divino (1936-1974)
3º.- La poesía del amor sentido (1974-1991)

Estos cuatro primeros libros forman parte del primer periodo, que abarca hasta el comienzo de la Guerra Civil y son los años de niñez y juventud de Ernestina, años de bastante felicidad. En 1926 María de Maeztu crea el Lyceum Club Femenino, en el que se van a reunir las grandes escritoras del momento. Ernestina forma parte activa de este proyecto. Gracias a las tertulias del Lyceum conoce a los grandes intelectuales de la época, con los que traba amistad, y se ve envuelta en un ambiente intelectual de intensa actividad cultural. En 1930 conoce en el Licyum a Juan José Domenchina, poeta con quien se casará en noviembre de 1936.

En esta etapa primera predominan los poemas dedicados al amor humano, como indica su nombre. A lo largo de los cuatro libros que la componen, vemos cómo Ernestina va evolucionando en su escritura y, poco a poco, va dejando de lado el posromanticismo y el modernismo iniciales para dar paso a una poesía pura imitadora de Juan Ramón Jiménez, poeta a quien ella siempre admiró. 

Un buen ejemplo de esta etapa es el poema “Creación”, de La voz en el viento, donde se ve el tema del amor humano así como la gran calidad de la poeta desde sus comienzos. El poema está lleno de imágenes muy creativas y sensoriales y hace referencia a la rosa, elemento por el que Ernestina tiene especial predilección.   
Dibujé una rosa nueva
en el papel de tu alma.
¡Cómo temblaste al sentir
el roce de mis papeles
sobre la hoja arrugada!

Muy despacio, fríamente,
incrustando en carne viva
el punzón de una mirada,
aboceté la estructura
de mis sueños en la página
que intentabas arrancar.

¡Rosa pura, forma anclada,
en la ribera flexible,
sin contornos, de tu alma!

Con el inicio de la guerra, Ernestina se une al comité organizado por Juan Ramón y su esposa Zenobia, "Protección de Menores", en el que atendían a niños huérfanos o abandonados. Luego trabaja desinteresadamente como auxiliar de enfermera en el hospital regentado por Lola Azaña.

Como su marido, Juan José Domenchina, es secretario del gabinete diplomático de Manuel Azaña, Presidente de la República, el matrimonio se ve obligado a moverse constantemente de lugar, acompañando al gobierno. Primero se desplazan a Valencia, luego a Barcelona y de ahí a Francia cuando ya no queda más remedio que huir. Habitan unos meses en Toulouse y Paris y, finalmente, se trasladan a México invitados por Alfonso Reyes. Allí viven hasta 1972.    

El exilio fue muy traumático para Domenchina, no así para Ernestina. Ella, aventurera y amante de los viajes, tomó el destierro como uno de esos viajes que ella había imaginado durante su niñez y sólo había vivido a través de la literatura. Nuestra poeta vive esta experiencia como el primer gran acontecimiento de su vida. En sus poemas tiene palabra tristes para la situación que dejan atrás en España, pero también palabras de emoción para el nuevo mundo descubierto.

Domenchina rechaza los trabajos que le ofrecen como profesor debido a la depresión en que lo sume el exilio. Es Ernestina quien debe mantener económicamente al matrimonio, por lo que comienza a colaborar con el Fondo de Cultura Económica como traductora. La calidad de sus traducciones hace que pronto requieran su trabajo en diversas editoriales. Esta tarea como traductora la lleva a dejar de lado su vocación poética y, durante algunos años, prácticamente no escribe poemas. Este periodo de silencio poético se rompe con la publicación en 1952 de Presencia a oscuras, que abre su segunda etapa lírica: la poesía del amor divino (1936-1974).

Al amor humano le sucede ahora el amor divino. El tema religioso llena su poesía y se acerca mucho a los místicos, a los cuales admiraba. La muerte de su marido en 1959 parece acrecentar esta inquietud religiosa. En la vida terrenal se siente sola, sin embargo espiritualmente se siente acompañada por la presencia de Dios.

A este periodo, además de Presencia a oscuras, pertenecen los libros Cárcel de los sentidos (1964), Hai-Kais espirituales (1967), El nombre que me diste (1966) y Cartas cerradas (1968), publicados en México, así como Poemas del ser y del estar, publicado en Madrid el primer año de su vuelta a España, 1972.

