Historia de una escalera fue
el éxito teatral del siglo XX, así como el primer éxito rotundo de su autor,
Antonio Buero Vallejo.
Frente
a ese teatro de evasión que ya conocemos -y oponiéndose a él-, encontramos en
esta obra un mensaje de “la otra España” que por fin tiene voz. Sorprende, en
este sentido, que dejaran estrenar la obra. Buero refleja la imagen de una
España callada. Y lo más importante: Buero consiguió que el público se viera
identificado en el escenario. La palabra de la calle por fin se hacía oír en el
teatro.
“[Este teatro de
evasión] nos está conduciendo a una lamentable idiotización de grandes
muchedumbres que, en su trágico afán de reír, solamente son… seguramente
intoxicados por revistas y comedias de una comicidad gruesa… Al amargo de la
vida solo se le puede vencer con una contemplación valerosa de la vida”.
Antonio
Buero Vallejo
Con
Historia de una escalera comienza el
teatro comprometido en España. Buero Vallejo quiere lograr que el espectador
medite sobre lo que está viendo, quiere exponer la necesidad de compromiso con
la realidad inmediata y conseguir alterar la conciencia española.
En
la obra no nos plantea cómo podemos salvarnos, sino que nos invita a que seamos
capaces de identificar nuestros errores por nosotros mismos observando nuestro
propio comportamiento en escena. Quiere que nos demos cuenta de que podemos
ascender y de que no debemos conformarnos.
La
obra es una dolida reflexión sobre la España de la posguerra, la cual es reflejada
a la perfección. Refleja en sí misma un mundo, una sociedad decadente y
polvorienta. Los jóvenes son retratados en ella como espíritus que arden en
ansias de vivir y de encontrar su propia felicidad, de dejar el pasado atrás.
Por otro lado, los mayores se retratan como personajes resignados, condenados y
anclados a un mundo en el que no pueden deshacerse de quiénes son, ni de las
condiciones en las que viven, ni de aquello que ya los define. Aquí es donde
entra en juego el concepto del determinismo, muy presente en la obra.
En
la obra el tiempo existe casi como una “cruz”, una carga de la historia
(palabra que con razón pertenece al título) que es redundante y asfixia, que
condiciona a repetir unos mismos discursos, que se los traga siempre en un
mismo bucle. Y ese bucle no es más que un reflejo del tiempo estancado en el
que estaba sumida la España de la época. El tiempo nunca pasa ni cambia, pero
la esperanza sobrevuela la obra con el grito tan repetido de “¡subiré!”.
Por
otro lado, la presencia de símbolos es innegable.
Teniendo
en cuenta la biografía de Buero, la bombilla podría guardar relación con las
cárceles, simbolizando el rellano de la escalera una especie de cárcel tanto
física como mental de los personajes, sobre la que late una esperanza que, en
cierto modo, es débil.
Otro
de los simbolismos más remarcables es el de la leche derramada junto a Fernando
y Carmina cuando se prometen estar juntos, cumplir sus ambiciones y ascender en
la vida. El hecho de que se derramase en el momento en el que juran sus
promesas hace pensar que las mismas nunca llegarán a materializarse.
Por
su parte, la escalera es crucial. Simbolizaría tanto los deseos de ascender,
como el estatismo, así como el tiempo cíclico si entendemos que condena a los
transeúntes a repetir cíclicamente la misma acción de subir o bajar. Simboliza
a su vez un desajuste entre las aspiraciones por mejorar y el esfuerzo -mental
o físico- del individuo por acercarse a su objetivo. También podríamos
relacionar la escalera con la necesidad de apoyo para ascender, es decir, que
en cierto modo guardaría relación con la solidaridad entre los individuos, un
valor que escaseaba en la época -o al menos así se percibía-.
“Pero
eso no es camino para mí. Yo sé que puedo subir y subiré solo”.
Fernando
en Historia de una escalera
BUERO
VALLEJO, A. (1949) Historia de una
escalera. Madrid: Espasa-Calpe, 2011.
HERNÁNDEZ, M. y
CAMPOY L. (2017) Documental El capitán
centellas (Antonio Buero Vallejo). España, RTVE.
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