domingo, 30 de abril de 2017

Miguel Delibes: El camino

El camino es la tercera novela de Miguel Delibes y cuenta la historia de Daniel, el Mochuelo, la cual el autor ambienta en el mundo rural.
“[…] es más fácil ser fiel a uno mismo, escribir como se es. Así hice El camino. Y cuando lo publiqué ocurrió que la crítica lo recibió con un clamor de entusiasmo, lo cual para mí fue sorprendente, porque para escribirlo no había tenido que forzarme lo más mínimo. Había escrito un capítulo por día: en veinticinco rematé el libro”(1)
Tanto el escritor como los críticos (2) consideran que es a partir de El camino cuando Delibes encuentra su voz como novelista.
Portada de El caminoCVC.
Por personajes como Daniel, el Mochuelo, y por historias como la suya se ha valorado la novela de Delibes como una alabanza a lo rural y una crítica a la ciudad.
"Yo lo que pretendo es decir que hay personas con vocación de ruralismo y no hay por qué oponerse a ello" (3) 
Daniel, el Mochuelo, es un niño de once años que empieza la novela triste porque su padre le obliga a ir a estudiar a la ciudad. Con melancolía e inocencia, el narrador, a través de los recuerdos de Daniel, el Mochuelo, nos lleva en un recorrido por su vida en el pueblo: su relación con sus amigos (Roque, el Moñigo y Germán, el Tiñoso), la muerte de uno de ellos, su primer amor, los episodios (cómicos y no tan cómicos) que ocurren a su alrededor, etc.

Delibes consigue entrar en la mente infantil y ver a través de los ojos infantiles del protagonista, que va madurando.

En esta novela se aprecian algunos aspectos que efectivamente alaban la vida rural. Pero sobre todo Delibes intenta dar otra perspectiva al mito, tan extendido entonces y ahora, de que la vida en la ciudad es superior y, ante todo, un progreso.
“El objetivo estriba no en renunciar al progreso, sino en preparar al hombre para que no se encandile en exceso, no se transforme en un animal consumidor […] ocurre, sin embargo, que la vorágine de las grandes ciudades, con su cohorte de apremio e insolidaridad, desmantela nuestra humanidad sin darnos cuenta, y en este sentido prefiero el pueblo a la pequeña ciudad” (4)
El escritor vallisoletano muestra que el mito del progreso en la ciudad es eso, un mito. En el pueblo también se puede progresar. No hay más que ver cómo Daniel, el Mochuelo, y sus amigos van aprendiendo poco a poco (se enteran de qué es un aborto, se enfrentan a la muerte, fueron testigos de los bombardeos de la guerra, conocen muchísimos términos y fenómenos de la naturaleza…).

La clave para entender por qué Delibes valora tanto la vida en el pueblo es definir el progreso. ¿Qué es el progreso? ¿Qué es el éxito? Son preguntas a las que cada cual da su respuesta.

En el caso de Daniel, el Mochuelo, sus amigos y la mayoría de los habitantes del pueblo, el progreso es permanecer en su comunidad, rodeados de naturaleza y crecer allí. Sin embargo, el padre de el Mochuelo tiene otra idea y considera que progresar es ir a la ciudad y estudiar, por eso obliga a su hijo a salir del mundo rural.
“El verdadero progresismo no estriba en un desarrollo ilimitado y competitivo, ni en fabricar cada día más cosas, ni en inventar necesidades al hombre, ni en destruir la Naturaleza, ni en sostener a un tercio de la Humanidad en el delirio del despilfarro mientras os otros dos tercios se mueren de hambre, sino en racionalizar la utilización de la técnica, facilitar el acceso de toda la comunidad a lo necesario, revitalizar los valores humanos, hoy en crisis, y establecer las relaciones hombre-naturaleza en un plano de concordia” (5)
Los habitantes del pueblo son de algún modo el reflejo de Daniel, el Mochuelo. A pesar de que obviamente no todos son niños, cada persona vive y ve desde una inocencia que puede ser tachada, injustamente, de ignorancia. Tienen una ilusión especial y, aunque haya excepciones, triunfa en ellos la honradez, la necesidad (y no el consumismo de las ciudades) y la apreciación de lo natural, del tiempo y de otros elementos que se pierden cuando se vive en la ciudad.

Para los habitantes del pueblo la ciudad es un mundo diferente en el que hay prototipos. Esto se ve claramente cuando todo el pueblo piensa que la Mica (un personaje que proviene de la ciudad) tiene una piel perfecta y una personalidad típica de la ciudad y que no se parece a ninguna de las de las mujeres del pueblo.

Dentro de esta reflexión sobre la identificación y la personalidad únicas en el pueblo tenemos el tema de los motes. En la novela todos los personajes tienen un mote que les define. No se les conoce solo por el nombre que les pusieron desde la cuna, sino por un mote que alguien les ha puesto de acuerdo a su personalidad o a sus acciones identificativas.

Pero además de la contraposición entre pueblo-ciudad, El camino también presenta otros temas igual de interesantes. Ya en el título se nos da la pista sobre uno de estos temas: el destino.

Como ya se ha comentado, Daniel, el Mochuelo, va creciendo y descubriendo el mundo. Tanto él como sus amigos poseen un conocimiento muy real, basado en la naturaleza y alejado de la artificiosidad de la ciudad. Van recorriendo un camino por ellos mismos, pero muchas veces este sendero les viene dado.

En el caso de el Mochuelo, su camino se va a desviar del que él tomaría por la decisión de su padre.

Un caso parecido es hasta cierto punto el de Sara, la hermana de Roque, el Moñigo. Esta mujer se termina enamorando del profesor de los chicos porque ellos preparan el encuentro y propician que surja de ahí una relación.

A través de las historias de los personajes que Daniel, el Mochuelo va recordando, observamos una reflexión sobre la realidad de nuestras vidas y hasta qué punto estas no están solo determinadas por nosotros.

En esta línea está el de la fatalidad de los accidentes. Un accidente puede ser solo un accidente, como el de el Mochuelo cuando va de caza con su padre, o puede acabar en el peor de los destinos, como le ocurre al Germán, el Tiñoso.

