viernes, 19 de mayo de 2017

CIERRE DEL BLOG

TAL Y COMO SE INDICÓ EN LAS CLASES DURANTE ESTE SEMESTRE EN EL DESARROLLO DE LA ASIGNATURA, EL TRABAJO QUEDA CERRADO EN ESTE MOMENTO Y NADA QUE SE PUBLIQUE TRAS ESTA ENTRADA SERÁ VALORADO

Conclusión: mujeres liberales frente a mujeres conservadoras

"He visto con mis propios ojos el poder de los ideales. He visto a gente matar por ellos y morir por defenderlos.”
V de Vendetta


Si empiezo mi entrada final con esta cita, es porque el tema que todos hemos tratado en nuestras entradas ha sido la literatura de la postguerra y, obviamente, esta literatura va a estar marcada por unos ideales que han llevado al país a una guerra en la que mucha gente ha matado y ha muerto.

La guerra termina, pero la muerte continúa, también por los ideales. El exilio, las persecuciones, el odio… Esto fue lo que se vivió desde 1939 hasta los años 50 por lo menos.

En el caso de las mujeres, que ha sido el tema en el que me he centrado, fue peor. Los hombres se enfrentaron al horror de una guerra y de sus consecuencias, que no es poco; las mujeres (liberales) se enfrentaron a esto y al hecho de que otras mujeres (conservadoras) quisiesen quitarles su derechos vitales, obvios, inherentes, que hasta hace poco les habían estado vetados pero que habían conquistado en los años anteriores a la guerra.

Me había propuesto ser lo más imparcial posible, pero no puedo evitar el rechazo que me provocan mujeres como Pilar Primo de Rivera (paradigma a seguir por las mujeres conservadoras de la época) que denostan al sexo femenino y adoctrinan a las niñas para una vida de abnegación al hombre y al franquismo, como vimos en las imágenes del manual del Servicio Social.   

En cambio, las cinco mujeres liberales que he tenido tiempo de estudiar: María Zambrano, María Teresa León, Concha Méndez, Ernestina de Champourcín y Ángela Figuera Aymerich, han sido un gran descubrimiento. Me ha dolido el casi no conocerlas antes, el pensar que, en los libros con los que estudiábamos en la ESO o Bachillerato, se las nombra a algunas y a otras ni eso. Al menos, ya lo hemos comentado en clase, queda la esperanza de que en el futuro no sea así, puesto que que en los últimos años cada vez hay más estudios sobre ellas.

En sus escritos, estas mujeres, de una manera u otra, denuncian lo que está pasando. Todas lucharon por un futuro mejor, a través de la palabra -y de los hechos muchas veces-. Sus textos y sus vidas me han emocionado y me han inspirado.

Lucharon incluso sabiendo que ponían en peligro su vida. No se callaron, porque creían en lo que estaban defendiendo. Fueron vencidas pero no convencidas. Prefirieron usar la inteligencia y la palabra antes que las armas y demostraron, citando de nuevo V de Vendetta, que “los ideales son a prueba de balas”.

Carmen de Icaza



En esta última entrada veremos la figura de Carmen de Icaza, en este caso una escritora de ideología conservadora y falangista.

María Carmen de Icaza y de León, VIII baronesa de Claret (1899-1979) fue hija de Francisco A. de Icaza, diplomático y poeta mexicano, y de Beatriz de León, joven granadina de una familia de bien.

La pareja se conoce en Madrid, donde se casan y tienen seis hijos: Beatriz, que muere en la infancia, Carmen, Anita, Luz, Francisco y Sonsoles (esta última, marquesa de Llanzol, formó parte de uno de los mayores cotilleos del franquismo por su relación extramatrimonial con Ramón Serrano Suñer, cuñado y mano derecha de Franco. La serie “Lo que escondían sus ojos”, de la que ya hemos hablado en clase, se centra en esta pareja).

En la casa familiar, Francisco A. de Icaza organizaba tertulias literarias, gracias a las cuales Carmen conoce desde muy pequeña a Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío o José Ortega y Gasset entre otros, lo que hará que despierte en ella el amor por las letras.

Más adelante, Francisco A. de Icaza es nombrado ministro plenipotenciario en Berlín, por lo que Carmen vive sus años de juventud en la Corte del Kaiser, donde recibe una gran educación humanística (llega a conocer cuatro lenguas modernas, griego y latín). Debido también al trabajo de su padre, la familia viaja por diversos países de Europa y América, que luego estarán presentes en las novelas de Carmen de Icaza.

Cuando su padre muere en 1925, dejando una viuda y cuatro hijos, Carmen se ve obligada a buscar un trabajo con el que mantener a la familia, ya que algunos problemas hacen que la pensión del padre no llegue desde México. Carmen se presenta ante el director de El Sol, un conocido diario progresista del momento, con la intención de que la contraten como colaboradora. El director le da una oportunidad y, a los tres meses, entra a formar parte del equipo de redacción. Carmen será la encargada de redactar la sección titulada “La mujer, el niño y el hogar”, escrita anteriormente por Isabel Oyarzábal y María Luz Morales, y donde va a hablar de moda, recetas, la educación infantil, etc.

También trabajará en otros periódicos como Ya, ABC o Blanco y Negro, todos ellos conservadores.  

A los veintinueve años se casa con su novio Pedro Montojo Sureda y, al año siguiente, nace su única hija, Paloma. La pequeña sufre una infancia llena de enfermedades que llevan a que Carmen se quede en casa dedicada exclusivamente al cuidado de su hija. En sus ratos libres, escribe su más conocida novela: Cristina Guzmán, profesora de idiomas.  