En estos fragmentos de Presencia a oscuras comprobamos que la presencia de Dios es continua en todos estos poemas. “Exigencia de amor” comienza así:
Hazme de nieve, Señor
para los goces humanos,
de arcilla para tus manos,
de fuego para tu amor

Pero esta negación de los goces humanos no es una renuncia completa al placer, ya que, a la manera también de los místicos, Ernestina presenta un tipo de erotismo basado en el deseo de contacto con el ser divino. En el mismo poema podemos leer más adelante: “Dame ese sorbo caliente/ que fluye de tu lazada”. El final del poema deja claro la superioridad del amor divino sobre el amor humano:
Si hay que morir a la vida
para nacer a tu amor
mátame pronto, Señor
y protégeme en la vida[2]

En este fragmento de Dios en la poesía actual (antología en la que recoge poemas religiosos españoles e hispanoamericanos), Ernestina expone cuál es su concepción de la poesía y vemos, entre otras cosas, cómo, para ella, es algo muy ligado a Dios:
“Nunca he logrado pensar en la poesía como algo exclusivamente masculino o femenino. Y en igual forma me repugnan los calificativos con los que suele acompañarse esa palabra. Para mí, la poesía es poesía o no es nada. Y entonces sobran las etiquetas de “social”, “amorosa”, “religiosa”, “femenina”, etc.; creo que toda la poesía que lo es, o sea en toda la poesía auténtica, está Dios. Tiene que estar Dios, y en ella lo encontramos con frecuencia, aunque no se le nombre”[3]
Ya de vuelta en España tiene lugar la última etapa poética de Ernestina: la poesía del amor sentido (1974-1991). El volver a Madrid hace que revivan en ella sus recuerdos de la Guerra Civil. Escribe Primer exilio (1978), en el que refleja el sufrimiento de la guerra en los primeros poemas, pero también la felicidad que sigue con la llegada a México en los siguientes poemas del libro.

Todos los poemarios de esta etapa están caracterizados por la evocación del tiempo y los lugares pasados. Los volúmenes que encuadramos aquí son, junto a Primer exilio, La pared transparente (1984), Huyeron todas las islas (1988), Los encuentros frustrados (1991), Del vacío y sus dones (1993) y Presencia del pasado (1996). Los títulos ya nos dan muestra del pesimismo que va a predominar en todos los poemas.

Es ahora, y no durante el exilio en México, cuando Ernestina siente la tristeza de la soledad. México no es el verdadero exilio para ella, sino su vuelta a Madrid. De repente se encuentra con una sociedad deshumanizada e individualista ante la que se siente sola, desterrada en su propia tierra. Se siente vieja y sin encajar en ningún lado, no consigue adaptarse, por lo que se vuelve hacia su interior y se retrae en sí misma y en una poesía muy intimista.

Personalmente creo que esta es su mejor etapa y, como ocurre muchas veces, el dolor hace que surjan sus mejores versos. Transcribo a continuación algunos de los poemas de Primer exilio en los que rememora con dolor la situación que se dio en la España de la guerra civil y que ella vivió durante un tiempo. Creo que quienes desvaloran a Ernestina por esa supuesta impavidez ante la situación del momento, es porque se centran simplemente en sus poemas “místicos” y dejan de lado estos otros poemas:

1
                                              (Madrid)
La noche se desgarra
a golpes de culata.
Extrañeza de pasos irreales.
Ciudad en vela.
O tal vez es el campo
y un moscardón se obstina
contra los vidrios herméticos.
Pero el campo no existe.
Hay una fuerza oculta
empeñada en destruir
lo armonioso y lo puro.

Que nadie abra las puertas
ni las cierre tampoco.
Un gesto puede ser
fatal e irrevocable.

¡Que nadie haga nada!
¡Que nada haga nadie!


3
                                            (Motilla)
Chorreaba la noche
su humedad pegajosa
de sábanas recientes.
Un miedo desde fuera
estrujaba los cuerpos
contra la cal sobrante
de la pared sin fondo.

Era como el principio
de un fin ineludible,
la primera estación
de imprevistos viajes.
Había que seguir de frente
aun dejando
allá una retaguardia
de clamores enhiestos.

Alguien quiso reír.
Doce apretados párpados
disfrazaba de sueño
su angustia intermitente.

La mañana no tuvo
cepillos que bastaran
para limpiar las huellas
de la cal desprendida.


6
                                                 (Insomnio)
Es un ratón bohemio.
Cansado de roer
tantas flores de trapo
se ha perdido en la selva
de los cables eléctricos.

La noche no se acaba.
¿Quién se escurre en la sombra?
La plazuela no entiende
los balcones abiertos
las inquietas preguntas
los ojos aterrados
por un ratón que salta.
En las cajas redondas
roen otros ratones.
Amanece; el obús
no hizo blanco en el puerto.


10
                                                      (Barcelona)
¡Qué largo ir y volver!
¡Un fusil asustado
se dispara en el aire!

¡Esquinas de la noche,
pisadas y linternas!
¿Llegaremos al fin?
Mis pies uno tras otro
en frío automatismo.
Llegar a donde sea.
A un calor que no existe
a un refrigerio ausente
a una seguridad
que huyó de todas partes.