La justificación que cada cual le da a ese determinismo también es personal y a veces puede estar basada en creencias religiosas, como bien apunta el cura del pueblo:
“Todos tenemos un camino marcado en la vida. Debemos seguir siempre nuestro camino, sin renegar de él […] A veces el camino que nos señala el Señor es áspero y duro” (6)
Creo, sin embargo, que hay una frase en la novela que pertenece a uno de los pensamientos del protagonista, que resume mucho mejor esta idea sobre la vida, las decisiones que tomamos y el camino que seguimos:
“Daniel, el Mochuelo, comprendió que la voluntad del hombre no lo es todo en la vida. Existían cosas que se le imponen al hombre, y lo sojuzgan, y lo someten a su imperio con cruel despotismo” (7)
El camino es una novela que puede recordar a la picaresca, porque se narran las travesuras y aventuras de un grupo de niños, pero lo cierto es que su contenido es mucho más amplio y profundo, como espero que haya quedado demostrado a lo largo de esta entrada. 


NOTAS
(1) ALONSO DE LOS RÍOS, César, Conversaciones con Miguel Delibes, p. 125
(2) G. DE NORA, Eugenio; BENET, Juan, "Mocedades: Delibes; Sánchez Mazas, Sánchez Ferlosio", p. 402
(3) ALONSO DE LOS RÍOS, César, op. cit., p. 205
(4) Ibid., p. 204              
(5) DELIBES, Miguel, El sentido del progreso desde mi obra, p. 14
(6) DELIBES, Miguel, El camino, p. 177
(7) Ibid., p. 127-128


BIBLIOGRAFÍA
 - ALONSO DE LOS RÍOS, César, Conversaciones con Miguel Delibes. Madrid (España): Editorial Magisterio Español, S. A., 1971, 235 págs. ISBN:  978-84-265-7080-2

 - DELIBES, Miguel, El sentido del progreso desde mi obra. En: Acto de ingreso a la Real Academia Española (1975: Madrid, España). Valladolid, España: Miñón, S. A. 1975. 81 p.

 - DELIBES, Miguel, El camino. Decimoquinta edición. Barcelona (España): Ediciones Destino, 1977, 224 págs. ISBN: 84-233-0384-5

 - G. DE NORA, Eugenio; BENET, Juan, "Mocedades: Delibes; Sánchez Mazas, Sánchez Ferlosio". En: En: Historia y crítica de la literatura española. Francisco Rico (dir.). Barcelona (España): Editorial Crítica, S. A., 2004, págs. 401-409. ISBN: 84-7423-146-9

 - URDIALES YUSTE, Jorge, "El camino, de Miguel Delibes: la circunstancia rural de Daniel, el Mochuelo" [en línea]. En: Espéculo: Revista de Estudios Literarios, 2005, nº 31. ISSN: 1139-3637. Disponible en: <http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero31/danielmo.html>


sábado, 29 de abril de 2017

Introducción de Alfonso Sastre

ALFONSO SASTRE
Es junto a Antonio Buero Vallejo uno de los principales autores teatrales de la posguerra española. La también llamada Generación de los 50.  Su producción destaca sobre todo, y por lo que es conocido, el teatro, también cultivó otros géneros como la novela, el ensayo y el guión cinematográfico. Fue ganador del Premio Nacional del teatro en 1986.
Nació en Madrid en 1926 en una familia modesta donde recibe una educación católica. Vivió la guerra civil cuando era un niño, y como a todos los de su generación, le marcaría profundamente tanto a nivel personal como literario.
En la academia privada donde estudiaba, conoció a los que luego fundarían el Arte Nuevo como Alfonso Paso. Este teatro surgió en 1945 inspirándose en los teatros de vanguardia que surgían en París.
Alfonso Sastre desde muy joven, mostró una gran conciencia social y política que le llevó a escribir un teatro de protesta inspirado en Piscator y en el realismo socialista de Máximo Gorki[1]. Era un teatro al margen del teatro oficial del régimen.
El Arte Nuevo no tiene importancia para la crítica, salvo que supuso un cambio de dirección en el teatro que se venía haciendo hasta entonces. Con sus propuestas, querían hacer un teatro totalmente opuesto al teatro burgués y de evasión al que venían haciendo Benavente y sus seguidores. Su objetivo era crear en España el teatro experimental.
Después de esta aventura teatral comienza a escribir obras en el que el tema principal de  será la opresión, concretamente la franquista, y la injusticia social. Su objetivo es hacer dramas revolucionarios y que exalten a las masas a rebelarse con el orden franquista. Al igual que Antonio Buero Vallejo busca hacer reflexionar al espectador en una concepción dramática bastante unamuniana[2]. Con estas premisas de su teatro no es muy difícil imaginar la durísima censura a la que fueron sometidas sus obras y que apenas pudieran estrenarse.
Fue muy polémico su “enfrentamiento” con Buero Vallejo en su concepción y el objetivo del teatro. En 1960 en la revista Primer Acto, Sastre reprochaba a Buero Vallejo que haya renunciado a hacer un teatro más radical en su contenido y comprometido con la lucha social por tener más público. Para Sastre el teatro tenía que ser arriesgado y luchar abiertamente contra el gobierno y las estructuras sociales, en cambio, Buero Vallejo consideraba que se podía hacer un teatro de protesta pero dentro de los límites que imponía la censura. Esta última propuesta fue lo que se llamó el “posibilismo escénico”.
Alfonso Sastre se retiró de los escenarios españoles desde 1967 con la obra Oficio de tinieblas. Este abandono se debe a unas concepciones escénicas que están fuera de las tradiciones españolas, una ideología social problemática y a que no escribe obras destinadas a los teatros profesionales españoles.[3]
En 1950 publica el manifiesto del Teatro de Agitación Social, con el que proponen al público  español, la obra de algunos dramaturgos contemporáneos como O’Neill, Miller, Sartre, Brecht y otros. Este proyecto fue prohibido y solo tuvo alcance teórico.[4]
Diez años después crea otro grupo teatral profesional: Grupo de Teatro Realista, con el que pretendían ofrecer obras de elevado nivel ideológico y artístico. Solo duró una temporada por las presiones gubernamentales y económicas.
Su obra teatral la componen veintidós obras teatrales. Su teatro se caracteriza por la fuerza dramática conseguida a través de plantear preguntas sobre problemas complejos. Es una búsqueda y exploración incesante de la condición del hombre contemporáneo a través de un espíritu analítico.
La obra se puede dividir en tres etapas:
La primera etapa va desde 1946-1949. Son sus trabajos de Arte Nuevo. Son dramas de frustración, en los que presenta un mundo en la que la acción humana es imposible, en que los personajes son inferiores a sus circunstancias y se encuentran sofocados a ellas. Respecto a la forma es vanguardista. Ha sonado la muerte, Uranio 23, Cargamento de sueños.
La segunda etapa es la década de los cincuenta. Es la época de sus obras más conocidas y queridas por la crítica. Sastre cree en la fuerza del teatro para la denuncia y el cambio social. Son sus “dramas de posibilidad”: dramas en los que los seres humanos pueden actuar y pueden modificar, en alguna medida sus circunstancias. Es un reflejo de su nueva mentalidad impregnada del humanismo socialista. Son obras de realismo social en los que los actos de los personajes ser realizan en contra de procesos sociales que niegan la dignidad individual. Escuadra hacia la muerte. La mordaza, La sangre de Dios.
La tercera etapa que se inicia en 1962. Aquí su teatro es irónico, con una gran presencia del humor negro y que se distancia de la realidad. Es un teatro post-brechtiano de alta violencia psíquica y que a veces roza el esperpento.[5] La taberna fantástica, La sangre y la ceniza, El banquete.
Después de esta breve introducción sobre el autor, en mis siguientes entradas analizaré algunas de sus obras más importantes.