Con la llegada de la guerra, Carmen de Icaza funda en Valladolid, junto con Mercedes Sanz-Bachiller, la fundación de Auxilio Social, organización de socorro humanitario del bando de los sublevados. Su hija, Paloma, narra en el prólogo a Cristina Guzmán, profesora de idiomas que: “el recuerdo más emocionante de su vida es su entrada en Madrid a finales de marzo de 1939, al frente de los convoyes de alimentos destinados a una población famélica”[1]

Carmen forma parte también de la Asamblea Suprema de la Cruz Roja Española y es la Secretaria de la Dirección General de Propaganda. Durante estos años continúa con su labor periodística y comienza a escribir más novelas tras el rotundo éxito de su primera obra[2]. Así, escribe ¡Quién sabe...! (1939), Soñar la vida (1941), Vestida de tul (1942), El tiempo vuelve (1945), La fuente enterrada (1947), Yo, la Reina (1950), Las horas contadas (1953) y, finalmente, La casa de enfrente (1960). A partir de entonces, delicada de salud y de vista, abandona la escritura y se centra en su familia hasta su muerte en 1979.

Todas sus novelas, aunque de argumentos muy distintos, tienen algo en común, que son novelas rosas de evasión. No reflejan los horrores de la calle, sino mundos opulentos y exóticos. Sin embargo, a pesar de esta aparente hipocresía, las novelas de la autora fueron leídas en toda España con fervor. Carmen de Icaza, aunque hoy día no sea muy conocida, fue una de las autoras más populares del franquismo. En 1945, el Gremio de Libreros la nombró la novelista más leída del año, y su novela Cristina Guzmán, profesora de idiomas fue traducida a varios idiomas y llevada al cine en dos ocasiones.

Esto demuestra que gran parte del público, al parecer, estaba ávido de este tipo de literatura que le permitía olvidarse del dolor diario durante un rato a través de las aventuras magníficas que vivían las protagonistas. Y creo que es entendible que, aunque quizá a nosotros ahora nos resulte más interesante la obra comprometida de los autores republicanos, en ese momento, lo último que quisiese alguien fuese seguir viviendo las penurias del día a día a través de las páginas de los libros.

Lo que ocurre con Icaza, al igual que con muchos escritores adeptos al Régimen, es que, a pesar del éxito que consiguió entre el público de su época, la crítica posterior no siempre le ha dirigido reseñas favorables y, hoy en día, poca gente habrá leído alguna de sus novelas.  

Algo que me ha llamado mucho la atención es cómo depende el veredicto que se le da a su obra en función de quién sea el juez (como siempre ocurre con la Guerra Civil, que tiene versiones muy distintas). Su hija, Paloma Montojo, una de las mayores estudiosas de la obra de Carmen de Icaza, es quien escribe el prólogo a la edición de Castalia de Cristina Guzmán, profesora de idiomas (dedicada precisamente a Paloma). Como no podía ser de otra manera, todo son palabras buenas para hablar de la vida y obra de su madre, pero, además, tal vez sabiendo que las buenas palabras que una hija diga de su madre no valen mucho, incluye numerosas opiniones de críticos del momento que alaban el talento de Carmen de Icaza. Por ejemplo, Federico Carlos Sainz de Robles:
El indiscutible talento de Carmen de Icaza su notable vocación literaria dentro del género narrativo, la han salvado felizmente para las letras españolas, de quedar catalogada entre las incontables escritoras simplemente para grandes masas, y reclamar un lugar destacad entre las escasas novelistas dignas de quedar incorporadas al censo de los mejores novelistas de hoy.”[3]
Cristóbal de Castro escribe en el diario Madrid:
“Carmen de Icaza se doctora en Soñar la vida en las nuevas humanidades. La novela honda de análisis y ligera de amenidad, ornada de ironía y elegancia “motorizada” de interés, opulenta de feminidad, situará a Carmen de Icaza en los primeros planos de los grandes éxitos.”[4]
E incluso el propio Camilo José Cela le dedica estas ensalzadoras palabras: “Carmen de Icaza tiene un control exacto sobre los resortes del arte de novelar. Y posee un idioma fluido y oportuno, que hace de la lectura de sus páginas un verdadero placer.”[5]

Carmen Martín Gaite se une a sus partidarios y en Usos amorosos de la postguerra española (1987) y El cuarto de atrás (1978) hace referencia a Carmen de Icaza como la escritora de novela rosa más leída del momento y superior al resto en el sentido de que, en algunos momentos, dejaba ver atisbos de modernidad. Martín Gaite le critica que estos atisbos nunca llegaran a mayores, pero, aun así, afirma que a ella le encantaban las novelas rosas, en especial las de Icaza.

Los censores (obvio) se sentían encantados con estas novelas, ya que, como bien explica Lucía Montejo Gurruchaga en su artículo “Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de postguerra”:
“en la novela canónica rosa […] la mujer debía depender del hombre. Si trabajaba fuera del hogar, se debía a que no tenía otra alternativa. […] Basaba su existencia en sólidos principios morales y religiosos. Virtudes como la abnegación, la humildad, la generosidad, la honestidad, la fortaleza, difundidas al alimón por la Iglesia Católica y las instituciones franquistas, eran cualidades femeninas que auguraban un camino seguro hacia el matrimonio feliz e indisoluble, porque procuraban a la mujer la dependencia del varón, la pasividad sexual y el espíritu de sacrificio.”[6]

Es decir, que estas novelas presentaban a la mujer falangista ideal. El veredicto del censor que debía revisar Soñar la vida fue el siguiente:
“Ideología dentro de las normas del Movimiento. Novela recomendable por su excepcional mérito literario y la percepción psicológica que acusa en la autora grandes cualidades de observación además de un estilo pulcro y sobrio.”[7]

Pero los críticos y estudiosos de hoy en día suelen ser bastante más duros con la obra de Carmen de Icaza. Lina Rodríguez Cacho, por ejemplo, en su manual tan solo la nombra en una cita a pie de página como ejemplo de escritora falangista contraria a la imagen de mujer propuesta por Carmen Laforet en Nada.

Alicia G. Andreu explica al comienzo de su artículo “Literatura popular española fascista: discurso de la nación” cuál es la intención del estudio:
“Lo que intentamos hacer aquí es una exploración de la narrativa falangista de estas obras, con el fin de poner de manifiesto cómo, bajo los artificios de una literatura aparentemente frívola y moralizante, y de unas protagonistas virtuosas y felices, se esconde una retórica altamente agresiva.”[8]
Andreu analiza la novela ¡Quién sabe!, en la que la protagonista, una espía falangista, debe infiltrarse en el territorio de los enemigos, responsables de la muerte de su padre y de su hermano, para conseguir los secretos que beneficien a la España nacionalista. Andreu hace notar la crudeza con la que Icaza se refiere a “los rojos”: “banda de asesinos”, “los asesinos” con “rostros patibularios de quemadores de iglesias”; y, por otro lado, cómo ensalza la España nacionalista: “la España rebelde y mística”, “de banderas y de himnos”, “Una, Grande y Libre”.

