Después de haber leído el cuento de Max Aub, llega el momento de comentarlo y hacer una interpretación de este.
TÍTULO Y RESUMEN
Ingratitud. Esa es la palabra del título del
cuento. Solo con ella nos empezamos a preguntar: ¿ingratitud de quién? ¿Hacia
quién? ¿Qué es lo que no se agradece?
Cuando leemos los primeros párrafos conocemos
a los dos personajes principales: una señora mayor y su hija. En un principio
ninguna de las dos tiene nombre.
De la madre se nos dice que trabaja duro para
mantener a su hija. Tienen un origen humilde y no vivían con grandes
sobresaltos.
Un día el hijo del cosario, Manuel, aparece
supliendo la muerte de su padre. Es entonces cuando Luisa, porque ahora sí
sabemos el nombre de la hija, y Manuel se hacen novios y terminan yéndose
juntos.
La madre se queda sola y poco a poco va
perdiendo cualquier tipo de contacto con su hija. Trata con todas sus fuerzas de no pensar en
la ingratitud de esta, que no ha vuelto a verla, pero termina muriendo
triste y en soledad. Se convierte en un árbol que, quieto y solitario, espera
que alguien vuelva a doblar la esquina y regrese.
NARRADOR
El narrador es de tercera persona y omnisciente.
Especialmente toma un tono íntimo y dulce cuando habla de la mujer y de lo que
ella siente ("se quedó sola, completamente
sola", "sus ojos se llenaban de lágrimas", "tomó más trabajo para comprar tela y
hacer unas camisitas para su nieto", "se reconcomió poco a poco, dio a su hija
cuanto tenía").
Siempre focaliza en ella y sabemos solo lo
que sabe ella. Por ejemplo, no nos enteramos de la situación de la hija, de si
está bien, de si el nieto ha nacido sano… porque la mujer tampoco lo sabe.
De
esta manera, el autor nos hace partícipes de la angustia de la madre que no
tiene noticias de su hija.
ESPACIO
Se nos dice que madre e hija vivían en “una
casa humilde, a orillas de la carretera”. Toda la historia transcurre allí, ya
que el narrador hemos visto que focaliza en la mujer y ella, destinada quizá a
convertirse en árbol, no se mueve.
El narrador sitúa a otros personajes en otros
lugares, pero no sabemos ni dónde están ni cómo son (¿a dónde van a vivir Luisa
y Manuel?, ¿de dónde viene el cosario?, ¿a dónde se lleva la telas que prepara
la madre?). De nuevo, el narrador restringe nuestra información a la que tiene
la mujer.
La descripción más detallada del espacio está
al final, cuando se dice cómo era el paisaje en el que se queda la mujer
convertida en árbol. Es un paisaje oscuro, suponemos que solo con el
árbol-mujer, pero que desemboca, siguiendo el camino por el que se fue Luisa,
en un valle verde.
TIEMPO
Aunque el cuento se extiende a lo largo de
algo menos de tres hojas, pasan bastantes años.
Comienza con el nacimiento de Luisa y acaba
con el nacimiento del hijo de esta y la muerte de su madre. Luisa se va con Manuel cuando tiene diecisiete años. Seis meses después llega
la noticia del embarazo y “unos meses después de su nacimiento” Manuel, Luisa y
el niño se van a vivir lejos. Luego solo sabemos que pasan algunas semanas y
“horas y horas”, pero se pierde la noción del tiempo.
El narrador utiliza siempre el pasado pero en
la última oración, para cerrar el cuento, dice “todavía está allí”. Hace un uso
de una forma presente que traslada el cuento no solo a su tiempo, sino también
al nuestro, sea cuando sea que lo leamos.
PERSONAJES
Encontramos tres personajes principales:
Manuel, Luisa y la madre. Además, hay algunos personajes que son nombrados,
como el padre de Manuel, el de Luisa, el sustituto de Manuel, el bebé recién
nacido y la madre de la mujer, que aparece en los recuerdos de esta última.
El conflicto interior de los personajes solo
se da en la madre, que de debate entre el entender y amar a su hija y el
tacharla de ingrata. Se consuela pensando que los hijos son así, aunque ella no
lo fue. La ingratitud y el sentimiento de soledad se convierten en personajes
por sí mismos según avanzan y se asientan en el alma de la mujer, hasta que consiguen que esta termine convertida en árbol.
La metamorfosis en un árbol viejo es bastante
simbólica. Se produce la muerte de la vieja pero también la aparición física de
la soledad y la ingratitud. Es un árbol que se queda esperando, quieto y
triste, manteniendo la forma y los sentimientos de la vieja (“parecía una vieja
ladeada en el borde del camino”).
Los personajes de Luisa y Manuel son los que
los lectores odiamos y rechazamos. Nos produce tristeza ver a la vieja
abandonada y sola después del esfuerzo que ha hecho por su hija y del amor que
le ha proporcionado.
Se produce una evolución muy notoria en el
personaje de Luisa. El narrador pasa de referirse a ella como “Luisa” o “hija”
a llamarla “su mujer” (de Manuel). Este cambio es importante y tiene que ser
señalado porque expresa la ruptura de la relación entre la mujer y su hija, no
solo en el relato sino también en el corazón de la madre.
