El
poema que acabamos de leer está recogido en la antología
Variaciones y figuras sobre un tema de La Bruyère (1974)
escrita por Guillermo Carnero, a quien encuadramos en el grupo
poético de los novísimos españoles. Este grupo es
conocido por albergar a los poetas más renovadores de la década de
los años setenta: Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez
Sarrión, José María Álvarez, Ana M.ª Moix, Feliz de Azúa,
Vicente Molina Foix, Leopoldo M.ª Panero, Pere Gimferrer, y, por
último, el autor del poema que vamos a comentar a continuación,
Guillermo Carnero. No obstante, podemos establecer una clara
bifurcación en esta corriente entre la tendencia culturalista, en la
que se incluyen Guillermo Carnero, José María Álvarez y Pere
Gimferrer, y la relacionada con la cultura de masas caracterizada por
su rechazo a los valores establecidos (Manuel Vázquez Montalbán,
Leopoldo María Panero). En el poema “Mira el breve minuto de la
rosa” vamos a encontrar muchas características propias de esta
corriente: absoluta libertad formal y métrica derivada del ansia de
experimentación, técnicas de collage, introducción de elementos
exóticos y modernistas. Es por tanto una poesía muy visual, con
grandes tintes surrealistas y culturalistas.
Antes
de entrar de lleno en el poema, es importante saber algo más del
creador del mismo. Guillermo
Carnero es doctor en Filosofía y Letras, catedrático de Filología
Española en la Universidad de Alicante y licenciado en Ciencias
Económicas. Además, es especialista en literatura española de los
siglos XVIII y XIX y de las vanguardias del XX. Estos datos demuestran y explican que la poesía de Guillermo
Carnero esté cargada
de referencias y motivos culturales. Finalmente, decir que su obra poética está compuesta
por siete libros: Dibujo de la
muerte (1967), Variaciones y figuras sobre un tema de la Bruyére
(1974), Música para fuegos de artificio (1989), Divisibilidad
indefinida (1990), Verano inglés (1999), Espejo de gran niebla
(2002), Fuente de Médicis (2006).
Para
comenzar a analizar el poema, me gustaría citar unas palabras que Guillermo Carnero
pronunció en una entrevista que le hizo Ángel L. Prieto de Paula:
“En
resumen, creo —y más de una vez lo he dicho— que intimismo,
máscara cultural y reflexión existencial y metapoética son, en lo
que puedo alcanzar, los componentes de esa trayectoria a que te
refieres, con distintas proporciones en la combinación según los
libros.”
Como
hemos visto, en pocas palabras Guillermo Carnero nos ha definido los
componentes fundamentales de su trayectoria poética. Muchos de los
mencionados los podemos advertir en el poema escogido.
De
modo que, bajo las palabras del poeta subyace un intimismo que
muestra los propios sentimientos o emociones del autor. Por ello,
encontramos en este poema gran carga reflexiva existencial, pues el
autor medita sobre la fugacidad del tiempo. Si atendemos a la
simbología tradicional de la rosa en la literatura, ha significado la inestabilidad que domina todo aquello que
nace, y, por lo tanto, muere. Es decir, hoy podemos ver la rosa muy
bella, pero mañana verla morir.
Sin
embargo, hay que decir que sobre este tópico tan utilizado
tradicionalmente, Guillermo Carnero aplica su propia visión
personal. Tal y como ha señalado la profesora M.ª Teresa González
de Garay en su artículo Dos novísimos y un barroco.:
“su
visión personal (...)
compatibiliza
la emoción sensorial y táctil que el hombre siente al ver la rosa
con la preocupación del artista por nombrar de nuevo el mundo, el
exterior en sus conexiones con el interior y viceversa.” (p.6)
Por
lo tanto, además de la preocupación por el paso del tiempo, también
advertimos en el poema una preocupación por “la poetización de
la rosa”.
En
lo formal, apreciamos un rechazo a las formas tradicionales y la
carencia de métrica y rima. Ambas, características mencionadas antes como determinantes dentro de la tendencia poética en la que se identifica a Guillermo Carnero. Además, el carácter sensorial del
poema es evidente en expresiones como “mancha de color”,
“la rosa tiembla, es tacto”.
En
conclusión, en este poema vemos el desasosiego de Guillermo
Carnero por la poesía y su relación con ésta. Es decir, estamos
ante un metapoema, enmascarado bajo la simbología de la rosa en la lírica tradicional que trata el tema del paso del tiempo. Así, me parecen
fundamentales las palabras de Marta Beatriz Ferrari, en su texto
titulado Un espejo fragmentado:
“El
título haría pensar en el tópico barroco del tempus fugit (...);
sin embargo, lo que nos ofrece Carnero es un texto que ha de ser
decodificado en clave metapoética y leído en la línea inaugurada
por Borges en ‘El Golem’, al plantear una pregunta acerca de cómo
coincide la preexistencia del lenguaje en la captación de la
experiencia” (p. 146)
Bibliografía:
–
Ferrari,
Marta (1996). «Un espejo fragmentado: la práctica metapoética de
Guillermo Carnero», en Laura Scarano et al. (eds.), Marcar la piel
del agua. La autorreferencia en la poesía española contemporánea.
Rosario: Beatriz Viterbo, pp. 141-148.
Webgrafía:
–
Ángel
L. Prieto de Paula (2003)
«Guillermo
Carnero». Quimera 227, 44-51. Recuperado
desde:
http://www.cervantesvirtual.com/portales/guillermo_carnero/entrevista/
–
Ministerio
de Educación, cultura y deporte. «Guillermo
Carnero».
España: España
es cultura. Recuperado
desde:
–
González
Garay M.ª Teresa (2007). «Dos
novísimos y un barroco»,
pp. 189-202. Recuperado desde:
file:///C:/Users/Raquel/Downloads/Dialnet-DosNovisimosYUnBarroco-2667971%20(2).pdf
Me han gustado mucho el comentario, Raquel. El tema del poema es muy interesante y me ha hecho pensar en "El poema" de Juan Ramón Jiménez que vimos con el profesor Francisco Domínguez Matito:
ResponderEliminar¡No le toques ya más,
que así es la rosa!