Por lo tanto, ¿qué es cierto? ¿Que fue una mujer maravillosa que entró en Madrid en 1939 con el ansia de dar de comer a todos los niños hambrientos que encontrase a su camino, o que fue una mujer falangista que, una vez terminada la guerra, en vez de perdonar, siguió sintiendo nada más que odio por el bando vencido?   

Como ya hemos dicho, cada uno cuenta su versión. Mientras que Jo Labanyi en “La apropiación estratégica de la entrega femenina: identificaciones transgenéricas en la obra de algunas militantes falangistas femeninas” habla de cómo Icaza, mientras fue Secretaria Nacional de Auxilio Social, visitó la Alemania nazi y la Italia fascista, donde tuvo una audiencia con Mussolini, su hija Paloma en el prólogo a Cristina Guzmán… prefiere omitir estos datos y escribe simplemente:“En representación de la obra social en España toma parte en congresos mundiales en el extranjero, dando a conocer con conferencias la labor llevada a cabo por nuestro país en este terreno.”[9]

Varios estudios sobre la autora se centran precisamente en la dicotomía que parece existir en ella y en su obra. En una novela como ¡Quién sabe!, toda una exaltación al fascismo, algunos críticos han encontrado un matiz de innovación merecedor de elogio en el hecho de que la protagonista se haga pasar por hombre, como ocurre en otra novela de la autora.

Coincidiendo con Martín Gaite, algunos estudiosos han elogiado estos atisbos de mujer moderna, que no se encontraban en las novelas rosas de otras escritoras. Yo, personalmente, creo que es más lo malo que lo bueno. En mi opinión -y ni siquiera me he leído una obra suya, solo fragmentos y artículos sobre las obras, por lo que no cuenta mucho-, Icaza no escribe literatura “en mayúsculas”. Al margen de estar de acuerdo o no con la ideología que refleja, lo que ella escribe son best-sellers, y por eso nadie lee sus obras hoy, al igual que nadie leerá en 50 años los best-sellers que se escriben en la actualidad. Su mayor éxito, por ejemplo, Cristina Guzmán…, no creo que sea literatura “en mayúsculas” en el sentido de que no es un libro que le pueda “cambiar la vida” al lector, que le haga replantearse cosas, que le conmueva profundamente -como sí puede ocurrir con Memorias de la melancolía u otros libros de los autores republicanos, desde mi punto de vista-.

Veamos el argumento de la novela resumido en palabras de Beatriz Caamaño Alegre:
“Cristina Guzmán es una viuda de veintiocho años que vive con su criada Balbina y su hijo Bubi, de cuatro. Para ganarse la vida (se supone que la sirvienta sigue en su puesto por cariño y lealtad y no por dinero), la protagonista da clases particulares de idiomas a los chicos del barrio. Un día, un rico empresario americano, llamado Prynce-Valmore, le ofrece dinero a cambio de que se haga pasar por su nuera, a la cual le une un gran parecido. Fifí, la esposa disoluta y sin principios de su hijo Joe, ha abandonado al muchacho, un joven enfermizo que se encuentra al borde de la locura ante esta situación. Cristina acepta la propuesta de Prynce y se va con él a París, fingiendo ser su nuera. Cuida del hijo enfermo y se enamora del padre, que la corresponde. Fifí aparece súbitamente produciendo un impacto emocional tan fuerte en su marido que le provoca la muerte. Se revela entonces que una y otra mujer son hermanas, aunque de distinta madre, y que Cristina es una aristócrata venida a menos. Ella y Prynce se separan porque el fallecimiento de Joe hace inapropiada la relación a los ojos del millonario. No obstante, algún tiempo después, éste cambia de opinión, se presenta en la casa de su amada y le propone matrimonio en un típico final feliz.”[10]
Lo que nos narra el libro es un cuento de hadas, con su final feliz y su príncipe (Prynce) al rescate de la princesa. Una historia de enredo al más puro estilo siglo XVIII: hermanas separadas, descendencia noble desconocida… literatura de evasión. Pero lo malo es el modelo de mujer que propone. En un momento dado de la novela, Cristina reflexiona lo siguiente: “¡Feminismo! ¡No; ella no era feminista! Naturalmente había que poner a la mujer en condiciones de que supiera ganarse el pan nuestro de cada día; pero de ahí a poetizar el asunto, ¡no, y mil veces no! No era fácil la vida para una mujer sola.”[11] El mensaje es muy parecido al que difundía la Sección Femenina, de la cual Icaza era seguidora. La mujer debe abnegarse a todo, dedicarse en exclusiva a las necesidades de su marido, trabajar si era necesario, como lo era en aquel momento, pero siempre con ese sentimiento de sacrificio, inferioridad y dependencia.

La narradora en otro punto de la novela afirma lo siguiente: “¡Dios mío, haber nacido mujer..., delicada, sensible..., frágil... y tener que hacerse la fuerte..., la valiente..., la resuelta...”[12]

¿Por qué la mujer tiene que ser débil? Las mujeres liberales del momento dan muestra de que eso no es así. Mientras ellas luchaban porque los derechos que con tanto esfuerzo se habían conseguido durante la II República no se volviesen a suprimir, estas otras mujeres conservadoras parecen ser quienes más trataban de eliminarlos para volver a las viejas costumbres. Resulta triste que sean las propias mujeres las que apoyen el patriarcado y el machismo.