[1] Rodríguez Cacho, L. (2009). Manual de historia de literatura española. Tomo dos. 1st ed. Madrid: Castalia, p.483.
[2] Rodríguez Cacho, L. (2009). Manual de historia de literatura española. Tomo dos. 1st ed. Madrid: Castalia, p.483.
[3] Sastre, A. (1988). Escuadra hacia la muerte. La mordaza. 6th ed. Madrid: Castalia. Edición de Farris Anderson, p.10.
[4] Sastre, A. (1988). Escuadra hacia la muerte. La mordaza. 6th ed. Madrid: Castalia. Edición de Farris Anderson, p.14
[5] Sastre, A. (1988). Escuadra hacia la muerte. La mordaza. 6th ed. Madrid: Castalia. Edición de Farris Anderson, p.21-24.

Comentario de La muerte en Beverly Hills de Pere Gimferrer

Comentario de La muerte en Beberly Hills de Pere Gimferrer.
El poema pertenece al libro del mismo título publicado en 1968. En su famosa antología Josep Maria Castellet lo incluye en Nueve novísimos españoles de 1970. Pere Gimferrer forma parte del grupo llamado “la coqueluche” junto a Félix de Azúa, Vicente Molina Foix, Leopoldo María Panero, Guillermo Carnero y Ana María Moix. Este grupo se caracteriza por una nueva sensibilidad y el rechazo por las formas tradicionales, que les llevó hacia un verso sin rima que conducía a un prosaísmo. Pere Gimferrer fue el pionero de este nuevo estilo con la publicación de su libro Arde el mar (Premio Nacional de poesía en 1966). Este autor escribe tanto en catalán como en español.
El autor
Aparte de la poesía, cultivó otros géneros como la crítica literaria y la traducción. Es miembro de la Real Academia Española desde 1985 y ganó el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1998.
Su primer libro de poesía es Mensaje del Tetrarca (1963). Después vendrán Arde el mar (Premio Nacional de Poesía, 1966) y La muerte en Beverly Hills (1968) y Extraña fruta y otros poemas (1969). Su poesía tiene mucho de los elementos constantes de los novísimos, como la estética del modernismo y un culturalismo que les servía para exhibir su conocimiento cultural. Está considerado uno de los poetas más originales e innovadores nacidos después de la Guerra Civil.
El tema del poema es la nostalgia y la necesidad del amor, todo ello envuelto en la gran ciudad de noche utilizado como escenario lírico.
En cuanto a la forma, se caracteriza por la libertad formal y el verso libre. Aunque no haya rima, posee un ritmo y una musicalidad que traslada a la noche. Comenzando por el título, muestra el peso que tenía el cine procedente de Hollywood en el imaginario colectivo y los mitos de belleza norteamericanos (Ava Gardner). Este lugar representa el lugar de residencia de numerosas estrellas de cine. También durante los sesenta y setenta aparecieron títulos de poemarios escritos en inglés como Así se fundó Carnaby Street de Leopoldo María Panero. Aparte recuerda a Poeta en Nueva York de Federico García Lorca; o Diario de un poeta recién casado de Juan Ramón Jiménez, que utilizan el paisaje urbano de Estados Unidos como inspiración y escenario de su poesía [1].
La ciudad vista de noche y sus habitantes son los protagonistas del poema, “las cabinas telefónicas, bajo el pálido neón, faros amarillentos de los coches patrulla en el amanecer, los night-clubs”. Las cabinas telefónicas, son un instrumento de comunicación al que acuden estas chicas-prostitutas escapadas de la muerte. Acaba de ser asesinada buscando ayuda. En este escenario, la mujer que se encuentra sola, busca desesperadamente el amor, pero encuentra la muerte. En el comienzo dice: “son las últimas palabras de las dulces muchachas rubias que con el escote ensangrentado se refugian allí para morir”, “y a esta hora está muerta en el Depósito”, dichas frases parecen sacadas de otra película de Hollywood, en concreto del cine policiaco, que es un tema preferente: la chica asesinada en un entorno decadente y de corrupción. También se puede interpretar como si hablase de prostitutas maltratadas por sus clientes “abofeteada en los night-clubs (…) mi verdadero y dulce amor llora en mis brazos”.
El ambiente es decadente, influido por el Modernismo y por el mundo de las drogas. El mundo que nos presenta el autor, parece sacado de los sueños y el surrealismo, “último día bajo el sol alucinante, calles recién regadas de magnolias”.
Hacia el final del poema, se nos transmite una nostalgia dolorosa del amor perdido, “Tenía los ojos muy azules y hablaba siempre en voz muy baja- se llamaba Nelly”. El poeta quiere volver al pasado.
El poema está dividido en ocho secciones. Este poema ocupa la quinta, formando un todo coherente cuyo tema principal es la muerte ya enunciado en el título. La muerte en el poema adquiere su visión más cruda (depósito). Es en las cabinas telefónicas donde las chicas, como último intento desesperado intentan hacer una última llamada para comunicarse con las demás. Pero es allí donde acaba toda la ilusión. El último verso que sirve de encabalgamiento con el anterior muestra como el recuerdo del amor perdido perdurará siempre.
Procedimientos estilísticos
Se trata de un poema complejo, con múltiples imágenes y metáforas relacionadas sobre todo con la muerte, que es el tema principal del poema,  la mujer y el tiempo. Como dije anteriormente, nos sitúa en un escenario onírico, decadente y muy crudo.
Sobre la muerte, tenemos imágenes como “escote ensangrentado” “está muerta en el Depósito” es muy explícito sobre que la chica acaba de morir a manos de su amante. Es interesante la sucesión de palabras que van acrecentando la crudeza “herida-acorralada-abofeteada” para acabar al final de poema diciendo “murió de amor”
Sobre el tiempo, como el poeta nos está hablando de un tiempo nostálgico, se repite mucho la palabra “último” refiriéndose a que esos momentos no se volverán a experimentar “última noche, último día” anáfora “última claridad” amanecer- otro tiempo-viejas notas. Todas las referencias temporales son el final, un pasado enterrado (último). La salida de una noche, para escapar de la vida, a través del alcohol o las drogas, (calles recién regadas de magnolias) pero la luz del día, limpia el ambiente sucio y degradante (les habla suavemente de su infancia). . Respiramos el humo de los clubs y la bebida, en definitiva de la noche y todo lo que acontece. Músicas de otro tiempo, canción al compás de cuyas viejas notas. El poeta está hablando en pasado, en un pasado eterno que se repite, la nostalgia.
La noche también es algo muy importante, ya que nos está trasladando el poema a la vida nocturna de una ciudad. “La noche plateada”, “el último amanecer.”, “La noche tiene cálidas avenidas azules.”
Otras hermosas metáforas son sobre el cuerpo de la mujer- “su cuerpo era un ramo de orquídeas,” “calles recién regadas de magnolias”, “muchacha envuelta en un impermeable claro que besamos”. Son muy importantes las referencias a las flores. La magnolia es una flor blanca, que simboliza la pureza de la mujer mancillada en ese ambiente sórdido.
Ciertos elementos surrealistas “avenidas azules”, “en el oscuro cielo combatían los astros”
Destacan recursos como la personificación “luz que detiene a los transeúntes y les habla suavemente de su infancia, el epíteto: “faros amarillentos”, la metáfora: “aquella cuyo cuerpo era un ramo de orquídeas
La artificiosidad a la hora de escribir: “está muerta en aquel depósito aquella cuyo cuerpo era un ramo de orquídeas”, “noches plateadas”, “canto de las sirenas”.
Pere Gimferrer muestra con este poema dar un salto en la poesía española, rechazando la poesía anterior más crítica con el régimen, y siguiendo la estela de los modernistas, además de actualizar el contenido del poema, al utilizar elementos de la cultura popular como el cine.
Bibliografía
Rodríguez Cacho, L. (2009). Manual de historia de literatura española. Tomo dos. 1st ed. Madrid: Castalia, p. 518-523.
Úbeda Úbeda, P. (2014). Análisis e interpretación del sentido del poema “La muerte en Beverly Hills” de Pere Gimferrer. [online] UAEM. Redalic. org. Available at: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83642584005 [Accessed 11 Apr. 2017].




