miércoles, 12 de abril de 2017

Un poema cada día: PROYECTO DE UN BESO




Te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra
te mataré mañana poco antes del alba
cuando estés en el lecho, perdida entre los sueños
y será como cópula o semen en los labios
como beso o abrazo, o como acción de gracias
te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra
y en el pico me traiga la orden de tu muerte
que será como beso o como acción de gracias
o como una oración porque el día no salga
te mataré mañana cuando la luna salga
y ladre el tercer perro en la hora novena
en el décimo árbol sin hojas ya ni savia
que nadie sabe ya por qué está en pie en la tierra
te mataré mañana cuando caiga la hoja
decimotercera al suelo de miseria
y serás tú una hoja o algún tordo pálido
que vuelve en el secreto remoto de la tarde
te mataré mañana, y pedirás perdón
por esa carne obscena, por ese sexo oscuro
que va a tener por falo el brillo de este hierro
que va a tener por beso el sepulcro, el olvido
te mataré mañana cuando la luna salga
y verás cómo eres de bella cuando muerta
toda llena de flores, y los brazos cruzados
y los labios cerrados como cuando rezabas
o cuando me implorabas otra vez la palabra
te mataré mañana cuando la luna salga,
y así desde aquel cielo que dicen las leyendas
pedirás ya mañana por mí y mi salvación
te mataré mañana cuando la luna salga
cuando veas a un ángel armado de una daga
desnudo y en silencio frente a tu cama pálida
te mataré mañana y verás que eyaculas
cuando pase aquel frío por entre tus dos piernas
te mataré mañana cuando la luna salga
te mataré mañana y amaré tu fantasma
y correré a tu tumba las noches en que ardan
de nuevo en ese falo tembloroso que tengo
los ensueños del sexo, los misterios del semen
y será así tu lápida para mí el primer lecho
para soñar con dioses, y árboles, y madres
para jugar también con los dados de noche
te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra.
 