BIBLIOGRAFÍA:

ANDREU, A. G., “Literatura popular española fascista: discurso de la nación”, en Actas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Madrid 6-11 de julio de 1998, vol. 4, 2000. Disponible en: http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/13/aih_13_4_005.pdf (fecha de consulta: 17/05/17)
CAAMAÑO ALEGRE, B., "«La vida sonríe a quien le sonríe»: Cristina Guzmán como modelo de feminidad falangista”, en Bulletin of Spanish Studies: Hispanic Studies and Research on Spain, Portugal and Latin America, Vol. 85, nº 4, 2008. Disponible en: http://www.tandfonline.com/doi/pdf/10.1080/14753820802207903 (fecha de consulta: 17/05/17)
DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991.
FRAGERO GUERRA, C., “Auxilio Social en "La casa de enfrente" (1960) de Carmen de Icaza”, Tejuelo: Didáctica de la Lengua y la Literatura. Educación, nº. 20, 2014. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5302038.pdf  (fecha de consulta: 17/05/17)
LABANYI, L., “La apropiación estratégica de la entrega femenina: identificaciones transgenéricas en la obra de algunas militantes falangistas femeninas”, en IC Revista Científica de Información y Comunicación, nº. 6, 2009. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3641958&orden=293839&info=link (fecha de consulta: 17/05/17)
MONTEJO GURRUCHAGA, L., “Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de postguerra”, en Voz y letra: Revista de literatura, vol. 17, nº 2, 2006.
MONTOJO, P., “Introducción”, en DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 7-34.
NÚÑEZ PUENTE, S., “Novela rosa y cultura popular: Carmen de Icaza y Concha Linares Becerra”, en Sincronía, nº. 1, 2007. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2492462&orden=143754&info=link (fecha de consulta: 17/05/17)
RODRÍGUEZ CACHO, L., Manual de historia de la literatura española, Madrid: Castalia, 2009.
 SERVÉN DÍEZ, M. C., “Mujeres y prensa: la página femenina de El Sol (1917-1936)”, en I Congreso Internacional de Comunicación y Género. Libro de Actas, Facultad de Comunicación, Universidad de Sevilla, 2012. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5379587&orden=1&info=link (fecha de consulta: 17/05/17)






[1] MONTOJO, P., “Introducción”, en DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 13.
[2] Su segunda, en realidad, ya que con dieciséis años había escrito la novela rosa La boda del duque Kurt, que sería publicada como folletín en El Sol mientras trabajó allí..
[3] Citado a través de MONTOJO, P., “Introducción”, en DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 15.
[4] Íbid, pág. 19.
[5] Íbid, pág 20.
[6] MONTEJO GURRUCHAGA, L., “Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de postguerra”, en Voz y letra: Revista de literatura, vol. 17, nº 2, 2006.
[7] Citado a través de MONTEJO GURRUCHAGA, L., “Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de postguerra”, en Voz y letra: Revista de literatura, vol. 17, nº 2, 2006.
[8] ANDREU, A. G., “Literatura popular española fascista: discurso de la nación”, en Actas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Madrid 6-11 de julio de 1998, vol. 4, 2000, pág. 46.
[9] MONTOJO, P., “Introducción”, en DE ICAZA, C., Cristina Guzmán, profesora de idiomas, Madrid: Castalia, 1991, pág. 14.
[10] CAAMAÑO ALEGRE, B., "«La vida sonríe a quien le sonríe»: Cristina Guzmán como modelo de feminidad falangista”, en Bulletin of Spanish Studies: Hispanic Studies and Research on Spain, Portugal and Latin America, Vol. 85, nº 4, 2008, pág. 425.
[11] Citado a través de CAAMAÑO ALEGRE, B., "«La vida sonríe a quien le sonríe»: Cristina Guzmán como modelo de feminidad falangista”, en Bulletin of Spanish Studies: Hispanic Studies and Research on Spain, Portugal and Latin America, Vol. 85, nº 4, 2008, pág. 428.
[12] Íbid, 438.

CONCLUSIÓN



Novela escrita por mujeres

Conclusión

En la historia de la literatura española, nunca ha faltado la presencia femenina en la novela, aunque con pocas excepciones. Hasta hace poco la mujer era producto de la mentalidad del hombre. 
El siglo XX marco un desvió  fundamental del statu autorial: el primer Premio Nadal otorgado a Carmen Laforet en 1944, parece haber abierto las puertas del influjo femenino. A partir de entonces, se registro un creciente números de escritoras que han escrito obras en todo los géneros, recibiendo cantidades de premios.

Cinco de ellas, me han acompañado a lo largo de este trabajo, compartieron conmigo sus novelas, que hasta ahora no conocía, y que me gustaría seguir conociendo . Cada una de estas escritoras manifiesta una ideología diferente en lo que respecta, a la mujer como escritora, pero en lo que a papeles femenino se refiere, todas los reflejan de una manera u otra en sus novelas. Pienso que son mujeres que tienen característica similares. En sus corpus narrativos, por lo general los personajes principales son casi siempre mujeres. Tomamos como ejemplo a Cinco sombras de Eulalia Galbarriato. La historia de las cinco sombras, representada por cinco mujeres, bajo la dominación paterna de su padre, un hombre despótico con sus hijas, incapaz de comunicarse con ella, ni demostrarle el más mínimo afecto; su actitud patriarcal y opresiva  es la causa de la tragedia de sus hijas. Otra figura feminista es, Elena Soriano, su discurso contiene un marcado tono feminista.

En su trilogía Mujer y hombre,  se puede ver claramente un mensaje feminista. En una sociedad como la de la posguerra española o cualquier otra, ejemplificada en las tres protagonista; son mujeres, frente a su propia crisis existencial, se dan cuenta de su situación como mujer, al preguntarse la razón por su existencia, en busca de su identidad.

Mercedes Formica, gran defensora, en favor de los derechos de la mujer. Aunque no se indicase que estuvieran presente el feminismo, es notable en dos de sus novelas citadas en este trabajo: Monte Sancha y La ciudad perdida, pero existen personajes verdaderamente femeninos. Margarita y María, sólo son apreciada por su belleza y no por su inteligencia. Recordemos  que en España durante la posguerra la injusticia inherente de las leyes estaban a favor del hombre como la cláusula de patria potestad paterna, que le daba al padre la custodia de los hijos. La misma Mercedes Formica sufrió los efectos machista.

