En esta entrada analizaré el
cuento titulado “El tilo” de Luis Mateo Díez, recogido en la sección anterior
de este autor.
El relato nos narra la llegada de
Mortal a la aldea de Cimares y cómo este pide a un niño que avise al hombre más
viejo del lugar porque lo está buscando, mientras él se dedica a dar vueltas
alrededor de un tilo. Cuando finalmente el anciano llega, ambos se funden en un
abrazo y el hombre siente cómo va perdiendo la vida, pues Mortal se la ha
arrebatado, ya que es La Muerte.
Como ya comentó mi compañera
María Piñeiro en la entrada “Introducción a los cuentos de Ana María Matute”,
el cuento ha sido un género menospreciado por críticos y autores, como lo
podemos ver en la propia sinopsis de El
árbol de los cuentos, donde está recogido el relato “El tilo”:
“Reunir los cuentos que llevo escritos y publicados haciendo un largo
recorrido ordenado entre los años 1973 y 2004, no me ha resultado fácil. Los
cuentos se me van de las manos, las novelas las tengo más atadas, aunque
también debo confesar mi condición de propietario indolente de mis ficciones.
Lo que ya está escrito siempre me interesa menos que el proyecto en marcha, y la
propensión de las invenciones al anonimato siempre me subyugó. Los cuentos se
me han ido de las manos en libros perdidos y recuperados, en colecciones
sueltas, también en libros que no eran estrictamente de cuentos, libros en los
que había cuentos además de otras cosas. Reunirlos es reconocerlos, dejar que
vuelvan y adquieran la consistencia de las ramas del árbol al que pertenecen.
Ellos contienen, sin duda, huellas insustituibles de mi mundo literario,
tonalidades y hallazgos variados y hasta puede que respondan a intereses y
retos contrapuestos, tras la deriva de tantos años. La perfección del olvido,
esa ambición moral y estética de que una ficción no necesite dueño, se
corresponde muy bien con la ambición de un cuento perfecto, tan imposible como
imprescindible. No hay opción a las historias complacientes, la vida que se
gana en las ficciones siempre debe ser más poderosa que la verdadera”.[1]
Con estas palabras, Luis Mateo
Díez nos ofrece el significado que tienen para él los cuentos, y cómo durante
años los ha tenido olvidados entre el polvo, sin darles mayor importancia.
Centrándonos ya en el análisis
del cuento, está relatado por un narrador omnisciente en tercera persona, como
queda demostrado al permitirnos saber lo que Mortal le dice al oído a Arcino,
pues el niño que es quien está más cerca no llega a escucharlo. Además, está
narrado en pasado: “vino”, “encontró”, “acarició”…
Estructuralmente nos encontramos
con un relato que tiene inicio, desarrollo y desenlace; sobresale el dialogo
frente a la narración, siendo a través de las palabras de los tres personajes
como se nos ofrece el avance de la acción.
En cuanto a los temas,
encontramos en primer lugar, la infancia y el final de ésta, simbolizada en el
miedo del niño cuando comprende que ha sido el recadero de la muerte y al
entender que ésta siempre llega, que la vida siempre acaba, y por lo tanto, que
la meta de la existencia es el dejar de vivir. También están recogidas las
edades del hombre en las palabras trasmitidas por Mortal al niño mientras
esperan al anciano. En este caso el autor modifica el tópico y afirma que la
infancia, etapa de la vida que siempre se ha vinculado a la felicidad, es la
primera en terminar. Y en tercer lugar, se encuentra otra modificación, la del
tópico tradicional de la danza de la muerte, que en este caso Luis Mateo Díez
lo transforma en el abrazo a la muerte. Junto a este tema, encontramos la
aceptación de Arcino de su propio fallecimiento, pues él sabe que su vida debe
acabar, pero le duele que por su culpa la infancia del niño haya terminado.
Por otro lado, observamos que el cuento está lleno de
un simbolismo. Quizás el dato que más
nos llama la atención es que la Muerte, un ser eterno, se nombre Mortal, ante
lo que el anciano dice: “Todos los somos. Mortal no es un
nombre, Mortal es una condición.” Sin embargo, frases más abajo encontramos la respuesta a estas
palabras “Mortal de muerte y mortandad […] La encomienda que traigo no es otra que la que mi nombre indica.”. Todo ello nos
lleva de nuevo a la muerte como final del camino de la vida, tema que ha sido
utilizado en literatura durante siglos (recordemos que una de las
características de los novísimos es la utilización de tópicos clásicos a través
de la innovación).
Además, en este relato
encontramos también una de las características personales de este autor: lo
rural, ya que la narración tiene lugar en una aldea, es decir, un espacio
vinculado con la calma y la felicidad, que ha sido contrastado en muchas
ocasiones con la ciudad, donde hubiera sido más difícil situar esta historia.
En conclusión, Luis Mateo Díez, nos ofrece con
este cuento una reflexión sobre las etapas del hombre, la muerte y la manera en
que ésta marca la existencia del ser humano. Y todo ello lo lleva a cabo a
través de la innovación de tópicos literarios y paradojas.
Bibliografía:
- `El tilo´, de Luis Mateo Díez: microrrelato comentado. (2017). Nalocos.blogspot.com.es. Recuperado el 27 de Marzo de 2017, de http://nalocos.blogspot.com.es/2008/08/el-tilo-de-luis-mateo-dez-microrrelato.html
- Cuento breve de Luis Mateo Díez: El tilo. (2017). Narrativa Breve. Recuperado el 27 de Marzo de 2017, de https://narrativabreve.com/2013/09/cuento-breve-luis-mateo-diez-tilo.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario