domingo, 23 de abril de 2017

Temas comunes de la Generación del 27 en el exilio


Temas comunes de la Generación del 27 en el exilio.

Punto central del estudio: Temas comunes en la poesía de los autores más representativos de la Generación del 27 en el exilio.


Esta, como adelanto en el título, va a ser la entrada que condense el contenido central del trabajo.  La acotación del tema en “Temas comunes en la poesía de los autores más representativos de la Generación del 27 en el exilio” no es casual.

He decidido centrarme en el género de poesía por ser este el que permite mayor libertad para la expresión de la sensibilidad, y en consecuencia, es en el que encontramos una mayor gama de matices, tonos y temas derivados de la experiencia del exilio.

He decidido, a su vez, reducir el estudio a los autores más representativos de la Generación del 27, porque son estos los que contienen más propiamente la esencia de la generación, siguiendo los criterios de Las generaciones literarias de Petersen, que mencionaba en la Introducción. Los autores seleccionados, pues, son, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre.

Hay que dejar claro que no son los únicos, sino los más representativos. Existen muchos otros autores menores adscritos a la Generación del 27: J. Chabás, J. J. Domenchina, J. Larrea, P. Garfias, A. Espina, J. M. Hinojosa, F. de Champourcin, C. Méndez, F. Villalón, R. Laffon, R. Buendía, F. Pérez-Clotet, A. Oliver, M. Valdivieso, A. Espenosa, P. García Cabrera, E. Gutiérrez Albelo, D. López Torres. En ellos, el grado de cumplimiento de los criterios de Petersen no es tan elevado, se muestran las características básicas de forma más diluida.

Pasemos, ya, al análisis de los temas en la poesía de los autores seleccionados durante el exilio.

El paso previo consiste en descartar a aquellos autores que, por circunstancias vitales personales, no vivieron la experiencia del exilio y, que, por tanto, la poesía que escribieron durante el periodo de la guerra y posguerra no supone un material relevante para este estudio.

Ellos son, por un lado, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, que no se exiliaron de España, pero que sí expresaron su sentir conmovido por los sucesos que acontecían. Dámaso Alonso mostró una sensibilidad poética afectada, humana y desgarrada por la situación de España. El ejemplo más relevante es Hijos de la Ira, publicada en 1944, catalogada como poesía desarraigada. Por su parte, Vicente Aleixandre, mostró una reacción poética más político-reivindicativa ante los hechos. Esto se nota en los poemas políticos contrarios al régimen franquista que publicó en la revista El mono azul.

Por otro lado, Gerardo Diego, tampoco se exilió, pero por motivos muy concretos: compartía la ideología del bando nacional durante la Guerra Civil. Su actividad poética durante la guerra y la posguerra, por tanto, puede definirse como diametralmente opuesta a la poesía de los exiliados de su generación, ya que él, aparte de no tener distanciamiento de los hechos, no expresaba afección ante el desastre humano de la guerra, sino que centraba la expresión poética en la temática política, y esta era abordada desde una visión de defensa de los nacionales y de los voluntarios de la División Azul.

Y ya, por último, el caso de Federico García Lorca. En 1936 es asesinado por las fuerzas nacionales. Desgraciadamente, no llegó a vivir ni siquiera la Guerra Civil. Federico García Lorca tenía unos ideales políticos muy marcados, que no pasaban desapercibidos. Además, en aquel momento, su orientación sexual venía unida a discriminación y persecución.

Los autores de la Generación del 27 con los que trabajaremos, pues, son Pedro Salinas, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.

Primero, voy a introducir brevemente la situación personal y literaria de cada uno de los autores durante la guerra y la posguerra. Una vez expuesto este acercamiento individual, realizaré una clasificación de los temas comunes, señalando las particularidades de cada autor en el tratamiento de los temas.