Josefina Aldecoa, podríamos trazar también, una tendencia feminista en sus novelas, en relación al matrimonio, otro tema tratado por estas escritoras. En La enredadera el matrimonio de Clara y Andrés, fue un fracaso desde un principio y en un siglo cuando no existía el divorcio, el abandono era la única solución. 

 Mercedes Salisachs, en La gangrena, los maridos de los personajes principales  sólo se dedican a criticar a sus mujeres, poniéndolas en ridículos con sus amigos, engañándolas con sus mejores amigas,etc.

Estas cincos mujeres y mucha más  representa lo mejor y lo más serio por así decirlo de la novelística española  femenina, por supuesto sin dejar aparte, otros temas importante que reflejaron en sus escrituras como: la familia, el tema de la guerra, la sociedad de esa época, el matrimonio,etc.

Estas mujeres deben vivir para siempre, fueron figuras brillante, sin nada que envidiarle al sexo opuesto, en cuanto a literatura se refiere, lucharon por una causa, merece que sean recordadas.
Si las reuniéramos a todas. formaríamos un retrato colectivo de la nueva mujer.
Que de una u otra forma estará  presente en esa  nueva promoción femenina que se está formando hoy en día  

jueves, 18 de mayo de 2017

Carmen Martín Gaite: conclusiones




La obra de Carmen Martín Gaite (1925-2000) es un mundo muy interesante, en el que se han hecho investigaciones buenísimas, pero todavía queda mucho campo para que sigamos indagando, como estudiosos o como lectores, dispuestos a dejarnos llevar y sorprender por su enigmática literatura.

También nos dejó un enorme testimonio sobre las costumbres del siglo XX y sobre las relaciones humanas que configuraron ese periodo. Aunque nos aclara mucho las ideas ante conflictos existenciales universales, también nos remueve por dentro y arroja el beneficio de la duda. De este modo, ante la complejidad del ser humano, debemos pararnos a pensar qué haríamos nosotros y darle vueltas hasta conseguir esquivar la disonancia cognitiva y ponernos en la piel del otro. O lo que podría decirse en otras palabras, el destino de muchos de los personajes queda sin resolver, con finales abiertos, como nuestra vida.

Por otro lado, muchas de las protagonistas de la época son huérfanas de madre: Andrea en Nada, Natalia en Entre visillos, Valba en Los Abel de Ana María Matute, Carola en Perdimos la primavera, de Eugenia Serrano, etc. Lena, protagonista de Nosotros, los Rivero (de Dolores Medio), rechaza a su madre que no la comprendía; la identifica con la moral represiva del nacionalcatolicismo que se opone a su libertad. Nos encontramos ante un caso de matrofobia, y esto se debe a la pérdida de fuerza, en la posguerra, de las madres.

Las mujeres ven pasar la vida “entre visillos” como un “ángel del hogar”, excepto las “chicas raras” que plantean otro modelo. Entre mujer y hombre lo más grave no era la represión sexual, sino la de la sinceridad y la amistad, la cual no pueden conseguir porque no se comunican.

La comunicación es una de las clave de la obra de Martín Gaite. Los interlocutores participan en una especie de terapia comparable al psicoanálisis en la que uno puede liberarse y sanarse a través de las palabras.

Esta conversación la inicia Carmen Martín Gaite con su escritura que tranquiliza, da esperanzas, y fusiona lo real con el sueño, y nos lleva hacia la fantasía y los deseos, construyendo un mundo de ficción pero con lenguaje corriente. Con la misma gracia siempre con la que reinterpreta por ejemplo el cuento de Caperucita con lenguaje corriente (Caperucita en Manhattan).

Además, sus ensayos y novelas históricas, como hemos dicho en clase, de los 90 en adelante, han empezado a ser valorados como se merecen.

Una de las claves para entender su obra es la expuesta por Marina Mayoral. La teoría es la siguiente, en el XIX los escritores conocían el mundo femenino de las madres, abuelas, criadas, etc., pero las niñas no están tan cerca del masculino. Flaubert y Galdós retrataron el mundo de las mujeres pero desde una óptica masculina, y se da por hecho que este mundo es como ellos lo cuentan, pero la realidad es otra, distinta a esa gran tradición literaria masculina. Carmen Martín Gaite rompe con esa herencia literaria y alza su propia voz, voz de mujer. Además, no trata de adoctrinar y carece de pedantería, reinando siempre en ella la naturalidad.

Tanto la incomunicación como las contradicciones internas son temas que nos afectan a lo largo de nuestra vida. Carmen Martín Gaite consigue hacernos reflexionar acerca de los prejuicios, estereotipos y de la comunicación, no solo con los demás, sino también con nosotros mismos y nuestros deseos.


BIBLIOGRAFÍA:

CAJADE FRÍAS, S. (2010): Arquetipos femeninos y masculinos en la novela Entre visillos de Carmen Martín Gaite. Un análisis desde la etnoliteratura. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Vol. LXV. 2

MARTÍN GAITE, C. (1997): Entre visillos; comentado por Marina Mayoral, Barcelona, Destino

MARTÍNEZ TORRÓN, M. (1991): “La obra narrativa de Carmen Martín Gaite”, Anuario brasileño de estudios hispánicos, 1, pp. 139-164



«Escribir es conversar» (Carmen Martín Gaite)





«Escribir es conversar»

Esta concepción de la escritura como diálogo es muy importante para comprender a la autora y también se le podría dar la vuelta, diciendo que muchas frases de la autora en entrevistas son literatura. Y es que la primera entrevista que vi, me intrigó tanto o más que la primera novela que leí de la autora, Entre visillos. Y es en esta obra en la que me quiero centrar para profundizar más en Carmen Martín Gaite.

Este diálogo literario está íntimamente ligado a las relaciones personales y nuestra autora es una de las que más se interesa en la amistad, entre sexos distintos y entre el mismo género.
Uno de los temas más importantes de la novela escrita por mujeres en la posguerra es la amistad entre mujeres. Para explicarlo, me remito a Nada (1944), de Carmen Laforet, en el que encontramos a Andrea, la “chica rara” que Carmen Martín Gaite define como «Una chica que no desea ni busca novio, reservada, aficionada más a leer que a labores domésticas, y que constituye el contra-mito de la “chica casadera” tradicional». “Chica rara” es también Nati en Entre visillos (1957), por ejemplo, y también lo fueron las autoras de estas obras.