[1] Rodríguez Cacho, L. (2009). Manual de historia de literatura española. Tomo dos. 1st ed. Madrid: Castalia, p.522.

viernes, 28 de abril de 2017

CARMEN LAFORETt


Resultado de imagen de fotos de carmen laforetRasgos fundamentales de su obra

Nacida en Barcelona en 1921, pertenece a  la generación de novelistas cuya temática se inscribe en la época de posguerra y en el desconcierto que produjo en los que entonces eran niños el espectáculo de la lucha fratricida. También en la ola de religiosidad de la posguerra y en el posterior aburguesamiento de la sociedad española.

Como novelista tuvo desde el principio defensores, como Balbuena Prat que califica a Nada de novela  existencialista, quien compara la obra de Laforet con la náusea sartriana; hay en la escritura de Laforet una indudable insatisfacción ante el espectáculo de la existencia que le ha tocado vivir, pero es sobre todo la visión de una adolescente, Andrea, del desmoronamiento de una familia burguesa, experiencia que le sirve a la joven para su iniciación en la vida adulta.

Algún crítico ha calificado la producción de Laforet como novela del desencanto; ciertamente, es la novela del proceso de desmitificación entre una apariencia de realidad y la triste realidad vivida por dentro, por parte de la protagonista. El ambiente reflejado en Nada posee la autenticidad de lo vivido, aunque el argumento sea inventado.

Toda su producción se mueve en torno a un sólo tema enfocado desde distintas perspectivas: la decepción de un espíritu, generoso, capaz de comprensión ante la suciedad del mundo que le rodea. Casi siempre este espíritu está encarnado en las novelas de Carmen Laforet, en la protagonista que es una mujer. En el caso de Nada la joven Andrea, estudiante que va a Barcelona, a casa de unos parientes, para comenzar sus estudios en la Universidad. En una muchacha adolescente en La isla y los demonios 1952,delata mas ponderación que la primera novela, como es lógico si se tiene en cuenta la edad los parientes que en Nada eran unos seres desquiciados capaces de exaltación y delirio, aquí sólo unas gentes prosaicas, vulgares, sucias. Marta que despierta al mundo de los adultos, los demonios de las pasiones, en un escenario que ayuda al simbolismo de la lucha, la isla de Gran Canaria.

 En la mujer nueva 1955, la protagonista es también una mujer, pero en este caso el proceso narrado es el de una conversión de la mujer adulta al cristianismo que había vivido en su niñez. Un hecho autobiográfico está en la base de esta novela, ya que según ha declarado la escritora, “El hecho humano que motivó a esta novela fue mi propia conversión a la fe cristiana. En La Insolación 1963 primera de las novelas de otro ciclo en el que la relación entre experiencia de la escritora y mundo de ficción ya no es tan manifiesta, el protagonista es un muchacho, Martín Soto; éste también cae en la cuenta de que su amistad veraniega ha sido una ilusión vana, mientras que los amigos antes el desencanto de Martín, piensa que es una alucinación su sueño con el arte, en el que se refugia.