Pedro Salinas salió del país al comienzo de la Guerra Civil. Ejerció como profesor, primero en Boston, en el Wellesley College, y más tarde, a partir de 1939 en Baltimore, donde trabajó en la Universidad de John Hopkins. Permaneció la mayor parte de su vida en Baltimore, salvo un periodo, de 1946-1949, que vivió en Puerto Rico, donde trabajó en la Universidad de Río Piedras.

Su obra poética está dividida en tres etapas. La tercera de ella es la etapa de exilio, en la que escribe El Contemplado (1946), Todo más claro y otros poemas (1949) y Confianza (1942-1955). Esta última es una recopilación póstuma.

En El Contemplado se nota la repercusión íntima del exilio en el poeta. A lo largo de este poemario el sujeto se recrea en la contemplación del mar, espacio inmenso que le separa de España, y en el que refleja su sentimiento de soledad de forma introspectiva, reflexiva e intimista.

No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.


Todo más claro y otros poemas es su obra más reivindicativa, en la que plasma el malestar e indignación ante la degradación de la humanidad en la sociedad moderna, en la que se permite la construcción de armas, algunas fuertemente destructivas, como la bomba atómica. Ej.: “Cero” à Fragmento escogido.

Por el escombro busco yo a mis muertos;
más me duele su ser tan invisibles.
Nadie los ve: lo que se ve son formas
truncas; prodigios eran, singulares,
que retornan, vencidos, a su piedra.
Muertos añosos, muertos a lo lejos,
cadáveres perdidos,
en ignorado osario perfecciona
la Tierra, lentamente, su esqueleto.
Su muerte fue hace mucho. Esperanzada
en no morir, su muerte. Ánima dieron
a masas que yacían en canteras.
Muchas piedras llenaron de temblores.
Mineral que camina hacia la imagen,
misteriosa tibieza, ya corriendo
por las vetas del mármol,
cuando, curva tras curva, se le empuja
hacia su más, a ser pecho de ninfa.
Piedra que late así con un latido
de carne que no es suya, entra en el juego
ruleta son las horas y los días:
el jugarse a la nada, o a lo eterno
el caudal de sus formas confiado:
el alma de los hombres, sus autores.


Jorge Guillén se exilió a Estados Unidos al finalizar la Guerra Civil. Allí trabajó impartiendo Literatura y Letras el resto de su carrera profesional.

Su obra poética se divide en tres etapas. Es en la segunda en la que encontramos una mayor repercusión de la influencia del exilio en la obra del poeta. A esta etapa pertenece Clamor, dividido en tres partes: Maremagnum (1957), Que van a dar en el mar (1960), A la altura de las circunstancias (1963). En ellas se reflejan diversos conflictos políticos y su tema recurrente de la reflexión sobre el paso del tiempo.

El engaño de los ojos

Con qué nobleza se revuelven
Todos juntos esos muchachos
Y claman por una justicia
Perturbando, vociferando,
Tan inocentes los carrillos,
Tan fieros el porte y los pasos,
Con la mirada en dirección
De un porvenir extraordinario,
Pero a la vista ahora, ahora,
Presente ya sobre el asfalto
De las calles estimuladas
Por los rumores calculados
De esa tan filial muchedumbre,
Coro de gargantas y brazos,
Crédulamente fiel y dócil
-Candor por alud- al dictado
De los mayores en edad,
En crueldad y en aparato,
Aun carceleros de una cárcel
Donde todo queda murado,
Sin salida a ningún futuro:
Ni a ese que van anhelando
Los que, por fin, desfilan jóvenes,
Magníficos frente al tirano.


Rafael Alberti tuvo que exiliarse a Francia en 1939, al finalizar la Guerra Civil.  Posteriormente, se trasladó a Argentina, y más tarde, a Roma.

El exilio en Argentina se encuentra recogido en Entre el clavel y la espada (1940). Esta obra supone el tímido comienzo de la etapa evocativa, tan significativa en la obra del autor. De esta etapa evocativa destacan los poemarios Pleamar (1944), A la pintura (1948), y Retornos de lo vivo lejano (1952).

