A
Claudio Rodríguez, recordando el día en
que, con un cigarrillo
temblándole en los labios, me
dijo, en el Drugstore de Fuencarral, «a esta gente
hay que ganarla».
Aun cuando tejí mi armadura de acero
el terror en mis ojos muertos.
Aun cuando con mano blanca y nula
hice de silencio tus orines
y la nieve cae aún sobre mi cuerpo
pese a ello se impone un silencio aún más hondo
a los clavos que habían horadado mi cráneo:
aun cuando sean huesos quizá lo que no tiembla
aun cuando el musgo concluye mi pecho
el terror remueve las cuencas vacías.
Acercamiento: contextualización
Este
poema pertenece a Narciso en el acorde
último de las flautas (1979) de Leopoldo María Panero, escritor que destacó
en poesía, con más de sesenta poemarios publicados, aunque también cultivó, en
menor medida, la narrativa y el ensayo, y realizó una importante labor como
traductor.
La
poesía de Leopoldo María Panero se inserta en la tendencia literaria de los
Novísimos, escritores españoles pertenecientes al período generacional de 1967-
1987, que comparten una visión rupturista de la literatura, tanto en el plano
formal, en el que muestran influencias vanguardistas, como en el plano
conceptual, ya que conciben la literatura como un medio de ruptura
social-político y cultural.
En
este último sentido, hay que destacar los tres recursos más habituales de que
se sirven para realizar una literatura de ruptura con el ambiente del momento:
la autorreferencialidad, mediante la cual se alejan del lenguaje referencial
instrumentalizado por el poder, la intertextualidad subversiva, que consiste en
borrar la dependencia del texto con el autor que lo crea (lo que puede estar
vinculado a la despersonalización del sujeto poético) y con el sentido original
del texto de procedencia, y, por último, realizan, lo que se ha denominado “poética
del silencio”, que consiste en crear un vacío o “no-lugar”, en “no decir nada”,
en un proceso de esencialización del lenguaje, que lleva, una vez más, a desmontar
los esquemas establecidos.
Además
de las características comunes de los Novísimos, hay que destacar las características
específicas del estilo poético de Leopoldo María Panero: rimas muy pobres, para
desligarse de la tradición, encabalgamientos pronunciados, con los que trata de
“romper” el sentido de las palabras y una selección léxica que une la “lengua
poética” con la lengua de registro vulgar. Todos estos elementos giran en torno
al rupturismo, a la libertad expresiva, y a la creación de “silencio”, de ese
vacío dentro del poema hecho de palabras no dichas, ni dirigidas a nadie, cuya
única función es la de desenmascarar el espíritu.
Leopoldo
María Panero es considerado el poeta maldito de la generación de los Novísimos.
Por llevar hasta tal punto su particular estilo indecoroso y contenido contra
sistema, se granjeó la animadversión de la crítica, quedando vedado en los
primeros puestos de certámenes literarios y, en ocasiones, sufriendo, incluso,
dificultades para publicar. Este malditismo literario estuvo acompañado de un
malditismo personal de drogadicción, bajos fondos y enfermedad mental.
Después
de esta breve inmersión en el concepto lírico al que pertenece “Aun cuando tejí
mi armadura de acero”, pasaremos al comentario como tal.
Comentario
En
este poema podemos diferenciar dos partes: la dedicatoria a Claudio Rodríguez y
el poema en sí mismo.
La
dedicatoria sería un “pretexto” para introducir el poema, podría considerarse
un puente entre la realidad externa y la realidad interna del poema. En ella
encontramos aun referentes reales: Claudio Rodríguez, poeta español de la
Generación del 50, y el Drugstore de Fuencarral, famoso establecimiento
madrileño de los años 70s, que contaba con cine, restaurante y venta de
productos varios.
