En esta entrada trataremos más extensamente las
características esenciales del teatro de Antonio Buero Vallejo, complementando
la información aportada en entradas anteriores.
La obra de Buero es testigo de la desgracia y la
catástrofe que envolvió a la generación del autor como consecuencia de la
Guerra Civil. Como bien sabemos, en sus obras queda patente una poderosa
crítica a las injusticias con un claro matiz existencialista. La atmósfera
trágica que las envuelve responde a la frustración que sobrevuela a sus
personajes, ansiosos por superar la tragedia y alcanzar la libertad.
La voluntad por defender la dignidad del hombre y la
reflexión en torno a los problemas de su existencia (sus limitaciones naturales
o impuestas, la falsedad, el egoísmo, la opresión) guardan estrecha relación
con el ya mencionado realismo social y psicológico, mediante el cual el autor dedica
una especial atención a la descripción de las circunstancias que los envuelven,
a la descripción de sus estados de ánimo, su conducta, sus costumbres, los conflictos
a los que están sometidos, etc. En definitiva, dedica una especial atención a
la caracterización de los personajes, que pretende ser muy realista con el fin
de realizar un análisis profundo y verídico de la realidad, buscando comprender
el porqué de todo aquello que nos ocurre, profundizando en lo más íntimo del
individuo. De este modo, buscará a su vez establecer un vínculo real con el
espectador, esperando que este consiga empatizar con lo transcurrido en escena
y llegue a cuestionarse las mismas preocupaciones expuestas.
En su obra, por tanto, es indiscutible el componente
realista ligado a la vida de la España de posguerra. Pese a que, generalmente,
trata obras en las que los personajes resultan contemporáneos al espectador
-método que consigue que estos se le presenten cercanos al público-, sabemos
que Buero también cultivó el drama histórico. En cualquier caso, se verifica
que independientemente de la ambientación de la trama, la obra busca la
efectiva crítica a la realidad de España, retratando a los oprimidos y a los
desafortunados para reflexionar acerca de los conflictos de la existencia
humana.
La alusión a símbolos es algo muy frecuente en su
teatro, y su recurrencia podría explicarse como un posible medio para superar
la censura. La mayoría de los personajes que retrata en sus obras presentan
limitaciones físicas o psíquicas que se traducen en símbolos como la ceguera
(contraria a la luz y a la claridad, y por tanto, a la verdad) o la sordera,
adquiriendo de este modo una dimensión trascendente con significados que van
más allá de lo aparente.
«No
es a ellos [los ciegos], en realidad, a quien intenté retratar con sus
preocupaciones, sino a todos nosotros».
Antonio Buero
Vallejo
Mediante la cita comprobamos cómo esa
ceguera simbólica responde a la incapacidad humana de descubrir la verdad en
aquello que nos rodea y de superar nuestras propias limitaciones.
Por otro lado, la finalidad catárquica es muy importante
en la obra de Buero teniendo en cuenta el innegable afán por realizar esa
crítica social y política a la que ya hemos hecho referencia en pasadas
entradas. En este sentido, el componente escenográfico supone una innovación
muy notable ligada al lenguaje teatral de nuestro autor. La disposición de los
elementos en el espacio, el juego de perspectivas logrado mediante el escenario
múltiple, la posibilidad de representar acciones paralelas, los juegos de luz y
sonido, los efectos especiales o las proyecciones, forman parte de la voluntad
didáctica de este realismo. La experimentación escénica ayuda, de este modo, a
la comprensión de los conflictos por parte del espectador, quien interioriza
fácilmente el conflicto como resultado de este efecto de inmersión.
Como en las tragedias clásicas, el autor trata de
provocar esa catarsis en el espectador. El estilo de Buero, siguiendo esto,
será cuidado y sobrio, con un lenguaje sencillo que se adapte al nivel
sociocultural del personaje y que no suponga una traba a la hora de hacer
llegar el mensaje al público: es importante que la información resulte de fácil
comprensión.
En lo referente a sus personajes, Buero no plantea una
distinción entre “buenos” o “malos”, sino que refleja un interés por distinguir
a aquellos que buscan formar parte en la acción y aquellos que simplemente
sueñan con alcanzar algo mejor. Es decir, que nos plantea como efectiva la
unión de la voluntad de cambio, el anhelo por mejorar y la fuerza de acción
para llevarlo a cabo. En este sentido, son individuos “incompletos”.
Algunos de sus personajes responden a la tipología del
héroe trágico. Son aquellos que se enfrentan a las situaciones de injusticia y
buscan alcanzar su libertad, su auténtica felicidad. En algunas ocasiones estos
individuos se caracterizan por el egoísmo o por la falta de ética en la
consecución de sus objetivos.
Por otra parte, podríamos hablar de personajes que
responden a una tipología “contemplativa”, y que parecen vivir en una burbuja
que ellos mismos han creado a su alrededor para ser capaces de soportar el
dolor de la vida. Estos personajes se caracterizan por ser soñadores
angustiados, resignados, cuya falta de esperanza y de acción termina
conduciéndolos hacia el fracaso.
Se produce el enfrentamiento entre el héroe
(caracterizado como un ser humano común que vive sufriendo) y la sociedad
hostil (que no es otra que aquella en la que vive el autor). Sus personajes no
son capaces de cambiar el mundo, pero tratan de superar sus limitaciones
mediante la fuerza de voluntad, la honestidad consigo mismos y la valentía de
enfrentarse a la realidad que les toca vivir, a sus problemas, conociendo sus
propias limitaciones y sus miedos.
En resumen, podemos hablar de varios elementos o
características que se repiten a lo largo de toda su producción: el realismo
social, el simbolismo, el enfrentamiento entre el individuo humano y la
sociedad, el compromiso político y la búsqueda de la verdad.
Buero siempre defendió que sus obras no eran
pesimistas, sino realistas. Nos enseña que hay que asumir y afrontar los
problemas para poder superarlos, y que la auténtica felicidad consiste tanto en
asumir lo que somos, como en asumir la naturaleza del mundo en el que vivimos,
siendo capaces de integrar y admitir en nosotros el dolor y la crudeza del
mismo como parte de la vida y de la realidad.
Bibliografía utilizada:
DE PACO, M. e IGLESIAS
FEIJOO, L. Antonio Buero Vallejo.
Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002.
HERNÁNDEZ, M. y CAMPOY L.
(2017) Documental El capitán centellas
(Antonio Buero Vallejo). España, RTVE.
PEDRAZA JIMÉNEZ, F. y
RODRÍGUEZ CÁCERES, M. Las épocas de la
literatura española. Barcelona: Ariel, 2012
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