Jaime Gil de Biedma (Barcelona,
1929-1990)
Antes de proceder a embarcarse en el estudio de la figura de Jaime Gil de
Biedma, innegable puntal de la poesía española del S.XX, como primer contacto
con este peso pesado de la literatura nacional, dejemos que él mismo se nos
presente cálida e informalmente, acompañado siempre de su particular sorna y
sencillez léxica, como si el encuentro tuviese lugar en el que fuera su
particular santuario urbano: la acogedora barra de un bar, en la que, entre
cinturas jóvenes, tabaco y whiskys, consumió tantos instantes de esa intensa
vida bohemia, gracias a la cual pudo dar a luz a los apenas 80 poemas que le
bastaron para dejar una eterna huella en las entrañas de las letras
castellanas:
Nací
en Barcelona en 1929 y aquí he residido casi siempre. Pasé los tres años de la
guerra civil en Nava de la Asunción, un pueblo de la provincia de Segovia en
donde mi familia posee una casa a la que siempre acabo por volver. La
alternancia entre Cataluña y Castilla, es decir: entre la ciudad y el campo ―o,
para ser más exacto, entre la vida burguesa y la vie de chateau―, ha sido un factor importante en la formación de mi
mitología personal. Estudié Derecho en Barcelona y Salamanca; me licencié en
1951. Desde 1955 trabajo en una empresa comercial. Mi empleo me ha llevado a
vivir largas temporadas en Manila, ciudad que adoro y que me resulta bastante
menos exótica que Sevilla, porque la entiendo mejor. Me quedé calvo en 1962; la
pérdida me fastidia pero no me obsesiona ―dicen que tengo una línea de cabeza
muy buena. Gano bastante dinero. No ahorro. He sido de izquierdas y es muy
probable que siga siéndolo, pero hace ya algún tiempo que no ejerzo. Bien.
Supongamos ahora que han pasado doce años desde que escribí lo anterior. Y aun
vayamos más lejos, supongamos lo más terrible: que nuestra suposición―tuya y
mía, lector, acuérdate― sea la verdad absoluta. ¿Qué diré entonces que ha sido
de mí durante este espacio interlinear? Lo primero y lo instintivo, es decir que
nada. Luego, tras algún pensar, ciertos hechos se imponen.
De este texto, que figura en la guarda en Las personas del verbo, título que
encierra sus obras poéticas completas, se aprecian con pasmosa facilidad la
ironía y la simplicidad, mencionadas en el párrafo anterior y que caracterizan a
la perfección a nuestro poeta, presentes incluso a la hora de encarar su
intensa autobiografía, resumida en un manojo de oraciones breves y precisas. De
dicho texto puede sustraerse que fue un “niño de la guerra”, dato que nos
permite ubicarle poéticamente en la
célebre generación de los 50, compartiendo cartel con escritores de la talla
del ovetense Ángel González, José Agustín Goytisolo, Francisco Brines o su inseparable Carlos
Barral, fundador de la archiconocida editorial Seix-Barral, entre otros tantos.
Prestando atención a los topónimos citados,
tales como “Barcelona”, “Salamanca” o
“Manila”, así como a su licenciatura en derecho en 1951 y a palabras explícitas
en torno a su vida política y laboral (“Gano bastante dinero.”/ “He sido de
izquierdas y es muy probable que siga siéndolo, pero hace ya algún tiempo que
no ejerzo.” en L-10-11), podemos deducir a su vez que tuvo acceso a un nivel de
vida bastante elevado, de acuerdo con las circunstancias generales que
condenaron irremediablemente a la miseria a millares de familias españolas,
pero no por ello dejó de lado la problemática social que abanderaba a un país
devastado, víctima de un régimen deshumanizador. Interiorizando todos estos
datos, no es de extrañar que él mismo fuese el personaje que enunció la frase
que mejor define a dicha generación conformada por “señoritos de nacimiento por mala conciencia
escritores de poesía social.”
Por último, en lo relativo a esta introducción
que pretende servir de primer encuentro
con el escritor, cabe fijarse en el tratamiento que otorga al concepto de
“tiempo” en las líneas finales del escrito: “¿Qué diré entonces que ha sido de mí durante este espacio
interlinear? Lo primero y lo instintivo, es decir que nada. Luego, tras algún
pensar, ciertos hechos se imponen”. El humor con el que trivializa y bosqueja
sucintamente su experiencia vital resulta tan llamativo como significativo. Sin
duda, nos hallamos ante un tipo polifacético con una particularísima visión de
la existencia en la que prevalece la máxima bukowskiana del que sabe que “nada
en la vida tiene la más absoluta importancia”, pese a que en ella “tras algún
pensar, ciertos hechos se imponen.”
Esos hechos, tanto mentales como físicos, serán
los que leeremos en su poesía, lírica, visceral, cruda y real como la vida
misma. Quién se aventure a perderse en ella, encontrará insignes borracheras,
invocaciones amorosas, ecos de millares de torsos desnudos o ácidas y amargas reflexiones, pero sobre
todo, encontrará a un verdadero ser humano, a cuya obra puede aplicarse a la
perfección aquella famosa cita del no menos genial Walt Whitman:
“Camarada, esto no es un libro, quién toca esto toca a un hombre”.
Bibliografía:
-Gil de Biedma, J. (1990). Las personas del verbo. Barcelona,
Seix-Barral.
Me ha gustado mucho este primer acercamiento a Gil de Biedma. Es bastante interesante el utilizar sus propias palabras, porque nos dejan conocerlo más de cerca.
ResponderEliminarComo introducción creo que hace que quede bastante claro cómo fue el y cómo va a ser su literatura.