En
la dedicatoria se trata de reproducir de forma poética un hecho real, la
conversación entre Leopoldo María Panero y Claudio Rodríguez en el Drugstore de
Fuencarral. De dicha conversación Panero extrae una frase de Claudio Rodríguez:
“a esta gente hay que ganarla”. Para interpretarla haría falta mayor
información sobre el contexto comunicativo, para saber si se refiere a
referentes directos o no, y sobre la conversación completa de la que se extrae.
Teniendo en cuenta la faceta social-política reivindicativa de Claudio
Rodríguez, se puede deducir que aquellos a los que hay que ganar son al poder
establecido, al sistema franquista.
Según
esta interpretación, el poema tendría tintes realistas, reproduciría el terror
y el sufrimiento humano durante la Guerra Civil, tratando, con ello, de
recordar la represión y animar a la reivindicación política a pesar del
aparente estado de bienestar que se vive
durante el final del franquismo.
Pero
teniendo en cuenta la contextualización del poema, no podemos cerrarnos a esta
única interpretación, más bien, habría que dejarla en un segundo plano, y
tratar de desentrañar primero el sentido del poema tomándolo como un hecho autónomo
y autorreferencial.
Esta
transgresión de las normas de la poesía tradicional va más allá de la forma. Al
tratar de encontrar sentido al poema, entramos en un “mundo alternativo”, creado
a partir de un lenguaje autorreferencial, en el que no se encuentra ni rastro
de motivos, símiles o metáforas de la tradición, ni de sentidos propios de la
lengua de uso habitual. Vemos como mezcla palabras de estética poética como
“horadar”, con otras de estética feista como “orines”. Encontramos
construcciones ambiguas como “hice de silencio tus orines”, que por tener una
estructura atípica en el uso de la lengua, admiten múltiples imágenes y
sentidos.
Al leer
el poema, percibimos un sufrimiento indeterminado más allá de la muerte (que no
reproduce la concepción cristiana de infierno, sino que se trata de un “mundo”
autónomo, inmotivado, indeterminado, inefable). Una experiencia inimaginable
pensada desde un punto de vista racional. Así, que más que sentido, percibimos un
sentimiento de sobrecogimiento intenso y perturbador, ligado a la muerte, al
terror, al sufrimiento y a la soledad.
La
estructura anafórica reiterativa de “aun cuando…” nos transmite la ansiedad y
el pesimismo de quien no encuentra salida. La idea de no salida, se refuerza
con la estructura circular del poema, que comienza aludiendo al intento de
forjar una fortaleza ante el terror, sin resultado (“Aun cuando tejí mi
armadura de acero//el terror en mis ojos muertos.”) y acaba con la persistencia
de dicho terror tras la muerte, en los ojos inertes (“aun cuando el musgo
concluye mi pecho// el terror remueve las cuencas vacías.”).
A
esto se suman constantes expresiones y palabras que transmiten ausencia,
estatismo y muerte: “ojos muertos”, “mano blanca y nula”, “silencio”, “cae
sobre mí”, “había horadado mi cráneo”, “no tiembla”, “cuencas vacías”,
vinculadas a palabras de terror y sufrimiento: “terror en mis ojos muertos”,
“silencio aun más hondo que los clavos que habían horadado mi cráneo”, “el
terror remueve las cuencas vacías”.
Al
final, se crea una situación irreal cargada de sentimientos intensos de
opresión, muerte, ansiedad y terror, en la que un sujeto indeterminado, en un
mundo alterno situado después de la vida, sufre sensaciones y sentimientos
indeterminados, que le causan sufrimiento físico y mental, y de los cuales no
puede escapar. Se crea, pues, un “trozo” de realidad nueva, autónoma, basada en
lo subjetivo, en lo inefable y perturbador.
Bibliografía
Lanz, J. J. Nuevos y
novísimos poetas españoles: en la estela del 68. Sevilla: Renacimiento,
2011. 390 pp.
Blesa, T. (2013). Leopoldo
María Panero. Poesía Completa 1970-2000. Madrid: Visor. (Prólogo).
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