En Nada, Andrea encuentra en Ena una persona que la entiende y que le cambia la vida con la proposición de trabajar en Madrid. Se está configurando un nuevo tipo de mujer que no tiene por qué estar destinada al matrimonio y sí es capaz de conservar una gran amistad con una mujer.

En Nubosidad variable (1992) también encontramos una amistad entre Sofía y Mariana, que, a través de las cartas, siguen estando comunicadas y unidas. En estas cartas se nos descubre un mundo de continuas referencias literarias, gracias a que las dos amigas comparten la lectura de Emily Brönte, Bécquer, Carmen de Icaza, Faulkner, Poe o Pessoa, entre otros.

En cuanto a la amistad entre mujer y hombre, Carmen Martín Gaite, en Entre visillos, nos propone unos arquetipos femeninos y masculinos diferentes a los propuestos por la ideología dominante del nacional-catolicismo, muchos aún vigentes en la sociedad actual.

Como bien explica Cajade Frías, la novela se escribe y se ambienta en la España franquista de la segunda posguerra. En este momento, aunque en 1955 se produjo un cierto aperturismo, tras la entrada en la ONU, sigue habiendo mucha diferencia respecto a los países europeos, democratizados la mayoría después de la Segunda Guerra Mundial. Es un periodo de pobreza, dolor y problemas económicos. A lo que se le suma, el rencor entre vencedores y vencidos, la tristeza del exilio, los muertos y los desaparecidos. El gobierno franquista estableció la moral del nacional-catolicismo: ideas fascistas de la Falange y conservadurismo tradicional, donde la mujer debía convertirse en el “ángel del hogar”, sometida al hombre. En la década de los 50, comienzan las protestas organizadas contra el Régimen.

Estos arquetipos de “ángel del hogar”, “madre sacrificada” y “esposa abnegada” del nacionalcatolicismo chocan con las “chicas raras” como Natalia o Elvira, en Entre visillos, que encuentran paralelamente “chicos raros” como Pablo (Entre visillos) o David (Ritmo lento).  Y es a través de estos personajes que la autora establece la crítica contra las normas imperantes, creando nuevas posibilidades de identidad.

Es por ello que estas obras tienen un valor testimonial y antropológico de la vida burguesa de provincia de la época. Al leer, en los cincuenta, Entre visillos, muchas mujeres no se vieron identificadas, pero, más tarde, se asombrarían al ver, con perspectiva, su vida narrada en una serie en los setenta:

Esta novela plasma muy bien, casi sin yo darme cuenta, porque lo tenía muy reciente, toda la vida de las chicas casaderas provincianas de esos momentos. Hasta tal punto, que creo que es una novela que tiene ahora mucho más valor de testimonio que entonces lo tuvo. Hace unos años que la pusieron por televisión[1] [en 1973] [...] me contaban que había muchas señoras que estaban pegadas a la televisión esperando a que se contara el capítulo siguiente, porque claro, se estaba contando su vida. Señoras que tuvieron cincuenta años en el año 1973, que hubieran sido jóvenes cuando yo, todo eso les decía mucho, mucho más que cuando yo publiqué la novela, que como todavía eran jóvenes, no veían tanto el reflejo ni los cambios. Es decir [...] es sobre todo el valor testimonial que tiene hoy día.

Los protagonistas de Entre visillos son Pablo, Tali y Elvira. En cuanto a Pablo Klein, me gustaría destacar que como “extranjero” es quien desata la acción en la novela. Él había vivido allí de pequeño pero ahora tiene otra perspectiva puesto que ha vivido en París, Berlín e Italia, y su punto de vista choca con el de los provincianos. Natalia (Tali) es huérfana de madre y va a empezar su último curso, donde tendrá de profesor a Pablo. Su padre y su tía la presionan para que no se ilusione demasiado con los estudios[2]. Por último, Elvira es la hija del director del Instituto donde va a trabajar Pablo, y está de luto porque acaba de fallecer su padre.

Gran parte de la novela transcurre en el Casino, lugar de encuentro de chicas y chicos, en el que la “chica bien” tiene que “darse a vale” y no parecer una “fresca”. A Tali no le gusta el Casino y prefiere la naturaleza.

El prototipo de “chica casadera” es Gertru, la amiga de Nati, ingenua, bella e inexperta. Los hombres distinguen mujer para el casamiento y mujer para una noche. Además, los hombres no están obligados a ser fieles, solo las mujeres lo están (doble moral del nacionalcatolicismo). De hecho se llamaba “Casas de la tolerancia” a los prostíbulos frecuentados por hombres.

Otro tema frecuente en la época, que en mi opinión continúa en la actualidad, es el de los padres de familias burguesas que mandan a sus hijos a colegios privados religiosos, porque en los institutos hay mucha “mezcla”.  Elvira y Natalia han sido una excepción pero en la familia de Natalia se preocupan por su amistad con Alicia que es una niña pobre.

Por otro lado, Elvira, pocos días después de conocer a Pablo, le manda una carta llena de sentimientos especiales hacia él. Pablo no sabe qué responder y hace como que no la ha recibido. Vemos que no es el típico héroe seguro de sí mismo y que por el contrario no sabe cómo afrontar la situación.

Aun así Pablo será el confidente de Elvira, Nati y Rosa (la animadora del casino). Las tres han encontrado un hombre con el que pueden hablar y que guardará sus secretos.

Más adelante, Elvira discute con Pablo y están un tiempo sin verse. Hasta que el destino hace que se encuentren y ocurre la siguiente escena que es una de las más impactantes e interesantes pero por desgracia pertenece al final de la obra:


Después de esta riña, Pablo decide que es mejor no verla más.