                                                                         El último hombre, 1984

1. INTRODUCCIÓN Y LOCALIZACIÓN
Este poema fue escrito por Leopoldo María Panero, el más joven de los autores que Castellet incluyó en su antología Nueve novísimos poetas españoles (1970), en la que quería agrupar a los poetas más renovadores de la segunda mitad de los años 60.
Otros compañeros ya han hablado en sus comentarios sobre las características que comparten los novísimos, por lo que no me detendré en repetirlas, pero sí creo necesario dedicar unas líneas al autor que aquí nos concierne, Leopoldo María Panero, personaje muy singular al que ya nos han acercado María Alonso con el poema “Aun cuando tejí mi armadura de acero” y Amelia Jiménez con “Himno a Satán”.
Leopoldo María Panero Blanc (1948-2014) fue hijo de Leopoldo Panero, poeta de la Generación del 37 (de la corriente garcilasista, de poesía arraigada) y Felicidad Blanc, también escritora. Igualmente poetas fueron su tío Juan Panero y su hermano Juan Luis Panero.
Como vemos, nuestro autor pertenece a una familia de intelectuales. El nivel socioeconómico de su familia le permitió recibir una gran formación, la cual queda reflejada en sus escritos.
Dos películas documentales se han centrado en las vicisitudes del clan Panero: El desencanto (1976) de Jaime Chávarri y Después de tantos años (1994) de Ricardo Franco. Dentro de esta peculiar familia, el personaje que más destaca es Leopoldo. Desde muy joven formó parte de la izquierda radical en contra de la ideología de su padre, lo cual le costó varias estancias en prisión. También pasó largas temporadas internado en diferentes centros psiquiátricos (por decisión propia). En los intervalos de libertad se entregó a excesos diversos e intentó suicidarse repetidas veces.
Como fue su vida, fue su obra. Leopoldo María Panero es el poeta maldito por antonomasia. Su obra, también marcada por la ruptura y la transgresión, ha sido muy mal vista por parte de la crítica y del público y ha recibido muy pocos premios a pesar de su extensión. Cultivó poesía, novela y ensayo destacando especialmente en la primera con gran cantidad de poemarios. También fue un prolífico traductor.
El poema que vamos a tratar, “Proyecto de un beso” pertenece al libro El último hombre (1984) y forma junto con “Trovador fui, no sé quién soy” la segunda parte de las seis que componen el libro.
El último hombre aparece en la primavera de 1984 en la colección Pluma Rota de las madrileñas Ediciones Libertarias, pero “Proyecto de un beso” y otros poemas del libro habían sido leídos por primera vez, todavía inéditos, año y medio antes. Una mañana del invierno de 1982 Leopoldo María Panero salió temporalmente del Hospital Psiquiátrico Nacional de Santa Isabel, en Leganés, para participar en las “Conversaciones sobre Poesía Joven” organizadas por el Ateneo de Madrid. Su madre fue a buscarlo en taxi al centro psiquiátrico para llevarlo al Ateneo, donde recitó varios de los poemas que había compuesto durante su reclusión. “Proyecto de un beso” se lo dedicó precisamente a su madre (aunque no hace referencia a dicha dedicatoria en el libro) y las diferentes biografías sobre el poeta no coinciden en si Felicidad Blanc recibió los versos con alago o enfado.
El título del libro hace referencia seguramente a Así habló Zaratustra (1884) de Friedrich Nietzsche. En esta obra Zaratustra, en actitud de profeta, comunica a los hombres la llegada del Superhombre y el paso anterior: el fin de la humanidad conocida hasta entonces. “Voy a hablarles de lo más despreciable: el último hombre” (NIETZSCHE, 1998: 34), “¡Ay! Llega el tiempo en que el hombre no dará ya ninguna estrella ¡Ay! Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo ¡Mirad! Yo os muestro al último hombre” (35). El ocaso del hombre actual y sus valores, algo muy acorde a lo que intenta trasmitir la poesía de Panero, romper con lo anterior, violarlo.
Túa Blesa, el mayor especialista en Leopoldo María Panero, incide en esta ruptura característica de la poética de nuestro autor:
“Frente a todo ello, a todo lo que se dice en vano, se yergue esta poesía escrita a espaldas al sistema. […] Y quizá es que en estas páginas no hay nada que pudiera ser llamado banalidad, por cuanto, frente a la repetición de lo ya dicho, a lo trivial, frente a lo que se quiere vulgar, todo requiebro, toda fractura resulta transcendente. Y esta obra se hace precisamente quebrando página a página, libro a libro, lo creado, el sistema estético, las convenciones, la idea de lo literario. O, dicho de otro modo, esta obra, una escritura de la transgresión, crea, dice no ya lo que se viene entendiendo por literatura, sino qué es lo que pueda llegar a ser tenido por literario, siendo así toda una auténtica exploración.” (PANERO, 2001: 7-8)
Muy esclarecedor es también el prefacio del propio Panero a El último hombre:
“El libro que he realizado, El último hombre, que es una leyenda alquímica representativa de la primera fase de la obra, también llamada nigredo (oscurecimiento) o Putrefactio (putrefacción).” (PANERO, 2001: 287)
En alquimia la nigredo es la primera de las tres fases (nigredo, albedo y rubedo) necesarias para transmutar el metal en oro. Esta primera fase consiste en la descomposición o putrefacción. Para crear algo superior (oro/Superhombre), primero hay que limpiar lo anterior (metal/hombre). Estos términos alquímicos fueron después empleados en psicología, por ejemplo por Carl Jung, y son utilizados aquí de nuevo por Panero.

