domingo, 19 de marzo de 2017

El poeta de la experiencia

“Un poema moderno no consiste en una imitación de la realidad o de un sistema de ideas acerca de la realidad –lo que los clásicos llamaban una imitación de la naturaleza- , sino en el simulacro de una experiencia real.”
                                                                        (El pie de la letra. pág 349, editorial  Crítica 1980.)
                                                                    
“En mi poesía no hay más que dos temas: el paso del tiempo y yo”, sentencia la imagen epilogal de la última entrada. La declaración anterior nos permite dilucidar sin errores los presupuestos poéticos del poeta: la experiencia unida a las cuatro esquinas de una hoja en blanco; el vago exilio de un folio en el que el poeta aspira, día a día y verso a verso, a convertir la vida en letra. Esta idea es importante para entender lo que Jaime Gil de Biedma representa, ante todo, en la literatura: un mensajero de la palabra vivida y del error. Alguien cuya experiencia individual se integra inevitablemente en la experiencia colectiva de todo un país. Y, acaso, su obra sea un canto de redención y un diálogo con el tiempo que le tocó vivir. La poesía como otra forma de experiencia, de conocerse y conocer.

Para los que alberguéis una idea de la poesía como un ejercicio alejado de la realidad, de las personas y sus problemas, en relación más bien con el yo, los diccionarios, la pompa del lenguaje, el parnaso y las fantasías evasivas, aquí consta la prueba de que, como toda manifestación artística bien entendida, la poesía es la ceniza que prueba que ha habido vida, como diría Leonard Cohen, otro gran poeta de la experiencia. Por ello mismo, en sus páginas encontramos sitio para todos los distintos ámbitos que la componen, ya sea el individual, el social, el familiar, el político, el sexual, el artístico etc. Esta concepción de la poesía “de apostarse entero en cada poema”, como diría él mismo, supuso una vía que, si bien ya transitada anteriormente por gente como Walt Whitman o Antonio Machado, marcó un antes y un después en el panorama poético español del momento (marcada por los novísimos y el hermetismo), y autores actuales como Luis García Montero, Javier Egea o Benjamín Prado la adoptaron en su obra, llegándose incluso a formar un grupo poético conocidos como “poetas de la experiencia”.

En fin, dejando a un lado la palabrería barata, permitamos que sea el propio J.G.B. quien dé explicaciones al respecto. Para ello, traigo hoy estos tres poemas suyos, latentes de la huella de la vida: 

Amistad a lo largo

Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.

                                       Mirad:
somos nosotros.

Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más:
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
-ésas que ya no dicen cosas-,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.

Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos con los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que nos sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.

Ay el tiempo! Ya todo se comprende.
                                                          (Las personas del verbo, Seix Barral, pág. 19-20)
Happy ending

Aunque la noche, conmigo, 
        no la duermas ya,
sólo el azar nos dirá 
        si es definitivo.

Que aunque el gusto nunca más
        vuelve a ser el mismo,
en la vida los olvidos
        no suelen durar.
                                 (Las personas del verbo, Seix Barral, pág. 99)
Mañana de ayer, de hoy

Es la lluvia sobre el mar. 
En la abierta ventana, 
contemplándola, descansas 
la sien en el cristal.

Imagen de unos segundos, 
quieto en el contraluz 
tu cuerpo distinto, aún 
de la noche desnudo.

Y te vuelves hacia mí, 
sonriéndome. Yo pienso 
en cómo ha pasado el tiempo, 
y te recuerdo así.

                          (Las personas del verbo, Seix Barral, pág. 95)

Bibliografía.
-Gil de Biedma, J. (1990). Las personas del verbo. Barcelona, Seix-Barral.
-Gil de Biedma, J. (1980). El pie de la letra. Barcelona, Crítica.
-Maqueda Cuenca, Eugenio (2006). Leer poesía/ Escribir poesía/ Jaime Gil de Biedma. Madrid, Visor libros.

Webgrafía:

1 comentario:

  1. Me han encantado los poemas. Sobre todo el primero, que me ha recordado a la poesía de Walt Whitman, al que citas como "poeta de la experiencia", al igual que Jaime Gil de Biedma.
    Me parece un tema muy interesante, si la poesía debe ser reflejo de la experiencia o no. Tu entrada me ha hecho pensar en un fragmento de El retrato de Dorian Gray que viene a defender lo contrario a tu opinión: "Los únicos artistas que he conocido y que eran personalmente deliciosos, como artistas eran muy malos. Los buenos artistas existen simplemente en su producción, y por consecuencia resultan completamente falsos de interés en sí mismos. Un gran poeta, un verdadero gran poeta, es el menos poético de los seres. Pero los poetas inferiores son absolutamente fascinantes. Cuanto peor riman, más pintorescos parecen. El solo hecho de haber publicado un libro de sonetos de segundo orden hace a un hombre completamente irresistible. Vive la poesía que no pudo escribir. Los otros escriben la poesía que no se atreven a realizar."

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