La nota de autenticidad, que se percibe en Nada al describir el espacio cerrado y asfixiante que rodea al protagonista en la casa de los Aribau, es quizá uno de los mejores hallazgos de Carmen Laforet, ya que este mundo ficticio allí representado delata a una sociedad en trance de descomposición. La agudeza con que la primera persona narrativa penetra en su propia psicología y en la de los personajes que la rodean, es otro acierto de Laforet en esta obra.

Desde el punto de vista de construcción, la novela se mueve en el realismo tradicional del siglo XX, con esa penetración interior en el alma de los personajes. Algo similar ocurre en la segunda novela La isla y los demonios; también la protagonista, que recuerda a Andrea, sufre un proceso de desmitificación de la realidad a lo largo del relato, sólo que en el estilo Laforet es más parca y más precisa en el diseño de los personajes. La mujer nueva, aunque parte de un hecho autobiográfico no consigue esa autenticidad revelada en sus novelas anteriores; tiene el interés de ser una contribución a la llamada “novela católica” cultivada y discutida en la etapa en que la obra aparece. La insolación, no bien juzgada por la crítica, es una novela importante. En ella Laforet se despega del cercano carácter autobiográfico del ciclo anterior, y acierta a crear un universo de ficción en el que  el mundo de la fantasía se propone como espacio de libertad, frente al mostrenco mundo de los adultos.

Carmen Laforet, una novelista verdaderamente femenina. con lo que no quiere significarse que sea muy sensitiva, sentimental o fantaseadora. sus novelas tratan asuntos fuertes, muestran sin embozo realidades turbias y no esconden la verdad tras velos sonrosados. sin embargo en ella siempre está presente la mirada de la mujer: mirada de comprensión y de amor hacía el hombre y las cosas.

En sus obras se hace transparente que la verdad de la mujer es la asistencia, en todos los sentidos de esta palabra: presencia auxilio y vigilancia del corazón  

Bibliografía

MARTÍNEZ  CACHERO,  JOSÉ MARTÍN,  La novela española entre (1936 y 1980): historia de una aventura, Madrid: Castalia, 1985.


LA NARRATIVA SOCIAL DEL 36

Para continuar con la narrativa social durante la guerra civil española, muchos textos que tratan sobre este acontecimiento bélico se publicaron en la revista Hora de España. Dicha revista estaba sufragada por el Ministerio de Propaganda de la República. Vio la luz entre enero de 1937 y noviembre de 1938, durante 23 números en los que numerosos miembros de gobierno y literatos intervinieron.

A estos autores que reflejan en sus obras los hechos y la sociedad durante la guerra, se les ha englobado bajo el nombre del Grupo de <<Hora de España>>. Se trata de escritores jóvenes, que inician su andadura con publicaciones en revistas como La Gaceta Literaria o El Sol. Animados por otros literatos de gran recorrido, como Pablo Neruda, impulsaron una nueva narrativa que se alejara de las vanguardias, tendencia literaria que estaba en auge en ese momento. De esta manera, progresó una nueva narrativa: la novela social. Lo cierto es que, aunque se manifestaban en contra de la vanguardia, este tipo de novela nace dentro de la vanguardia, aglutinando a aquellos que no estaban a favor de este movimiento.

Cabe destacar también que, durante la guerra, este grupo se dividió en los dos bandos y se vio mermada, en muchas ocasiones debido al exilio y en otras debido a los combates de la guerra. Además, algunos de estos literatos participaban en la política durante la guerra y, aquellos que pertenecían al bando vencedor, obtuvieron cargos políticos o puestos de funcionario una vez que esta acabó.

Como autores característicos de este grupo destacan:

-         Antonio Sánchez Barbudo. Publicó en las revistas El Sol, La Gaceta Literaria y El mono azul,  y participó en las Misiones Pedagógicas, además de trabajar como funcionario. En los años de la guerra civil, colaboró con la revista Hora de España, donde se divulgaron los relatos que posteriormente reuniría en su libro Entre dos fuegos (1938). En este libro se recogen declaraciones de los soldados, además de reportajes sobre la guerra. Asimismo, publicó la novela Sueños de grandeza (1938-1942), en la que habla sobre la guerra.

-         Arturo Serrano Plaja. La mayoría de sus textos fueron difundidos a través de revistas. Comenzó su andadura literaria con publicaciones en las revistas El sol y La Gaceta Literaria. En la revista Hora de España y El mono azul colaboró aportando escritos en los que relataba testimonios ocurridos durante la guerra. Además, en la revista De mar a mar participó con escritos que se caracterizaban por remarcar la separación existente entre la ficción social que podía reflejarse en las novelas y la dura realidad del momento. Su bibliografía cuenta con el libro Del cielo del escombro (1942), en el que aparecen cinco relatos, tratando dos de ellos sobre el tema de la guerra civil.

-         Vicente Salas Viu. Antes de la guerra publicó textos en la revista El Sol. Durante la guerra colaboró con Hora de España. Para esta última revista escribió relatos como <<En el norte Bilbao>>, <<Un paso en la revolución>> o <<Las mujeres de Madrid en la guerra>>, en los que narraba testimonios sobre la guerra civil. Tras su publicación, reunió dichos relatos, junto con otros, en el libro Las primeras jornadas y otras narraciones de la guerra española (1940). Con este mismo tema editó otras obras narrativas, como La doble muerte de Felipe Villagrán (1940), La espaciosa soledad (1960) o Diario de guerra de un soldado (publicación póstuma en 1977).

-         José Herrera <<Petere>>. Colaboró en la revista Hora de España. Destacó en este grupo por la característica de compaginar épica y narrativa; <<combinación con la que quiso manifestar el sentimiento de común lucha por un mundo nuevo sin someterse a la más restrictiva disciplina del verso épico>>[1]. Expuso este rasgo en su obra Acero de Madrid, <<epopeya>> (1938), donde quiso destacar, como en una epopeya, la valentía que la sociedad madrileña había tenido durante la guerra civil. Además, en Cumbres de Extremadura (1938) relata cómo unos guerrilleros tuvieron que improvisar una pugna para vencer a nacionalistas que se habían asentado en esta zona española durante la contienda.