Hay alas en el cielo.
Un pedazo de casa
bosteza, yo sé dónde.
-La cuna abandonada
su cobertor celeste.

Allá, en un quinto piso
un ajedrez despierto
junto a una débil llama
de alcohol falsificado.


12
                                                  (La Junquera)
Carretera en huida.
¡Cómo lloran los niños
junto a ese baúl mundo
abierto en la cuneta!
Ya no hay sitio en la casa.
¿La única esta noche?

Un caballo se ha muerto
al borde del camino
y no lo han devorado
solamente las moscas.

Pronto llegará el día
con sus incertidumbres.
Hay alguien que regresa
a lo que no se sabe.
Otros siguen caminos
que nadie les señala.

Allá en la frontera
se alza una línea oscura…

Todos estos poemas pertenecen a la primera parte de Primer exilio. Cada poema hace referencia a un lugar por el que Ernestina pasó mientras que se desarrollaba la contienda. En los poemas sucesivos, relata la trayectoria hacia el exilio: Le Boulou, Toulouse, Saint Nazaire, alta mar y, finalmente, Veracruz, México. En el poema 19, la poeta describe así sus sensaciones en un mercado mexicano nada más llegar allí:
                                                    (Mercado)
Las piñas, los chayotes,
los mangos, los mameyes
enseñando un rubí
de pulpa azucarada…
tantos sabores nuevos
tanto color, trallazo
que nos hiere los ojos.

Y venimos de un largo
peregrinar sin risas
entre adustos rimeros
de ceños imborrables.
Pocas manos se atreven
a tocar el secreto
de la fruta ofrecida.

Pero todo está allí
para nosotros solos
y hay un niño que al fin
se acerca a la pirámide
dorada de los plátanos.

-Un hambre vergonzosa
huye hacia el mar vencida
por un mundo que empieza.

Creo que no podemos llegar a entender la horrible situación a la que todos estos poetas tuvieron que enfrentarse estos intelectuales (estos españoles, en general), porque no la hemos vivido. Cada uno intentó superar la guerra, el exilio, como pudo. Ernestina fue más feliz en su exilio en México de lo que lo fueron otros poetas desterrados -por ejemplo su marido-, aunque este poema parece reflejar algo que también apuntaba María Teresa León en sus memorias: el sentimiento de vergüenza al saber que ellos se habían sobrevivido, y en cambio otros habían muertos, que ellos podían comer allí, mientras en España se morían de hambre.

Desde luego el exilio no pudo haber sido fácil. Ni siquiera para Ernestina o Concha Méndez, que supieron verle el lado positivo, también tendrían momentos de tristeza al pensar en la familia y lo seres queridos que quedaban tan lejos. Ernestina parece escudarse de todas estas miserias a través de Dios. Desde pequeña la habían educado en la religiosidad y, cuando ve lo cruel que puede ser el ser humano, decide alejarse de él e intentar buscar consuelo en algo más allá y dentro de sí misma. Esta búsqueda de la introspección hemos visto en las entradas de María Alonso que es común a otros exiliados de la Generación del 27, como Salinas o Emilio Prados. No es que hagan oídos sordos a lo que está ocurriendo, sino que es tan doloroso que no pueden soportar hablar de ello, e intentan olvidarlo, retrayéndose a sí mismos. Ernestina habla del tema en sus poemas cuando se encuentra preparada para ello, cuando vuelve a España y todo vuelve a ella de nuevo, y decide expresar su dolor a través de la poesía.

María Elena Antón Remírez ha recogido fragmentos inéditos de diarios que Ernestina había escrito. En uno de estos fragmentos, la poeta dice lo siguiente:
“[…] ahora la política me deja fría: ¡cómo cambia con los años la importancia que le damos a las cosas! Si del 31 al 36 casi fui militante –siquiera de palabra–, ahora sería muy difícil alistarme salvo en los dos temas trascendentales que me quedan: Dios y la Poesía. Por fin pasó mucho tiempo y hoy mi edad roza con la de los abuelos, con la de los padres. ¿Hay puntos de contacto entre ellos y yo? Tal vez las sensaciones sean las mismas, pero ellos no vivieron como nosotros; sobre todo no conocieron esta soledad de hoy, este sentir que los jóvenes se niegan a comprender, a compartir. Cuando a alguien le interesan las cosas que cuento, me siento feliz. Pero esto ocurre pocas veces.”[4]
Lo más importante para Ernestina es la Poesía, en mayúsculas, y Dios. La Poesía como manera de comunicarse y de vivir, por lo que no puede ser cien por cien ajena a un hecho transcendental en la vida de alguien: vivir una guerra civil. Lo hemos visto en todos los poemas que transcribí arriba, pero podría poner varios más:
Todos de allí. Sí, todos.
Los muertos y los árboles
la tierra insuficiente
y que se va estirando
hasta lo inverosímil.