FINAL
Ya se ha mencionado el final al hablar del
personaje de la mujer. Ella termina convertida en árbol y esta es la
circunstancia que cierra el relato. Sin embargo, también hemos visto que la
última frase, aunque no deja abierta la historia, hace que uno de los
personajes permanezca de algún modo fuera del cuento.
Este aspecto y algunos otros los quiero
tratar en el último apartado.
INTERPRETACIÓN Y SIMBOLOGÍA
Como os he ido adelantando, hay algunos
aspectos que tienen una interpretación más profunda y que llevan a una
reflexión general y atemporal.
Los símbolos más claros, y por los que quiero
comenzar, son los de los personajes.
Tenemos una clara oposición entre la mujer y
su hija y su yerno. Luisa y Manuel son jóvenes y terminan “huyendo” de la
pobreza y la desolación. La vieja es el contrapunto porque no le queda otro
remedio que quedarse, y si tiene otra opción, parece imposible. Permanece en la
misma casa, sola, anclada a un pasado e incapaz de seguir el futuro. Esta
diferencia se da más claramente cuando nace el niño. Una nueva generación que permanece
ajena totalmente a la realidad de la mujer, sin ningún contacto con ella.
Sin embargo, el narrador nos da más datos
y nos describe con más cuidado la
realidad de la mujer y no la de su hija y su nieto. Quizá para hacernos
entender que no por más oscura es menos real.
Esta simbología de lo viejo y lo nuevo, el pasado y el presente, está también en el espacio y en el tiempo.
Hemos visto que en la última descripción se
dice que el paisaje está desolado, pero que el camino acaba en un valle “sólo
verde”. Tenemos por tanto dos espacios, aunque, de nuevo, el narrador solo
decida focalizar en uno.
El verde del valle es el color de la
esperanza y se podría entender que el paisaje en el que se queda el árbol es la
tragedia de la posguerra y el dolor, que, desgraciadamente, siempre permanecen.
Si se sigue el camino que Luisa y Manuel tomaron se llega a un atisbo de
esperanza, de una vida mejor y algo más prometedora.
Por otro lado, el paisaje en el que se queda
la mujer, el humilde, en el que no hay vegetación en las montañas, es el
paisaje del pasado donde no hay verde. El único verde que hay posiblemente sea
el de las “pocas hojas” que tiene el árbol, aunque están cubiertas de polvo.
Desde mi punto de vista, este atisbo de color verde que puede haber en las
hojas es un símbolo de la esperanza mínima que quedó en la mujer antes de
convertirse en árbol.
El último símbolo se da en el tiempo, aunque
está en estrecha relación con el espacio.
Como ya se ha comentado, el tiempo de la
narración es el pasado menos al final, donde encontramos presente. El uso de la
forma en presente se conjuga con el espacio para indicar que el árbol siegue
allí. Como antes he dicho, no es un presente concreto ya que es el presente de
la persona que lo lea.
No obstante, en el tiempo hay una especie de unión entre el pasado, que está representado por la vieja y el espacio donde se queda el árbol, y el presente, ya que el árbol (la mujer) sigue ahí. Este encuentro entre pasado y presente nos lleva a la interpretación final: aunque se atisba durante todo el relato, nos damos cuenta al final de que la mujer, el árbol, es la memoria que permanece, aunque no siempre la veamos o vayamos a visitarla.
No obstante, en el tiempo hay una especie de unión entre el pasado, que está representado por la vieja y el espacio donde se queda el árbol, y el presente, ya que el árbol (la mujer) sigue ahí. Este encuentro entre pasado y presente nos lleva a la interpretación final: aunque se atisba durante todo el relato, nos damos cuenta al final de que la mujer, el árbol, es la memoria que permanece, aunque no siempre la veamos o vayamos a visitarla.
Aunque como lectores comprendamos mejor a la
mujer y veamos ingratitud en su hija, lo cierto es que estamos ante un cuento
en el que Max Aub nos hace una llamada de atención. La ingrata no es solo
Luisa, somos en parte todos los que nos hemos olvidado de que el árbol sigue
allí y que la realidad oscura en la que vivió la mujer forma parte del
presente.
Ver en la mujer y en el árbol la memoria del
pasado pero a la vez el presente es la lección atemporal de la que hablaba. Aunque,
afortunadamente, hayamos seguido el camino y hayamos llegado al valle verde, no
podemos no volver la vista atrás. Esa es la ingratitud sobre la que gira el
cuento.
En unos años en los que tanto se ha hablado,
y se habla, sobre la memoria histórica, me parece que “La ingratitud” de Max
Aub explica de manera bella y a la vez nostálgica el porqué de esta memoria
histórica y su importancia.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
- AUB, Max, “La ingratitud”. En: MERINO, José
María, Cien años de cuentos: (1898-1998)
antología del cuento español en castellano. Madrid (España): Alfaguara,
1998, p. 174-176. ISBN: 84-204-8379-6
- Max Aub. Biografía. Instituto Cervantes.
Fecha de actualización: abril de 2017. Disponible en: <http://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/biografias/argel_max_aub.htm>
- RODRÍGUEZ CACHO, Lina, Manual de historia de la literatura española. Madrid (España):
Castalia, 2009, 2º vól. ISBN: 978-84-9740-289-7
No hay comentarios:
Publicar un comentario