jueves, 13 de abril de 2017

Breve panorama del teatro de posguerra

En esta entrada enmarcaremos brevemente el teatro de la posguerra española en su contexto para poder situar en él a Antonio Buero Vallejo, cuya vida y obra trataremos más extensamente en otros apartados.


Dentro del arte de la posguerra española encontraremos plasmados los desastres producidos por la guerra y los enfrentamientos ideológicos entre ambos bandos, así como las dificultades para hacer frente al día a día y el retrato de la miseria en la que está sumido el país tras la devastación de la Guerra Civil.
Se heredará en esta etapa el concepto de arte comprometido -legado de las vanguardias-, y de este modo, la literatura española volverá a centrarse en su función social. Se propone, por tanto, una literatura que retrate los conflictos de la sociedad y que, a su vez, proponga nuevas vías para solucionarlos.
En torno a 1950 -década en la que nos centraremos especialmente- se produce, como resultado del conflicto bélico, una regresión cultural unida al exilio de casi el 80% de los intelectuales, a los cuales hay que añadir aquellos que, pese a permanecer en el país, renunciaron a expresarse libremente por miedo a la dura represión del régimen.
La política franquista tuvo que ir mudando de piel para conseguir mantenerse, no solo en el terreno político o económico, sino también en el terreno cultural. La cultura en los años 40 es dirigida por el Estado, mientras que paulatinamente se va liberando -dentro de sus límites- pasando por una cultura controlada en los años 50 y una censura relativamente suavizada en los años posteriores.
Para superar la censura muchos de los autores optaron por el posibilismo, es decir, aprovecharon las posibilidades y opciones que existían dentro del régimen y que les brindaba la censura pese a no ser afines a esas ideas con tal de publicar su obra y hacer llegar su mensaje al público. Otros autores practicaron la autocensura eliminando de su obra todo aquello que no fuera afín a la ideología franquista, encubriendo sus verdaderas ideas.


En el ámbito teatral, género que nos interesa tratar, la censura jugó un terrible papel, reprimiéndolo duramente y condenándolo a la pobreza de medios, lo que le impidió alcanzar su máxima expresión y plenitud. No obstante, en torno a la década de 1950, con el estreno en 1949 de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, la literatura, especialmente el teatro, parece resurgir con nuevas fórmulas. La obra de Buero constituye el primer hito importante en el ámbito teatral. En este período debemos enmarcar también el estreno de otras dos obras destacadas: Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura (1952) y Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre (1953).


La obra de Mihura, Tres sombreros de copa, forma parte del llamado teatro del absurdo, que se mantuvo al margen de los conflictos sociales y que hereda de las vanguardias la voluntad experimental y la ruptura de moldes.
Por otro lado, encontramos también en esta etapa la llamada “comedia de evasión”, que se caracteriza por evitar el enfrentamiento con la realidad en la que viven y por utilizar el humor como vía para obviar esos conflictos. Dentro de este género cabe mencionar a autores como Edgar Neville, Víctor Ruiz Iriarte o José López Rubio.
Pese a que en la década de los cincuenta seguirán cultivándose también géneros como la comedia benaventina, el sainete costumbrista o los dramas de tesis, cuyos representantes serían Juan Ignacio Luca de Tena y Joaquín Calvo Sotelo, debemos hablar del realismo social (en el que se enmarca la obra de Buero) como forma más representativa del arte comprometido de la época.


Ligado a ello, debemos hablar de cómo, en Italia, surge ligado al cine y a la literatura un movimiento conocido como neorrealismo, que pretende trasladar al arte los problemas del hombre común en el entorno hostil de la posguerra.
El neorrealismo surge en el teatro como una reacción contra el teatro convencional, y nos propone como argumento la realidad misma de la vida cotidiana y sus conflictos, buscando la recuperación del contacto del teatro y lo que en sus escenarios se representa con el público, con los hombres, y dotarlo de mayor humanidad y realismo. Por tanto, el neorrealismo surge a su vez ligado a valores teatrales y estéticos muy positivos y con voluntad de cambio y renovación. De este modo, esta corriente ha sentado unas bases y unos medios adecuados para un desarrollo del teatro más profundo.
Los argumentos de las obras representadas deben apostar por lo sencillo, lo auténtico y lo comprensible, encaminado hacia la búsqueda de empatía con el público de la época, que quiere ver representada la realidad en el teatro, y no la típica comedia de criados y doncellas, plagada de hechos inverosímiles con los que el público de la posguerra no puede identificarse. Se tratará de focalizar la atención del espectador hacia las cosas insignificantes del día a día, hacia aquello sin importancia aparente, intentando ser reflejo del hombre común al que no le ocurre nada fuera de lo normal.
En definitiva, el neorrealismo cumplirá una función depuradora y renovadora en el teatro, acercándolo al público, incorporando un componente verdaderamente humano al género teatral.



Bibliografía utilizada: 


PEDRAZA JIMÉNEZ, F. y RODRÍGUEZ CÁCERES, M. Las épocas de la literatura española. Barcelona: Ariel, 2012


BUERO VALLEJO, A. Neorrealismo y teatro. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2005.


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