Creo que el final que esperaba era el feliz desenlace de amor entre Elvira y Pablo. Pero este desenlace es el que me ha dejado unos cuantos días reflexionando y me ha enseñado mucho. Porque creo que todos hemos vivido alguna vez una situación similar. Muchas veces no somos capaces de decir lo que sentimos y necesitamos del alcohol o de algún otro empujón para soltarlo. Al igual que, aunque nos cueste reconocerlo, todos hemos huido de situaciones para evitar mayores conflictos o por miedo a arriesgarnos o miedo a cambio vital.

Pablo decide marcharse de aquel lugar que le agobia, y al igual que Andrea en Nada, no siente ningún apego ni le da pena irse. En la estación se encuentra con Nati (que está despidiendo a su hermana) y una vez más le anima a que estudie y luche por sus sueños.

CONCLUSIONES:

Escribir es conversar y conversar es construir. A través de estas conversaciones se va construyendo la novela de aprendizaje y el ejemplo más claro es Tali, que evoluciona de principio a fin y se convierte en una persona adulta y nueva. Pablo ha sido en parte el desencadenante de este cambio, y ella llora cuando se va, como dice Marina Mayoral «diciendo adiós entre lágrimas a su primer amor». Y cabría recalcar que este amor no es más que una relación sincera de amistad que se ha visto favorecida por el libre intercambio de opiniones entre una mujer y un hombre.


BIBLIOGRAFÍA

-CAJADE FRÍAS, S. (2010): Arquetipos femeninos y masculinos en la novela Entre visillos de Carmen Martín Gaite. Un análisis desde la etnoliteratura. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Vol. LXV, 2

-CIPLIJAUSKAITÉ, B. (1996): La novela femenina contemporánea (1970-1985). Hacia una tipología de la narración en primera persona, Barcelona, Anthropos

-MARTÍN GAITE, C. (1997): Entre visillos; comentado por Marina Mayoral, Barcelona, Destino

-SERVÉN, C. (1998): La amistad entre mujeres en la narrativa femenina: Carmen Martín Gaite (1992) y Marina Mayoral (1994), DICENDA. Cuadernos de Filología Hispánica, 16, Servicio de Publicaciones. UCM. Madrid





[1] Serie en la que actuaba incluso Carmen Martín Gaite
[2] Salvo excepciones, como Carmen Martín Gaite, a las chicas no se les animaba a estudiar y menos a estudios superiores. Una frase común en las madres era: “Mujer que sabe latín no tiene buen fin”. Existía el miedo a que la mujer estudiosa fuera menos femenina y atractiva. Pero las más adelantadas conocían la importancia del saber. «Hasta para coser un botón viene bien estudiar», contestaba la madre de Carmen Martín Gaite a sus amigas cuando hablaban del estudio de su hija.


Carmen Martín Gaite: narradora



A continuación haré un recorrido por la narrativa de Carmen Martín Gaite, basándome en un estudio de Diego Martínez Torrón, titulado “La obra narrativa de Carmen Martín Gaite", del cual utilizaré también los mismos epígrafes.


CARACTERÍSTICAS NARRATIVAS:

EL SIMBOLISMO DE LOS TÍTULOS:

Los títulos resumen el contenido de las novelas y los cuentos. En Entre visillos (1957), el título creo que, por un lado hace alusión al espacio interior de la casa, detrás de los visillos, y por otro, se refiere a la vez, a una forma simbólica de ver cómo pasa la vida con un velo lleno de prejuicios que no te deja vivirla.

En Fragmentos de interior (1976) presenta las intimidades de los personajes. En Retahílas una sucesión de conversaciones,  en El cuarto de atrás la intimidad de una casa, y en Desde la ventana a las mujeres ventaneras (curiosas y soñadoras).


SENCILLEZ DE ESTILO:

No le gusta la pedantería ni el barroquismo sino que busca llegar a los lectores. Ella y sus amigos (Aldecoa, Fernández Santos, Sánchez Ferlosio, Sastre y Josefina Rodríguez) aprendieron a depurar el estilo entrenándose con cuentos.

Su estilo es sencillo y destaca la descripción, sobre todo cuando las protagonistas son mujeres. Pero estas descripciones no son lentas sino que la historia es fluida como en los cuentos.


AMBIGÜEDAD INICIAL DEL RELATO:

Comenzar in media res es un recurso habitual en la autora (Entre visillos, Retahílas, El balneario). Primero se mantiene el suspense y el misterio, y a medida que avanzan las obras se va comprendiendo mejor el tema.


LA DESCRIPCIÓN. DESCRIPCIÓN ANÍMICA:

Se nos describe un paisaje, personajes y sentimientos acordes con la temática. Nos ayudan a sumergirnos en la obra (Entre visillos, El balneario o el cuento Un día de libertad). No es la descripción minuciosa del siglo XIX sino que depende de los sentimientos del personaje


EL PUNTO DE VISTA DEL NARRADOR:

Va cambiando y contrastando personajes como, por ejemplo, mujer-hombre, reflejando siempre la complejidad de las personas. Se nos muestran los sentimientos de todos y el narrador puede moverse entre una primera o tercera persona. Al ver muchos puntos de vista, podemos crear nuestra propia interpretación.


AUTOBIOGRAFISMO. INTIMISMO:

Entre visillos y El cuarto de atrás nos remiten a Salamanca. Y en la segunda, cuando alude al “cuarto de atrás” se refiere al cuarto para los niños donde se jugaba y estudiaba, pero que después de la guerra pasó a ser la despensa; y que la autora está rescatando de su infancia.



TEMAS

Hay muchos temas repetidos en su obra, relacionados con el pensamiento, la sociología, la política, la ideología y la cosmovisión, como pueden ser la rutina, las decepciones infantiles, la incomunicación, el miedo a la libertad y el enfrentamiento entre pueblo y ciudad; o lo que se sueña y lo que se hace.


REBELDÍA ANTE LA SOCIEDAD:

Para hablar de ello debemos situarnos frente a sus personaje más sensibles, a los que les cuesta integrarse en una sociedad en la que no consiguen la felicidad. Al igual que en Ana María Matute, encontramos seres que sufren y acaban en huida, suicidio o muerte.

La oficina (1954) es un cuento que trata sobre una rutina alienadora y sobre la incomunicación, a través de dos personajes que no encajan en la sociedad.

