miércoles, 5 de abril de 2017

Moralidades (1966)


Considerado por gran parte de la crítica y del propio público como su mejor libro de poemas, es el que mayor cercanía mantiene con la protesta y el compromiso social, a la par que muestra una técnica y una madurez poética propia de alguien que ya ha conseguido labrar su propia vía expresiva en el complejo ejercicio de purgarse con tinta sobre una superficie blanca. Moralidades es el perfecto puente entre sus dos obras restantes. Frente a la inocente abstracción y falta de imprecisión de Compañeros de viaje, tan típica de una ópera prima, así como al nihilismo poético extremadamente lucido y de calidad de Poemas póstumos, Moralidades representa la transición natural entre ambos polos, heredando el compromiso vitalista del primer libro y embarcándose en el tono confesional de PP en el que predomina la reflexión sobre la dimensión personal de la vida.

A mi juicio, este libro es también el más rico de todos ellos debido a la fresca humanidad que irradia. Creo que, ante todo y en última esencia, un verdadero libro comporta un ejercicio intelectual y emocional en el que alguien gratuitamente y por el mero gusto de hacerlo transmite una determinada vivencia con el humilde propósito de enriquecer y aportar una nueva perspectiva a nuestra propia experiencia, pues no hay que olvidar que, al fin y al cabo, nadie sabe vivir, simplemente improvisamos. 

Bien, partiendo de lo dicho, quisiera profundizar un poco más todavía en relación a los poemarios, ya que los considero como el tipo de libro más logrado en términos estéticos y emocionales, en el sentido de unidad. Y en el caso de Moralidades, el precepto se cumple a la perfección. El verso de Gil de Biedma, en ocasiones expresión pura de afecto y en otras leve música del corazón que trata de llamar a la paz entre los hombres, es eficaz, simple y rotundo, algo así como una conversación sobre la vida y sus distintos planos.

Incluyo en la entrada aquellos poemas que recogen la esencia del libro: iracunda protesta contra la desigualdad social y la indiferencia de la clase dominante, tintada de precisas reflexiones sobre el amor, la literatura y la aventura que supone vivir, quemarse en cada verso:

Barcelona ja no és bona, o mi paseo solitario en primavera

En los meses de aquella primavera 
pasaron por aquí seguramente 
más de una vez. 
Entonces, los dos eran muy jóvenes 
y tenían el Chrysler amarillo y negro. 
Los imagino al mediodía, por la avenida de los tilos, 
la capota del coche salpicada de sol, 
o quizá en Miramar, llegando a los jardines, 
mientras que sobre el fondo del puerto y la ciudad 
se mecen las sombrillas del restaurante al aire libre, 
y las conversaciones, y la música, 
fundiéndose al rumor de los neumáticos 
sobre la grava del paseo. 
Sólo por un instante 
se destacan los dos a pleno sol 
con los trajes que he visto en las fotografías: 
él examina un coche muchísimo más caro 
—un Duesemberg  sport con doble parabrisas, 
bello como una máquina de guerra– 
y ella se vuelve a mí, quizá esperándome, 
y el vaivén de las rosas de la pérgola 
parpadea en la sombra 
de sus pacientes ojos de embarazada. 
Era en el año de la Exposición.
Así yo estuve aquí 
dentro del vientre de mi madre, 
y es verdad que algo oscuro, que algo anterior me trae 
por estos sitios destartalados. 
Más aún que los árboles y la naturaleza 
o que el susurro del agua corriente 
furtiva, reflejándose en las hojas 
—y eso que ya a mis años 
se empieza a agradecer la primavera–, 
yo busco en mis paseos los tristes edificios, 
las estatuas manchadas con lápiz de labios, 
los rincones del parque pasados de moda 
en donde, por la noche, se hacen el amor... 
Y a la nostalgia de una edad feliz 
y de dinero fácil, tal como la contaban, 
se mezcla un sentimiento bien distinto 
que aprendí de mayor, 
este resentimiento 
contra la clase en que nací, 
y que se complace también al ver mordida, 
ensuciada la feria de sus vanidades 
por el tiempo y las manos del resto de los hombres.
Oh mundo de mi infancia, cuya mitología 
se asocia –bien lo veo– 
con el capitalismo de empresa familiar! 
Era ya un poco tarde 
incluso en Cataluña, pero la pax burguesa 
reinaba en los hogares y en las fábricas, 
sobre todo en las fábricas - Rusia estaba muy lejos 
y muy lejos Detroit. 
Algo de aquel momento queda en estos palacios 
y en estas perspectivas desiertas bajo el sol, 
cuyo destino ya nadie recuerda. 
Todo fue una ilusión, envejecida 
como la maquinaria de sus fábricas, 
o como la casa en Sitges, o en Caldetas, 
heredada también por el hijo mayor.
Sólo montaña arriba, cerca ya del castillo, 
de sus fosos quemados por los fusilamientos, 
dan señales de vida los murcianos. 
Y yo subo despacio por las escalinatas 
sintiéndome observado, tropezando en las piedras 
en donde las higueras agarran sus raíces, 
mientras oigo a estos chavas nacidos en el Sur 
hablarse en catalán, y pienso, a un mismo tiempo, 
en mi pasado y en su porvenir.
Sean ellos sin más preparación 
que su instinto de vida 
más fuertes al final que el patrón que les paga 
y que el salta-taulells que les desprecia: 
que la ciudad les pertenezca un día. 
Como les pertenece esta montaña, 
este despedazado anfiteatro 
de las nostalgias de una burguesía.
                                                     (Las personas del verbo, pág. 77-79)

Apología y petición
¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno,
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
De todas las historias de la Historia
la más triste sin duda es la de España
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.
Nuestra famosa inmemorial pobreza
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno,
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.
A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.
Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
puede y debe salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.
Quiero creer que no hay tales demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia.
Son ellos quienes han vendido al hombre,
los que le han vertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.
                                                   (Las personas del verbo, pág. 80-81)
París, postal del cielo

Ahora, voy a contaros
cómo también yo estuve en París, y fui dichoso.

Era en los buenos años de mi juventud,
los años de abundancia
del corazón, cuando dejar atrás padres y patria
es sentirse más libre para siempre, y fue
en verano, aquel verano
de la huelga y las primeras canciones de Brassens,
y de la hermosa historia
de casi amor.

Aún vive en mi memoria aquella noche,
recién llegado. Todavía contemplo,
bajo el Pont Saint Michel, de la mano, en silencio,
la gran luna de agosto suspensa entre las torres
de Notre-Dame, y azul
de un imposible el río tantas veces soñado
-It's too romantic, como tú me dijiste
al retirar los labios.

¿En qué sitio perdido
de tu país, en qué rincón de Norteamérica
y en el cuarto de quién, a las horas más feas,
cuando sueñes morir no te importa en qué brazos,
te llegará, lo mismo
que ahora a mí me llega, ese calor de gentes
y la luz de aquel cielo rumoroso
tranquilo, sobre el Sena?

Como sueño vivido hace ya mucho tiempo,
como aquella canción
de entonces, así vuelve al corazón,
en un instante, en una intensidad, la historia
de nuestro amor,
confundiendo los días y sus noches,
los momentos felices,
los reproches

y aquel viaje -camino de la cama-
en un vagón del Metro Étoile-Nation.

                                                   (Las personas del verbo, pág. 89-90)
Bibliografía:

-J. Gil de Biedma, Las personas del verbo (1990) Barcelona, Seix barral.

No hay comentarios:

Publicar un comentario