Tras
haber estudiado a María Teresa León y a Concha Méndez, nos centraremos en esta
entrada en Ernestina de Champourcín. Ernestina es, junto con Josefina de la
Torre, la única mujer en la Antología
(en su segunda edición) de Gerardo Diego sobre la Generación del 27 como ya dije.
El hecho de haber aparecido en esta famosa antología hace que esta escritora
sea más conocida que las otras dos que ya hemos visto. Sin embargo, el tono
místico de parte de su poesía le ha hecho recibir en ocasiones críticas
negativas. A continuación, veremos brevemente su vida y obra para intentar
acercarnos un poco a esta gran poeta y traductora[1] y
ver si estas críticas están fundamentadas.
Ernestina
Michels de Champourcin y Morán de Loredo nace en Vitoria en 1905 en el seno de
una familia aristocrática, como ya nos deja entrever su nombre. Su padre, Antonio
Michels de Champourcin, barón de Champourcin, provenía de la Provenza francesa.
Su madre, Ernestina Morán de Loredo Castellanos, nació en Montevideo y era hija
de un militar de descendencia asturiana.
El
elevado estatus familiar permite a Ernestina una educación de bastante nivel
(para ser mujer en aquel momento). Es educada por institutrices francesas e
inglesas, gracias a las cuales aprende desde pequeña estas dos lenguas, además
del español.
Cuando
Ernestina tiene diez años la familia se traslada a Madrid, donde ella estudia en
el Colegio del Sagrado Corazón y cursa los estudios de Bachillerato en el
Instituto Cardenal Cisneros. Sus deseos de asistir a la universidad se ven truncados,
en cambio, por las ideas de su padre, que no consideraba esto propio de una
señorita.
El
ambiente culto familiar y su amor por la literatura hacen que lea los grandes
clásicos de la literatura universal desde muy pequeña, creciendo de la mano de
Verlaine, Víctor Hugo, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Valle-Inclán
o Juan Ramón Jimenez (su favorito) entre muchos otros.
Desde
muy pequeña escribe poemas en francés, que luego ella misma destruye insatisfecha
con su calidad. Con 21 años publica en Madrid su primer libro: En silencio (1926), y después Ahora (1928), La voz en el viento (1931) y Cántico inútil (1936), cuatro libros con los que se coloca en una
posición puntera dentro del panorama poético español del momento.
Jose
Angel Ascunce, estudioso de la poesía de Ernestina, ha clasificado su obra en tres
etapas:
1º.-
La poesía del amor humano (1905-1936)
2º.-
La poesía del amor divino (1936-1974)
3º.-
La poesía del amor sentido (1974-1991)
Estos
cuatro primeros libros forman parte del primer periodo, que abarca hasta el
comienzo de la Guerra Civil y son los años de niñez y juventud de Ernestina, años
de bastante felicidad. En 1926 María de Maeztu crea el Lyceum Club Femenino, en
el que se van a reunir las grandes escritoras del momento. Ernestina forma
parte activa de este proyecto. Gracias a las tertulias del Lyceum conoce a los
grandes intelectuales de la época, con los que traba amistad, y se ve envuelta
en un ambiente intelectual de intensa actividad cultural. En 1930 conoce en el
Licyum a Juan José Domenchina, poeta con quien se casará en noviembre de 1936.
En
esta etapa primera predominan los poemas dedicados al amor humano, como indica
su nombre. A lo largo de los cuatro libros que la componen, vemos cómo
Ernestina va evolucionando en su escritura y, poco a poco, va dejando de lado
el posromanticismo y el modernismo iniciales para dar paso a una poesía pura
imitadora de Juan Ramón Jiménez, poeta a quien ella siempre admiró.
Un
buen ejemplo de esta etapa es el poema “Creación”, de La voz en el viento, donde se ve el tema del amor humano así como
la gran calidad de la poeta desde sus comienzos. El poema está lleno de
imágenes muy creativas y sensoriales y hace referencia a la rosa, elemento por
el que Ernestina tiene especial predilección.
Dibujé
una rosa nueva
en
el papel de tu alma.
¡Cómo
temblaste al sentir
el
roce de mis papeles
sobre
la hoja arrugada!
Muy
despacio, fríamente,
incrustando
en carne viva
el
punzón de una mirada,
aboceté
la estructura
de
mis sueños en la página
que
intentabas arrancar.
¡Rosa
pura, forma anclada,
en
la ribera flexible,
sin
contornos, de tu alma!
