lunes, 27 de marzo de 2017

A Claudio Rodríguez, recordando el día en
que, con un cigarrillo temblándole en los labios, me
 dijo, en el Drugstore de Fuencarral, «a esta gente
 hay que ganarla».

Aun cuando tejí mi armadura de acero
el terror en mis ojos muertos.
Aun cuando con mano blanca y nula
hice de silencio tus orines
y la nieve cae aún sobre mi cuerpo
pese a ello se impone un silencio aún más hondo
a los clavos que habían horadado mi cráneo:
aun cuando sean huesos quizá lo que no tiembla
aun cuando el musgo concluye mi pecho
el terror remueve las cuencas vacías.

Acercamiento: contextualización

Este poema pertenece a Narciso en el acorde último de las flautas (1979) de Leopoldo María Panero, escritor que destacó en poesía, con más de sesenta poemarios publicados, aunque también cultivó, en menor medida, la narrativa y el ensayo, y realizó una importante labor como traductor.

La poesía de Leopoldo María Panero se inserta en la tendencia literaria de los Novísimos, escritores españoles pertenecientes al período generacional de 1967- 1987, que comparten una visión rupturista de la literatura, tanto en el plano formal, en el que muestran influencias vanguardistas, como en el plano conceptual, ya que conciben la literatura como un medio de ruptura social-político y cultural.

En este último sentido, hay que destacar los tres recursos más habituales de que se sirven para realizar una literatura de ruptura con el ambiente del momento: la autorreferencialidad, mediante la cual se alejan del lenguaje referencial instrumentalizado por el poder, la intertextualidad subversiva, que consiste en borrar la dependencia del texto con el autor que lo crea (lo que puede estar vinculado a la despersonalización del sujeto poético) y con el sentido original del texto de procedencia, y, por último, realizan, lo que se ha denominado “poética del silencio”, que consiste en crear un vacío o “no-lugar”, en “no decir nada”, en un proceso de esencialización del lenguaje, que lleva, una vez más, a desmontar los esquemas establecidos.

Además de las características comunes de los Novísimos, hay que destacar las características específicas del estilo poético de Leopoldo María Panero: rimas muy pobres, para desligarse de la tradición, encabalgamientos pronunciados, con los que trata de “romper” el sentido de las palabras y una selección léxica que une la “lengua poética” con la lengua de registro vulgar. Todos estos elementos giran en torno al rupturismo, a la libertad expresiva, y a la creación de “silencio”, de ese vacío dentro del poema hecho de palabras no dichas, ni dirigidas a nadie, cuya única función es la de desenmascarar el espíritu.

Leopoldo María Panero es considerado el poeta maldito de la generación de los Novísimos. Por llevar hasta tal punto su particular estilo indecoroso y contenido contra sistema, se granjeó la animadversión de la crítica, quedando vedado en los primeros puestos de certámenes literarios y, en ocasiones, sufriendo, incluso, dificultades para publicar. Este malditismo literario estuvo acompañado de un malditismo personal de drogadicción, bajos fondos y enfermedad mental.
Después de esta breve inmersión en el concepto lírico al que pertenece “Aun cuando tejí mi armadura de acero”, pasaremos al comentario como tal.


Comentario

En este poema podemos diferenciar dos partes: la dedicatoria a Claudio Rodríguez y el poema en sí mismo.

La dedicatoria sería un “pretexto” para introducir el poema, podría considerarse un puente entre la realidad externa y la realidad interna del poema. En ella encontramos aun referentes reales: Claudio Rodríguez, poeta español de la Generación del 50, y el Drugstore de Fuencarral, famoso establecimiento madrileño de los años 70s, que contaba con cine, restaurante y venta de productos varios.

En la dedicatoria se trata de reproducir de forma poética un hecho real, la conversación entre Leopoldo María Panero y Claudio Rodríguez en el Drugstore de Fuencarral. De dicha conversación Panero extrae una frase de Claudio Rodríguez: “a esta gente hay que ganarla”. Para interpretarla haría falta mayor información sobre el contexto comunicativo, para saber si se refiere a referentes directos o no, y sobre la conversación completa de la que se extrae. Teniendo en cuenta la faceta social-política reivindicativa de Claudio Rodríguez, se puede deducir que aquellos a los que hay que ganar son al poder establecido, al sistema franquista.