Todo es nuestro allá lejos
y los que ya no aguardan
la vuelta hacia su luz
saben que están aquí
aun en su allá distante.
Y nosotros con ellos
los que ahora vivimos
o queremos vivir
todos juntos un día
sin mar que nos separe.

La guerra fue un hecho transcendente en la vida de todos estos intelectuales, pero no lo fue todo. La vida y la poesía de Ernestina va más allá. Es el reflejo de toda una vida llena de reflexiones, inquietudes, sentimientos, y recuerdos. Es una poesía compleja, en el sentido de que trata muchos temas (la juventud, el amor, Dios, la guerra, la vejez, la soledad…), con clara influencia de Juan Ramón Jiménez y los místicos, llena de misterio y, desde luego, de calidad.
Yo creo que morir
es estar es estarse
por fin en lo absoluto
en lo definitivo.
Sorpresa de lo eterno
de lo que ya no cambia
y que es sin embargo
cada vez diferente.

Y en ese estar están
lo humano y lo divino.
Todo lo que se toca
todo lo que se siente
y esos brotes de luz
deslumbrantes, escasos,
que arrebatan la vida
y nos la dan de nuevo.

Morir es una rosa
que se nos da en balde
un perfume cuajado
en amor para siempre.
                                                             (Primer exilio)


BIBLIOGRAFÍA:

ANTÓN-RÉMIREZ, M. E., “Diarios y memorias de Ernestina de Champourcín: algonos fragmentos inéditos”, en RILCE: Revista de filología hispánica, vol. 24, nº 2, 2008. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2579089&orden=390379&info=link (fecha de consulta: 16/05/17)
CHECA, E., “Ernestina de Champourcín, desdibujada entre los equívocos linderos de la Generación del 27”, en A distancia, nº 1, 1997. Disponible en: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero9/e_champ2.html (fecha de consulta: 16/05/17)
DE CHAMPOURCÍN, E., Primer exilio, Madrid: Rialp, 1978.
GARCÍA VILLALVA, C., “Las mujeres de la Vanguardia española, base del papel femenino en la modernidad”, en Espéculo: Revista de Estudios Literarios, nº. 47, 2011. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3699970&orden=306233&info=link (fecha de consulta: 16/05/17)
GONZÁLEZ-ALLENDE, I., “El exilio como viaje y destino final en la poesía de evocación y deseo de Ernestina de Champourcin”, en Sancho el sabio: Revista de cultura e investigación vasca, nº 20, 2004. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/897700.pdf (fecha de consulta: 16/05/17)
RODRÍGUEZ CACHO, L., Manual de historia de la literatura española, Madrid: Castalia, 2009.
MARIATERESA DURANTE, L., “Poesía y crítica en Ernestina de Champourcin”, en Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, tomo 16, 2008. Disponible en: http://raex.es/boletines/b_raex_tomo_XVI.pdf.pdf  (fecha de consulta: 16/05/17)
MARTÍNEZ CALVO, M. C., “Negación e identidad en Presencia a Oscuras, de Ernestina de Champourcin”, en Álabe: Revista de Investigación sobre Lectura y Escritura, nº. 12, 2015. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5299122.pdf (fecha de consulta: 16/05/17)


WEBGRAFÍA:

Ernestina de Champourcín, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/poetas-del-novecientos-entre-el-modernismo-y-la-vanguardia-antologiatomo-ii-de-guillermo-de-torre-a-ramon-gaya--0/html/000de8d0-82b2-11df-acc7-002185ce6064_14.html (fecha de consulta: 16/05/17)
ASCUNCE ARRIETA, J. A., “Ernestina de Champourcin: la autenticidad hecha poesía”, en: Euskonews y Media. Disponible en: http://www.euskonews.com/0038zbk/gaia3804es.html (fecha de consulta: 16/05/17)



[1] Aunque se la recuerda sobre todo como poeta, su labor como traductora también fue muy importante.
[2] Citado a través de MARTÍNEZ CALVO, M. C., “Negación e identidad en Presencia a Oscuras, de Ernestina de Champourcin”, en Álabe: Revista de Investigación sobre Lectura y Escritura, nº. 12, 2015, pág. 6.
[3] Íbid, pág. 3.
[4] Citado a través de ANTÓN-RÉMIREZ, M. E., “Diarios y memorias de Ernestina de Champourcín: algonos fragmentos inéditos”, en RILCE: Revista de filología hispánica, vol. 24, nº 2, 2008. 

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