Con
el inicio de la guerra, Ernestina se une al comité organizado por Juan Ramón y
su esposa Zenobia, "Protección de Menores", en el que atendían a
niños huérfanos o abandonados. Luego trabaja desinteresadamente como auxiliar
de enfermera en el hospital regentado por Lola Azaña.
Como
su marido, Juan José Domenchina, es secretario del gabinete diplomático de
Manuel Azaña, Presidente de la República, el matrimonio se ve obligado a
moverse constantemente de lugar, acompañando al gobierno. Primero se desplazan
a Valencia, luego a Barcelona y de ahí a Francia cuando ya no queda más remedio
que huir. Habitan unos meses en Toulouse y Paris y, finalmente, se trasladan a
México invitados por Alfonso Reyes. Allí viven hasta 1972.
El
exilio fue muy traumático para Domenchina, no así para Ernestina. Ella,
aventurera y amante de los viajes, tomó el destierro como uno de esos viajes
que ella había imaginado durante su niñez y sólo había vivido a través de la
literatura. Nuestra poeta vive esta experiencia como el primer gran acontecimiento
de su vida. En sus poemas tiene palabra tristes para la situación que dejan
atrás en España, pero también palabras de emoción para el nuevo mundo
descubierto.
Domenchina
rechaza los trabajos que le ofrecen como profesor debido a la depresión en que
lo sume el exilio. Es Ernestina quien debe mantener económicamente al
matrimonio, por lo que comienza a colaborar con el Fondo de Cultura Económica como
traductora. La calidad de sus traducciones hace que pronto requieran su trabajo
en diversas editoriales. Esta tarea como traductora la lleva a dejar de lado su
vocación poética y, durante algunos años, prácticamente no escribe poemas. Este
periodo de silencio poético se rompe con la publicación en 1952 de Presencia a oscuras, que abre su segunda
etapa lírica: la poesía del amor divino (1936-1974).
Al
amor humano le sucede ahora el amor divino. El tema religioso llena su poesía y
se acerca mucho a los místicos, a los cuales admiraba. La muerte de su marido
en 1959 parece acrecentar esta inquietud religiosa. En la vida terrenal se
siente sola, sin embargo espiritualmente se siente acompañada por la presencia
de Dios.
A
este periodo, además de Presencia a
oscuras, pertenecen los libros Cárcel
de los sentidos (1964), Hai-Kais
espirituales (1967), El nombre que me
diste (1966) y Cartas cerradas (1968),
publicados en México, así como Poemas del
ser y del estar, publicado en Madrid el primer año de su vuelta a España,
1972.
En
estos fragmentos de Presencia a oscuras
comprobamos que la presencia de Dios es continua en todos estos poemas. “Exigencia
de amor” comienza así:
Hazme
de nieve, Señor
para
los goces humanos,
de
arcilla para tus manos,
de
fuego para tu amor
Pero
esta negación de los goces humanos no es una renuncia completa al placer, ya
que, a la manera también de los místicos, Ernestina presenta un tipo de
erotismo basado en el deseo de contacto con el ser divino. En el mismo poema
podemos leer más adelante: “Dame ese sorbo caliente/ que fluye de tu lazada”. El
final del poema deja claro la superioridad del amor divino sobre el amor
humano:
Si
hay que morir a la vida
para
nacer a tu amor
mátame
pronto, Señor
y
protégeme en la vida[2]
En
este fragmento de Dios en la poesía
actual (antología en la que recoge poemas religiosos españoles e
hispanoamericanos), Ernestina expone cuál es su concepción de la poesía y vemos,
entre otras cosas, cómo, para ella, es algo muy ligado a Dios:
“Nunca
he logrado pensar en la poesía como algo exclusivamente masculino o femenino. Y
en igual forma me repugnan los calificativos con los que suele acompañarse esa
palabra. Para mí, la poesía es poesía o no es nada. Y entonces sobran las
etiquetas de “social”, “amorosa”, “religiosa”, “femenina”, etc.; creo que toda
la poesía que lo es, o sea en toda la poesía auténtica, está Dios. Tiene que
estar Dios, y en ella lo encontramos con frecuencia, aunque no se le nombre”[3]
Ya
de vuelta en España tiene lugar la última etapa poética de Ernestina: la poesía
del amor sentido (1974-1991). El volver a Madrid hace que revivan en ella sus
recuerdos de la Guerra Civil. Escribe Primer
exilio (1978), en el que refleja el sufrimiento de la guerra en los
primeros poemas, pero también la felicidad que sigue con la llegada a México en
los siguientes poemas del libro.