Por lo tanto, otra vez la prensa toma gran importancia en la difusión de obras <<sociales>> durante la guerra civil. Así, todos estos autores publicaron sus escritos en revistas, como Hora de España. Para sus colaboraciones, muchas veces componían relatos sobre testimonios de personas que estaban viviendo la guerra en primera persona, como los soldados o la gente de a pie, pero también las declaraciones de los propios escritores, que en alguna ocasión habían tomado parto en el acontecimiento bélico. De esta forma, con la colaboración de revistas y autores, se va creando un nuevo tipo de narrativa más social. Las obras de dicha narrativa social utilizan, sobre todo, el tema de la guerra civil para describir esta época y lo que supuso para los españoles. 

Para terminar, si lo deseas podéis ojear la revista Hora de España en el siguiente enlace, en el que se encuentran veintidós ejemplares digitalizados:


BIBLIOGRAFÍA
Soldevila Durante, I. (2001). Historia de la novela española (1936-2000). Volumen I. Madrid: Cátedra.

Noticias Efe. (2009). Revista "Hora de España" apostaba en la guerra por literatura con mayúsculas. El Confidencial. http://www.elconfidencial.com/cultura/2009-02-27/revista-hora-de-espana-apostaba-en-la-guerra-por-literatura-con-mayusculas_1111525/ [Acceso 28 Abr. 2017].

Biblioteca Nacional de España. Ejemplares del título: Hora de España (Valencia). Hemeroteca Digital. http://hemerotecadigital.bne.es/results.vm?q=parent%3A0004512420&s=0&lang=es [Acceso 28 Abr. 2017].





[1] Soldevila Durante, I. (2001). Historia de la novela española (1936-2000). Volumen I. Madrid: Cátedra.

SOBRE "EN LA ARDIENTE OSCURIDAD"


En esta entrada realizaremos un breve análisis de otra de las grandes obras de Antonio Buero Vallejo, En la ardiente oscuridad (1950), en la que podremos ver de nuevo aplicados, al igual que en Historia de una escalera (1949), muchos de los símbolos recurrentes del autor -en especial el de la ceguera-, así como la gran mayoría de las características inherentes a su teatro.



Siguiendo con las características que consideramos en la pertinente entrada, en En la ardiente oscuridad encontramos plasmada esa atmósfera trágica y frustrada.
La obra se ambienta en un centro educativo para ciegos donde, aparentemente, reina la alegría y la ilusión. Todo ello cambia con la llegada de Ignacio, quien se niega a soltar su bastón porque “tiene miedo a tropezar”. Se verá rodeado de compañeros que le insistirán en que puede caminar con confianza por el centro porque no hay obstáculos y conocen la disposición de las salas a la perfección.
Desde el primer momento, el antagonista a Ignacio será Carlos, quien aparenta tener más seguridad en sí mismo que el resto de los compañeros, pero quien más nervioso y alterado se sentirá cuando se dé cuenta de que las reflexiones de Ignacio están quedando impresas en las mentes del resto de estudiantes.
Caracterizado por un indudable pesimismo y centrado en aceptar la trágica realidad tal cual es, Ignacio será el primero en remarcar que él no es “invidente”, sino que es “ciego”, y que es el primero que debe aceptar que esa es su condición.
Aquí encontramos reflejada la voluntad de Buero por defender la dignidad del hombre y su reflexión en torno a los problemas de su existencia. Ignacio tiene bien asumidas sus limitaciones naturales: nació con ceguera y se niega a aceptar que su universo es el mismo que el de los que poseen la visión. También queda reflejado el tono existencialista y angustioso que sobrevuela las reflexiones sobre el propio individuo, y que aparece ligado a la aceptación de la realidad por muy cruel y dura que sea. Como bien sabemos, Buero defendía que sus obras no eran pesimistas, sino realistas, y de nuevo encontramos en su obra que la clave para superar un problema se encuentra, en primer lugar, en asumirlo, en admitir en nosotros el dolor como parte de esa realidad.



Aquí el símbolo de la ceguera eleva su importancia y se impone a todo el argumento de la obra. Sabemos, además, que se nos presenta como contrario a la luz y la claridad y, por tanto, a la verdad. Y es aquí precisamente donde se enmascara la crítica social que pretende realizar a través de esta obra. Comprobamos que la ceguera se traduce como la incapacidad del individuo por descubrir la verdad que le rodea, así como de superar sus propias limitaciones personales o impuestas. Según esto, el argumento de la obra gira en torno a la búsqueda de la verdad, y el título En la ardiente oscuridad, responde a las ansias (‘ardiente’) de Ignacio por salir del engaño en el que está sumido (‘oscuridad’).



“¡Sí! ¡Ver! Aunque sé que es imposible, ¡ver! Aunque en este deseo se consuma estérilmente mi vida entera, ¡quiero ver! No puedo conformarme. No debemos conformarnos. ¡Y menos, sonreír! Y resignarse con vuestra estúpida alegría de ciegos, ¡nunca! (…) Y aunque no haya ninguna mujer de corazón que sea capaz de acompañarme en mi calvario, marcharé solo, negándome a vivir resignado, ¡porque quiero ver!”.

(Ignacio en En la ardiente oscuridad)




En lo referente a los personajes, podemos aplicar también las características ya citadas en entradas anteriores: no hay ‘buenos’ o ‘malos’, hay personajes que toman parte en la acción (considerados activos) y personajes contemplativos (considerados pasivos). En este sentido Ignacio irrumpe en el centro de enseñanza jugando el papel activo, mientras que el resto de los compañeros responden a la tipología de los personajes contemplativos, en especial Carlos y Elisa. Observamos que Ignacio tiene la voluntad de alcanzar su propia libertad, aun caracterizado como el héroe trágico sumido en su egoísmo. Por el contrario, tanto Carlos como el resto de estudiantes viven en una burbuja falsa, en una mentira, y son incapaces tanto de afrontar sus limitaciones y asumirlas, como de hacer frente al dolor de la vida, de la realidad. Se retratan, por tanto, como personajes débiles, soñadores, y especialmente, angustiados aun sin saberlo: no quieren ver.



“Quédate con tu alegría; con tu Carlos, muy bueno (…) … y completamente tonto, porque se cree alegre. Y como él, Miguelín y don Pablo y todos. ¡Todos! Que no tenéis derecho a vivir, porque os empeñáis en no sufrir; porque os negáis a enfrentaros con vuestra tragedia, fingiendo una normalidad que no existe, procurando olvidar e, incluso, aconsejando duchas de alegría para reanimar a los tristes…”.



“¡Ciegos! ¡Ciegos y no invidentes, imbéciles!”.