2. TEMA
Entrando ya en “Proyecto de un beso”, el poema refleja la intención del yo poético de mantener una relación incestuosa con su madre -para ello hay que saber que se lo dedicó a ella, si no puede tratarse de cualquier mujer- y matarla. Todo el texto está marcado por el sexo y la muerte, que además se entremezclan.  
No debe sorprendernos esto en la poesía de Panero. Todos sus poemas amorosos tratan amores fuera de la norma, no ortodoxos, que muchas veces unen sexo y violencia, o muerte, y otras veces reflejan prácticas sexuales muy alejadas de lo canónico: beso negro, lluvia dorada, coprofilia (“más que nunca reíste/ ahora que este ridículo soporte de mi alma/ se deshace en el lecho/ como cuando cagabas/ encima de mi rostro”, Dioscuros), etc.

3. MÉTRICA Y ESTRUCTURA
El poema está formado por 46 versos alejandrinos blancos, sin rima, pero con un gran ritmo interno que se logra mediante la repetición de palabras y estructuras y, sobre todo, a través del estribillo “te mataré mañana cuando la luna salga/ y el primer somormujo me diga su palabra” y sus variantes.
Joaquín Ruano Céspedes en su artículo “Funcionamiento del Ritornelo: “Proyecto de un beso” de Leopoldo María Panero” considera que esta frase, que se repite tres veces a lo largo del poema -y en su versión acortada: “te mataré mañana cuando la luna salga”, con diferentes variantes, hasta doce veces más-, es algo que va más allá de la noción tradicional de estribillo: el ritornelo, concepto bastante complejo sobre el que tratan el filósofo Gilles Deleuze y el psicoanalista Felix Guattari en la segunda parte de su obra Capitalismo y Esquizofrénia, titulada Mil Mesetas (1980), sucesora del famoso Anti-Edipo (1972).
Simplificando mucho podríamos definir el ritornelo como la repetición rítmica que se crea para formar un “territorio” propio y alejar el caos (por ejemplo, un niño que se pierde y empieza a cantar una melodía para sentirse más seguro). En este caso lo curioso es que el ritornelo parece estar invocando el caos: matar a la madre, algo fuera de todo orden.
Entrelazadas con los versos del ritornelo, las secuencias de versos 4-6, 9-11, 13-15, 17-19, 21-23, 25-28, 30-31, 33-34, 36 y 39-44 componen la otra parte del poema, más narrativa, que nos muestra acciones, mientras que el ritornelo transmite una emoción, una pulsión repetitiva. 