En Entre el clavel y la espada encontramos ya uno de los grandes temas del exilio, el de comparación del paisaje español con el del país de acogida.

(Muelle del Reloj)

A través de una niebla caporal de tabaco 
miro al río de Francia 
moviendo escombros tristes, arrastrando ruinas 
por el pesado verde ricino de sus aguas. 
Mis ventanas 
ya no dan a los álamos y los ríos de España.

Quiero mojar la mano en tan espeso frío 
y parar lo que pasa 
por entre ciegas bocas de piedra, dividiendo 
subterráneas corrientes de muertos y cloacas. 
Mis ventanas 
ya no dan a los álamos y los ríos de España.

Miro una lenta piel de toro desollado, 
sola, descuartizada, 
sosteniendo cadáveres de voces conocidas, 
sombra abajo, hacia el mar, hacia una mar sin barcas. 
Mis ventanas 
ya no dan a los álamos y los ríos de España.

Desgraciada viajera fluvial que de mis ojos
desprendidos arrancas
eso que de sus cuencas desciende como río
cuando el llanto se olvida de rodar como lágrima.
Mis ventanas 
ya no dan a los álamos y los ríos de España.

El sentimiento evocativo se hace cada vez más profundo en la poesía de Rafael Alberti. Este sentimiento tiene que ver con el intimismo nostálgico del poeta exiliado, que evoca un tiempo pasado vivido en España. La siguiente cita del poeta ilustra la importancia que supone España para él y su poesía:

En aquellos años de destierro argentino, mi lejana vida española se me perfila hasta los más mínimos detalles, y son ahora los recuerdos -lugares, personas, deseos, amores, tristezas, alegrías...- los que me invaden hora a hora, haciendo del poema, no una elegía por las cosas muertas, sino, por el contrario, una presencia viva, regresada, de las cosas que en el mundo no murieron y siguen existiendo, aun a pesar de su aparente lejanía. Libro sin fin, pues es como la crónica de los momentos mejores o peores de mi vida, de esos que espero siempre su retorno."

A la pintura es una obra en la que Rafael Alberti reflexiona sobre la pintura de todos los tiempos, pero al mismo tiempo, es una evocación de su adolescencia. Y en Retornos de lo vivo lejano evoca su infancia perdida, recreando escenarios que representan este periodo de su vida.

Vinculado al tema de la evocación, encontramos el gran motivo, el mar. El poeta siente nostalgia por el mar de su Cádiz natal. Lo siente lejano desde el exilio. Vemos que el mar, que ya se vislumbraba en Marinero en Tierra (1925), acaba teniendo su máxima expresión en Ora marítima (1953).

Luis Cernuda se exilió en 1938, y ya nunca volvió a España. Estuvo primero en Reino Unido, de 1938 a 1946, después en Estados Unidos, de 1946 a 1952, y por último, de 1952 a 1963, en México.

Luis Cernuda tenía ya, cuando vivía en España, un sentimiento de extrañeza, de desasosiego y angustia por su condición homosexual y por diversos desengaños amorosos. Este sentimiento se nota en los poemarios Un río, un Amor (1929) y Los Placeres Prohibidos (1931), anteriores al exilio.

El sentimiento de extrañeza propio del poeta se acrecienta durante el exilio, y a él se suman sus preocupaciones y sentimientos contradictorios hacia España. La máxima expresión de esta preocupación por España se nota en Las Nubes (1937-1940).

Impresión de destierro


Fue la pasada primavera,

hace ahora casi un año,

en un salón del viejo temple, en Londres,

con viejos muebles.

Las ventanas daban,

tras edificios viejos,

 a lo lejos,

entre la hierba del gris relámpago del río.

Todo era gris y estaba fatigado

igual que el iris de una perla enferma.