Todos
los poemarios de esta etapa están caracterizados por la evocación del tiempo y
los lugares pasados. Los volúmenes que encuadramos aquí son, junto a Primer exilio, La pared transparente (1984), Huyeron
todas las islas (1988), Los
encuentros frustrados (1991), Del
vacío y sus dones (1993) y Presencia
del pasado (1996). Los títulos ya nos dan muestra del pesimismo que va a
predominar en todos los poemas.
Es
ahora, y no durante el exilio en México, cuando Ernestina siente la tristeza de
la soledad. México no es el verdadero exilio para ella, sino su vuelta a
Madrid. De repente se encuentra con una sociedad deshumanizada e individualista
ante la que se siente sola, desterrada en su propia tierra. Se siente vieja y
sin encajar en ningún lado, no consigue adaptarse, por lo que se vuelve hacia
su interior y se retrae en sí misma y en una poesía muy intimista.
Personalmente
creo que esta es su mejor etapa y, como ocurre muchas veces, el dolor hace que
surjan sus mejores versos. Transcribo a continuación algunos de los poemas de Primer exilio en los que rememora con dolor
la situación que se dio en la España de la guerra civil y que ella vivió
durante un tiempo. Creo que quienes desvaloran a Ernestina por esa supuesta impavidez
ante la situación del momento, es porque se centran simplemente en sus poemas “místicos”
y dejan de lado estos otros poemas:
1
(Madrid)
La
noche se desgarra
a
golpes de culata.
Extrañeza
de pasos irreales.
Ciudad
en vela.
O
tal vez es el campo
y
un moscardón se obstina
contra
los vidrios herméticos.
Pero
el campo no existe.
Hay
una fuerza oculta
empeñada
en destruir
lo
armonioso y lo puro.
Que
nadie abra las puertas
ni
las cierre tampoco.
Un
gesto puede ser
fatal
e irrevocable.
¡Que
nadie haga nada!
¡Que
nada haga nadie!
3
(Motilla)
Chorreaba
la noche
su
humedad pegajosa
de
sábanas recientes.
Un
miedo desde fuera
estrujaba
los cuerpos
contra
la cal sobrante
de
la pared sin fondo.
Era
como el principio
de
un fin ineludible,
la
primera estación
de
imprevistos viajes.
Había
que seguir de frente
aun
dejando
allá
una retaguardia
de
clamores enhiestos.
Alguien
quiso reír.
Doce
apretados párpados
disfrazaba
de sueño
su
angustia intermitente.
La
mañana no tuvo
cepillos
que bastaran
para
limpiar las huellas
de
la cal desprendida.
6
(Insomnio)
Es
un ratón bohemio.
Cansado
de roer
tantas
flores de trapo
se
ha perdido en la selva
de
los cables eléctricos.
La
noche no se acaba.
¿Quién
se escurre en la sombra?
La
plazuela no entiende
los
balcones abiertos
las
inquietas preguntas
los
ojos aterrados
por
un ratón que salta.
En
las cajas redondas
roen
otros ratones.
Amanece;
el obús
no
hizo blanco en el puerto.
10
(Barcelona)
¡Qué
largo ir y volver!
¡Un
fusil asustado
se
dispara en el aire!
¡Esquinas
de la noche,
pisadas
y linternas!
¿Llegaremos
al fin?
Mis
pies uno tras otro
en
frío automatismo.
Llegar
a donde sea.
A
un calor que no existe
a
un refrigerio ausente
a
una seguridad
que
huyó de todas partes.
Hay
alas en el cielo.
Un
pedazo de casa
bosteza,
yo sé dónde.
-La
cuna abandonada
su
cobertor celeste.
Allá,
en un quinto piso
un
ajedrez despierto
junto
a una débil llama
de
alcohol falsificado.
12
(La
Junquera)
Carretera
en huida.
¡Cómo
lloran los niños
junto
a ese baúl mundo
abierto
en la cuneta!
Ya
no hay sitio en la casa.
¿La
única esta noche?
Un
caballo se ha muerto
al
borde del camino
y
no lo han devorado
solamente
las moscas.
Pronto
llegará el día
con
sus incertidumbres.
Hay
alguien que regresa
a
lo que no se sabe.
Otros
siguen caminos
que
nadie les señala.