4. COMENTARIO DEL CONTENIDO Y DE LA FORMA
Veamos ahora una a una estas partes que aparecen entre el estribillo.   
En los tres primeros versos del poema, que forman parte del ritornelo, queda clara la intención del yo poético de matar (a su madre, para el público que estaba aquel día en el Ateneo y escuchó la dedicatoria; a cualquier persona, para el lector que no posea ese conocimiento) al día siguiente durante la noche.
Los versos 3-6 forman la primera secuencia “narrativa/descriptiva”, y vemos que la víctima es una mujer (“perdida entre los sueños”) y que la muerte va a estar unida al sexo (“cópula”, “semen en los labios”, “beso”, “abrazo”).
Vuelve a aparecer de nuevo el ritornelo en los versos 7-8 y, tras este, en los versos 9-11, se continúan mezclando la muerte y el sexo. El somormujo le traerá la orden de su muerte, pero será como un beso.
Después aparecen las secuencias 13-15 y 17-19, que son bastante descriptivas y parecen querer hacer hincapié en el momento de la muerte detallándolo y delimitándolo, casi vaticinando lo que pasará en ese momento: un perro ladrará. Aparecen varios numerales: “tercer”, “novena”, “décimo”, “decimotercera” que no son casuales. “Hora novena” es la hora en la que Cristo murió en la cruz, el trece es el número de la mala suerte y la repetición de esta secuencia numérica puede querer emular el paso de las horas y el irremediable final fatal que se va acercando.
En la siguiente secuencia (21-23) continúa la violencia. Se la define a ella con cualidades negativas (“carne obscena”, “sexo oscuro”) por las que debe pedir perdón, y aparecen el falo y el sepulcro como castigo.
En las dos secuencias sucesivas se introduce el tema religioso, al que hasta ahora se había hecho referencia con algunos términos (“oración”, “acción de gracias”) pero no había aparecido tan explícito como en este momento. La imagen de la muerta llena de flores y con los brazos cruzados a mí personalmente me recuerda a la imagen de una virgen, pero es más clara la referencia a lo religioso en “rezabas” y “desde aquel cielo que dicen las leyendas/ pedirán ya mañana por mí y mi salvación”.
Los versos 33-34 presentan al asesino como una especie de ángel castigador cuya daga/falo es el instrumento de tortura/placer (“verás que eyaculas cuando pase aquel frío por entre tus dos piernas”).
Por último, los versos 39-44 son el culmen de este crescendo. La perversión llega a su nivel máximo, así como la unión de sexo y muerte, ya que va a copular con el cadáver de su madre muerta. Como bien apunta Joaquín Ruano Céspedes, esto hace que la transgresión sea total. No solo viola y mata a su madre, sino que la vuelve a violar después de muerta, momento de clímax al que sigue el ya conocido estribillo con el cual se cierra el poema.
En cuanto a los recursos estilísticos, me parece sobre todo destacable todo lo que tiene que ver con la repetición. No es el ritornelo lo único que hace del poema una especie de mantra o de hechizo que se repite una y otra vez, todo el texto está lleno de figuras retóricas que ayudan a esta sensación de repetición. Encontramos, por ejemplo, anáforas (“que va a tener por falo el brillo de este hierro/ que va tener por beso el sepulcro, el olvido”), paralelismos y enumeraciones (“cuando estés en el lecho, perdida entre los sueños/ y será como cópula o semen en los labios/ como beso o abrazo, o como acción de gracias”), poliptoton (“muerta”, “muerte”, “mataré”), epiforas (“o como una oración porque el día no salga/ te mataré mañana cuando la luna salga”)… Además, la palabra somormujo no parece fortuita, sino elegida a propósito para crear una aliteración con el sonido /m/: “Te mataré mañana cuando la luna salga/ y el primer somormujo me diga su palabra”.
También encontramos en el texto las figuras retóricas propias del lenguaje poético. No porque Panero introduzca en su poesía términos vulgares quiere esto decir que deje completamente de lado lo poético. Así, podemos observar personificaciones (“el primer somormujo me diga su palabra”), imágenes (“serás tú una hoja o algún tordo pálido”), metáforas (“perdida entre los sueños”, “las noches en que ardan/ de nuevo en ese falo tembloroso que tengo/ los ensueños del sexo”, “jugar con los dados de la noche”), etc.
El propio Panero explica en el prefacio de El último hombre:
“Testimonio de la decadencia de un alma, este libro, pese a lo macabro de sus temas, no romperá por ello con el rigor poético que me he propuesto a lo largo de toda mi obra literaria. La ingeniería exótica, retorcida, sigue una técnica: la de contrastar la belleza y el horror, lo familiar y lo unheimlich (lo no familiar, o inquietante, en la jerga freudiana). Blake, Nerval o Poe serán mis fuentes, como emblemas que son al máximo de la inquietante extrañeza, de la locura llevada al verso: porque el arte, en definitiva, como diría Deleuze, no consiste sino en dar a la locura un tercer sentido: en rozar la locura, ubicarse en sus bordes, jugar con ella como se juega y se hace arte del toro, la literatura considerada como una tauromaquia: un oficio peligroso, deliciosamente peligroso.” (PANERO, 2001: 287)
Sin duda Panero consigue inquietar con sus poemas. Por algo es el novísimo que más estamos eligiendo en clase para hacer nuestros comentarios, porque no deja indiferente a nadie: transmite, perturba. Eso es la poesía: leer un texto que te haga sentir algo.
Me hubiese gustado estar entre el público el día en que Panero recitó este poema ante su madre, ver qué hizo ella y el resto de asistentes. Me imagino que el silencio sería total, nadie sabría qué hacer, quietos en sus sillas como si les hubiesen acuchillado. A veces la poesía es un arma, y Leopoldo María Panero es un terrorista de la palabra.
Imaginémonos en el lugar de Felicidad Blanc. A mí no me gustaría que un hijo mío me escribiese algo así. Ese estribillo, tan directo y violento, en segunda persona, repetido una y otra vez mirando a la cara de su madre… La palabra en sí es casi la acción que describe.
En un primer momento, tras leer el poema sabiendo que se lo dirigía a su madre, pensé que el autor tal vez sufría complejo de Edipo y lo reflejaba en su poesía, pero debemos tener en cuenta que en su libro Narciso en el acorde último de las flautas (1979) aparece el poema “Glosa a un epitafio (Carta al padre)”, en el que también se hace referencia a una relación incestuosa con el padre. Por tanto, no creo que se trate de un deseo verdadero de mantener relaciones sexuales con sus padres, sino de su ya citado deseo de transgresión. Los padres como representación del sistema actual, de los valores vigentes que deben de ser violados, asesinados.
Joaquín Ruano Céspedes apunta muy acertadamente en su artículo que, quien quiera romper con el sistema
“ha de luchar contra la labor reagrupadora del sistema sociomoral al cual quiere demoler, contra su capacidad de resituar los valores, de interceptar lo que lo transgrede y asimilarlo convirtiéndolo en inofensivo. Y esto puesto que la transgresión deja de tener valor en tanto ya ha sido realizada, en cuanto ya ha transgredido. De este modo, lo que busca el libertino; lo que busca el ritornelo en nuestro poema (y he aquí su función), es la inasible transgresión absoluta, perpetua, definitiva, pero no por asentada, sino por infinita en su repetición; lo que busca el libertino, lo que busca “Proyecto de un beso” es, sencillamente, la imposibilidad.” (RUANO, 2003: 9)