Eran señores viejos, viejas damas,

en los sombreros plumas polvorientas;

Un susurro de voces allá por los rincones,

junto a mesas con tulipanes amarillos,

retratos de familias y teteras vacías.

La sombra que caía

con un olor a gato,

despertaba ruidos

en cocinas.


Un hombre silencioso

Estaba cerca de mí.

Veía la sombra de su largo perfil algunas veces

asomarse abstraído al borde de la taza,

con la misma fatiga

del muerto que volviera

desde la tumba a una fiesta mundana.


En los labios de alguno,

allá por los rincones

donde los viejos juntos susurraban,

densa como una lágrima cayendo,

brotó de pronto una palabra: España.

Un cansancio sin nombre

rodaba en mi cabeza.

Encendieron las luces. Nos marchamos.


Tras largas escaleras

casi a oscuras

Me hallé luego

en la calle,

y a mi lado, al volverme,

vi otra vez a aquel hombre silencioso,

que habló indistinto algo

con acento extranjero,

un acento de niño

 en voz envejecida.


Andando me seguía

como si fuera solo bajo un peso invisible,

arrastrando la losa

de su tumba;

Mas luego se detuvo.

<<¿España?>>, dijo.<<Un nombre.

España ha muerto.>> Había

una súbita esquina en la calleja.

Le vi borrarse entre la sombra húmeda.


Otro tema fundamental en su poesía de exilio es la nostalgia y evocación de la infancia, adolescencia, amor, la tierra natal, etc. Y la desilusión ante el paso del tiempo, que se hace muy fuerte ya hacia el final de su obra, en libros como Vivir sin estar Viviendo (1944-1949), Con las Horas Contadas (1950-1956) y Desolación en la Quimera (1956-1962).

Despedida

Muchachos
Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
Adiós.
Muchachos
Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
Adiós.

El tiempo de una vida nos separa
Infranqueable:
A un lado la juventud libre y risueña;
A otro la vejez humillante e inhóspita.

De joven no sabía
Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
De viejo la he aprendido
y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente

Mano de viejo mancha
El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
Pasar de largo junto a la tentación tardía.

Frescos y codiciables son los labios besados,
Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen.
¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?
Bien lo sé: no lo hay.

Qué dulce hubiera sido
En vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
Compartir bebida y alimento en una mesa.
Sonreír, conversar, pasearse
Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.

Seguid, seguid así, tan descuidadamente,
Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.
No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren
En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.
Que yo pronto he de irme, confiado,
Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.

Adiós, adiós, compañeros imposibles.
Que ya tan sólo aprendo
A morir, deseando
Veros de nuevo, hermosos igualmente
En alguna otra vida.


Emilio Prados tuvo que exiliarse a México cuando Franco se alzó en el poder.

Hacia 1934 ya encontramos un giro social en su poesía, en el poemario Cancionero del pan y el pescado y Llanto de Octubre. Durante la Guerra Civil, el tema social se acrecienta, como se aprecia en Llanto en la sangre (1937) y Cancionero menor para los combatientes (1938).

Tras la Guerra Civil, crea una poesía introspectiva, según Lina Rodríguez Cacho, de tono casi místico; Mínima muerte (1944). En Mínima muerte encontramos el tema de renuncia de la derrota de 1939 y mantenimiento de una ilusoria resistencia, también apreciada en Gil-Albert.

Manuel Altolaguirre se exilió en 1939, al finalizar la Guerra Civil, a París, La Habana y México.

En La Habana publica el libro Nube temporal, en el que los temas fundamentales son la muerte y la ausencia.

Elegía a Federico García Lorca

Me olvido de vivir si te recuerdo,
me reconozco polvo de la tierra
y te incorporo a mí como lo hace
la parte más cercana de tu tumba,
esa tierra insensible que suplanta
el amoroso afán de tus amigos.

Acabada tu vida, permanece
con su total contorno dibujado:
no hay puerta que te lleve a lo futuro.