Allá
en la frontera
se
alza una línea oscura…
Todos
estos poemas pertenecen a la primera parte de Primer exilio. Cada poema hace referencia a un lugar por el que
Ernestina pasó mientras que se desarrollaba la contienda. En los poemas sucesivos,
relata la trayectoria hacia el exilio: Le Boulou, Toulouse, Saint Nazaire, alta
mar y, finalmente, Veracruz, México. En el poema 19, la poeta describe así sus
sensaciones en un mercado mexicano nada más llegar allí:
(Mercado)
Las
piñas, los chayotes,
los
mangos, los mameyes
enseñando
un rubí
de
pulpa azucarada…
tantos
sabores nuevos
tanto
color, trallazo
que
nos hiere los ojos.
Y
venimos de un largo
peregrinar
sin risas
entre
adustos rimeros
de
ceños imborrables.
Pocas
manos se atreven
a
tocar el secreto
de
la fruta ofrecida.
Pero
todo está allí
para
nosotros solos
y
hay un niño que al fin
se
acerca a la pirámide
dorada
de los plátanos.
-Un
hambre vergonzosa
huye
hacia el mar vencida
por
un mundo que empieza.
Creo
que no podemos llegar a entender la horrible situación a la que todos estos
poetas tuvieron que enfrentarse estos intelectuales (estos españoles, en general),
porque no la hemos vivido. Cada uno intentó superar la guerra, el exilio, como
pudo. Ernestina fue más feliz en su exilio en México de lo que lo fueron otros
poetas desterrados -por ejemplo su marido-, aunque este poema parece reflejar
algo que también apuntaba María Teresa León en sus memorias: el sentimiento de vergüenza
al saber que ellos se habían sobrevivido, y en cambio otros habían muertos, que
ellos podían comer allí, mientras en España se morían de hambre.
Desde
luego el exilio no pudo haber sido fácil. Ni siquiera para Ernestina o Concha
Méndez, que supieron verle el lado positivo, también tendrían momentos de
tristeza al pensar en la familia y lo seres queridos que quedaban tan lejos.
Ernestina parece escudarse de todas estas miserias a través de Dios. Desde
pequeña la habían educado en la religiosidad y, cuando ve lo cruel que puede
ser el ser humano, decide alejarse de él e intentar buscar consuelo en algo más
allá y dentro de sí misma. Esta búsqueda de la introspección hemos visto en las
entradas de María Alonso que es común a otros exiliados de la Generación del
27, como Salinas o Emilio Prados. No es que hagan oídos sordos a lo que está
ocurriendo, sino que es tan doloroso que no pueden soportar hablar de ello, e
intentan olvidarlo, retrayéndose a sí mismos. Ernestina habla del tema en sus
poemas cuando se encuentra preparada para ello, cuando vuelve a España y todo
vuelve a ella de nuevo, y decide expresar su dolor a través de la poesía.
María Elena Antón
Remírez ha recogido fragmentos inéditos de diarios que Ernestina había escrito.
En uno de estos fragmentos, la poeta dice lo siguiente:
“[…]
ahora la política me deja fría: ¡cómo cambia con los años la importancia que le
damos a las cosas! Si del 31 al 36 casi fui militante –siquiera de palabra–,
ahora sería muy difícil alistarme salvo en los dos temas trascendentales que me
quedan: Dios y la Poesía. Por fin pasó mucho tiempo y hoy mi edad roza con la
de los abuelos, con la de los padres. ¿Hay puntos de contacto entre ellos y yo?
Tal vez las sensaciones sean las mismas, pero ellos no vivieron como nosotros;
sobre todo no conocieron esta soledad de hoy, este sentir que los jóvenes se
niegan a comprender, a compartir. Cuando a alguien le interesan las cosas que
cuento, me siento feliz. Pero esto ocurre pocas veces.”[4]
Lo
más importante para Ernestina es la Poesía, en mayúsculas, y Dios. La Poesía
como manera de comunicarse y de vivir, por lo que no puede ser cien por cien
ajena a un hecho transcendental en la vida de alguien: vivir una guerra civil.
Lo hemos visto en todos los poemas que transcribí arriba, pero podría poner
varios más:
Todos
de allí. Sí, todos.
Los
muertos y los árboles
la
tierra insuficiente
y
que se va estirando
hasta
lo inverosímil.
Todo
es nuestro allá lejos
y
los que ya no aguardan
la
vuelta hacia su luz
saben
que están aquí
aun
en su allá distante.
Y
nosotros con ellos
los
que ahora vivimos
o
queremos vivir
todos
juntos un día
sin
mar que nos separe.
La
guerra fue un hecho transcendente en la vida de todos estos intelectuales, pero
no lo fue todo. La vida y la poesía de Ernestina va más allá. Es el reflejo de
toda una vida llena de reflexiones, inquietudes, sentimientos, y recuerdos. Es
una poesía compleja, en el sentido de que trata muchos temas (la juventud, el
amor, Dios, la guerra, la vejez, la soledad…), con clara influencia de Juan
Ramón Jiménez y los místicos, llena de misterio y, desde luego, de calidad.
Yo
creo que morir
es
estar es estarse
por
fin en lo absoluto
en
lo definitivo.
Sorpresa
de lo eterno
de
lo que ya no cambia
y
que es sin embargo
cada
vez diferente.
Y
en ese estar están
lo
humano y lo divino.
Todo
lo que se toca
todo
lo que se siente
y
esos brotes de luz
deslumbrantes,
escasos,
que
arrebatan la vida
y
nos la dan de nuevo.
Morir
es una rosa
que
se nos da en balde
un
perfume cuajado
en
amor para siempre.
(Primer
exilio)
BIBLIOGRAFÍA:
ANTÓN-RÉMIREZ, M. E., “Diarios y memorias de
Ernestina de Champourcín: algonos fragmentos inéditos”, en RILCE: Revista de filología hispánica, vol. 24, nº 2, 2008.
Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2579089&orden=390379&info=link
(fecha de consulta: 16/05/17)
CHECA, E., “Ernestina de Champourcín, desdibujada
entre los equívocos linderos de la Generación del 27”, en A distancia, nº 1, 1997. Disponible en: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero9/e_champ2.html
(fecha de consulta: 16/05/17)
DE CHAMPOURCÍN, E., Primer exilio, Madrid: Rialp, 1978.
GARCÍA VILLALVA, C., “Las mujeres de la Vanguardia
española, base del papel femenino en la modernidad”, en Espéculo: Revista de Estudios Literarios, nº. 47, 2011. Disponible
en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3699970&orden=306233&info=link
(fecha de consulta: 16/05/17)
GONZÁLEZ-ALLENDE, I., “El exilio como viaje y
destino final en la poesía de evocación y deseo de Ernestina de Champourcin”,
en Sancho el sabio: Revista de cultura e
investigación vasca, nº 20, 2004. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/897700.pdf
(fecha de consulta: 16/05/17)
RODRÍGUEZ CACHO, L., Manual de historia de
la literatura española, Madrid: Castalia, 2009.
MARIATERESA DURANTE, L., “Poesía y crítica en
Ernestina de Champourcin”, en Boletín de
la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, tomo 16, 2008.
Disponible en: http://raex.es/boletines/b_raex_tomo_XVI.pdf.pdf (fecha de consulta: 16/05/17)
MARTÍNEZ CALVO, M. C., “Negación e identidad en Presencia a Oscuras, de Ernestina de
Champourcin”, en Álabe: Revista de
Investigación sobre Lectura y Escritura, nº. 12, 2015. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5299122.pdf
(fecha de consulta: 16/05/17)
WEBGRAFÍA:
Ernestina de Champourcín, en Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/poetas-del-novecientos-entre-el-modernismo-y-la-vanguardia-antologiatomo-ii-de-guillermo-de-torre-a-ramon-gaya--0/html/000de8d0-82b2-11df-acc7-002185ce6064_14.html
(fecha de consulta: 16/05/17)
ASCUNCE ARRIETA, J. A., “Ernestina de Champourcin:
la autenticidad hecha poesía”, en: Euskonews
y Media. Disponible en: http://www.euskonews.com/0038zbk/gaia3804es.html
(fecha de consulta: 16/05/17)
[1] Aunque se la
recuerda sobre todo como poeta, su labor como traductora también fue muy
importante.
[2] Citado a través
de MARTÍNEZ CALVO, M. C., “Negación e identidad en Presencia a Oscuras, de Ernestina de Champourcin”, en Álabe: Revista de Investigación sobre
Lectura y Escritura, nº. 12, 2015, pág. 6.
[3] Íbid, pág. 3.
[4] Citado a
través de ANTÓN-RÉMIREZ, M. E., “Diarios y memorias de
Ernestina de Champourcín: algonos fragmentos inéditos”, en RILCE: Revista de filología hispánica, vol. 24, nº 2, 2008.
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