5. CONCLUSIÓN
En resumen, “Proyecto de un beso” es un texto representativo de la poesía de Leopoldo María Panero: ruptura y provocación. La mayoría de sus poemas son “escandalosos”, otros parecen ininteligibles (mezcla de idiomas y de caracteres, símbolos inexplicables…), pero todos consiguen remover algo dentro del lector.
Si “Proyecto de un beso” me resulta especialmente potente es por ese ritornelo que parece golpearnos una y otra vez, cada vez más fuerte, hasta quedarse grabado en la cabeza, como ocurre en “La cogida y la muerte” de Lorca. Son poemas que lees una vez y ya nunca olvidas.
Por último me gustaría reflexionar sobre los problemas psicológicos de Panero. Sin duda se trata de un hombre muy inteligente y cultivado. Él mismo dedica páginas interesantísimas a hablar sobre la locura y sobre Freud, Nietzsche, Jung… Lo que me pregunto cuando leo sus poemas es: ¿estaba loco?, ¿esto es poesía?, ¿quién decide qué es la locura y qué es la poesía?, ¿dónde termina el arte?, ¿cuál era su intención?, ¿dónde está el límite entre ser un genio y ser un demente? Supongo que la línea divisoria es muy fina y Panero estuvo siempre ahí, jugando en los bordes.

6. BIBLIOGRAFÍA
BLESA, T., Leopoldo María Panero, el último poeta, Madrid: Valdemar, 1995.
PANERO, L. M., Poesía completa 1970-2000, Madrid: Visor Libros, 2001.
RUANO, J., “Funcionamiento del ritornelo: “Proyecto de un beso” de Leopoldo María Panero, Tropelias, revista de teoría de la literatura y literatura comparada, nº12-14 (2001-2003), págs. 479-490. Disponible en: http://www.academia.edu/4308791/Funcionamiento_del_Ritornelo_en_Proyecto_de_un_beso_de_Leopoldo_Mar%C3%ADa_Panero
NIETZSCHE, F., Así habló Zaratustra, Madrid: Alianza, 1998.

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