“No seas tonta; no hables de cosas que desconoces, no imites a los que viven de verdad. ¡Y ahórrame tu desagradable debilidad, por favor! (…) Porque vosotros sois demasiado pacíficos, demasiado insinceros (…). Pero yo estoy ardiendo por dentro; ardiendo con un fuego terrible, que no me deja vivir y que puede haceros arder a todos… Ardiendo en esto que los videntes llaman oscuridad, y que es horroroso. (...) Tu optimismo y tu ceguera son iguales… la guerra que me consume os consumirá”.

(Ignacio en En la ardiente oscuridad)




También comprobamos cómo se produce el enfrentamiento entre el héroe (Ignacio, ser humano que vive sufriendo) y la sociedad, que en este caso intenta disuadir al protagonista de las ideas que defiende. Ignacio tampoco es capaz de cambiar su realidad, pero intenta superar sus limitaciones siendo honesto consigo mismo y enfrentando con valentía sus problemas.



“No puedo contenerme. No puedo dejar en la mentira a la gente cuando me pregunta… ¡Me horroriza el engaño en que viven!”.

(Ignacio en En la ardiente oscuridad)



Por otra parte, y aunque la crítica social de la obra persiste y es válida en nuestros días, resulta importante mencionar que, como es obvio, el centro de estudiantes nace como reflejo de la sociedad española de la dictadura. Entendemos, por un lado, que todos están ciegos a su alrededor, y que parecen autoconvencerse de que no tienen limitaciones (represión dictatorial), de que viven muy felices. Por otro, resulta interesante que la única ‘vidente’ -como se denomina en la obra a las personas que no padecen ceguera-, doña Pepita, mantiene un diálogo final con Carlos en el que le insinúa que va a negar que lo ha visto asesinando a Ignacio. Es una ceguera voluntaria ante un acto enormemente injusto, ante lo que ella alega que “el Centro está por encima de todo”. Por tanto, doña Pepita muestra la falsedad de una España en la que importaba más la unidad (“¡Una, Grande y Libre!”) que la libertad de pensamiento y la diversidad de individuos.



“Tú no la sientes, y esa es tu desgracia, no sentir la esperanza de lo que os he traído (…). La esperanza de la luz”.



“Me limito a ser sincero, y ese contagio de que me hablas no es más que el despertar de la sinceridad de cada cual”.

(Ignacio en En la ardiente oscuridad)




Por último, con el asesinato de Ignacio a manos de Carlos vemos cómo la imposibilidad de callar la voz de Ignacio y de hacerle cambiar sus ideas, de que se marche, desemboca en el único remedio que se encuentra ante la inteligencia libre: la fuerza. Lo que hace Carlos para no afrontar la verdad, es matarla con la violencia. De nuevo una dura crítica a la represión del régimen franquista, pero aplicable hoy en día y para siempre. Ante la falta de comprensión, se impone la destrucción y el odio. Pero la esperanza envuelve las últimas palabras de doña Pepita a Carlos: “usted no ha vencido”.



“No te atreves a decir “te quiero”. Pero yo lo diré por ti. Sí, me quieres; lo estás adivinando ahora mismo. Lo delata la emoción de tu voz. ¡Me quieres con mi angustia y mi tristeza, para sufrir conmigo de cara a la verdad y de espaldas a todas las mentiras que pretenden enmascarar nuestra desgracia! ¡Porque eres fuerte para eso y porque eres buena!”.

(Ignacio en En la ardiente oscuridad)





Bibliografía utilizada:

BUERO VALLEJO, A. (1950) En la ardiente oscuridad. Madrid: Magisterio Español, 1967.

Programa Estudio 1. (1973) En la ardiente oscuridad. España: RTVE.


miércoles, 26 de abril de 2017

Miguel Delibes: La sombra del ciprés es alargada

Como propuse en la introducción, voy a dedicar algunas entradas, tres concretamente, a profundizar en tres obras de Miguel Delibes.

He escogido La sombra del ciprés es alargada por ser la primera escrita y publicada por el autor, contener los primeros trazos de la novelística típica de Delibes y por haberle valido el Premio Nadal. En las próximas dos entradas hablaré de El camino y Cinco horas con Mario, ya que se consideran dos de las grandes obras del autor y también creo que muchos las habremos leído.

Empezamos pues con La sombra del ciprés es alargada.

Portada de La sombra del ciprés es alargada. CVC.
Ya se ha comentado que en esta novela, la primera, Delibes ya centra toda la trama en su obsesión: la muerte. Desde el principio aparece este tema.

A pesar de que tanto Delibes como algunos críticos (1) consideran La sombra del ciprés... como una novela pobre en comparación con las que le seguirían, se observa que ya aparecen algunos elementos que luego serán propiamente delibeanos, como pueden ser la muerte, los protagonistas infantiles, el pesimismo, la guerra y la preocupación por la psicología de los personajes, aunque no estén tan bien caracterizados como lo estarán los personajes de otras novelas.

El protagonista de La sombra del ciprés..., Pedro, es huérfano, no recuerda a sus padres y desde su nacimiento le rodea un pesimismo y una desgracia que le acompañan durante toda su historia y toda la novela.

El tema principal de la novela es una crisis existencial de Pedro que está cargada de pesimismo. Como consecuencia, la vida y filosofía del protagonista, y de algún otro personaje, giran en torno al desasimiento, o mejor dicho, a evitar este.

¿Qué es el desasimiento? El desasimiento es algo que todos experimentamos cuando debemos despedirnos de algo o alguien. La tristeza, el sufrimiento y el dolor que conlleva forman parte de nuestra vida y es un obstáculo al que debemos enfrentarnos.

Esta postura, la de aceptación del desasimiento, sería la que la mayoría de la gente toma, pero el maestro de Pedro, don Mateo Lesmes, tiene la teoría de que se puede evitar el dolor por lo perdido. 

Pedro llega a casa de don Mateo, que se convierte aparte de maestro en tutor legal del chico, y allí conoce la postura de este hombre ante la vida. Es una postura parecida a la del protagonista de El extranjero de Albert Camus.

En esta casa también conoce a quien será su gran amigo, Alfredo. La historia de su amistad empieza desde niños y vamos viendo cómo crecen juntos. La amistad y la vida infantil, recordamos, fue un tema que Delibes usó en muchas novelas.