El árbol de tu nombre ha florecido
en una incalculable primavera.

La muerte es perfección, acabamiento.
Sólo los muertos pueden ser nombrados.
Los que vivimos no tenemos nombre.

Los míticos honderos de la fama
tiran los cantos de tu nombre al mundo
y el lago de la vida abre sus ojos
con párpados de vidrio interminables:
no hay montaña, no hay cielo, no hay llanura,
que en círculos concéntricos no agrande
el eco de tu nombre esclarecido.

No es dolor fraternal, no es pena humana,
es parte, mi pesar, del sentimiento
que hace de las estrellas pensativas
flores sobre la noche que cubre.

Te escribo estas palabras separado
del cotidiano sueño de mi vida,
desde un astro lejano en donde sufro
tu irreparable pérdida llorando.

Más tarde, escribe Nuevos poemas de las islas invitadas (1946) y Fin de un amor (1949). Continúan en este poemario los temas de su obra: naturaleza, el amor y la muerte, pero a ellos se suma la nostalgia.
                   Islas invitadas

Mi soledad llevo dentro,
torre de ciegas ventanas.
Cuando mis brazos extiendo,
abro sus puertas de entrada
y doy camino alfombrado
al que quiera visitarla.
Pintó el recuerdo los cuadros
que decoran sus estancias.
Allí mis pasadas dichas
con mi pena de hoy contrastan.
¡Qué juntos los dos estábamos!
¿Quién el cuerpo? ¿Quién el alma?
Nuestra separación última,
¡qué muerte fue tan amarga!
Ahora dentro de mí llevo
mi alta soledad delgada. 








Una vez introducidos los temas en el contexto vital y obra literaria de cada autor, abstraigámoslos para clasificarlos, y después, volvamos a analizarlos teniendo en cuenta las diferencias particulares que adquieren al ser tratados por cada autor.

Los temas comunes son: la denuncia de los hechos políticos y sociales del momento, la introspección en el sujeto poético, la evocación nostálgica del pasado vivido en España y la reflexión sobre el paso del tiempo.

La denuncia de los hechos políticos y sociales la encontramos en la poesía de Pedro Salinas, Jorge Guillén y Emilio Prados, principalmente.

En Pedro Salinas se trata de una crítica general a la sociedad moderna de consumo, en la que los valores humanos cada vez están más supeditados al dinero. Destaca la denuncia a la construcción de la bomba atómica, plasmada en el poema “Cero”.

En Jorge Guillén apreciamos una denuncia dirigida al ámbito político-social de España. Muestra de ello es el poema “Engaño de los ojos” de su obra Maremágnum (1957), perteneciente a Clamor, en el que denuncia la pérdida de esperanza en la libertad futura de la sociedad española, ya que aprecia que los jóvenes, que son el porvenir, acatan con normalidad el sistema dictatorial franquista.

En Emilio Prados la denuncia en los primeros poemas, anteriores a la Guerra Civil, es, sobre todo, social, como vemos en Cancionero del pan y el pescado. A partir de la Guerra Civil, la preocupación social se inclina hacia el conflicto militar, el cual valora desde una postura republicana, como apreciamos, por ejemplo, en Cancionero menor para los combatientes. El posicionamiento de Emilio Prados por el bando republicano, en ocasiones, roza el fanatismo, ya que, encontramos poemas posteriores a la derrota republicana, en los que el poeta sigue escribiendo como si la derrota no hubiera sucedido y el bando republicano siguiera resistiendo. Este último subtema de resistencia ilusoria, aparece también en Gil-Albert.

Pero teniendo en cuenta que sus obras de denuncia social del conflicto armado Llanto a la sangre y Cancionero menor para los combatientes se publicaron, una en 1937 y la otra, en 1938, y que Emilio Prados se exilió cuando Franco se alzó en el poder, es decir, en 1939, no se puede decir que el tema de denuncia política y social sea en él un tema propiamente del exilio.