También vimos rebeldía cuando María Alonso nos habló de La trastienda de los ojos (1954) o la incomprensión en La tata (1960), comentado por Rebeca. Asimismo, hay rebeldía en Entre visillos, Retahílas, Fragmentos de interior y Ritmo lento.


CRÍTICA DE LA SOCIEDAD PROVINCIANA:

Sobre todo en Entre visillos, cuando se critican las fiestas y conversaciones insignificantes de la Salamanca provinciana, en la que la gente se pasa el día cotilleando. Es un ambiente asfixiante en el que los jóvenes solo buscan el noviazgo y opositar para notario y así, algún día, acabar aburguesándose.


LA CIUDAD Y EL CAMPO. LA CLASE SOCIAL:

Por ejemplo, en Las ataduras (1959) vemos la oposición entre un maestro de un bonito pueblo gallego y una hija que vive en París con su marido que es pintor. O también en Ya ni me acuerdo (1962) un cineasta de Madrid que vuelve a su pueblo. Y por último en Fragmentos de interior también la protagonista sale y vuelve al pueblo. 

Muchas de sus historias se ambientan en Galicia como Retahílas, El cuarto de atrás o La Reina de las Nieves.


PERSONAJES FEMENINOS:

Se habla de los sentimientos de las mujeres en los cuentos, novelas y ensayos: Entre visillos, Fragmentos de interior, El cuarto de atrás, El cuento de nunca acabar, Dos relatos fantásticos, Desde la ventana, La búsqueda de interlocutor y otras búsquedas (1974), Usos amorosos del XVIII en España y Usos amorosos de la posguerra española. Nos ayudan a entender cómo vivía la mujer y es una lucha contra el silencio que sufre. La mujer queda relegada a espacios interiores y desarrolla la fantasía, muchas veces asomada a la ventana ("mujeres ventaneras").

También está muy presente el intento de una amistad entre hombre y mujer así como el tópico de “la chica rara”. Muchas veces se les llama así por haber decidido estudiar y no seguir los patrones impuestos por la Sección femenina.


EL AMOR:

Sus obras no son novela rosa sino que relacionan el amor con la pareja y analizan también la posibilidad de una relación sincera de amistad entre hombres y mujeres. Ejemplos:

La chica de abajo, cuento de El balneario, situado en el balneario de Alzola, en 1953, trata sobre la amistad de Paca con la niña del piso de arriba, a pesar de la oposición de clase social. Hasta que la niña rica se marcha a otro sitio y deja de escribirle. Estas difíciles amistades-relaciones ya las hemos comentado en Entre visillos y con el cuento de María Alonso. Tras esto, Paca se intenta olvidar de la niña, madura y valora la idea de casarse con un chico que la ha querido desde pequeño.

También en La oficina se habla de amor, pero de un amor imposible entre dos oficinistas a causa del tedio y la muerte. También se trata el tema en Tarde de tedio y en El alto en el camino.

Los personajes de Entre visillos viven para el amor, pero se preocupan mucho de encontrar un buen partido y no se atreven a buscar el verdadero, como el caso de Elvira y Pablo. Es una novela de afectos, en la que se nos cuentan los problemas sentimentales de todos.


SOLEDAD. SOLTERÍA:

A la vez que se nos presentan chicas que tienen miedo a estar solas, vemos jóvenes que por convencimiento están bien sin una pareja, aunque por ello son considerados “raros”. Como ya hemos comentado estos son David (Ritmo lento), Natalia (Entre visillos) o Andrea (Nada, de Carmen Laforet).


LAS ATADURAS:

Se ve muy bien en Las ataduras, donde la protagonista es dependiente de su padre. Y en Ritmo lento, en la que David está tan ligado a su padre que incluso acarrea su mismo nombre.


EL TIEMPO. LOS RECUERDOS:

El balneario nos presenta interesantes pensamientos de la protagonista. Y Ritmo lento reflexiones sobre el tiempo y la felicidad; sus recuerdos ayudan a entender la obra.


LA BÚSQUEDA DEL INTERLOCUTOR. LA CONVERSACIÓN:

Retahílas, El cuarto de atrás, Entre visillos, El cuento de nunca acabar y La búsqueda del interlocutor y otras búsquedas son la ejemplificación del objetivo constante de Martín Gaite de conseguir comunicar y dialogar. Los testimonios de los personajes se van transformando en conversación y esta les salva de la soledad.

Nuestra autora ha sido una fiel defensora del diálogo incluso entre ideologías diferentes, porque hay que saber hablar y escribir pero es muy importante escuchar. Asimismo cree en el poder salvador del lenguaje que funciona como una terapia, parecida a la que comentamos en clase, con Maribel y Raquel, acerca de sanación literaria. Dialogar nos hace sentirnos comprendidos y, al mismo tiempo, nuestro diálogo con la obra hará que evolucionemos y nos sintamos mejor.


LA NOVELA:

Martín Gaite necesitaba tranquilidad para escribir pero no le hacía falta un esquema sino que se dejaba sorprender. Sus novelas nos entregan las experiencias de otras personas y despiertan nuestra curiosidad.



CONCLUSIÓN

A través de este recorrido hemos podido ver cómo se relacionan todas sus narraciones y cómo nos acercan al mundo de la creadora. Nos aproximan a su lado autobiográfico y también al lado testimonial de muchas mujeres de la época, poseedoras de conflictos universales y también actuales diría yo. Por ejemplo, cuando eres pequeño todavía se siguen escuchando prejuicios acerca de la amistad entre chica y chico.

Martín Gaite refleja muy bien el ambiente de la época y la sociedad, y hace que nos envuelva rápidamente la atmósfera de la realidad de los protagonistas.



BIBLIOGRAFÍA:


MARTÍNEZ TORRÓN, M. (1991): “La obra narrativa de Carmen Martín Gaite”, Anuario brasileño de estudios hispánicos, 1, pp. 139-164

BLANCO, L. (2003): "Galicia nalgunhas obras de Carmen Martín Gaite", Actas do VII Congreso Internacional de Estudos Galego. Mulleres en Galicia. Galicia e os outros pobos da Península, Barcelona, AIEG