Según esta interpretación, el poema tendría tintes realistas, reproduciría el terror y el sufrimiento humano durante la Guerra Civil, tratando, con ello, de recordar la represión y animar a la reivindicación política a pesar del aparente estado de bienestar  que se vive durante el final del franquismo.

Pero teniendo en cuenta la contextualización del poema, no podemos cerrarnos a esta única interpretación, más bien, habría que dejarla en un segundo plano, y tratar de desentrañar primero el sentido del poema tomándolo como un hecho autónomo y autorreferencial. 

A lo largo del poema notamos como Panero trata de desligarse de la forma tradicional de la poesía, a través de la puntuación antinormativa y descompensada, que respeta la norma solo en los dos primeros versos, dejando el resto del poema, los ocho versos restantes, sin más puntuación que dos puntos y el punto final, la ausencia de rima, y los encabalgamientos (“pese a ello se impone un silencio aún más hondo// a los clavos que habían horadado mi cráneo:”).

Esta transgresión de las normas de la poesía tradicional va más allá de la forma. Al tratar de encontrar sentido al poema, entramos en un “mundo alternativo”, creado a partir de un lenguaje autorreferencial, en el que no se encuentra ni rastro de motivos, símiles o metáforas de la tradición, ni de sentidos propios de la lengua de uso habitual. Vemos como mezcla palabras de estética poética como “horadar”, con otras de estética feista como “orines”. Encontramos construcciones ambiguas como “hice de silencio tus orines”, que por tener una estructura atípica en el uso de la lengua, admiten múltiples imágenes y sentidos.

Al leer el poema, percibimos un sufrimiento indeterminado más allá de la muerte (que no reproduce la concepción cristiana de infierno, sino que se trata de un “mundo” autónomo, inmotivado, indeterminado, inefable). Una experiencia inimaginable pensada desde un punto de vista racional. Así, que más que sentido, percibimos un sentimiento de sobrecogimiento intenso y perturbador, ligado a la muerte, al terror, al sufrimiento y a la soledad.

La estructura anafórica reiterativa de “aun cuando…” nos transmite la ansiedad y el pesimismo de quien no encuentra salida. La idea de no salida, se refuerza con la estructura circular del poema, que comienza aludiendo al intento de forjar una fortaleza ante el terror, sin resultado (“Aun cuando tejí mi armadura de acero//el terror en mis ojos muertos.”) y acaba con la persistencia de dicho terror tras la muerte, en los ojos inertes (“aun cuando el musgo concluye mi pecho// el terror remueve las cuencas vacías.”).

A esto se suman constantes expresiones y palabras que transmiten ausencia, estatismo y muerte: “ojos muertos”, “mano blanca y nula”, “silencio”, “cae sobre mí”, “había horadado mi cráneo”, “no tiembla”, “cuencas vacías”, vinculadas a palabras de terror y sufrimiento: “terror en mis ojos muertos”, “silencio aun más hondo que los clavos que habían horadado mi cráneo”, “el terror remueve las cuencas vacías”.

Al final, se crea una situación irreal cargada de sentimientos intensos de opresión, muerte, ansiedad y terror, en la que un sujeto indeterminado, en un mundo alterno situado después de la vida, sufre sensaciones y sentimientos indeterminados, que le causan sufrimiento físico y mental, y de los cuales no puede escapar. Se crea, pues, un “trozo” de realidad nueva, autónoma, basada en lo subjetivo, en lo inefable y perturbador.


Bibliografía

Lanz, J. J. Nuevos y novísimos poetas españoles: en la estela del 68. Sevilla: Renacimiento, 2011. 390 pp.

Blesa, T. (2013). Leopoldo María Panero. Poesía Completa 1970-2000. Madrid: Visor. (Prólogo).

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