El tema de la introspección en el sujeto poético lo encontramos, sobre todo, en Pedro Salinas y en Emilio Prados.

En Pedro Salinas el tema introspectivo llega a su máxima expresión en El Contemplado (1946), largo poema en el que desarrolla un proceso de conocimiento individual casi místico a través de la contemplación del mar.

Encontramos nuevamente el tema introspectivo en Emilio Prados en Mínima muerte (1944), en el tono místico también ha sido notado por algunos estudiosos como Lina Rodríguez Cacho.

Este tema, como vemos, aparece en ambos autores años después del final de la Guerra Civil, en el exilio de postguerra, en Pedro Salinas hacia 1946, y en Emilio Prados hacia 1944. Se trata de un momento de reflexión tras la guerra, en el que hay que tratar de ordenar las ideas y los sentimientos después del duro golpe, y poetas como Pedro Salinas y Emilio Prados, tratan de recobrar ese equilibrio a través de la contemplación y la meditación introspectiva.

El tema de la evocación nostálgica del pasado vivido en España es muy recurrente en la poesía de exilio, lo encontramos fuertemente marcado en Rafael Alberti, aunque también se nota en otros poetas como Luis Cernuda y Manuel Altolaguirre.

En Rafael Alberti, el punto de mayor intensidad de la consciencia de exiliado se da durante los años vividos en Argentina, como apreciábamos en la cita que antes introduje en su presentación individual. En él el sentimiento de exiliado significa nostalgia por el pasado vivido en España. Identificamos, pues, la poesía de exilio con su etapa evocativa, que se compone de recuerdos personales de infancia, plasmados en el poemario Retornos de lo vivo lejano (1952), y recuerdos de adolescencia, notados en A la pintura (1948).

En Luis Cernuda encontramos el tema de la nostalgia y evocación de la infancia, adolescencia, el amor, etc. vividos en España, pero este tema no abarca poemarios completos como ocurre en el caso de Alberti, si no que aparece intermitentemente, como telón de fondo a lo largo de su obra. Y no se trata tanto de una nostalgia del tiempo feliz, en la que España es el lugar idílico de infancia, sino una nostalgia ligada al paso del tiempo, a la perdida de la juventud, es una nostalgia abstracta y amarga, ya que, como mencionaba en la presentación de Luis Cernuda, este siempre tuvo sentimientos contradictorios hacia su país y una sensación constante de extrañeza cuando vivía en él.

En Manuel Altolaguirre el tema de la nostalgia se encuentra más localizado, notándose especialmente en los poemarios Nuevos poemas de las islas invitadas (1946) y Fin de un amor (1949), pero como ocurre en el caso de Luis Cernuda, la nostalgia no es un tema en sí mismo. Aparece ligada a otros temas, propios de la obra de Altolaguirre como son la naturaleza, el amor y la muerte.

Y, por último, el tema de la reflexión sobre el paso del tiempo lo encontramos en Jorge Guillén y en Luis Cernuda.

El tema del paso del tiempo no es un tema desarrollado de forma aislada, en ambos autores aparece ligado a otro tema principal. En el caso de Jorge Guillén va ligado al tema de denuncia social y política de la situación que se vive en España, como apreciábamos en “El engaño de los ojos”, ejemplo inserto en la introducción. Y en el caso de Luis Cernuda el paso del tiempo va vinculado a sentimientos de nostalgia, desilusión y amargura. Se nota en la época de postguerra en Vivir sin estar Viviendo (1944-1949), y va tomando cada vez más relevancia en su obra con Con las Horas Contadas (1950-1956) y Desolación en la Quimera (1956-1962).


Bibliografía

Rodríguez, L. (2009). Manual de Historia de la Literatura Española. Madrid: Castalia.

V. García de la Concha. (1998). Poetas del 27. La generación y su entorno. Antología comentada. Madrid: Colección Austral.



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