A lo largo de esta primera etapa vital, don Lesma educa a los niños para que entiendan el peligro de aspirar a mucho, tener demasiado o “acostumbrarse” a algo o alguien. Lo que hay que hacer es evitar esta "unión" para que luego el desasirse de ella no sea difícil ni doloroso.

Ocurre algo que hace que Pedro aprenda definitivamente la lección y opte por alejarse del sufrimiento: Alfredo muere.

La muerte del niño, de su amigo, de su hermano, le produce dolor. A partir de entonces, Pedro empieza a tomar decisiones que le alejen del mundo, que le impidan permanecer en un lugar y asirse a una persona o a un sentimiento.

No quiero contar toda la novela, así que me limitaré a decir que, tras una serie de episodios, la aparición de personajes y algunos golpes que le da la vida, Pedro reconoce que no podemos enajenarnos de la vida. Hay que aceptar la vida y, sobre todo, la muerte.

Tras este breve resumen o introducción a la novela, me gustaría presentar algunas reflexiones que provoca La sombra del ciprés es alargada.

Para empezar, y como no puede ser de otro modo tratándose de Delibes, tenemos la reflexión constante que hay sobre la muerte. Pedro no quiere enfrentarse a la muerte, principalmente a la de otros. Piensa que si evita unirse a alguien y relacionarse, no sufrirá por sus muertes.
“Se daba el dato de que yo había cumplido los 24 años y mi padre, afortunadamente, seguía vivo. Es decir, no había tenido esa desgracia inmediata de la muerte que presentía, pero continuaba mi obsesión y ello fue lo que me impulso a escribir mi primera novela, tal vez para tratar de desembarazarme de mi obsesión.” (2)
Miguel Delibes siempre estuvo obsesionado con la desgracia de que su padre falleciese y con la muerte en general. La historia de Pedro y su evolución sirven al autor como terapia. Parece que el final de La sombra del ciprés..., con un Pedro dispuesto a aceptar la vida, ayuda a Delibes a entender que, como dice uno de sus personajes, la vida tiene un equilibrio y a las montañas le siguen los valles.
“Se aducirá que soy pesimista, que el cuadro que presento es excesivamente tétrico y desolador, y que incluso ofrece unas tonalidades apocalípticas poco gratas. Tal vez sea así: es decir, puede que las cosas no sean tan hoscas como yo las pinto, pero yo no digo que las cosas sean así, sino que, desgraciadamente, yo las veo de esa manera” (3)
A pesar de que el final rompe de algún modo con el pesimismo extremo, este es la tendencia general de la novela. Siempre se ha dicho que Miguel Delibes es un autor pesimista. Pinta una realidad bastante cruenta. En esta novela primera ya tenemos guerra, muerte y dolor. No obstante, nuestro autor se limita a describir escenas y situaciones que él percibía en el contexto en el que le tocó vivir.

Uno de los temas que aparecen con asiduidad en La sombra del ciprés... es la actitud de otros personajes hacia las desgracias, otro punto de reflexión.

Cuando muere Alfredo, Pedro observa cómo a su alrededor todo el mundo sufre y siente un dolor inmenso, más del que él está dispuesto a aceptar. Sin embargo, estas personas se sobreponen rápidamente. Pedro por su parte, aunque no quiera reconocerlo, vivirá con el dolor de la muerte de su amigo toda su vida.

Delibes utiliza escenas como esta para reflexionar sobre la verdadera naturaleza del dolor y lo acostumbrados que podemos estar a él. La conclusión final es lograr ese equilibrio del que hablábamos y ver las montañas y los valles, pero creo que este tema lleva a una última reflexión de carácter social.

En entradas anteriores ya se ha mencionado el hecho de que para Delibes la guerra era un hecho terrible y vacío de humanidad. En La sombra del ciprés... Pedro se enfrenta brevemente a las consecuencias de la guerra y se da cuenta del gran dolor que puede causar cada muerte (amigos, padres, madres...). Sin embargo, se supera la tragedia con relativa facilidad tras unos primeros momentos de drama. En cierto modo tanto la de Pedro como la de la gente es la misma actitud, la del "hombre neutro".

Desde mi punto de vista, aquí se ve una llamada de atención, que no una crítica, a la sociedad. Los españoles que vivieron la Guerra Civil y la posguerra se han acostumbrado a recoger muertes, sufrir y superar el dolor. La reflexión final de la novela es llegar a un equilibrio: ver las montañas y los valles. La actitud generalizada que Delibes percibe a su alrededor, el “ignorar” tan rápidamente el dolor porque se está acostumbrado a él, no es equilibrado.

Creo que la mejor manera de concluir esta entrada y el contenido de la novela es revelando el significado del título. La sombra del ciprés es el
“alma fina y cortante, que no acoge, sino que divide y distancia al individuo de sí mismo, de sus apetencias íntimas, y del resto de la sociedad. Un alma que mutila el deseo a la realidad y pretende conformar un ser sin esperanza, sin alegría y, supuestamente, sin pena” (4)

NOTAS
(1) G. DE NORA, Eugenio; BENET, Juan, "Mocedades: Delibes; Sánchez Mazas, Sánchez Ferlosio", p. 401
(2)ALONSO DE LOS RÍOS, César, Conversaciones con Miguel Delibes, p. 38
(3)DELIBES, Miguel, El sentido del progreso desde mi obra, p. 50
(4)    TALAVERA MUÑOZ, María José, "El concepto de desasimiento en La sombra del ciprés es alargada", p. 322


BIBLIOGRAFÍA
- ALONSO DE LOS RÍOS, César, Conversaciones con Miguel Delibes. Madrid (España): Editorial Magisterio Español, S. A., 1971, 235 págs. ISBN:  978-84-265-7080-2

- DELIBES, Miguel, El sentido del progreso desde mi obra. En: Acto de ingreso a la Real Academia Española (1975: Madrid, España). Valladolid, España: Miñón, S. A. 1975. 81 p.


- DELIBES, Miguel, La sombra del ciprés es alargada. Santos Sanz Villanueva (pról.). Madrid (España): Bibliotex, 2001, 286 págs. ISBN: 84-8130-250-3

- TALAVERA MUÑOZ, María José, "El concepto de desasimiento en La sombra del ciprés es alargada". En: Garoza: revista de la Sociedad Española de Estudios Literarios de Cultura Popular (7), 315-337 págs., 2007. ISSN: 1577-8932