En la entrada anterior hemos
analizado el poema “Miopes” de Luis Mateo Diez, sin embargo debemos recordar
que este escritor apenas compuso lírica, sino que la gran mayoría de su
producción literaria está formada por obras narrativas. Por ello, debemos analizar
también uno de sus relatos.
Para esta tarea he escogido el
cuento titulado “El tilo”, recogido en El
árbol de los cuentos (2006):
Un hombre llamado Mortal vino a la aldea de
Cimares y le dijo al primer niño que encontró: avisa al viejo más viejo de la
aldea, dile que hay un forastero que necesita hablar urgentemente con él.
Corrió el niño a casa del Viejo Arcino que, como
bien sabía todo el mundo en Cimares, tenía más edad que nadie.
Hay un forastero que le quiere hablar con mucha
urgencia, dijo el niño al Viejo.
Las prisas del que las tiene suyas son, la edad
que yo tengo me la gané viviendo con calma, si quiere esperar que espere.
El hombre daba vueltas alrededor de un tilo muy
grande que había en la entrada del pueblo. Cuando volvió el niño y le dijo lo
que le había comentado el Viejo Arcino, estaba muy nervioso.
Es poco el tiempo que queda, musitó contrariado,
una docena más de vueltas al árbol y termina el plazo.
El niño le miraba aturdido, el hombre le acarició
la cabeza: lo que menos vale de la edad de un hombre es la infancia, dijo,
porque es lo que primero acaba. Luego viene la juventud, siguió diciendo
mientras volvía a dar vueltas, y nada hay más vano que las ilusiones que en
ella se fraguan. El hombre maduro empieza a sospechar que al hacerse más sabio,
más se acerca a la muerte, entendiendo que la muerte sabe más que nadie y
siempre sale ganando. De la vejez nada puedo decir que no se sepa.
El Viejo Arcino llegó cuando el hombre estaba a
punto de dar la docena de vueltas.
¿Se puede saber lo que usted desea, y cuál es la
razón de tanta prisa?..., le requirió.
Soy Mortal, dijo el hombre, apoyándose exhausto
en el tronco del tilo.
Todos los somos, dijo el Viejo Arcino. Mortal no
es un nombre, Mortal es una condición.
¿Y aun así, aunque de una condición se trate,
sería usted capaz de abrazarme?..., inquirió el hombre.
Prefiero besar a ese niño que darle un abrazo a
un forastero, pero sí de esa manera queda tranquilo, no me negaré. No es raro
que llamándose de ese modo ande por el mundo como alma en pena.
Se abrazaron bajo el tilo.
Mortal de muerte y mortandad, musitó el hombre al
oído del Viejo Arcino. El que no lo entiende de esta manera lleva las de
perder. La encomienda que traigo no es otra que la que mi nombre indica. No hay
más plazo, la edad está reñida con la eternidad.
¿Tanta prisa tenías...? inquirió el Viejo,
sintiendo que la vida se le iba por los brazos y las manos, de modo que el
hombre apenas podía sujetarlo.
No te quejes que son pocos los que viven tanto.
No me quejo de que hayas venido a por mí, me
conduelo del engaño con que lo hiciste, y de ver asustado a ese pobre niño…
Bibliografía:
- Cuento breve de Luis Mateo Díez: El tilo. (2017). Narrativa Breve. Recuperado el 27 de Marzo del 2017, de https://narrativabreve.com/2013/09/cuento-breve-luis-mateo-diez-tilo.html
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